domingo, 7 de octubre de 2018

7 DE OCTUBRE: JORNADA MUNDIAL POR EL TRABAJO DECENTE Y ELECCIONES EN BRASIL



El asentamiento pleno de la economía – mundo, con la consolidación de un mercado global y la financiarización de los procesos de producción de riqueza ha generado incrementos potentes de la desigualdad y una degradación de las relaciones laborales. Estas tendencias, acentuadas tras el crack del 2008 con la caída de Lehman Brothers en los países desarrollados y replicadas con fuerza hoy en Latinoamérica, se enfrentan a movimientos muy significativos de re-regulación y de resistencia.

Estos movimientos se despliegan en una perspectiva multiescalar, desde el plano estatal-nacional hasta el espacio de la globalización protagonizado por las empresas transnacionales, pasando por las agregaciones supraestatales como la Unión Europea o el nivel internacional, en especial en el ámbito de actuación de la OIT. En este último terreno, en el contexto de una presencia social cada vez más determinante del movimiento alterglobalización en la última década del siglo XX, nucleado a partir de los encuentros de Porto Alegre, y de las movilizaciones contra las reuniones de los países ricos y dominantes del mundo, la OIT adoptó en 1998 un documento muy relevante, la declaración sobre los principios y derechos fundamentales en el trabajo que ha tenido una fuerte influencia no sólo en cuanto ha supuesto la adopción plena de una perspectiva universalista en la configuración de los derechos laborales básicos, las normas fundamentales sobre el trabajo dentro de las cuales cobra especial relevancia el reconocimiento de la libertad sindical y negociación colectiva, y que se ha proyectado hacia otras declaraciones y acuerdos internacionales, como el muy famoso Global Compact o las líneas directrices de la OCDE, además de suministrar la base de los contenidos sobre los cuales se acordaron los acuerdos marco globales entre las federaciones sindicales globales y las empresas transnacionales.

Junto a este trascendental documento, un año después, en 1999, la OIT acuñó el término de trabajo decente, como un compromiso posterior que permitiera fijar los términos de las condiciones equitativas de trabajo junto con el logro de una cierta seguridad en la existencia de las personas que trabajan. La OIT entiende que “el trabajo decente sintetiza las aspiraciones de las personas durante su vida laboral, porque significa la oportunidad de acceder a un empleo productivo que genere un ingreso justo, la seguridad en el lugar de trabajo y la protección social para las familias, mejores perspectivas de desarrollo personal e integración social, libertad para que los individuos expresen sus opiniones, se organicen y participen en las decisiones que afectan sus vidas, y la igualdad de oportunidades y trato para todos, mujeres y hombres”. Supone un horizonte al que deberían tender todos los ordenamientos jurídicos estatales, y se ha convertido en un “objetivo universal” que en esa condición ha sido integrado en las más importantes declaraciones de derechos humanos, las Resoluciones de la ONU y los documentos finales de las principales conferencias. En concreto, durante la Asamblea General de las Naciones Unidas en septiembre 2015, el trabajo decente y los cuatro pilares del Programa de Trabajo Decente – creación de empleo, protección social, derechos en el trabajo y diálogo social – se convirtieron en elementos centrales de la nueva Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible. Una iniciativa que se enlaza con lo que se viene a llamar la salida de la crisis financiera y mercantil que recorre el mundo a partir del crack del año 2008.

Junto a ello, la Confederación Sindical Internacional (CSI / ITUC) lanzó, hace ya once años, una jornada mundial por el trabajo decente, que se celebra el 7 de octubre. Una jornada que quiere recobrar la tradicional comprensión del movimiento de las y los trabajadores organizados como un fenómeno eminentemente internacional. La que se ha convocado para el 2018 tiene como objetivo “cambiar las reglas”, en una alusión directa y clara a la desigualdad y la injusticia que se ha instalado en el sistema económico mundial y que ha producido una debilitación de las garantías democráticas como tendencia generalizada – la “reducción del espacio democrático” – y el deterioro de los derechos laborales en muchos países, alcanzando “niveles desproporcionados y destructivos de desigualdad e inseguridad económicas” en muchas partes del globo, incluidos los países desarrollados. Las reglas deben cambiarse, afirma el movimiento sindical internacional, y sólo eso se puede hacer mediante el reforzamiento del poder de las trabajadoras y trabajadores.

