La lectura
es siempre compartida y los libros no solo se leen, se comentan, se utilizan
como elementos de los argumentos que utilizamos en nuestros debates, forman
parte de nuestro saber y entender cotidiano. En estas lecturas de verano, Joaquín
Aparicio nos envía desde su lugar de vacaciones al pie de la sierra de
Gredos – amenazada en estos días pasados por un grave incendio – un comentario
sobre un libro que le ha gustado mucho, Canto por Europa, de Paolo
Rumiz, escritor y periodista italiano, natural de Trieste, muy conocido por
sus libros de viaje. La obra la ha traducido Alida Ares, y está editada
por Lapislátzuli editorial, Barcelona, 2023. Una muy buena recomendación para
la amble audiencia del blog en estos últimos momentos del descanso anual de las
vacaciones.
¿Qué ha sido del sueño de una Europa como un
espacio en el que floreciesen la igualdad, la fraternidad, la libertad en el
respeto y protección de los derechos humanos? Un espacio en el que todos sus habitantes
pudieran disfrutar de los bienes que con su trabajo han contribuido a producir
y que, en un mundo turbulento, podría ser un faro que iluminase todo el orbe.
La evolución de la azarosa integración europea desde finales del siglo XX y sobre todo en el presente XXI, ha llevado a
que se olviden de los valores esenciales fundacionales, entre ellos la paz. La
vergonzosa negociación en Escocia entre la representación de la Comisión
Europea con el dictadorzuelo fascistoide que hoy ocupa el cargo de presidente
de los Estados Unidos ha sido una cruda representación del hundimiento de
aquellos valores. “Humillados y ofendidos”, se ha dicho.
Pero la resignación, la indiferencia y el
abandono de la lucha por tales valores no puede ser el camino a seguir, es
necesario avivar la llama de la esperanza como hace Paolo Rumiz en su
libro Canto por Europa, en donde nos dice “ si el sueño se extingue -nuestro
European dream- ¿a qué aferrarse? ¿cómo volver a encontrar la dignidad
de ser hijos de una tierra, que tras haberse infringido a sí misma y a sus
colonias más de cien millones de muertos en un siglo, ha sabido dar vida al
mayor proyecto de paz de la humanidad? ¿Cómo impedir que nuestros pueblos la
conviertan, como ya es habitual, en un cómodo chivo expiatorio y que
desmantelen desde dentro esta última isla feliz sin defenderla de las olas de
violencia, esclavitud y dictaduras que azotan sus fronteras? ¿Cómo protegerla
del regreso de los nacionalismos que corroen el edificio de la Unión como
termitas? Pobre Europa, extrema trinchera de los derechos, las reglas y las
garantías, actualmente tan desconcertada y genuflexa.”
El Canto por Europa es una poética
narración de un viaje por el Mediterráneo, sobre todo por los mares Egeo y
Jónico, en la pequeña y antigua nave británica, Moya, con una llamativa
vela roja, capitaneada por un griego y con otros tres tripulantes a bordo: el
cocinero turco de madre alemana, el contramaestre francés hijo de un askenazi y
el narrador del que solo sabemos su origen dálmata. Es difícil sustraerse al
recuerdo de la Odisea y al capitán Petros no buscarle similitudes con Ulises. En
el puerto de Tiro acogieron a una joven prófuga de la guerra de Siria llamada
Evropa que había sufrido toda clase de penalidades y a la que ocultan a los
ojos de las autoridades con las que se cruzan.
Las peripecias del viaje enfrentan a los
navegantes con algunas de las crudas y miserables realidades que arruinan el
sueño europeo y el capitán Petros no podía entender como las gentes europeas
habían dado la espalda a ese sueño y a un mundo tan diverso que él amaba.
“Entre montaña, océano y estepa, no conocía otras tierras capaces de juntar
abedul, higuera y pita, catedrales y refugios alpinos, archipiélagos y ríos
vagantes, sinagogas y faros y alminares…” En las distintas etapas del viaje se
enfrentan a la peste del turismo masivo que roe el alma de los pueblos y que
tiene una brutal expresión en los enormes cruceros que vomitan cientos de
personas en pequeñas islas o ciudades, aunque algunos de sus habitantes traten
de defenderse ante la invasión de estos nuevos bárbaros. Precisamente en
Miconos un anciano ciego (cómo no recordar a Tiresias) que resistía el
pandemonio de la isla le dijo a la joven prófuga, ansiosa de llegar a
occidente, que quitara la ‘v’ dura de su nombre para rebautizarse “Europa”.
“Advierte, le dijo, la dulzura renovada de esas tres sílabas…Si digo Europa
veo lo que eres, aunque yo sea ciego, hija mía. Veo una madre fértil de vida,
veo la luna tras el archipiélago, veo el principio de una estirpe nueva”…
“¡Europa!”, el nombre estalló entre nosotros, redobló el tambor de los
corazones, resonó como el cuerno de un carnero”.
Vieron la fea cara de la Unión en el maltrato
dado a las personas que tratan de pasar sus fronteras. Vieron el Mediterráneo
como una enorme fosa común y advirtieron a la joven de la dureza que le
esperaba cuando llegase a esa tierra en la que aspiraba a vivir, pero ella era
una inspiración. “Ahora entiendo, amigos, dijo Petros a sus compañeros. Esta
tierra es la ilusión de quien no la posee, de quien atraviesa el mar con
fatiga. Es el sueño de quien es rechazado, no de quien sacio la habita hace
siglos”.
Europa, un pequeño extremo de la gran masa
continental asiática, se ha formado en la diversidad, en la riqueza de la
inmigración y la emigración. En este momento en que muchos de los habitantes de
los pueblos europeos andan sumidos en la incertidumbre, el desconcierto y en el
individualismo egoísta que abre la puerta a un nuevo fascismo, Paolo Rumiz
recurre al mito y en el epílogo escribe “¿Cómo, si no es con el mito, me dije,
se puede reavivar la esperanza en una tierra que tras haber abatido muros, hoy
se blinda con infames alambradas?”. Europa, la joven una vez raptada por Zeus en
forma de toro, preña de sentido a una nueva Europa que se alza frente al
machismo militarista que llega allende el océano.
Joaquín Aparicio Tovar
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