Ha
declarado el filósofo Alex Honneth al periódico Il manifesto que al
inicio de la crisis estaba plenamente convencido de que la pandemia había dado
a todos una lección, la de que de ahora en adelante habría que avanzar, de
manera siempre más intensa, hacia una concepción social o comunicativa de la
libertad individual, pero que planteándose la cuestión hoy en día, cree que ese
optimismo inicial estaba equivocado. Declara así que “la crisis del COVID no se
han extraído las consecuencias que se debían, es decir, reflexionar sobre cuán
fuertemente dependen nuestro bienestar personal y nuestra libertad individual
de la cooperación entre todos los miembros de nuestra sociedad” (https://ilmanifesto.it/axel-honneth-nellaperto-conflitto-per-il-riconoscimento/)
Viene esto a cuento no sólo de la necesidad de incorporar al discurso político sobre
la libertad un pensamiento más complejo que los exabruptos al uso, sino del
cambio que se ha producido en el talante cooperativo de la CEOE-CEPYME en el
marco del diálogo institucional entre los actores sociales que se ha
manifestado estos últimos días con ocasión del incremento del salario mínimo.
En efecto, han sido diez los
acuerdos sociales que, a partir de la irrupción de la crisis sanitaria y
económica que motivó la declaración del estado de alarma, han realizado los sindicatos
CCOO y UGT con las asociaciones empresariales CEOE-CEPYME y el Ministerio de
Trabajo, pactos que no sólo han tenido como objetivo la regulación de las
nuevas instituciones de administración de la crisis en el marco de las
relaciones laborales sobre la base de la preservación de un principio de
mantenimiento del empleo, sino que se han proyectado sobre nuevas categorías
jurídico-laborales como el trabajo a distancia o la relación laboral de los
trabajadores al servicio de plataformas en el sector de la entrega de
mercancías y comidas. Los sujetos representativos de la polarización social han
mantenido una estrategia cooperativa con el poder público que parecía inaugurar
una práctica social que a su vez revestía indudables consecuencias políticas en
orden a asegurar la legitimidad del contenido de la regulación adoptada. Es
indudable que el buen fin del diálogo social fortalece la acción del gobierno
en materia de relaciones laborales, pero también es evidente que el intercambio
obtenido en la interlocución política con los actores sociales les sitúa en una
posición de activa participación en las normas que disciplinan el marco
institucional en esta materia y supone el reconocimiento por parte de los
poderes públicos de sujetos plenamente representativos de los intereses económicos
y sociales de empresarios y trabajadores del país.
Por otra parte, es el de las
relaciones laborales el único ámbito en el que se ha proyectado esta metodología
de gobierno, y de esta forma la legitimidad política de la acción reformista en
este terreno es más transparente. Este ha sido posiblemente el origen del
cambio que ha sufrido la estrategia de la asociación empresarial, claramente
manifestada en la negociación del nuevo Salario mínimo para el año 2021. Como
ya se ha recogido en este blog, la discusión entre las dos fuerzas que componen
el gobierno sobre la necesidad de fijar el SMI para el año 2021, hizo que
frente a la propuesta de la Ministra de Trabajo, prevaleciera la opinión de la
de Economía y se pospusiera su aprobación hasta después del verano. Este triunfo
era también el de la CEOE-CEPYME que hasta el momento seguía con una práctica muy
arraigada de negociar en un doble nivel, el explícito que se desarrollaba en
las mesas de diálogo social, y el informal o subterráneo que mantenía con el
Ministerio de Economía, quien, a su vez, en la pugna interna del gobierno,
ejercía una presión mucho más contundente que la que las asociaciones patronales
podían manifestar en la mesa de negociación tripartita. En ese sentido hay que
interpretar las continuas irrupciones públicas de la Vicepresidenta primera y
ministra de Economía, Nadia Calviño, sobre la fecha de inicio de los
efectos de la norma, o, en la fase final de la negociación, reclamando para sí
la facultad de convocar formalmente a los interlocutores sociales para fijar
posiciones sobre el aumento del SMI.
El tema sin embargo estaba
relativamente encarrilado de forma previa a partir del compromiso formal expresado
por el gobierno respecto de alcanzar, siguiendo las directivas de la Carta Social
Europea y el Comité Europeo de Derechos Sociales, el 60% del salario medio, una
cuestión que había a su vez sido abordada con enorme claridad y precisión por
la Comisión Asesora del Gobierno para el Análisis del Salario Mínimo
Interprofesional, cuyas conclusiones fueron presentadas antes del verano por su
presidenta, Inmaculada Cebrián, junto a la Ministra Yolanda Díaz. (https://baylos.blogspot.com/2021/09/comienzo-de-curso-no-solo-academico.html
). La CEOE-CEPYME sin embargo, acudía a la negociación con la pretensión de
congelar el SMI durante el año 2021, y esa propuesta no la modificó a lo largo
de las diferentes reuniones. Era evidente que con ello se autoexcluía del
proceso y tampoco ayudaba por tanto a que la presión de Economía fuera
eficiente, al tratarse de una postura rígida que impedía moverse sobre las cantidades
de incremento que se estaban manejando sobre la base del informe de los
expertos.
Se ha especulado sobre si este
cambio de posición de la CEOE iba a marcar el final de la fase colaborativa que
ha mantenido durante toda la crisis derivada de la pandemia, y cuáles pueden
ser su motivos. La presión que sufrió Garamendi por parte del líder de la oposición y, sobre todo,
el aviso que lanzó el ex presidente Aznar sobre la necesidad de recordar
claramente quién apoyó al PP en su estrategia de deslegitimación radical del
Gobierno de coalición y quién por el contrario cooperó a su permanencia, explican
desde luego algunas fuertes presiones que se han podido trasladar al interior
de su organización, tal como recoge el diario El País en un artículo publicado
en su sección económica (https://elpais.com/economia/2021-09-19/la-encrucijada-de-garamendi.html)
pero es posible que el enroque de la patronal buscara experimentar sobre los
efectos que pueden producirse sobre la
arquitectura del diálogo social y sus resultados ante la retirada explícita de
la CEOE del proceso rechazando el propio objeto de la negociación. No se trataba
tanto de la pretensión de veto unilateral del contenido negocial, sino más bien
de comprobar si con su simple oposición manifestada en el rechazo a entrar en propuestas
de negociación se podía obtener un resultado igualmente favorable. En este caso,
que se sustituyera el marco del acuerdo por el de la determinación unilateral
del SMI por el gobierno, dejando fuera por tanto no solo a la patronal sino
también a los sindicatos, y que el incremento se situara en el mínimo de los que
el informe de los expertos había planteado. De esta manera se podía presentar
ante el interior de la organización como un resultado muy positivo, además de poder
configurar este método como el último recurso en las próximas negociaciones sobre
la reforma laboral a la que el Estado español está obligado ante Europa.
Los sindicatos, aunque consideraban
insuficiente el aumento propuesto por el Ministerio, no podían dejar de llegar
a un acuerdo sobre este asunto, aunque solo fuera por demostrar que es factible
un acuerdo bilateral gobierno-sindicatos en un asunto de trascendencia general
frente a la posición irreductible de la patronal. Han logrado a su vez un compromiso
genérico de incremento del SMI para 2022 y 2023, lo que en definitiva asegura
el cumplimiento del compromiso que constituye su objetivo fundamental. El acuerdo
es además un respaldo de la actuación del Ministerio de Trabajo frente a quienes,
en el interior del gobierno, han manifestado su oposición al mismo, y demuestra
que la legitimidad de este tipo de decisiones no puede ponerse en duda por el
rechazo a negociar de uno de los actores sociales. Posiblemente, la constatación
de que era posible un acuerdo con los sindicatos más representativos demuestra
una capacidad de interlocución del Ministerio – y de la Vicepresidenta Segunda –
que ha tenido mucho peso en la aprobación final por el consejo de Ministros de
este aumento.
De esta manera, el 16 de
septiembre se anunció que mediante un pacto bilateral entre el MTES y las
organizaciones sindicales CCOO y UGT, se había acordado “subir el Salario
Mínimo Interprofesional en 15 euros”, comprometiéndose a cumplir “el objetivo
de situar el SMI en el 60% del salario medio, mediante su progresiva revisión
en 2022 y 2023” (https://prensa.mites.gob.es/WebPrensa/noticias/laboral/detalle/4022).
Más allá por tanto del significado muy positivo de este incremento, que desautorizan
tanto las propuestas de congelación del mismo como las de aquellos organismos,
como el Banco de España, que suelen intervenir en clave alarmista siguiendo los
mantras de la economía liberal nunca verificados en la realidad de las cosas, la
lección que se desprende de este proceso de negociación es la de la importancia
de focalizar en el método de cooperación y de participación la acción reformista
del sistema de relaciones laborales en marcha, sin que por consiguiente el
rechazo del mismo pueda detener o impedir el desarrollo de los cambios.
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