Posiblemente a muchos de los lectores de este blog no les resulte muy
familiar el nombre de Daniel Viglietti, uno de los cantantes
y compositores más interesantes de América Latina que hizo una labor constante
de recuperación y de promoción del canto popular de aquella región. Viglietti era lo que nosotros llamábamos
un cantautor,
cuyas canciones se alineaban siempre del lado de los oprimidos y festejaban la
libertad y el socialismo como la reivindicación y el sueño de miles de
personas.
Daniel Viglietti era uruguayo y siempre se colocó al lado del
Frente Amplio con la izquierda. Con la represión de la dictadura militar, fue encarcelado
en 1972 y tuvo que exiliarse en Francia hasta su regreso a Montevideo en 1984,
en un recital multitudinario que resultó inolvidable. Viglietti formó parte de una
generación de cantantes latinoamericanos únicos, cuyas obra estaban atravesadas
por un grito de libertad frente a las dictaduras militares que país por país
iban jalonando América Latina, desde Brasil a Uruguay, desde Chile hasta
Argentina, dirigidas y sostenidas por el secretario de estado USA de infausta
memoria, Henry Kissinger. Su propio
nacimiento como cantante estuvo inmerso en los procesos sociales de Uruguay y
de toda América, lo que se haría explícito en una de sus canciones más
conocidas Canción para mi América,
versionada luego por otros tantos cantantes como Mercedes Sosa.
Defendía una canción popular que buscaba estar presente en todos los
espacios posibles desde los tradicionales – la radio y la televisión, hasta que
la censura se encargó de impedirle cantar allí – hasta los más informales, las
calles, los centros campesinos y los sindicatos, las universidades. Fue un
luchador por la libertad y el socialismo con una visión internacionalista, en línea
con las ideas de la época de crear un frente cultural anti imperialista, lo que
se sentía especialmente necesario en América Latina, tras el desembarco en
Playa Girón de 1962 interpretado correctamente como un intento de impedir que
un pueblo eligiera su propio destino en libertad, un camino revolucionario en
su propio idioma. La canción así deviene un arma de contra-información que logra
un alcance masivo, que se integra por tanto en una estrategia de cambio social
y político como un importante elemento movilizador y creador de opinión contra hegemónica.
Viglietti trabajó también popularizando otros cantautores
latinoamericanos que convergían en este movimiento multinacional, desde Violeta Parra hasta Chico
Buarque. En su disco Trópicos (que
aun conservo) conocí por primera vez las canciones de éste y en especial Construcción, y las variaciones poéticas
del accidente laboral que siempre recordaré como un ejemplo único de la
relación entre la realidad alienada y el trabajo de tantos trabajadores. En esa
época se produjo el recital que Daniel
Viglietti hizo en el Teatro Monumental de Madrid, en 1974, todavía vivo el
dictador. Posiblemente la fuerza subversiva del cantante se les escapó a las
fuerzas policiales porque el recital se permitió y a él acudimos los que como yo
todavía éramos estudiantes. Coreamos con fuerza algunas canciones – A desalambrar, con un bis – y ovacionamos
algunas otras que descubrimos – Gurisito –
y aquel tiempo dentro del teatro fue un espacio de libertad real. A la
salida encontramos cientos de policías rodeando el teatro que cargaron
inmediatamente contra los que salíamos entusiasmados del recital. Yo escapé por suerte de los porrazos y de ser detenido, gracias a la habilidad de un compañero que me indicó como escabullirnos por la plaza de Matute. Luego
entraron en el Teatro, detuvieron a unos cuantos y Daniel Viglietti pasó la noche en la Dirección General de
Seguridad, en la Puerta del Sol. Una muestra de la cotidianeidad del franquismo
y su obsesión por acabar con la libertad.
Después de 1984, Viglietti prosiguió
su actividad, difundiendo la música latinoamericana, construyendo la “Memoria
Sonora de América Latina”, con un programa de radio semanal y a partir del 2004,
otro en televisión. Pero lo más memorable es su trabajo “a dos voces” con Mario Benedetti, mezclando poemas con
canciones. Dos gigantes en simultáneo. Su último disco, Trabajo de Hormiga, salió al público en el 2008, pero sus
intervenciones y recitales públicos siguieron siendo muy solicitados y
frecuentados.
