En Insight, nuestro amigo y compañero Antonio Lettieri ha insertado un comentario sobre el significado de la convocatoria del referéndum en Grecia que ahora se comparte aquí, en una versión realizada por el titular de este blog. Se trata en efecto de la incorporación al debate de los países sobre endeudados y las políticas de austeridad de un elemento directamente político - democrático que hasta el momento se había querido negar o rechazar como contrario a una lógica económica y financiera que lo excluía necesariamente. El artículo de Lettieri resalta este punto y la capacidad subversiva que éste tiene sobre el debate de las fuerzas que se oponen y resisten a las políticas de austeridad.
Tras cinco meses de negociaciones
la opinión más extendida era que el gobierno griego y las instituciones
europeas iban a llegar a un acuerdo en el último minuto, cuando el martes por
la noche el Eurogrupo se reunió por video conferencia, rechazando la última
propuesta griega antes del referéndum (la carta de Tsipras). La previsión de un
compromiso era bastante razonable. Pero tenía un fallo: paradójicamente era
demasiado razonable. No tenía en cuenta el objetivo de fondo de los señores de
la eurozona que no era el logro de un compromiso razonable sino el castigo de
una provincia que había osado rebelarse frente al imperio. Era necesaria una
lección ejemplar: golpear a uno para educar a cien.
La decisión
del gobierno Tsipras de convocar el referéndum es una decisión que sitúa el
conflicto en un nuevo nivel, esencialmente democrático, sustraído a la oscura
tecnocracia de Bruselas y a la arrogancia del ministro alemán SChaüble,
¿Sobre qué deberá expresarse el
pueblo griego? Intentemos recapitular brevemente los datos esenciales.
El gobierno Tipras ha recibido
como herencia una deuda pública astronómica de 320 mil millones de euros. Se
dice que los préstamos de las instituciones europeas y del FMI han servido sólo
para ayudar a un pueblo oriental, acostumbrado a vivir de prestado, normalmente
por encima de sus posibilidades. Es un estereotipo falso. Ni un euro ha llegado
al pueblo griego. Como escribe Branco Milanovic, antiguo jefe del Departamento
de Investigaciones Económicas del Banco Mundial, “toda la operación de
salvamiento de Grecia ha sido una operación de salvamiento de la banca francesa
y alemana”
Solicitados estos préstamos a cargo del erario público, de
ello se ha derivado un crecimiento explosivo de la deuda griega y la imposición
del muy conocido programa de austeridad. Sus desastrosos resultados están a la
luz del dia. Escribe The Economist, sobre el que no cabe ninguna sombra de duda
sobre su debilidad ideológica respecto del gobierno griego, que “tras dos año
de salvamiento y recortes, la economía griega se ha reducido en un 25%, el paro
se sitúa al 26% y la deuda es casi el 180 % del PIB. Al primer ministro Tsipras
se le ha pedido que suscriba medidas de austeridad muy semejantes a las que
había combatido desde los bancos de la oposición”. ¿Es razonable pensar que
ahora los tendría que suscribir?
El gobierno Tsipras había aceptado – de manera inmediata –
el compromiso de llegar a un 3,5 % de
déficit en el presupuesto hasta el 2018. Un compromiso asumido con la cuerda al
cuello para un país que necesitaría inversiones públicas para volver a crecer.
Para realizar ese programa no hay otra solución que, de un lado, seguir
reduciendo el gasto social y las inversiones, de otro, incrementar los
ingresos.
El punto más conflictivo por el lado del gasto es el de las
pensiones. Hay que tener presente que a partir del 2010 el gasto de pensiones
ha sido reducido en un 45%. Y que el 75% de las pensiones está por debajo o
cercana al umbral de pobreza. La imposición de nuevos recortes es una
pretensión suicida para cualquier gobierno decente, no digamos de izquierda, si
esta calificación tiene algún sentido hoy en día en Europa.
Pero el gobierno Tsipras no se ha echado atrás. Ha propuesto
un ahorro progresivo sobre el gasto de pensiones de un lado, reduciendo las
pre-jubilaciones, de otro, aumentando gradualmente la edad de acceso a la
pensión hasta los 67 años en el 2025. Un calendario muy parecido al que se ha
programado en Alemania donde el límite de los 67 años se prevé para el 2027.
Los ingresos se incrementarías
elevando, por un lado, el IVA al 23% en todos los productos, con la exención de
los bienes alimentarios y la electricidad, cuyo aumento se limitaría al 13%,
mientras que una tercera cuota reservada al 6% se reservaría ara medicinas,
libros y espectáculos teatrales – cláusula que suscitaría la ironía de una
tecnocracia ignorante de Eurípides y de Aristófanes, nobles padres creadores
del teatro griego y de todo occidente.
