viernes, 1 de noviembre de 2019

LA LIBERTAD SINDICAL EN EL MUNDO: NUEVOS ASPECTOS Y PROBLEMAS ANTIGUOS




Ayer se celebró en la sede imponente del Instituto Agustiniano de música clásica, en Roma, la presentación del volumen monográfico de la revista Diritti, Lavori, Mercati, coordinado por Lorenzo Zoppoli y Antonio Baylos, que se hizo en homenaje al estudiante e investigador Giulio Regeni, asesinado en Egipto por los aparatos de estado mientras desarrollaba precisamente su investigación sobre el movimiento sindical en aquel país como consecuencia de la primavera árabe y su represión con la complicidad de las potencias occidentales protectoras del aparato militar y político que controla el Estado.

La libertad sindical es importante como objeto científico y como símbolo político. Como objeto de investigación porque normalmente el interés de los estudios sobre el tema se deriva hacia las facultades de acción sindical, la negociación colectiva principalmente y la huelga, o respecto de los espacios que debe ocupar la acción sindical y muy especialmente su particular configuración en la empresa. La libertad sindical entendida fundamentalmente como capacidad de organizar el trabajo de manera que éste pueda trascender su condición de mercancía, es en sí mismo un tema que posibilita una reflexión amplia no sólo sobre el sentido de esta autonomía en la organización del interés colectivo, sino respecto de la noción clave de representación y su relación con una realidad cambiante en función de las evoluciones de la organización del trabajo en el marco de un sistema empresa mutante, cuyas últimas manifestaciones en la era digital a través de los nuevos modelos de negocio constituyen el ejemplo más vistoso. La libertad sindical hace aparecer además la problemática de la subjetividad colectiva como elemento constitutivo de la regulación de las relaciones laborales que incide sobre la propia materialidad de las relaciones económicas de un país determinado y colorea así un modelo de empresa y de mercado que necesariamente debe tener en cuenta esa nueva presencia que cuestiona si no su autoridad, sí su autoritarismo, imponiendo al Estado el deber de reconocer ye compromiso d proteger ese espacio de la libertad colectiva de organización y de acción de las personas que trabajan.

Por eso la libertad sindical es también un símbolo político, en la medida en que su reconocimiento efectivo en un país determinado condiciona el carácter democrático del régimen político del mismo. La presencia institucional del sindicato, su garantía por los órganos judiciales y la legislación promocional de las facultades de organización constituyen el test definitivo para calificar a una sociedad como democrática. Son muchos sin embargo los territorios en los que la libertad sindical ha sido anulada, perseguida o vaciada de contenido. Hay todavía demasiados lugares en los que ejercer el derecho a organizar el trabajo en torno a un sujeto colectivo que lo representa puede suponer un riesgo elevado y potentísimo no ya para el empleo sino para la propia integridad física y la vida de las personas que lo ejercitan.

Se discute así sobre una doble condición de la libertad sindical, como libertad política y como libertad económica, es decir como un instrumento esencialmente de ajuste y de equilibrio en un mercado en el que la fuerza de trabajo se desvela como una mercancía especial que compromete la propia persona que presta su actividad y que requiere por consiguiente una negociación de su valor en una relación que intente reducir la asimetría de poder que se expresa en la misma. La libertad sindical como libertad esencialmente política parte por el contrario de la desmercantilización del trabajo – es decir en considerar seriamente que “el trabajo no es un artículo de comercio” como señaló la OIT ya en su acta fundacional hace cien años – y genera políticas del derecho encaminadas a incidir en el marco institucional y a conectarse con el propio concepto de democracia social, que intenta acomodar por tanto el plano de la realidad económica material y del mercado con el de la ciudadanía y la igualdad sustancial perseguida como objetivo democrático básico.

Esta doble potencialidad de la libertad sindical puede ser susceptible de desarrollos cuestionables. Se diría que en los países en vías de desarrollo, la libertad sindical es ante todo una libertad política que cuestiona (o define) el sistema político en una dirección democrática, mientras que en los países desarrollados (USA, Japón, Unión Europea) esta libertad sindical se despolitiza y se liga directamente al contrato y al mercado como libertad económica que se sitúa fundamentalmente en el ajuste de salarios y empleo en un mercado de trabajo en el que la asimetría de poder en las relaciones laborales se resuelve exclusivamente a través de la contratación colectiva de las condiciones de trabajo, lugar a que se reconduce el conflicto de intereses que se expresa mediante la huelga. De esta manera se considera desfasado el carácter político democrático de la libertad sindical al desplegarse esta en un marco de democracia parlamentaria, y se confina esa calidad en el patrimonio histórico del sindicalismo, como un recuerdo de momentos épicos ya pasados, sustituido por su integración plena en el espacio del mercado como libertad económica. Estas tendencias han sido espoleadas con la crisis económica y colocan a la libertad sindical en una posición de subordinación a la lógica de la libre empresa que no es compatible con su caracterización radicalmente política y democrática, que perturba y cuestiona las raíces profundas de un autoritarismo social que es a la postre esencialmente antidemocrático.

De todo ello – y mucho más - se habló en el acto de presentación del fascículo monográfico de DLM en Roma. Bajo la batuta excelente de Mario Rusciano, codirector de la revista, Edoardo Ales hizo una presentación completa y problemática del tema, a la que siguieron intervenciones de una serie de participantes que resaltaron cada uno de ellos aspectos peculiares de la materia abordada. Desde Stefano Bellomo, de la Universidad La Sapienza de Roma, a Susana Camusso, responsable de las políticas internacionales y de género de la CGIL, y Fausta Guarriello, de la Universidad de Chieti-Pesacara G. D’Annunzio, hasta Emmanuele Russo, presidente de Amnistía Internacional Italia, concluyendo el acto Tiziano Treu como presidente del Consejo Nacional de la Economía y el Trabajo (CNEL). La patronal no consideró conveniente enviar a nadie a la presentación del libro, lo que fue resaltado por Mario Rusciano durante el desarrollo del mismo. A la presentación asistieron un buen número de personas entre las que se encontraban varios de los autores del número monográfico como Carmine Russo, Antonio Loffredo, Giovanni Orlandini, Massimiliano Delfino, entre otros, acompañados de muchos más profesores y amigos, entre los cuales Gian Guido Balandi, Marco Esposito, David Lantarón, Irene Zoppoli, Silvio Battistini, así como los coordinadores del libro, Lorenzo Zoppoli y Antonio Baylos. Éste anunció en el debate que se celebró a continuación de las intervenciones que la obra tendría a finales del año que viene una versión española en la que se producirían algunos cambios en sus contenidos.



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