Colectivo Bullejos
Sigue en este blog que nos da cobijo la segunda parte del resumen
ejecutivo sobre las elecciones al parlamento europeo. En ella se siguen
examinando de forma descriptiva las distintas opciones que se presentan, aunque
como ya dijimos al principio a nosotros lo que realmente nos importa es que
gane la izquierda, por lo que la finura del análisis deja en ocasiones mucho
que desear. Recuerden. No vinimos a luchar contra los elementos.
El PSOE tiene una larga tradición
europeísta. La “modernización” de los años 80, que cerró muchos desarrollos
participativos y democráticos abiertos durante la Transición (1976-1981), tenía
en la construcción europea un elemento de apoyo y convicción popular muy
fuerte. La figura de Felipe González desde
al Acta Única hasta Maastricht (1987-1993) como líder europeo atlantista es muy
conocida. El problema de Europa sin embargo fue quedando atrás en el debate de
los socialistas, en paralelo a la disolución de su proyecto de reforma y su
confusión paulatina con planteamientos (neo)liberales en las múltiples terceras vías del tránsito entre siglos.
El interés del PSOE en Europa se manifestó a través de los importantes puestos
obtenidos por destacados dirigentes del partido. Ante todo Javier Solana, pero también Pedro
Solbes y Joaquín Almunia. La
primera etapa del gobierno Zapatero no
invirtió la tendencia de considerar Europa como un elemento adicional y casi
marginal a las políticas internas, y es conocida la escasa predisposición de
ese gobierno a trabajar en o desde Europa unas líneas de acción que apoyaran
las reformas emprendidas en el ordenamiento español. El indiferentismo político
llevó a apoyar, ya desde noviembre del 2008, la reelección de Barroso, como presidente de la Comisión.
Concebido el espacio europeo como
un hecho neutro sin apenas relevancia en la definición de las políticas
internas, que garantizaba un encuadre económico general favorecedor del
desarrollo español y el incremento del PIB, la crisis del euro y el ultimátum a
España en mayo del 2010 para que
implantara con urgencia un fuerte recorte de prestaciones y servicios sociales
y reformas estructurales de liberalización del despido y bloqueo de salarios,
generó un severo politraumatismo político e ideológico en el PSOE, además de
arruinar el período de la presidencia española de la UE que iniciaba en junio
del 2010 por un semestre. A partir de allí, la austeridad y las reformas
laborales y de seguridad social sustituyeron el programa de gobierno socialista
y el PSOE asumió, unánimemente – con muy escasas excepciones personales, como
la de Antonio Gutiérrez – su peculiar
road to perdition que les conduciría
al desprestigio social, la desconexión con la parte más dinámica de su
electorado y a posiciones antidemocráticas como la pactación con el PP de la
reforma de la Constitución sin consulta ciudadana, lo que sigue exhibiéndose
como el símbolo de un suicidio político irrazonable.
Casi tres años después, el
paisaje después de la batalla es desolador. Pero la ciudadanía sigue
corresponsabilizando al PSOE de esta devastación. En gran medida ayuda a este
hecho conocer que los vicepresidentes de asuntos económicos del gobierno
Zapatero y el Secretario de Estado del mismo, sólo por poner ejemplos muy
señalados, han transitado con toda rapidez de su función pública a los consejos
de administración de las eléctricas (los dos primeros) y del Banco Santander
(el tercero), y que este tránsito al beneficio privado de los sujetos públicos
es considerado como un hecho tan obvio que no merece comentario por el Partido.
Lo que se convierte en un ejercicio de
transparencia, ciertamente, de la labor de gobierno realizada en el área
económica ( y no sólo ) del PSOE. La narrativa esgrimida por la dirección socialista
actual sobre la ineluctabilidad de las reformas emprendidas en 2010 y 2011 que a lo sumo no fueron bien explicadas en su
urgencia y necesidad a la opinión pública, no se comprende ni se acepta en esos
términos por una buena parte del electorado.
Por su parte, la larga marcha
hacia un liderazgo interno en el PSOE ha absorbido gran parte de las energías
comunicativas del mismo, y el fracaso de
proyecto neofederalista que giraba en torno al Estatuto de Cataluña – en cuya
frustración tuvo tanta participación el gobierno central de Zapatero como el celo españolista del
Tribunal Constitucional – le ha planteado muchos problemas de definición
respecto del modelo de estado que tenga en cuenta la relación entre el PSC y el
resto del partido. Pero el hecho más negativo sigue siendo la incapacidad de
presentarse como una opción diferente en
un espacio político en el que se han instalado opciones de gobierno plenamente
indiferentes a la devastación social, al reparto extremadamente desigual de la
riqueza y el incremento del autoritarismo en la existencia individual y colectiva
de las personas. El PSOE sigue apareciendo como un vector convergente con la anuencia
o complicidad con estas situaciones insostenibles.
