La revista AMNIS, que se subtitula “Revista de
civilización contemporánea: Europas / Américas”, que publica la Universidad de
Aix-Marseille en Francia y cuya página se puede encontrar aquí http://amnis.revues.org/
, ha hecho una llamada para publicar originales en un número monográfico
dedicado a “El pasado en el presente. Historia y memorias, una problemática
esencial para las sociedades contemporáneas (Europa-América)”. Más allá del
evento que proponen, es extremadamente interesante su reflexión sobre la
relación entre historia y memoria, y en particular el “cuestionamiento” del
pasado que ambas nociones plantean.
El tema es muy importante en España,
en donde se vuelve a plantear con urgencia el tema de la memoria histórica en
relación con la exhumación de los restos del dictador y su previsible traslado
a la Catedral de la Almudena de Madrid, cerca de la Plaza de Oriente donde se
celebraron los rituales homenajes populares al caudillismo en que se basaba el
Régimen, recordando así de manera permanente el amparo, también después de
muerto, de la jerarquía de la iglesia católica española a la opresión y al
sufrimiento causado por la dictadura franquista.
El texto de la invitación a publicar
– lo que nosotros en castellano llamamos call
for papers- contiene interesantes reflexiones sobre el papel de la memoria
y la relación de las sociedades presentes con la historia.
Este
número pretende abrir un espacio interdisciplinar de reflexión sobre la forma
en la que la memoria, o más bien las memorias, de destacados
acontecimientos históricos del siglo XX y de sus consecuencias, orienta el
devenir de las sociedades contemporáneas. A pesar del tiempo transcurrido, a
veces más de un siglo, con frecuencia varias décadas, la memoria de los
numerosos conflictos que recorrieron el último siglo, de la Primera Guerra
Mundial a la purificación étnica en los Balcanes, sin olvidar los procesos
revolucionarios y las numerosas dictaduras que ensangrentaron Europa y América
Latina, persiste en numerosos debates y no cesa de interpelarnos sobre el peso
de la historia, pero también sobre nuestra lectura e interpretación de un pasado
«que no pasa» (H.
Rousso). Este fenómeno, además, plantea la cuestión del funcionamiento de las
sociedades contemporáneas y de su relación con la historia.
Se abordan
problemáticas esenciales para la comprensión de las relaciones fluctuantes
entre la memoria, la historia, las ciencias sociales, las artes y la creación
en general a principios del siglo XXI, siglo
caracterizado por la inversión definitiva de los procesos tradicionales de
acceso al pasado. Si hasta los años noventa la historia escrita desempeñaba
un destacado papel en la configuración de la memoria de la colectividad, desde
entonces la memoria se ha transformado progresivamente en fuente de una nueva
historia. Como lo recuerda Pierre Nora: «el final de la historia-memoria ha
multiplicado las memorias particulares que reclaman su propia historia».
Desde
finales de los años ochenta, los estrechos vínculos entre historia y memoria no
han cesado de evolucionar y, aunque las distinciones epistemológicas avanzadas
por Pierre Nora siguen vigentes, otros historiadores han contribuido también a
cuestionar la firmeza de las murallas erigidas entre estas dos categorías. Para
Gérard Noiriel, la diferencia principal entre la historia y la memoria «no
reside en el método o en la relación con los archivos. Esta se sitúa en el tipo de cuestionamiento dirigido al pasado.
La principal preocupación de los productores de memoria es “salvar del olvido”,
o rehabilitar a los individuos y grupos que tienen su apoyo. Mientras que el
papel del historiador consiste en elaborar cuestionamientos que le permitirán
comprender mejor, o incluso explicar, el pasado, con la esperanza de que eso
pueda ayudar a los hombres de hoy». Por su parte, Enzo Traverso considera que la
relación entre historia y memoria se ha reconfigurado «como una tensión
dinámica» y, sin
negar su antinomia, hace un llamamiento a tener en cuenta la influencia que la
historia puede tener sobre la memoria «obligándola a transformarse en análisis reflexivo
y en discurso crítico» y se
pregunta en qué medida la memoria puede también contribuir a indicar a la
historia «sus puntos ciegos y sus generalizaciones precipitadas». Más recientemente, la última obra de Philippe
Joutard pregona una alianza necesaria entre historia y memorias, recordándonos
cómo la memoria puede ayudar a los historiadores a preguntarse sobre realidades
inaccesibles, mientras que la historia puede facilitar la cohabitación de
memorias rivales.
En España en efecto, la historia se pretende revisar y se inunda de noticias falsas y de las llamadas pos-verdades mientras se niega la memoria.
En España en efecto, la historia se pretende revisar y se inunda de noticias falsas y de las llamadas pos-verdades mientras se niega la memoria.
Entre nosotros, en efecto, se ha extendido un elogio del olvido, la
afirmación consciente de que las personas que sufrieron los embates de la
dictadura, que fueron sus víctimas, no tienen derecho a exigir su presencia en
la historia y a reivindicar su memoria. No pueden seguir siendo los olvidados
de nuestra historia actual. El cuestionamiento del pasado comienza por la
recuperación de esa memoria de los vencidos y de las personas que sufrieron
cárcel, torturas, despidos o exclusión social y profesional por su compromiso con
la democracia y la libertad.
La memoria implica también resituar a los verdugos en el lugar que les
corresponde en la historia. El lugar de los restos del dictador no puede ser
una Catedral, que ocupa un lugar público transitado por miles de ciudadanos que
contemplarán como se honra en este país al aliado de Hitler y Mussolini. Y ya
que la Iglesia Católica no tiene sensibilidad ante lo que esta acogida al
tirano significa, el respeto a la memoria de quienes sufrieron persecución,
sufrimiento y muerte por causa de la libertad y de la justicia tendrá que
hacerlo valer el poder público. La democracia de hoy no puede ser neutral ante
este hecho.
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