No siendo suficiente el aumento
del IVA, el gobierno griego había propuesto incrementar los ingresos con un
aumento del 3,9% de las cuotas patronales a la seguridad social – actualmente
de las más bajas de Europa – y un aumento del porcentaje impositivo sobre las
rentas de capital superiores al 26%, a lo que se unía un impuesto a tanto
alzado sobre los beneficios empresariales superiores a 500.000 €. Sacrilegio.
Bruselas ha rechazado las
propuestas griegas en base a los siguientes argumentos: la reducción del
déficit debe realizarse exclusivamente mediante la reducción del gasto y el
aumento de los impuestos indirectos sobre el consumo, sin tocar ni las
contribuciones sociales de las empresas a la Seguridad Social ni los beneficios
empresariales. No menos importante la necesidad de emprender una reforma del
mercado de trabajo que permita la libertad de despido y la limitación de la
negociación colectiva, todo ello visado y controlado preventivamente por las
autoridades de la eurozona.
Estamos en un momento en el que
cabe preguntarse para qué continuar celebrando elecciones libres en las que se
eligen representantes del pueblo y se nombran nuevos gobiernos si cualquier
decisión, hasta en sus mínimos detalles – como, por ejemplo, establecer cuáles
son los alimentos “básicos” con un tipo impositivo del 13% frente a los que
tienen el tio general del 23% - ha de ser decidida por remotos órganos
tecnocráticos privados de cualquier legitimación representativa, irresponsables
e incontrolables. En lugar de negociar la vieja Troika enmascarada como “los
acreedores” se ha ejercitado en un juego de provocaciones, desplazando algunos
meses la adopción de medidas o contestando una presunta variación de un cero
coma en las mayores entradas del presupuesto. Provocación para poner en crisis
la negociación, pero a lo mejor también muestra de estupidez. Quizá ambas
cosas. Inútil preguntar a Rajoy o a Guindos por estas cosas. Sólo responden
desde la banalidad y la hostilidad anti-griega.
El caso es que ahora la palabra
la tiene el pueblo soberano. Si el referéndum sanciona las propuestas de las
autoridades europeas mediante el triunfo del sí, la mayoría que sostiene el
gobierno Tsipras se disolverá y las autoridades europeas exigirán tratar
exclusivamene con un nuevo gobierno posiblemente dirigido por un tecnócrata al
estilo de ´Monti en Italia y apoyado en una nueva mayoría formada por los
partidos que han puesto de rodillas al país.
¿Qué podemos esperar de una
victoria plebiscitaria del No? El gobierno Tsipras pedirá volver a abrir las
negociaciones esta vez desde una posición de fuerza. Las autoridades de la
eurozona deberán elegir o un compromiso aceptable para Grecia o forzar su salida
del euro. Una elección muy complicada. En el primer caso se demostrará por vez
primera que un estado miembro puede condicionar o cambiar la política de
austeridad hasta cancelar sus aspectos más irracionales. Con eso cobrarán
fuerza los partidos de oposición y exigirán a los gobiernos de España, Francia
e Italia una justificación de su sumisión a las políticas de austeridad. Sería
un No contagioso.
Los halcones de la eurozona
dirigidos por Schaüble intentaran que prevalezca la línea de salida de Grecia presentada
como un castigo ejemplar que desaconseje cualquier otro intento de rebelión.
Pero lo contradictorio de este tema es que los más interesados en la
permanencia de Grecia en el euro deberían ser los principales países de la
eurozona que directamente, o a través del Banco Central, son los poseedores de
la mayor parte de la deuda griega.
Entonces, ¿por qué esa guerra al
gobierno griego? No se puede contestar a esa pregunta si se efectúa en términos
de una lógica de convivencia. Como escribe Stiglitz, “no se trata de dinero,
sino de obligar a Grecia a aceptar lo inaceptable, no solo medidas de
austeridad, sini un conjunto de políticas regresivas y punitivas”.
Justo por ello el referéndum
griego representará, más allá de su resultado, una opción “contagiosa”. Muchos
otros países estarán tentados por esta nueva vieja arma de la democracia para
ser utilizada contra el oscuro autoritarismo de la tecnocracia de Bruselas,
sostenida por Alemania. Ha escrito Luciano Lafagna en Repubblica: “el
referéndum es el instrumento de la soberanía popular que era utilizado en la
edad antigua. Quien lo critica se pone del lado de los oligarcas”. No es
necesario insisitr de parte de quien se están posicionando los gobiernos
italiano o español. Hasta ahora con los oligarcas.Pero el referéndum promovido
por Tsipras abrirá nuevos escenarios no sólo en Grecia, sino en toda la
eurozona.
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