La renovación el CGPJ ha dado lugar a toda una serie de
críticas basadas sobre lo que se ha denominado un “mercadeo” entre PSOE y PP
respecto del nombramiento de sus miembros. El cuestionamiento de este reparto
bipartidista – que se ha aprovechado para dar un sopapo a Podemos, porque
siempre parece conveniente que esta formación se lleve alguna bofetada por si
acaso – no tiene que ver tanto con el método en sí, que es practicado desde
antiguo con peor que mejor fortuna, sino por el contexto en el que se produce,
de una enorme crisis de confianza en los vértices del aparato judicial.
El problema que se planteaba al Gobierno, presionado por el punitivismo
judicial contra el procès, era el de
sustituir a Carlos Lesmes como doble
presidente del Tribunal Supremo y del CGPJ que había conformado en sus cinco
años de mandato un programa de reorientación de la cúpula judicial a partir de
la política de nombramientos de magistrados del TS y de los presidentes de sala
de los TSJ y la AN. Para ello las negociaciones se focalizaron en el Partido
Popular como interlocutor privilegiado, en el entendimiento tácito de que sin
el consenso de dicho partido no podía haber sustitución del grupo dirigente
nucleado en torno a Lesmes.
El resultado de este proceso de negociación es conocido, como también el
insólito compromiso de anunciar previamente a la discusión sobre candidatos y
subsiguiente elección del que debería ser presidente del CGPJ, el magistrado
que presidía la sala que había de juzgar la causa contra los miembros del gobierno
de Catalunya acusados de rebelión por proceder a la declaración unilateral de
independencia, Manuel Marchena, que
de esta manera no podría formar parte de ese proceso.
Todo parecía seguir el curso de las cosas cuando ayer se hizo público un
whatsapp que el senador Ignacio Cosidó, que
en cuanto antiguo director general de la policía ha sido acusado por los medios
de haber propiciado operaciones policiales no autorizadas por el juez para
hacerse con documentos comprometedores sobre la financiación ilegal del Partido
Popular, dirigió a un grupo de contacto en el que justificaba, ante las
críticas que algunos miembros del Partido Popular habían efectuado, los
resultados de la negociación.
El texto de este mensaje, que ha hecho público el digital El Español, es el
siguiente. Como se dice usualmente, precaución al leerlo porque su contenido
puede herir la sensibilidad democrática de los lectores y lectoras del blog.
Es el siguiente:
“Con la negociación, el PP tiene 9 vocales + el Presidente = 10, y el Psoe
tiene 11 vocales.
Con otras palabras, obtenemos lo mismo numéricamente, pero ponemos un
Presidente excepcional, que fue vetado por Rubalcaba en 2013, y ahora no. Un
presidente gran jurista con muchísima experiencia en el Supremo, que
prestigiará el TS y el CGPJ, que falta le hace, y con una capacidad de
liderazgo y auctoritas para que las votaciones no sean 11-10 sino próximas al
21-0. Y además controlando la sala segunda desde detrás y presidiendo la sala
61. Ha sido una jugada estupenda que he vivido desde la primera línea. Nos jugábamos
las renovaciones futuras de 2/3 del TS y centenares de nombramientos en el
poder judicial, vitales para el PP y para el futuro de España.
Lo único que puede sonar mal son los nombramientos de algunos vocales del
Psoe, pero el pacto previo suponía no poner vetos a nombres, para no eternizar
la renovación que tiene fecha de caducidad el 4 de diciembre. En cualquier caso
sacar a de Prada de la Audiencia Nacional es bueno. Mejor de vocal que poniendo
sentencias contra el PP.
Otra consideración importante, es que éste reparto 50% para los próximos
años, supone más de lo que nos correspondería por el número de escaños o si
hubiesen entrado otras fuerzas políticas.
En fin, un resultado esperanzador. Lo que leo estos días es de una
ignorancia que raya el delito. Si alguien quiere más detalles, estoy encantado.
Abzo fuerte".
El “presidente excepcional” que permitirá el control “desde atrás” de la
sala de lo penal del Tribunal Supremo y la sala de los 61 magistrados, que
conoce de las recusaciones de los magistrados del TS – el TEDH ha condenado a
España en el caso Otegi por no
garantizar un tribunal imparcial - y de
otras cuestiones importantes entre ellas la ilegalización de los partidos
políticos, es, naturalmente, Manuel
Marchena, que hoy mismo ha emitido un comunicado en el que afirma que jamás
ha concebido el ejercicio de la función jurisdiccional “como un instrumento al
servicio de una u otra opción política para controlar el desenlace de un
proceso penal", recalcando una independencia en la que, por mucho que se
empeñe, lamentablemente ya nadie puede creer. Su renuncia a presidir el CGPJ ha
tenido como efecto la ruptura del pacto y la acusación correspondiente por
parte del PP hacia la ministra socialista como causante de la filtración del
acuerdo, sin que por tanto este Partido haya hecho ninguna valoración del
mensaje de su senador sobre el significado del mismo.
Como era previsible, la filtración de la explicación del pacto por Cosidó ha sido inmediatamente valorado
por los partidos secesionistas catalanes como una prueba evidente de la
manipulación del aparato judicial por el PP y por el PSOE, y tanto Ciudadanos
como Podemos han exigido la dimisión de este personaje tan relevante en el
Partido Popular que ha vivido “en primera fila” la influencia de esta formación
en el nombramiento de casi 2/3 de magistrados y magistradas del Tribunal
Supremo y del resto de la cúpula de los tribunales superiores.