La movilización sindical propuesta se suele utilizar por los sindicatos nacionales que participan en la misma para establecer una relación directa entre el significado general propuesto como lema del 7 de octubre y la problemática concreta que se afronta en ese país determinado. En el caso español, tanto CCOO y UGT como USO han insistido en la necesidad de una pronta actuación normativa que elimine aspectos importantes de las reformas laborales del 2012-2014 que dificultan o impiden la actuación sindical, y han reivindicado asimismo con fuerza el cumplimiento de los compromisos del IV AENC en torno al salario mínimo de convenio de 14.000 € anuales, para cuya consecución en la negociación colectiva se anuncian inminentes movilizaciones. Una aplicación concreta de la lucha contra la “codicia corporativa” a la que alude la ITUC-CSI en su proclamación de la Jornada Mundial. "Cambiar las reglas" supone en España hoy ante todo cambiar la reforma laboral e imponer un nuevo marco de relaciones en la negociación colectiva.

Entre los objetivos de la misma, como se ha señalado, se encuentra también la constatación de una amplia tendencia a “la reducción del espacio democrático”. Esta es una situación generalizada, también en los países europeos, pero fundamentalmente este retroceso se aprecia de manera muy neta en Latinoamérica. Argentina se encuentra ante una quiebra de la estabilidad económica y social en un contexto de crisis política sin precedentes y en Brasil, la ofensiva antidemocrática que llevó a la destitución de la presidenta Dilma Rouseff y al procesamiento y encarcelamiento del expresidente Lula, con una fuerte ofensiva contra el PT y los sindicatos, en especial la CUT, se enfrenta hoy mismo a una elección presidencial decisiva.

El análisis político de lo que está en juego en estas elecciones brasileñas del 7 de octubre es importante. Se puede decir que la mayor parte de las clases dominantes brasileñas, particularmente aquellas que están ligadas al comercio, grandes empresas industriales locales o asociadas a la capacidad de obtener “rentas” de la deuda global, como “anexas” a las grandes multinacionales y al sector financiero, están desplazándose hacia el apoyo para la candidatura de Bolsonaro, un personaje nefasto, partidario del golpismo, misógino, racista y brutal, aun a sabiendas del riesgo político que asumen, un gobierno que podría asemejarse al que en la actualidad tiene Filipinas con su presidente Rodrigo Duterte. Por el contrario, las empresas constructoras y de suministro de servicios a las grandes empresas estatales, están muy afectadas por haber entablado extensas relaciones de corrupción – en las que han participado todos los partidos con responsabilidades de gobierno, estatales o federales – y no tienen por tanto una posición influyente en el proceso electoral en curso. La manipulación de los grandes medios y su parcialidad contra Haddad como candidato de Lula, ha sido en gran medida contrarrestada por la inmensa movilización transversal de mujeres contra la candidatura de Bolsonaro, que ni siquiera era nombrado, solo rechazado como #EleNâo (#ËlNo). El duelo de la segunda vuelta entre estos dos candidatos debería permitir que esa polarización hiciera entender a las clases medias el desastre que supondría Bolsonaro, de manera que se pudiera conseguir un trasvase de votos del sector de centro derecha hacia Haddad, entendiendo que éste no sólo es el candidato del PT y que por tanto su capacidad política va más allá de la que resultaría marcada por su pertenencia al PT. En cualquier caso, en una opinión pública tan controlada por los grandes medios de comunicación y en especial por la red Globo, su posición en la segunda vuelta podrá resultar decisiva en la orientación del voto de las clases medias urbanas.

Una fecha importante, en consecuencia. Un día “para celebrar los logros de los sindicatos, rendir homenaje a quienes han sacrificado tanto en la vanguardia de las luchas por los derechos y las libertades democráticas y avanzar en la causa del progreso social y económico que beneficie a todos y no a la élite privilegiada”, como ha resumido la Secretaria General de la CSI, Sharan Burrow. Una jornada en la que se liga de manera indisoluble la determinación del movimiento sindical internacional y de otros movimientos progresistas en recuperar el espacio democrático y cuestionar las reglas de desigualdad e injusticia que la codicia corporativa y las políticas de los gobiernos han consolidado en el espacio de la globalización. Dos elementos que deben caminar juntos, como expresión de la misma aspiración democrática y social que constituye el único camino que colectivamente se puede recorrer.


No hay comentarios: