jueves, 23 de mayo de 2019

EUROPEISMO CRÍTICO Y DERECHO DEL TRABAJO (NOTAS SOBRE UN DEBATE TELEVISIVO)



En el debate sobre las elecciones europeas que acogió Televisión Española el miércoles 22 de mayo, Maria Eugenia Rodriguez Palop sintetizó el sentido general del programa de la izquierda política organizada en Unidas Podemos en torno a un concepto, el de europeísmo crítico. Es esta una noción ideológicamente productiva, porque permite de un golpe comprender las líneas generales que enmarcan tanto las propuestas concretas para esta legislatura del Parlamento Europeo que plantea esta formación, como el horizonte de sentido en el que se sitúa ésta.

También Rodriguez Palop explicó de forma didáctica el necesario carácter multiescalar de cualquier iniciativa de transformación social que se quiera impulsar en aquellos países que como el nuestro se encuentran situados en la región europea. El Estado Nación sufre tensiones internas, crisis territoriales respecto de la estructura y ordenación de los poderes en el interior del mismo, pero a su vez contempla la imposibilidad de actuar muchos de sus objetivos si no es en el marco supranacional europeo, en el que por otra parte se ha operado una cesión de soberanía en aspectos importantes de los poderes estatales, especialmente en el área de la moneda y las finanzas. Hay situaciones para cuya solución el Estado es demasiado grande y otras para las que es demasiado pequeño. Se requiere por tanto una estrategia de acción política multinivel, de ahí la importancia de una combinatoria entre el programa de acción en el plano nacional y el que se diseña para el plano europeo.

Este enfoque aleja por tanto a Unidas Podemos de algunos discursos que se inscriben en lo que podría denominarse un neosoberanismo crítico – para distinguirlo del neosoberanismo liberal que alimenta de manera transversal a una buena parte de los grupos de la ultraderecha emergente en Europa – que buscan la recuperación de espacios de soberanía nacional y que plantean como eje de esta discusión el cuestionamiento de la moneda única proponiendo la transición del euro a una divisa flotante. El europeísmo crítico revaloriza ante todo la urgencia de la democratización de las instituciones europeas, lo que implica no sólo reformas institucionales de importancia, sino fundamentalmente la incorporación de la lógica de los derechos a la acción de gobierno hasta ahora fundamentalmente guiada por la lógica del interés de las grandes instituciones financieras.

El europeísmo crítico plantea por tanto una gobernanza europea que se caracterice por el respeto a los derechos humanos – que en el debate defendió con rotundidad Rodriguez Palop a propósito de la crisis humanitaria de los refugiados – y la inserción de los derechos sociales como límite a las libertades económicas, dos elementos fundamentales que hoy está bien lejos de mantenerse en la tónica de las decisiones de la Comisión y del Consejo. Por eso mismo el otro gran reto que tiene que afrontar la nueva legislatura del Parlamento europeo reside en la necesidad de confrontarse con una extrema derecha crecida que defiende de manera vigorosa las libertades económicas en clave neoliberal, pero que pretende trasladar el centro de gravedad de las decisiones a los ordenamientos internos en los que ya ha ido construyendo un esquema de dominio fuertemente autoritario, como emblemáticamente sucede con Polonia o con Hungría.

Sin embargo, el mejor antídoto contra estas tendencias lo constituye el desarrollo de la dimensión social de la Unión Europea. El retorno de Europa a la regulación de las relaciones laborales y de protección social desde una perspectiva garantista y armonizadora. Se requiere desde luego el aumento del presupuesto de la UE, la creación de un sistema de armonización fiscal europeo y la proscripción de los paraísos fiscales, la delimitación de las bases centrales de un proyecto de transición energética y digital, pero ante todo es preciso un desarrollo del derecho del trabajo europeo que desborde los muy limitados objetivos del Pilar Social.

En una entrada anterior este blog se hacía eco del llamamiento de los sindicatos más representativos españoles ante las elecciones europeas – que puede consultarse en este enlace Llamamiento sindical por una Europa Social - que concretaban una serie de medidas en línea con ese europeísmo crítico, y en la que despuntaban propuestas muy claras sobre la regulación europea de determinados aspectos laborales. En el debate de ayer noche, éstas propuestas apenas tuvieron lugar, salvo las referidas a salario mínimo europeo, renta mínima y protección por desempleo. Nadie recordó que acababa de celebrarse el Congreso de la CES en Viena y que los sindicatos son actores esenciales en esta dimensión social cuya puesta en práctica supone una exigencia ineludible. Una omisión muy significativa.

Es cierto que en el debate de TVE había muchísimo ruido, demasiados actores y una cierta rigidez en las posibilidades de expresarse. De hecho, la insistencia de los republicanos e independentistas catalanes por poner en primera fila el problema del proceso al procès marcó el desarrollo de la mayor parte de las intervenciones tanto de las tres derechas como del PSOE, que incluso en algunos momentos desactivó el argumento del representante de ERC contra Ciudadanos respecto de su connivencia con la ultraderecha para incluirse en un frente común antisoberanista con los otros contendientes. Solo Jordi Sebastià de Compromís per Europa e Izaskun Bilbao del PNV lograron hacer valer su experiencia como eurodiputados y pudieron explicar, con Rodriguez Palop, algunas propuestas de su programa para Europa. El PP ofreció, como era previsible, una imagen desenfocada y risible de su propio proyecto, que insistentemente relacionaba con la actualidad nacional en términos ridículos e hiperbólicos respecto de su partido; Luis Garicano, en todo momento cubierto por el candidato del PSOE y no sólo en sus ataques a los independentistas y republicanos, pudo presentar algunas reformas institucionales plenamente apegado a las propuestas de Macron, y el candidato de Vox entre algunos exabruptos logró hacerse comprender como férreo partidario de las políticas neoliberales europeas oponiéndose a cualquier armonización fiscal y supresión de los paraísos fiscales.

Sin duda el personaje más antipático resultó ser Borrell, que exhibió un autoritarismo profundo en la comprensión de una democracia militante que excluía cualquier opinión contraria a lo que consideraba la “legalidad vigente”, empeñado en equiparar el totalitarismo fascista con la desobediencia civil del republicanismo catalán y exhibía un insufrible desprecio hacia el resto de candidatos que evocaba la actitud altanera y petulante de Cayetana Álvarez de Toledo. Para el cabeza de lista del PSOE las políticas europeas no pueden cambiarse porque son todas perfectas o bien son todas ellas inmodificables. La política de inmigración y el acuerdo con Turquía está garantizando el estado de bienestar para cientos de miles de refugiados en aquel país e impide la "hemorragia de inmigrantes" por la que se desangra Europa, la arquitectura financiera de la gobernanza es intocable, el aumento del presupuesto europeo no es factible por imposibilidad de allegar recursos. Examinó, como profesor exigente, a Rodriguez Palop sobre cómo pensaba negociar la reestructuración de la deuda, y a Izaskun Bilbao le reprochó no conocer que las decisiones se tenían que adoptar por unanimidad y que por tanto ninguna propuesta importante podría salir adelante. Con Dolors Montserrat sin embargo prefirió mantener una actitud condescendiente y supuestamente irónica. Las tres mujeres presentes en el debate no gozaron de su consideración, ciertamente, que parecía estar reservada exclusivamente para su amigo – asi fue calificado – Luis Garicano. Solo en el minuto de oro se calmó y enunció una medida estrella de su programa, el plan empleo – clima que relaciona la creación de empleos con el cambio climático.

Aislando lo que se debatió del ruido estático que generó la problemática de los dirigentes republicanos e independentistas procesados, es posible entender que una buena parte de las formaciones políticas – salvo el Partido Popular y Vox – piensan que el desarrollo de la dimensión social de la Unión Europea es importante, y la creación de un salario mínimo, protección por desempleo e incluso una renta mínima europea fueron propuestas aceptadas por todas las partes aunque con matices. Fundamentalmente unos quieren mantenerse dentro del marco del Pilar Social, sin exceder el alcance de este documento, y por tanto sin aceptar elementos esenciales de regulación colectiva e individual de derechos laborales sobre los que ha presionado el sindicalismo europeo y que se recogen de firma aproximada en los programas de Unidas Podemos, de Compromís por Europa y de ERC, es decir de las formaciones políticas que se integran en el Grupo Izquierda Unida Europea / Izquierda Nórdica y en Los Verdes / Alianza Libre Europea respectivamente. No en vano se trata de los grupos que han sido situados fuera del consenso establecido entre populares y socialdemócratas con el apoyo puntual de los liberales en la gobernanza económica y política de estos últimos años, especialmente con la crisis.

Es posible por consiguiente que se avecinen cambios en la producción de normas laborales europeas. Pero el fortalecimiento de las opciones políticas que pretenden defender la democracia y los derechos ciudadanos en Europa, articulando inteligentemente sus medidas y estrategias en el marco de un europeísmo crítico, resulta fundamental para su consecución. No conviene olvidarlo en las elecciones del 26 de mayo. Acudir a votar es por tanto imprescindible.


1 comentario:

Karl Mill dijo...

"...Que exhibió un autoritarismo profundo en la comprensión de una democracia militante que excluía cualquier opinión contraria a lo que consideraba la “legalidad vigente”, empeñado en equiparar el totalitarismo fascista con la desobediencia civil del republicanismo catalán..."

Mamma mia...

Como decía mi abuelo : "Pobres de los pobres..."

Con estos paladines , quiero decir.