Más allá de la anécdota, lo que deja claro este asunto es la idea de justicia
que mantiene el Partido Popular, que se resume en la apropiación progresiva y
hoy decisiva de los vértices del aparato judicial español. Una estrategia
exitosa comenzada y dirigida por Federico
Trillo, que culminó con la toma del Tribunal Constitucional a través de la
presidencia de Pérez de los Cobos y
el aprovechamiento de su mayoría política en el Congreso para desplegar durante
un quinquenio una política de nombramientos en el Tribunal Supremo sobre la
base de las directivas de Carlos Lesmes y
su grupo de influencia. La importancia
de la Sala de lo Penal es evidente – y sólo hace unos meses se ha producido el
nombramiento de cuatro nuevos magistrados en la misma, cuyos nombres y posición
en el esquema judicial dice mucho y muy claro sobre el sentido de esa
renovación – pero también se ha conocido la incidencia de esos nombramientos
sobre lo contencioso-administrativo, las salas que han de enjuiciar la acción
reglamentaria y administrativa del gobierno, con el escándalo añadido del tema
de las hipotecas, y los laboralistas conocemos la orientación que ha tenido la
designación de los nuevos magistrados de lo social en este período, y el giro
que la jurisprudencia garantista que la sala había establecido a partir del
2010, hacia una exégesis mucho más proclive a los intereses empresariales en la
actualidad.
Mientras tanto, la justicia se encuentra en medio de un enorme conflicto
por el abandono y la desidia que los recortes presupuestarios y la degradación
de un proceso debido en tiempos razonables está produciendo. Sustituciones y
precariedad, carencia de recursos, son los elementos de fondo de este asunto.
Pero la llamada “politización” de la justicia y la llamada “estricta separación
de poderes” ha sido también el motor de la huelga de ayer lunes 19 de noviembre
en la que han comunicado su participación 2.559 jueces y magistrados de ambos
sexos.
El problema se gira por tanto ahora hacia la corporativización de la
justicia como forma de depurar la “politización” y “mercadeo” de la misma. No
es desde luego una solución segura en términos democráticos. Convendría volver
a los debates de un tiempo que se desarrollaron entre los juristas y la
sociedad sobre la relación entre el mandato representativo expresado a partir
de las mayorías políticas y el ejercicio de la función jurisdiccional, porque
la justicia no se ejerce en nombre del rey, sino en nombre del pueblo, y este
se expresa políticamente a través del pluralismo político que debe condicionar
también el gobierno de los jueces. Mientras ese debate se recobra, lo urgente y
necesario es ahora impedir la apropiación continua del aparato judicial por el
Partido Popular, su capacidad de paralizar cualquier cambio en la cúpula
dirigente de la justicia de este país que pueda amenazar no sólo a importantes
exponentes de esta formación, sino, de manera más relevante, que impida la
realización de políticas de reformas progresistas a través de su paralización a
través de la mediación judicial. Roto el pacto, se prolonga el mandato del
actual presidente y la posición por tanto del PP es bien cómoda, con una mayoría
activa en sus propósitos de control de los vértices judiciales, impidiendo la
aprobación de presupuestos más sociales y descargando sobre el gobierno el
coste que lleva consigo la situación degradada de la administración de
justicia.
Ese es el verdadero problema que se enuncia en el whatsapp de Cosidó, que no se puede reconducir a
una “politización” de la justicia. Es un fenómeno de desposesión democrática
por una oligarquía poderosa y bien estructurada. Un hecho gravísimo que dura ya
demasiado tiempo y que compromete el futuro de nuestra democracia. ¿Se sabrá
reaccionar frente a ello?
2 comentarios:
Me parece un artículo certero en el diagnóstico. La sociedad y el estado de derecho que padecemos, están muy enefermos y como bien dices, no es que no haya división de poderes, es que la justicia ha sido apropiada, abducida, no ya por el Ejecutivo, sino por el Partido Popular y el Pueblo del que emana la soberanía y en cuyo nombre se ejerce la justicia, ha sido desposeído de esa justicia. El resultado es que la independencia judicial está reducida a su mínima expresión y los jueces y vocales del CPJ son estómagos agradecidos y perros que lamen la manodel dueño PPRO que les alimenta.
La solución de que los jueces se elijan entre ellos, supondría la despolitización de la justicia pero sería su absoluta corporatización, aunque es menos malo que la situación actual. Volver al antiguo debate es la solución. Puesto que la justicia se aplica en nombre del Pueblo, en quien reside la soberanía, determinados cargos de la justicia como presidentes de Sala, magistrados del Supremoy de la AN, magistrados del TC y los vocales de su Consejo, deberían elegirse democráticamente por el Pueblo, al igual que en el estamento fiscal. Esta sí sería mejor solución y desde luego más democrática.
En cualquier caso, en estos momentos el problema que tenemos con la justicia es gravísimo y no concibo a los políticos actuales con la altura y la voluntad política para solucionarlo.
querido Antonio:
Certera tu entrada en el blog. La descomposición es increíble. El mensaje del bobo de Cosidó es devastador, pura basura política que hiere la sensibilidad no solo del demócrata sino de un cocodrilo de la politología, como dices. Desvela la ocupación partidista que han logrado del TS y del TC. Hasta Marchena se ha visto comprometido en su orgullo y se ha retirado, lo malo es que ahora es un héroe para la corporación.
El asunto de las hipotecas y este mensaje ponen sobre la mesa que el sistema ya no es capaz de cumplir sus funciones básicas: gestionar encubriendo a quien detenta el cuadro de mandos. La situación es crítica y para las izquierdas una desgracia por la falta de organización, en sentido de contrapoder, y de proyecto de salida. Los dos partidos del régimen han querido seguir gestionando la cosa como siempre y mira lo que ha pasado.
R.
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