Carmen Rivas que es tan buena periodista como magnífica persona, y además buena amiga, como se podrá comprobar enseguida, me ha realizado una entrevista para conmemorar los 25 años de vida de la Fundación 1 de mayo. Aunque es localizable en el último número de la Revista de Estudios de la Fundación número 51 de la Revista de Estudios, se inserta ahora en esta bitácora por motivos obvios derivados de la especialización de la misma.
Entrevista a Antonio Baylos,
Catedrático de Derecho del Trabajo en la Universidad de Castilla-La Mancha y
primer director de la Revista de la Fundación 1º de Mayo
La nueva etapa de la Fundación ha supuesto un salto
cualitativo respecto de las primeras experiencias
Carmen Rivas
Como canta Ana Belén, también nació
en el 53, o sea cumple este año los sesenta. Es madrileño y estudió en la
Complutense en años bravos – del proceso de Burgos a los fusilamientos de GRAPO
y ETA en septiembre de 1975 – y como tantos otros practicó el antifranquismo
desde las aulas y en las calles. Con su amigo Enrique Lillo, de la misma
promoción, ingresó en el Partido Comunista en febrero de 1975, proveniente de
Bandera Roja. Le interesaba el Derecho del Trabajo, pero no como abogado
laboralista, y se dedicó a la llamada “profesión universitaria”, a través de
múltiples etapas de precariedad que estaban entonces previstas.
Le pilló como a tantos otros
militantes la gran crisis del Partido Comunista de 1981-1982 y militó en lo que
se llamaron los Ari-comunistas hasta la gran debacle final de las elecciones de
octubre de 1982. En la fragmentación de aquel tiempo, participó, siempre con
Enrique Lillo, en un manifiesto de apoyo de Fidel Alonso como secretario
general de Madrid – Región, y dejó de pagar la cuota del Partido a finales de
1982. Desde entonces no tiene militancia partidista. Únicamente sindical, en la
que se ha volcado a lo largo de todos estos años. Se cumplió así la directriz
de su responsable de célula que le pronosticó una cierta incapacidad para la síntesis política y le derivó hacia el espacio sindical, más "pragmático", porque es el sindicalismo es el espacio en el que se
siente a gusto para desde él intentar cambiar las cosas.
Pregunta.:
Hace veinticinco años fuiste el primer secretario de la Fundación 1º de Mayo y director de su revista.
Dime lo que destacarías de esa experiencia.
R. La memoria es pariente de la
nostalgia. Y la nostalgia preside los movimientos del tiempo. Desde 1981 -1982
había entablado un contacto permanente con la revista confederal Gaceta
Sindical, donde colaboraba frecuentemente con Aurelio Desdentado hasta 1983, pasando
posteriormente a formar parte de la mancheta de la revista dirigida con
versatilidad asombrosa y profesionalidad impactante por Manolo Morales, con el
que mantuve una relación de camaradería y complicidad más allá de las
turbulencias internas que sacudieron a la Confederación. Gaceta Sindical
dependía orgánicamente de la secretaría de información que desempeñaba Antonio
Gutiérrez.
Por eso cuando Antonio Gutiérrez fue
Secretario General y resultó evidente que deberíamos crear una Fundación
confederal, como la tenían los sindicatos europeos “clásicos” y nuestro propio
sindicato hermano, la UGT, formé parte del grupo que configuraría el consejo
científico de la misma y comenzamos a debatir el proyecto. La opción por Eloy
Terrón era obligada y además permitía la presentación pública de la Fundación
en torno a una figura que contaba con el máximo reconocimiento personal,
profesional y político por su dignidad y por la seriedad de su trabajo.
Elegirme a mí como director fue una decisión personal de Gutiérrez, que apostó
con ello por una figura más activa en el debate sindical interno.
La sede de la Fundación, como ha
contado José Babiano en esta misma Revista, estaba en un piso de la calle
Españoleto 23, donde nos aposentamos los primeros pobladores de la Fundación.
Una de mis primeras funciones fue la de proceder a contratar a la
documentalista, que fue Concha Jiménez y que luego organizaría el servicio de
documentación de la Confe, en la planta baja de Fernández de la Hoz, una
persona tan competente como simpática y entrañable. En el ejercicio de esas
mismas funciones, contraté como secretaria administrativa a Elvira Rodríguez,
entonces como ahora un prodigio de naturalidad y de extroversión, una persona
abierta y jovial que pensó en aquel momento que no obtendría el puesto de
trabajo, concurrido con varias personas de fuertes recomendaciones. En aquel
inicio mis recuerdos están acompañados de las preocupaciones por encontrar
sustento a las nóminas del personal y por captar recursos y subvenciones que
permitieran sacar adelante la Fundación. Trataba más con el gerente José Luis
González, que gestionaba a la gallega la complicada situación que afrontábamos
que con Chema de la Parra, más preocupado por la línea general. La presencia de
Jorge Semprún como ministro de cultura nos favoreció enormemente, es el único
dirigente socialista que apreció la idea y la apoyó con subvenciones
apropiadas, aunque no con la generosidad que nosotros proponíamos y que el
capital antifranquista de CCOO en su lucha por la democracia habría requerido.
P.:
Con los recursos económicos conseguidos ¿qué actividades de vuestro trabajo
destacaríais?
R.: La acción de la Fundación fue
bastante intensa para lo que permitían nuestros recursos. Fundamentalmente en
la creación del Archivo Histórico, con la presencia de José Babiano, Ana
Asperilla y José Antonio Mingo, y en el impulso de una historia de CCOO que
dirigió David Ruiz, catedrático de la Universidad de Oviedo que disfrutó de una
“liberación” sindical para poder realizar este trabajo a tiempo completo junto
con el desarrollo del Archivo. El libro colectivo se publicó en Siglo XXI en
1993, pero recibió muchas críticas de los protagonistas de esa historia, en
especial las del propio Antonio Gutiérrez, de forma que no se publicó como obra
de la Fundación. No obstante, el desarrollo del área de estudios históricos
durante 1990-1993 resultó muy evidente.
También se impulsaron otros
proyectos a mi juicio interesantes y originales. Pongo sólo dos ejemplos, el
trabajo de Alicia Durán que revertía en la Fundación las reflexiones sobre
ciencia e investigación que se venía haciendo en el CSIC, y que propició la
aparición de volúmenes colectivos a mi juicio todavía hoy de referencia, junto
con la incorporación de Jorge Riechmann a partir de 1995, que introdujo la
problemática de la ecología en el interior del debate sobre las estrategias
sindicales de acción sindical. El área de economía mantenía una tensión
creativa liderada por Jorge Aragón, que animaba los debates del Patronato y del
comité de dirección. La Fundación patrocinó trabajos importantes en las
ciencias sociales que se encuadraban en los fines amplios de la fundación de
estudios. Así, en materia económica, la publicación, siempre con Trotta, de uno
de los textos más claros y críticos sobre la economía de mercado de Jesús
Albarracín en 1991, y en 1993 un libro decisivo de Andrés Bilbao que había
hecho sobre la base de un proyecto de investigación gestionado en la Fundación,
Obreros y ciudadanos. La desestructuración de la clase obrera.
La Fundación, quizá porque ocupaba
un espacio residual en el esquema organizativo de la Confederación, propició
los estudios sobre trabajo y género sin atender a las jerarquías propias de la
institución, alguno de los cuales, como el coordinado por Margarita Barañano
sobre Mujer, Trabajo y salud, tuvo una gran acogida, y en el propio área de los
estudios jurídicos, el libro que coordinamos Joaquín Aparicio y yo mismo sobre
Autoridad y democracia en la empresa, basado en el conocido estudio de Umberto Romagnoli que recogía el seminario de la UIMP de
1989 con el mismo título, en el que participaron exponentes muy significativos del derecho del trabajo, incluido el propio Romagnoli, sigue siendo una referencia en este punto.
Mi papel como director fue por tanto
modesto, el de apoyar las iniciativas que se iban planteando para abrir debates
que nos parecían centrales en el pensamiento sindical y organizar minimamente
las condiciones materiales para que este debate y estas personas pudieran
encontrarse y desarrollar sus actividades.
P.:
¿Por qué y cuándo dejaste de ser el director?
R.: Es una pregunta que me pone en
cierta dificultad, porque no soy capaz de responder con seguridad en cuanto al
año. Creo que fue en torno a 1995 y se relaciona con un cambio que quería
realizar Antonio Gutiérrez en el Consejo Económico y Social. Le propuse entonces que nombrara Director de
la 1º de Mayo a Jorge Aragón, dado que además mis ocupaciones docentes fuera de
Madrid me limitaban bastante en mi dedicación a este cargo. Él me lo agradeció
y así lo hizo.
Naturalmente seguí estando en el
consejo de dirección, participando por tanto de la actividad de la Fundación.