Es evidente que el PSOE querría
despertar de ese mal sueño. Y por eso su interés en convertir estas elecciones
europeas en una suerte de plebiscito que refrende la incorrección de las políticas
del PP. Le ayuda el sentido común y la evidencia de las cosas, pero la inercia
de su pasado juega en su contra. Dedicar tiempo a desmentir la posibilidad de
gobiernos de coalición o, en otra dirección, a afirmar de manera orgullosa su
condición de partido de oposición responsable, es incidir en el bipartidismo
como forma de gobernanza preferida, que precisamente remite a la colaboración bipartisan en los procesos de degradación
de derechos y de impulso decidido a las situaciones de desigualdad material.
Centrado así en la política
interna, el PSOE confía en su conocida vinculación con la familia socialdemócrata
europea como aval de su presencia coordinada en el Parlamento en el Grupo de la
Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas, que así se llama el grupo
socialista que propone a Martin Schulz como
presidente de la Comisión. Llama la atención sin embargo que nadie se haya
preguntado por la desaparición en la lista de candidatos de dos pesos pesados
del PSOE en la política parlamentaria europea. Nos referimos a Alejandro Cercas, que ha sido un organizador
incansable y eficaz de las resistencias políticas frente a iniciativas europeas
en materia de liberalización de servicios – la directiva Bolkestein – el rechazo de la directiva del tiempo de trabajo y el
impulso de muchas iniciativas interesantes en materia laboral y social. Lo
mismo sucede con otra desaparición de las listas, la de Antolín Sánchez Presedo, este a su vez experto en asuntos
monetarios y bancarios. Su abandono de la lista electoral implica una pérdida
de dos buenos parlamentarios experimentados y de prestigio, referentes del movimiento
sindical europeo y español. Pero no es una señal de ir en buena dirección.
El caso es que el PSOE se
enfrenta por primera vez de forma general a la valoración de su propuesta política,
que es a su vez un test de autoestima.
Desenfocado como el personaje de Deconstructing
Harry, no ofrece ninguna posición clara sobre cómo cambiar las políticas de
austeridad y la regla del equilibrio presupuestario, aunque sea mediante la
corrección de la misma a través de una cláusula social. Da la sensación de que
también para los socialistas Europa es una pura relación técnica entre la
ordenación de la economía y las reformas de estructura realizadas, sobre las
que simplemente se requieren algunas correcciones. Sin avanzar un programa de
reformas incisivas que simbolice la necesidad de cambiar. No es de extrañar por
tanto que la apuesta refrendaria en la que han insistido en la campaña
electoral se vuelva contra ellos mismos en su complaciente aceptación de un
espacio político cerrado en torno a la concentración del voto ciudadano entre
el PP y el PSOE donde ambos pierden, pero siempre gana quien gobierna.
Otras opciones insisten en anclar
su presencia electoral en el hecho nacional como una forma de hacer recuento
parcial de las propias fuerzas cara a próximas confrontaciones. El caso emblemático
es el de Esquerra Republicana de Catalunya, que acumula fuerzas y legitimidad
para la decisión soberanista prevista para el próximo noviembre, si el tiempo no lo impide, como decían
los clásicos, y en ello tendrá que ver ciertamente el resultado electoral de
mayo. La otra fuerza política que también pretende en estas elecciones un arqueo
de sus apoyos es la lista de Euskal Herria Bildu, que se presenta bajo el hermoso
nombre Los Pueblos deciden junto al
un tanto descolocado BNG, que puede ser desbancado en el espacio nacionalista
gallego por ANOVA, integrada en las listas de la Izquierda Plural. Todos ellos
votarán a la candidata del Grupo de los Verdes / Alianza Libre Europea, Keller. Más desleídos aparecen,
flanqueando estas apuestas, Convergencia i Unió y el PNV.
Pero lo que nos importa, decíamos,
es la izquierda. Una izquierda declinada en plural, que conoce muchas
variantes, se despliega en muchas propuestas, con muchos aspectos en común,
pero resaltando las divergencias o los énfasis
en ciertos elementos más reivindicados. Una
de éstas la constituye el bloque que aúna a la Coalición Compromís como expresión
del “valencianismo progresista, la izquierda moderna y el ecologismo político”
y que tiene un peso electoral muy proporcionado en el Pais Valenciano, y al
partido Equo, que se piensa a sí mismo como un contenedor de proyectos de
economía sostenible, derechos humanos y justicia social, a los que se ha unido la
Chunta Aragonesista “para poner a Aragón en la agenda europea”, Estos sujetos concurren
en un discurso fundamentalmente elaborado, como el resto de participantes, por otra parte, en clave fundamentalmente
nacional, buscando la representación parlamentaria que les permita legitimar
electoralmente su opción en un distrito electoral único donde funciona mucho
mejor el sistema proporcional. Se trata asimismo de una coalición que tiene un
nombre hermoso y optimista, Primavera
Europea, que lamentablemente no parece corresponderse con la realidad en la
que se vive.
La izquierda, decíamos. Al final
de la lista, queda Izquierda Plural y Podemos, además de otras expresiones más
pequeñas. Pero deberemos dejar ese último aspecto de la descripción para la
siguiente (y última) entrega. Con el permiso de ustedes, desde luego.
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