martes, 21 de diciembre de 2021

BORIC PRESIDENTE DE CHILE

 


“Ya lo saben. Vengo de Magallanes, en el extremo sur de Chile, casi tocando la Antártica. Tengo 35 años”. Esa fue la presentación de Gabriel Boric en el discurso que pronunció nada más conocerse su victoria electoral la noche del domingo 19 de diciembre. Una candidatura que simbolizaba todo lo que el proceso constituyente chileno iniciado con el gran estallido social en octubre de 2019 significaba. Hacia adelante, como una posibilidad de cambio democrático. Hacia atrás, recuperando la tradición democrática de Chile quebrada por el golpe criminal de Pinochet cuyo legado autoritario y violento reivindicaba su contrincante, Jose Antonio Kast.

Una conexión con el empuje democrático amputado en septiembre de 1973 que hacía explícito en su discurso, muy alejado de cualquier tentación adanista o autorreferencial: “Y sé que la historia no parte con nosotros. Me siento heredero de una larga trayectoria histórica, la de quienes, desde diferentes posiciones, han buscado incansablemente la justicia social, la ampliación de la democracia, la defensa de los DDHH, la protección de las libertades. Ésta es mi familia grande, a la que me gustaría ver de nuevo reunida en esta etapa que ahora iniciamos”. En el esbozo de lo que puede ser un resumen de su programa, el recién electo presidente partía de algunas certezas para, desde ellas, marcar los grandes retos a los que se debía enfrentar el país en una situación muy complicada. Partía del rechazo al crecimiento económico con desigualdad, el rechazo de las maniobras de desestabilización de la democracia, la necesidad de acuerdos amplios que fundamenten el cambio económico, político y social, el respeto a los derechos humanos como un compromiso inclaudicable – “nunca, por ningún motivo, un presidente le debe declarar la guerra a su propio pueblo”- en torno a los valores de verdad, justicia y reparación.

La culminación del proceso constituyente es una preocupación fundamental. Ello supone “avanzar en más democracia y, por supuesto y como ya lo hemos dicho acá, cuidar el proceso constituyente, motivo de orgullo mundial y único camino para construir, en democracia y con todos, un país mejor. Por primera vez en nuestra historia estamos escribiendo una Constitución de forma democrática, paritaria, con participación de los pueblos originarios”.

Son muchos sin embargo los desafíos pendientes en esta nueva etapa: “Una salud oportuna que no discrimine entre ricos y pobres igualando hacia arriba el acceso, la calidad y los tiempos de respuesta. Pensiones dignas para quienes han trabajado toda su vida haciendo grande a nuestro Chile y no pueden seguir esperando, crecimiento y distribución justa de la riqueza, que deben ir de la mano. El drama de la falta de vivienda y el acceso a servicios básicos que debemos abordar. Fortalecer la educación pública, garantizar los derechos de los trabajadores para construir un país con Trabajo Decente y mejores salarios, crear un sistema nacional de cuidado que reconozca y valore a las mujeres que hoy cuidan, avanzando también en corresponsabilidad y dejando atrás la herencia patriarcal de nuestra sociedad”. Y además la organización de la seguridad en los barrios pobres y la lucha contra el narcotráfico, fomentar la cultura y el desarrollo de la ciencia, avanzar hacia una nueva relación con los pueblos originarios reconociendo su derecho a mirar el mundo desde otras perspectivas lingüísticas y culturales, y poner una especial atención al cuidado del medio ambiente ante la realidad del cambio climático que tiene una incidencia dramática en las vidas de las personas y en especial ante el futuro de los jóvenes.

