Aunque todos los editoriales e informaciones de ayer,
miércoles 26 de julio reposan sobre la presencia del presidente del gobierno,
citado como testigo del primero de los procesos que enjuician la financiación empresarial
del Partido Popular y la red de corrupción que eso generaba, se ha deslizado
otra muy importante que, como quiera que se refiere al “mundo del trabajo” no
se le dará ninguna relevancia ni destaque. Se trata de la ruptura de las
negociaciones que se estaban llevando a cabo entre la patronal y los sindicatos
sobre el incremento de los salarios en la negociación colectiva del año 2017.
Como todos los lectores y lectoras de este blog seguramente conocen –
puesto que se trata de un colectivo de seguidores que están normalmente bien
informados – la CEOE-CEPYME se ha negado a llegar a un acuerdo en los términos
que querían los sindicatos. CCOO y UGT
habían insistido en la necesidad de garantizar un incremento estimable de los
salarios después de seis años de pérdida de capacidad adquisitiva, y propusieron
una banda del 1,8 al 3% de subida salarial y una cláusula de revisión que
garantizara el mantenimiento del poder adquisitivo de los mismos en función de
la inflación posible. La CEOE respondió con una propuesta inicial de incremento
entre el 1 y el 2%, más tarde maquillada al 1,2-2%, con un 0,5% adicional “en
función de las circunstancias de cada sector”. Sin embargo, y como advirtiera el
secretario general de CCOO, Unai Sordo,
el requisito central del pacto salarial era la inclusión “de una cláusula de
revisión de los salarios para compensar la subida de la inflación o, en su
defecto, contempla unas bandas que permitan esa compensación para que los
salarios recuperen poder en la distribución de la renta y poder adquisitivo
para que el crecimiento se reparta más equitativamente”. El mantenimiento del
empresariado en sus posiciones ha inducido la imposibilidad del acuerdo.
La CEOE-CEPYME ha hecho además llegar una carta a los sindicatos más
representativos en la que realizan unas “reflexiones finales” sobre el Acuerdo
de Negociación Colectiva para 2017. En ese análisis, la política de la patronal
española se explicita de manera diáfana. La idea, resumida es la siguiente: como
los salarios tuvieron “un importante incremento entre 2000 y 2008”, la crisis
ha generado una fuerte devaluación salarial que ha permitido la recomposición
del capital, de forma que actualmente, ya siete años después de 2010, “la buena
noticia es que vuelven los márgenes empresariales”, es decir las ganancias
logradas sobre la reducción de los costes salariales de todos estos años unido
a una flexibilidad “fuera de la norma” que ha conseguido más cantidad de
trabajo por un coste extremadamente más reducido. Para la CEOE-CEPYME esta “buena
noticia” permitirá en el futuro repercutir los incrementos en productividad
sobre los salarios, pero sin que éstos queden referidos a una revisión salarial
que posibilite que no se debilite la ya mermada capacidad adquisitiva de éstos
ni se logra una paulatina recuperación de los mismos. Por eso, la reflexión
final de la CEOE-CEPYME es muy enfática al respecto: “… y ya nunca más los
salarios tendrán que ver con la inflación”. El razonamiento es sin embargo
ambivalente, porque CEOE-CEPYME se basa para ello en estimar que con las cifras
actuales la negociación de este año 2017 finalizará con incrementos medios de
entre el 1,6% y el 1,8%, es decir, con aumentos superiores a la inflación
prevista (1,5%) por lo que considera que no tiene sentido poner como “condición
definitiva y fundamental” la cláusula de revisión salarial, tal y como plantean
los sindicatos, “que ha ido desapareciendo en los últimos años desde el 47,40%
del total de los convenios en 2010 hasta menos del 20% en 2016”. Pero esa
confianza plena en que los salarios no serán alcanzados por la inflación oculta
la voluntad de no compensar a partir de la recomposición del excedente
empresarial la brutal reducción de salarios que las trabajadoras y los
trabajadores de este país han sufrido en los últimos siete años.
Es evidente que no sólo la crisis ha sido la causante de esta degradación
salarial que ha recorrido todos los estratos del trabajo asalariado, pues,
aunque ha sido mucho más acusado en los niveles bajos lindantes con la
precariedad, también se ha notado en los medios y altos, y con especial
incidencia no sólo en el sector privado sino también en el empleo público. La
reforma laboral ha sido el vehículo más eficiente para conseguir la degradación
de los niveles salariales en nuestro país, debilitando el poder contractual del
sindicato y la capacidad uniformadora de los convenios colectivos. Se trata de
un fenómeno generalizado en todos los países a los que se ha aplicado las
políticas de austeridad, que ha originado una campaña de la Confederación
Europea de Sindicatos en la que se afirma que Europa necesita aumentos
salariales.
Pero el empresariado español no acepta esta recuperación salarial.
