Es
indudable que la situación del empleo en España es sólida y que la reforma
laboral del 2021 ha producido un cambio importante en términos de estabilidad
en el empleo, reduciendo a límites muy razonables el espacio de la temporalidad
que había constituido la seña de identidad más llamativa de nuestro mercado de
trabajo.
En un reciente artículo, Jesús
Cruz ha resumido el marco de referencia en el que nos encontramos: “La
población ocupada en España ha superado la cifra histórica de los 22,2
millones, según la encuesta de población activa, lo que supone un incremento
respecto de cuatro años atrás en 2021, a la salida de la pandemia, de más de
2,5 millones de ocupados. En paralelo, se ha reducido significativamente el
número de desempleados, que se sitúa en 2,5 millones, frente a los 3,5 millones
de hace cuatro años, situándose la tasa de paro en el 10,2 %, frente al 15,4 %
de 2021. Resulta incontestable que se ha producido un incremento
espectacular del empleo en nuestro mercado de trabajo en este período de
tiempo, a pesar del complejo escenario en el que nos hemos movido” (https://www.elnacional.cat/oneconomia/es/opinion/crecimiento-solido-empleo_1466138_102.html)
En esta misma línea, este autor insiste correctamente en señalar la importancia
que en esta buena situación del empleo ha tenido la reforma laboral del 2021. “La
apuesta de esta reforma por la contratación por tiempo indefinido ha tenido un
efecto decisivo en el sector privado, que es hacia donde se dirigía esta
reforma, sin que las medidas en paralelo adoptadas en el ámbito del sector
público hayan tenido resultados efectivos. En concreto, en el sector privado
se ha pasado de una tasa de temporalidad del 24,1 % antes de la reforma al
12,55 % en la actualidad, cifra que ya se encuentra por debajo de la media de
los países de la Unión Europea. Aunque ello ha impactado también reduciendo
la rotación en el mercado de trabajo, incrementando la duración medida de los
contratos de trabajo, ello no ha sido tan influyente como la caída de las tasas
de temporalidad: el incremento del número de despidos, la caída de la
indemnización media por despido, así como el aumento de las extinciones durante
el período de prueba así lo prueban”.
Hay desde luego otros puntos
críticos que requieren una reflexión específica, como el hecho de que el empleo
ha crecido mucho más (2,5 millones) en comparación con el descenso del
desempleo (1 millón), el incremento del trabajo en los asalariados respecto de
los trabajadores autónomos, o las variaciones que se experimentan en el tema de
la jornada laboral y las horas extraordinarias, y las variables del tiempo
parcial, todas ellas variables que deben conjugarse en una política de empleo
apropiada y en la aprobación de un nuevo marco regulador del tiempo de trabajo.
Un análisis centrado y experto de estas variantes es siempre fundamental y permite
que brote una reflexión rica y articulada, necesariamente compleja, del momento
presente, partiendo ciertamente de la buena situación del mercado de trabajo en
España en la actualidad.
Sin embargo, frente a estas aproximaciones
objetivas y bien orientadas, es corriente encontrar en los aparatos de
propaganda de la derecha extrema relatos que intentan denigrar o tergiversar
estos buenos datos del empleo en España sobre la base del manejo de cifras que
no se ajustan a la realidad.
Este es el caso de el diario El
Mundo, que está dedicando las portadas de estos días de agosto a desmontar cualquier
imagen positiva de la situación económica del país y en especial la del empleo.“Un
país en el punto muerto” rotula el Mundo del 10 de agosto, y en el siguiente
titular del 11 de agosto: “España necesita firmar 33 contratos por cada
trabajador”. Añade como subtítulo: “El espejismo de los contratos cerilla”. El récord
del empleo oculta el auge de los contratos encadenados y que se consumen en
días. La Seguridad Social ha sumado 475.623 afiliados más en el último año al
tiempo que se han firmado cerca de 15,5 millones de contrataciones. Cristina
Alonso firma la crónica, que
comienza de este modo: “Los no ocupados rozan los 3,7 millones si se suman los
ERTE y los fijos discontinuos inactivos y los demandantes de empleo ascienden a
4,28 millones”. De esta manera. La redactora suma conceptos para conseguir
confrontar los 2,5 millones de desempleados con los dos millones más que extrae
de este aglomerado de personas que bien buscan trabajo por primera vez o bien
tienen garantizado su empleo pero tienen suspendido su contrato de trabajo y
perciben una prestación de la seguridad social.