Hoy tenemos la noticia de que ha fallecido en Montevideo en el curso de una
operación quirúrgica. Un día triste porque se va una de esas personas que han
acompañado nuestra historia y nuestros recuerdos emocionales desde hace mucho
tiempo. Siempre quedará su canto nuevo para una América Latina insumisa y
emancipada de las formas de sumisión y de violencia que la atenazan.
Un recital en Piriápolis (Uruguay) en
2017
3 comentarios:
querido Antonio, justísimas y evocadoras palabras las tuyas acerca de un creador ejemplar,un músico finísimo con formacion clasica a partir de su estudio con grandes concertistas uruguayos de guitarra.
Recuerdo su recital de retorno que mencionas en tu nota, dado en un estadio de futbol (Defensor FC) y Ivonne y yo, jóvenes y esperanzados y resistentes a un mundo autoritario que se iba defintiivamente, espantàndolo desde la cancha de fútbol.
Trópicos, es efectivamente un disco maravilloso,y el "a dos voces" con Benedetti, un deleite.
Bien a la uruguaya, era posible verle por la calle, con su estilo de andar desgarbado (seguía siendo "el flaco").
En fin, gracias por tu recuerdo y que bueno hayas podido estar en ese concierto de 1974.
Va una dirección con una poesia sobre desaparecidos, bellísima, de la poeta uruguaya Circe Maia, musicalizada por Viglietti:
https://www.youtube.com/watch?v=cxjpiAHqY9U
un abrazo!
Hugo Barretto Ghione
Nosotros también aprendimos, a veces al riesgo de los palos, la libertad o la propia vida, que las canciones de protesta iluminaban el camino de la lucha antidictatorial. En la Argentina nos llevaban por ese sendero con su arte, claro, la negra Sosa, Violeta y Nicanor Parra, los Serrat de aquellos tiempos, no este decadente ideológico actual, por supuesto que Viglietti, claro que Chico Buarque, los Quilapayun de la Cantata de Santa María de Iquique, y tantos más bien precedidos por tutores artísticos como Don Arahualpa Yupanqui. Imagínate ese A DESALAMBRAR del bis que mencionas cantado hoy en homenaje a Santiago Maldonado y frente al portón de las estancias de Benetton. Imagina a Utopía, o 'Disculpe, Señor', coreado en las puertas de la casa de gobierno en nuestra Plaza de Mayo. Te copio, en esta distancia que nos junta, la milonga de andar lejos, tan significante para los que debieron abandonar sus universos:
Qué lejos está mi tierra
Y, sin embargo, qué cerca
O es que existe un territorio
Donde las sangres se mezclan.
Tanta distancia y camino,
Tan diferentes banderas
Y la pobreza es la misma
Los mismos hombres esperan.
Yo quiero romper mi mapa,
Formar el mapa de todos,
Mestizos, negros y blancos,
Trazarlo codo con codo.
Los ríos son como venas
De un cuerpo entero extendido,
Y es el color de la tierra
La sangre de los caídos.
No somos los extranjeros
Los extranjeros son otros;
Son ellos los mercaderes
Y los esclavos nosotros.
Yo quiero romper la vida,
Como cambiarla quisiera,
Ayúdeme compañero;
Ayúdeme, no demore,
Que una gota con ser poco
Con otra se hace aguacero.
Querido Antonio,
a todos los justos elogios que citas, yo puedo añadir uno más y que no es otro que su enorme generosidad de militante. Hace unos 15 años tuve la enorme suerte de conocer a este cantautor mítico. No lo hice en un macroconcierto ni en un gran acontecimiento mediático. Me lo encontré, por casualidad, en mi barrio. Un modesto barrio obrero del extraradio de Córdoba. Lo acompañaba un amigo mío. Ambos buscaban una manicura para arreglar su rota uña. El concierto lo organizaron las asociaciones juveniles que se reunían en el Consejo Local de la Juventud. Su amor militante inundó el modesto escenario. Sin abandonar su gran profesionallidad, y siendo sabedores de que era un momento único, nos hizo sentir a los pueblos hermanos de América Latina presentes entre nosotros. Al final, todos cantamos "A desalambrar".
Un abrazo
Juan E.
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