Van desapareciendo los grandes referentes de la cultura de toda una
generación. A Bertolucci lo conocimos en España tarde y mal, hasta que llegó a
nuestras pantallas tan oportunamente – se estrenó en abril de 1978, hace
cuarenta años – Novecento, ese inmenso
fresco histórico que recorría las luchas campesinas y nos enseñaba lo que
significaba el fascismo como instrumento de la oligarquía con una cierta
autonomía en el uso del terror que acompaña al poder y la violencia de clase, a
la vez que mostraba que la utopía comunista y democrática es algo real que está
al alcance de los pueblos. Cuando en la escena final los campesinos llevan al viento
por los campos esa inmensa bandera roja, no creo exagerar que tantos y tantos
espectadores sentimos una emoción intensa, porque nos traía una imagen
directamente conectada con la lucha antifascista y democrática. Son muchos los
niños que después de esa película se llamaron Olmo, el personaje heroico interpretado
por Depardieu que se confrontaba hasta el final con el patrón, que no ha muerto
ni morirá jamás, como señalaba De Niro en la escena clave de la liberación de
Italia y la entrega de las armas de los campesinos.
El descubrimiento de Bertolucci sin embargo se había producido de manera
sesgada, a la española, con el éxito fulgurante del último tango en Paris que se había asociado al imaginario popular
como una película pornográfica que se debía ver en Perpignan, donde las colas
para su visionado eran kilométricas. Y ese film era ante todo Maria Schneider y
Marlon Brando, sin recordar a su director, ni la terrible historia de soledad y
destrucción que el film mostraba.
El último emperador, que se estrenó en Madrid en 1987 fue la gran
consagración ante el público de un cineasta impresionante en la reconstrucción
histórica de un mundo lejano que aparece narrado de manera épica y solemne a
través del destino contradictorio y sublime de Pu Yi, que acaba su vida como
jardinero en la China popular conmocionada por la Revolución cultural.
Junto a ese Bertolucci solemne y espectacular, para el grupo de gente de mi
edad había otro, mucho más incómodo y provocador, que sabía insertar en la
escritura del film un discurso complejo en el que Freud y Marx eran referencias
indispensables para su comprensión, y en el que siempre se interrogaba de
manera lúcida sobre un mundo escindido e infeliz. Además de la pasoliniana La commare secca, sus dos grandes obras
primeras, Prima della Rivoluzione, y La strategia del ragno, fueron dos films
impresionantes en donde la reflexión sobre la burguesía y la militancia, la
figura del padre y su ausencia, la historia partisana y su contraste con un
mundo en construcción sin legitimidad democrática más allá de la participación
en el consumo y en fin unos personajes difuminados, problemáticos, conducidos
por una narración reflexiva, las hicieron inolvidables.
Otro film de culto, por su indeclinable potencia política, es Il conformista, una narración tan
precisa del fascismo y su capacidad de desagregación moral y psíquica, que hoy
sería imprescindible revisar pero posiblemente el que en aquella época más me
impresionó fue Partner, que filmó en
1968 basado en un cuento de Dostoievski, El
doble , y que recrea la dualidad de personajes presentes en una misma
persona, con tantas referencias al momento y una puesta en escena tan
rupturista, que me cautivó. Todo en la película remite a Godard y a Mayo de 1968, un acontecimiento que marcará desde entonces el cine de Bertolucci y que tanto influiría en nuestra formación autodidacta de la década 1975 a 1985. Mis recuerdos me conducen a un ciclo que se daba en
un cine en la Torre de Madrid, que hoy no se si existió alguna vez o si es
fruto, también aquí, de una ilusión o de una ensoñación que aun acompañan a las
imágenes impresionantes de ese film.
Aprecié mucho La Luna y la
descripción del círculo cerrado del hijo y la madre impotentes en lograr una
autonomía afectiva, y me pareció desoladora la Tragedia de un hombre ridículo. Sin embargo, toda la deriva de
Bertolucci hacia la superproducción, a partir de El cielo protector me ha interesado poco. Me pareció sugerente su Stealing Beauty, pero sin embargo me
decepcionó Soñadores, y no he visto
su última película basada en un relato de Ammaniti.
Desaparece con Bernardo Bertolucci un personaje único y memorable, un intelectual
complejo y completo, una referencia para la cultura de izquierdas europea,
siempre ligado para quienes le recordamos a la reflexión política sobre la
libertad, la democracia y el socialismo, explicada en un contexto de personas
no libres, condicionadas por pulsiones de muerte, en las que predomina el
sufrimiento antes que el amor y que sin embargo son capaces de vivir en búsqueda
de la felicidad personal y colectiva.
2 comentarios:
Juan López Gandía:
Excelente repaso a la obra de Bertolucci, Antonio.Creo que este cuadro, "El cuarto estado" de Giuseppe Pelliza, compartió con el Guernica muchos comedores de nuestros amigos...Y algún poster del Che.Me gusta mucho esta imagen porque muestra cómo se pasa de un campesino solo a la idea de clase al ir alejándose la cámara para ensanchar el campo de lo social e histórico a la vez.
Juan Escribano:
Antonio, qué precioso obituario. Yo llegué, por edad, tarde a Bertolucci. De todos modos, como bien dices, siempre quedará en el imaginario de la izquierda algunas de las imágenes firmadas por él. Recuerdo, especialmente, aquella escena en Novecento en la que el patriarca campesino exige que no se vuelva a llamar bastardo a Olmo, porque Olmo es hijo de un campesino, es un campesino.
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