Es obvio que estas crónicas manipulan
la realidad y pretenden mostrar a la opinión pública que la excepcional
situación del mercado de trabajo español, con más de 22 millones de personas
trabajando, en realidad es un espejismo que oculta un marco de desempleo y de
precariedad. Desde esa mirada sesgada, la reforma laboral ha sido un fiasco y
el mercado de trabajo español no ha evolucionado apenas desde los días terribles
de la austeridad y de la salida a la crisis del gobierno de Mariano Rajoy. Se
trata de un objetivo político que sería atendible si no fuera porque se basa en
un manejo de datos estadísticos equivocado y sesgado hacia el logro de sus
conclusiones, que por consiguiente buscan confundir a la opinión pública.
De manera indirecta, y sin citar
el relato periodístico al que posiblemente contesta, Joaquín Pérez Rey ha
mencionado algunos datos importantes en su perfil de Linkedin.
“Una de las razones de la buena
marcha de la economía en España es el buen desempeño del mercadolaboral. La
última EPA certificó que se habían superado con creces los 22 millones de
ocupados, transcurridos apenas 4 años de la reforma laboral que ha conseguido
poner fin a la gran lacra de la temporalidad abusiva en nuestro país.
Los datos así lo demuestran, por
eso os dejo algunas consideraciones:
1. Para empezar el número de
contratos registrados por cada aumento de afiliados es un indicador fallido,
dado que los años de destrucción de empleo esta ratio se convierte en un
absurdo. En el gráfico adjunto se ve que en ocasiones arroja un número negativo
de contratos por afiliado. De ser así: ¿firmas millones de contratos y no creas
ni un solo empleo? ¿Significa el indicador que a mayor número de contratos se
destruye más empleo? Es obvio que no existe una correlación directa entre ambos
registros. A pesar de ello, en los años de crecimiento del empleo previos a la
#reformalaboral de 2021 (2014-2019) se tuvieron que firmar hasta 53 contratos
por cada aumento de 1 afiliado.
2. Hay que recordar (y no
olvidar) que en 2024 se han registrado 15,4 millones de contratos, que son 7
millones de contratos menos que en 2019, cuando se registraron 22,5 millones.
Es especialmente espectacular la reducción de contratos temporales que han
pasado de 20,4 millones en el año 2019 a 8,9 millones en 2024.
3. Si hablamos de contratos que duran menos de una semana,
en el año 2019 se registraron 6,1 millones de estos contratos, mientras que el
año 2024, se han celebrado 3,3 millones. Es casi la mitad: 2,8 millones de
contratos menos.
4. Además, los contratos de duración indeterminada (obra y
servicio fundamentalmente) han pasado de 7,5 millones en 2015 a 1,1 millones en
2024. (tercer dato)”
En síntesis, la situación del
empleo es muy positiva, aunque se debería aprovechar para dar el empujón
necesario hacia la reducción del desempleo y llegar a una situación de
desempleo estructural que pueda acercarse a la propuesta constitucional del
pleno empleo que se contiene en el art. 40 CE. No son de recibo por tanto los
intentos de manipulación basados en alquimias aritméticas que no tienen en
cuenta ni el proceso histórico en el que nos movemos ni el diferencial
existente entre la economía española y el resto de las grandes economías de
Europa.
Parece que las buenas noticias,
producto de una actuación reformista que considera el trabajo asalariado como
un elemento central de la acción política de mejora de la existencia de los y
las ciudadanas de nuestro país, molestan a los medios de comunicación empotrados
en la defensa de las organizaciones económicas y políticas que se oponen cada
vez de manera más virulenta al mantenimiento y desarrollo de este proyecto.
Conviene siempre ponerlo de manifiesto y exigir que el argumentario ideológico
no se nutra de la manipulación y la tergiversación de los datos.
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