Encastillada en la conservación del modelo productivo previo a la crisis,
insiste en la reducción de los costes salariales y en la flexibilidad del uso
del trabajo contratado – tanto la que permite la norma como la que se obtiene
“fuera de” ella - como elementos clave
de sus beneficios. Y defiende esta postura desde un análisis de la correlación
de fuerzas en la que se encuentra frente al sindicalismo confederal. En efecto,
la patronal entiende que esta negativa a cerrar un acuerdo que contuviera la
posibilidad de una cierta recuperación salarial no les va a generar ningún
coste social, puesto que los procesos más importantes de negociación de
convenios colectivos para este año 2017 – que se encuentran todavía encuadrados
en el AENC 2015-2017, en cuyo contexto se ha abierto la negociación salarial
fracasada – están en su opinión “sellados”, de manera que no teme una
conflictividad generalizada por sectores dado que una gran parte de estos – el
último, el de la Construcción – han sido ya firmados. Entiende por consiguiente
que UGT y CCOO no están en condiciones para presionar y sostener una
movilización con la suficiente entidad como para “hacer pagar” a la patronal su
negativa a un acuerdo de aumento salarial que sin embargo resulta
imprescindible.
Es posible sin embargo que la organización representativa del empresariado
español subestime la capacidad de reacción sindical, no sólo en cuanto que
puede dar inicio a una movilización entre los trabajadores y trabajadoras en el
próximo otoño más allá de los convenios colectivos aun no firmados, sino porque
en otoño, como la propia patronal recuerda, se deberían iniciar los contactos
para un nuevo acuerdo interconfederal que sustituya al AENC 2015-2017, y al que
los sindicatos no van a acudir de la misma manera que si hubieran obtenido
satisfacción a sus pretensiones en materia salarial en la negociación que ha
fracasado. La clave de este cambio posible en la correlación de fuerzas en la
negociación colectiva se encuentra en la participación real de las trabajadoras
y trabajadores en la elaboración de las plataformas reivindicativas y en la
discusión de las mejores formas de presión para obtenerlas, junto a una
estrategia general que diseñe el sindicalismo en unidad de acción en cuanto a
la articulación de las negociaciones.
El acuerdo social que la patronal quiere
”retomar” en septiembre es muy ambicioso, porque junto al tema salarial
– sobre el que ya sabemos cuál es su planteamiento – se plantea todo un
catálogo de “asuntos pendientes” que CEOE-CEPYME cifra en 10: la Comisión
consultiva Nacional de convenios colectivos y el arbitraje, el diseño de la formación,
lo que denominan “modernización de las
leyes laborales”, una nueva norma de
prevención de riesgos laborales, la financiación de los sindicatos ( y de las
asociaciones empresariales), la reforma de las mutuas, las pensiones, la
Seguridad Social y los servicios públicos de empleo. Es decir un amplísimo
abanico de temas en los que se mezclan algunos que interesan especialmente al
sindicalismo confederal junto a otros en los que las posiciones de ambas partes
son necesariamente divergentes.
¿Es este esquema de trabajo actualmente válido y provechoso para el
sindicalismo? La virtualidad “defensiva” de los acuerdos estatales con la patronal,
que comenzó con los Acuerdos Interprofesionales coetáneos a la reforma laboral
del 2012, fue muy reducida, pero sin embargo el AENC 2015-2017 ha permitido la
recuperación de una negociación colectiva muy afectada por los cambios
normativos que restaban poder colectivo al sindicato y fragmentaban la fuerza
vinculante de los convenios, junto con la amenaza de la ultra actividad a plazo
y la desaparición del régimen colectivo de las condiciones de trabajo. Sin
embargo, la negativa patronal a la simple aceptación de la distribución del
excedente empresarial a través de un posible incremento salarial y el
compromiso de una paulatina recuperación del poder adquisitivo perdido, puede
permitir un cuestionamiento del modelo de diálogo social que se ha ido
estableciendo entre nosotros tras la pérdida de vigencia de los Acuerdos de
1997. Preguntarse sobre las nuevas
formas de encarar la negociación colectiva a partir de ahora, desplazando las
negociaciones centralizadas por otro tipo de consultas y de acuerdos más
dinámicos y que permitan una reflexión previa de las bases del sindicato sobre
el programa reivindicativo que pueda contratarse con la patronal, y separar determinados
aspectos de ciudadanía social de los que están más directamente relacionados con
la regulación de las condiciones de trabajo, podría resultar un ejercicio útil para
lograr una mayor eficacia y recuperar capacidad de intimidación ante un poder económico
que ha sido el directo beneficiario de estos largos años de políticas de austeridad
que aún continúan.
En cualquier caso, septiembre está ahí al lado y los sindicatos han advertido
que el otoño será “difícil”. Reflexionar sobre las formas de agregar consensos a
su posición, impulsar una duradera movilización en torno a sus planteamientos y
discurrir sobre las vías que debe asumir
el diálogo social con el empresariado en esta nueva situación, puede resultar funcional
a una contundente respuesta que permita iniciar la recuperación progresiva de los
derechos que en estos siete años han ido retrocediendo al socaire de la crisis y
mediante la fuerte intervención del poder político en ese sentido degradatorio.
1 comentario:
el caballero parece un inglés de vacaciones...fructíferas por lo que vemos en sus artículos, Sir.
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