Boric quiere por tanto, expandir los derechos sociales con responsabilidad fiscal, atendiendo a los requerimientos macroeconómicos para mejorar las pensiones y la asistencia sanitaria de manera relevante. Un compromiso social que ha sido muy valorado por el sindicalismo y los entes corporativos que han mantenido durante tanto tiempo las posiciones de defensa de los trabajadores en el plano jurídico. La Asociación Gremial de Abogados Laboralistas (AGAL) ha saludado con esperanza este hecho: “Valoramos profundamente que, de entrada, en su potente primer discurso, el futuro Presidente Boric haya hecho mención a los temas que nos ocupan y que son el leitmotiv de nuestra Asociación Gremial, como los relacionados con Derechos Humanos, la seguridad social, las pensiones y “garantizar los derechos de los trabajadores para construir un país con Trabajo Decente y mejores salarios”, y este “compromiso con los derechos de los trabajadores” es también resaltado en los comunicados de la CUT.

No es fácil sin embargo desmontar las coordenadas centrales que han marcado el sistema de relaciones laborales chileno desde el Plan Económico, dictado al servicio de los economistas neoliberales, que durante la época de la concertación se mantuvo prácticamente intacto aunque bajo la Presidencia de Bachelet sufrió algunas modificaciones positivas pero de escaso recorrido. La incorporación de derechos colectivos plenos derivados de la libertad sindical, el derecho de negociación colectiva y el derecho de huelga a la constitución en ciernes, y la remodelación de un sistema sindical en el que se rompa con la estructuración autoritaria ceñida a la empresa de la negociación colectiva, junto con el reconocimiento de un amplio derecho de huelga, son medidas directamente conectadas con el compromiso de implantar trabajo decente y salarios y condiciones de vida y de trabajo dignas. Explícitamente, AGAL ofrece su experiencia y colaboración en este diseño futuro: “No nos quedaremos solamente en aplaudir y celebrar. Por el contrario, nos proponemos a seguir contribuyendo desde nuestra especialidad de abogadas y abogados laboralistas, tanto a la Convención que se encuentra redactando la Constitución, como respecto del futuro Poder Ejecutivo, en orden a fortalecer los derechos sociales laborales”. Es un proyecto que va a tener más resistencias que las que el resultado electoral deja entrever, ante un Parlamento fraccionado y un Senado muy reticente, donde la derecha es preponderante. De hecho, es posible que el esfuerzo se centre más en desarrollar los derechos de la ciudadanía social – pensiones, fiscalidad redistributiva, asistencia sanitaria – que en la modificación profunda del desequilibrio de poder que se produce en las relaciones de trabajo. Pero la promesa de trabajo decente y de mejores condiciones de trabajo y de vida debe necesariamente que incorporar la importancia trascendental del trabajo como hecho democrático y base de la cohesión social en el país.

Chile abierta a la esperanza ofrece la posibilidad de experimentar un amplio período de profundización democrática. En el tablero geopolítico de América del Sur, se trata de un paso muy importante, que puede ayudar a que la región, en los próximos dos años, inicie un nuevo ciclo político claramente definido por su confrontación con el modelo neoliberal. La victoria de Boric, que ha sido indiscutible, con más de un millón de votos de diferencia y con el mayor número de sufragios que jamás haya obtenido un presidente en este país, ha sido acogida con júbilo por la izquierda y los sectores progresistas europeos. En nuestro país, el alineamiento de algunas figuras relevantes como el premio Nobel Vargas Llosa, junto con el Partido Popular y Vox en torno al candidato derrotado Katz denota la escasa sensibilidad democrática que tienen quienes olvidan o justifican el criminal golpe de estado del 11 de septiembre de 1973 y la terrible represión que le sucedió, ensalzando un sistema de iniquidad y de desigualdad construida sobre el sufrimiento y la pobreza de la mayoría de la población trabajadora y la eliminación de las libertades políticas y sociales.

Lo que ahora importa es que también en Europa somos / son muchos quienes seguimos / siguen teniendo a Chile en el corazón. En efecto, para algunos que en su día asistimos indignados al golpe criminal que acabó con la experiencia democrática chilena encabezada por el presidente Allende, el domingo 19 de diciembre fue una jornada emocionante en la que, acompañando la canción imborrable de Quilapayún – El pueblo unido -   revivimos conmovidos su legado y su inolvidable profecía en la que por fin libres se abren a nuestra marcha las grandes alamedas.


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