Siguiendo una ley no escrita, en aquellos años, hasta el VII congreso, la 1º de
Mayo con el nuevo director renovó su presencia pública y dio origen a una serie
importante de publicaciones, en especial en tres áreas, la de economía,
sostenibilidad y naturaleza, la de ciencia e innovación y en la de emigración,
además de fortalecer y extender el archivo histórico, que tenía ya su propio
ritmo.
A partir del VII Congreso y de la
ruptura de la mayoría que éste había consolidado, desplacé mi actividad teórica
y de proyecto hacia la Fundación Sindical de Estudios, con mi buen amigo
Rodolfo Benito. Fueron años muy creativos y de intenso trabajo. No volví a
colaborar con la Fundación hasta la reconformación de una nueva mayoría en el
IX Congreso confederal de 2008, y apenas conocí la sede de la calle Arenal.
P.:
¿Qué ha cambiado en este país desde entonces?
R.: Posiblemente bastaría con ver
las fotografías de aquella época y confrontarlas con una actual para ver qué
las cosas han cambiado mucho. Nos hemos hecho mayores. Lo que es desde luego
una buena noticia para los que quedamos. En la lista de nombres que he ido
mencionando, hay muchas personas que han desaparecido. Ya no están con nosotros
ni Miguel Escalera ni Chema de la Parra, pero tampoco Albarracín ni nuestro
querido Andrés Bilbao. Murió también Eloy Terrón, murió Manolo Morales y
todavía nos duele la muerte de Conchita Jiménez. Es decir que la primera
impresión a tu pregunta es que el paso del tiempo deja recuerdos imborrables de
seres queridos y cotidianos que conviene siempre rescatar del olvido y hacerlos
presentes aún entre nosotros al nombrarlos.
Pero en lo que se refiere a la
Fundación, me parece que la nueva etapa de la misma ha supuesto un salto
cualitativo respecto de las primeras experiencias. El dinamismo, la capacidad
de agregar esfuerzos y de hacer visibles los resultados, el contingente de
personas que colaboran y se entrecruzan en los seminarios, los grupos y las
redes de la Fundación actual, la prestigiosa e imprescindible página web
frecuentada por diez mil visitas al mes, y la consolidación de una plantilla de
investigadores propios, hace que esta nueva Fundación sea la realización de un
proyecto siempre aplazado y por fin concretado en la actualidad.
P.:
Según las encuestas, los sindicatos ocupan uno de los últimos lugares en la
valoración de la ciudadanía ¿A qué crees que se puede deber esto? ¿Qué
incidencia puede tener en la acción de la Fundación?
R.: Nos deberíamos preguntar
asimismo por qué las instituciones más valoradas son la policía y la guardia
civil. Durante mucho tiempo fue también la monarquía. Es una opinión pública
básicamente estructurada sobre pautas de orden y de inamovilidad, con miedo al
conflicto y a la subversión de lo establecido, que además demuestra una enorme
desconfianza respecto a cualquier sistema de representación popular o de clase.
El comportamiento político de los españoles hasta la incidencia de la crisis ha
girado en torno a esas certezas inmóviles configuradas a partir del
bipartidismo. Recordemos la mayoría absoluta del actual gobierno: por mucho que
el PSOE fuera el gran derrotado, diez millones de personas otorgaron su
esperanza en el Partido Popular, confiando en un torrente de promesas sin
contenido.
Me interesan menos estas encuestas
de opinión que la percepción que en los movimientos sociales se tiene de los
sindicatos, de la capacidad de incidencia de éstos en el tejido social y
cultural del país. En este sentido, la visibilidad del sindicato, sus “paredes
de cristal” como ha dicho Toxo, es decisiva. Hay que hacer conocer al sindicato
a una buena parte de la ciudadanía, pero asimismo hay que llevar al espacio
público el conjunto de reflexiones y de debates profundos sobre las reformas y
los cambios que requiere un trabajo en libertad y un sistema democrático de
relaciones laborales. En esta última línea la actuación de la Fundación 1 de
mayo es, me parece, muy determinante. Creo que en este cuarto de siglo ha
crecido, se ha hecho adulta y se enfrenta con éxito a los retos actuales del
pensamiento y de la acción.
2 comentarios:
Adoración Guamán said:
"Esa foto no tiene precio!"
Un apunte histórico, los últimos fusilamientos del Fascismo no fueron del Grapo, sino del Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP).
Es importante mantener la memoria para que no perdamos el futuro.
Gracias.
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