“Ya lo
saben. Vengo de Magallanes, en el extremo sur de Chile, casi tocando la
Antártica. Tengo 35 años”. Esa fue la presentación de Gabriel Boric en
el discurso que pronunció nada más conocerse su victoria electoral la noche del
domingo 19 de diciembre. Una candidatura que simbolizaba todo lo que el proceso
constituyente chileno iniciado con el gran estallido social en octubre de 2019
significaba. Hacia adelante, como una posibilidad de cambio democrático. Hacia
atrás, recuperando la tradición democrática de Chile quebrada por el golpe
criminal de Pinochet cuyo legado autoritario y violento reivindicaba su
contrincante, Jose Antonio Kast.
Una conexión con el empuje
democrático amputado en septiembre de 1973 que hacía explícito en su discurso,
muy alejado de cualquier tentación adanista o autorreferencial: “Y sé que la
historia no parte con nosotros. Me siento heredero de una larga trayectoria
histórica, la de quienes, desde diferentes posiciones, han buscado
incansablemente la justicia social, la ampliación de la democracia, la defensa
de los DDHH, la protección de las libertades. Ésta es mi familia grande, a la
que me gustaría ver de nuevo reunida en esta etapa que ahora iniciamos”. En el
esbozo de lo que puede ser un resumen de su programa, el recién electo
presidente partía de algunas certezas para, desde ellas, marcar los grandes
retos a los que se debía enfrentar el país en una situación muy complicada.
Partía del rechazo al crecimiento económico con desigualdad, el rechazo de las
maniobras de desestabilización de la democracia, la necesidad de acuerdos
amplios que fundamenten el cambio económico, político y social, el respeto a
los derechos humanos como un compromiso inclaudicable – “nunca, por ningún
motivo, un presidente le debe declarar la guerra a su propio pueblo”- en torno
a los valores de verdad, justicia y reparación.
La culminación del proceso
constituyente es una preocupación fundamental. Ello supone “avanzar en más
democracia y, por supuesto y como ya lo hemos dicho acá, cuidar el proceso
constituyente, motivo de orgullo mundial y único camino para construir, en
democracia y con todos, un país mejor. Por primera vez en nuestra historia
estamos escribiendo una Constitución de forma democrática, paritaria, con
participación de los pueblos originarios”.
Son muchos sin embargo los
desafíos pendientes en esta nueva etapa: “Una salud oportuna que no discrimine
entre ricos y pobres igualando hacia arriba el acceso, la calidad y los tiempos
de respuesta. Pensiones dignas para quienes han trabajado toda su vida haciendo
grande a nuestro Chile y no pueden seguir esperando, crecimiento y distribución
justa de la riqueza, que deben ir de la mano. El drama de la falta de vivienda
y el acceso a servicios básicos que debemos abordar. Fortalecer la educación
pública, garantizar los derechos de los trabajadores para construir un país con
Trabajo Decente y mejores salarios, crear un sistema nacional de cuidado que
reconozca y valore a las mujeres que hoy cuidan, avanzando también en
corresponsabilidad y dejando atrás la herencia patriarcal de nuestra sociedad”.
Y además la organización de la seguridad en los barrios pobres y la lucha
contra el narcotráfico, fomentar la cultura y el desarrollo de la ciencia, avanzar
hacia una nueva relación con los pueblos originarios reconociendo su derecho a
mirar el mundo desde otras perspectivas lingüísticas y culturales, y poner una
especial atención al cuidado del medio ambiente ante la realidad del cambio
climático que tiene una incidencia dramática en las vidas de las personas y en
especial ante el futuro de los jóvenes.
Boric quiere por tanto,
expandir los derechos sociales con responsabilidad fiscal, atendiendo a los
requerimientos macroeconómicos para mejorar las pensiones y la asistencia
sanitaria de manera relevante. Un compromiso social que ha sido muy valorado
por el sindicalismo y los entes corporativos que han mantenido durante tanto
tiempo las posiciones de defensa de los trabajadores en el plano jurídico. La
Asociación Gremial de Abogados Laboralistas (AGAL) ha saludado con esperanza
este hecho: “Valoramos profundamente que, de entrada, en su potente primer
discurso, el futuro Presidente Boric haya hecho mención a los temas que nos
ocupan y que son el leitmotiv de nuestra Asociación Gremial, como los
relacionados con Derechos Humanos, la seguridad social, las pensiones y
“garantizar los derechos de los trabajadores para construir un país con Trabajo
Decente y mejores salarios”, y este “compromiso con los derechos de los
trabajadores” es también resaltado en los comunicados de la CUT.
No es fácil sin embargo desmontar
las coordenadas centrales que han marcado el sistema de relaciones laborales
chileno desde el Plan Económico, dictado al servicio de los economistas
neoliberales, que durante la época de la concertación se mantuvo prácticamente
intacto aunque bajo la Presidencia de Bachelet sufrió algunas
modificaciones positivas pero de escaso recorrido. La incorporación de derechos
colectivos plenos derivados de la libertad sindical, el derecho de negociación
colectiva y el derecho de huelga a la constitución en ciernes, y la
remodelación de un sistema sindical en el que se rompa con la estructuración
autoritaria ceñida a la empresa de la negociación colectiva, junto con el
reconocimiento de un amplio derecho de huelga, son medidas directamente
conectadas con el compromiso de implantar trabajo decente y salarios y
condiciones de vida y de trabajo dignas. Explícitamente, AGAL ofrece su
experiencia y colaboración en este diseño futuro: “No nos quedaremos solamente
en aplaudir y celebrar. Por el contrario, nos proponemos a seguir contribuyendo
desde nuestra especialidad de abogadas y abogados laboralistas, tanto a la
Convención que se encuentra redactando la Constitución, como respecto del
futuro Poder Ejecutivo, en orden a fortalecer los derechos sociales laborales”.
Es un proyecto que va a tener más resistencias que las que el resultado
electoral deja entrever, ante un Parlamento fraccionado y un Senado muy
reticente, donde la derecha es preponderante. De hecho, es posible que el
esfuerzo se centre más en desarrollar los derechos de la ciudadanía social –
pensiones, fiscalidad redistributiva, asistencia sanitaria – que en la
modificación profunda del desequilibrio de poder que se produce en las
relaciones de trabajo. Pero la promesa de trabajo decente y de mejores
condiciones de trabajo y de vida debe necesariamente que incorporar la
importancia trascendental del trabajo como hecho democrático y base de la
cohesión social en el país.
Chile abierta a la esperanza
ofrece la posibilidad de experimentar un amplio período de profundización
democrática. En el tablero geopolítico de América del Sur, se trata de un paso
muy importante, que puede ayudar a que la región, en los próximos dos años, inicie
un nuevo ciclo político claramente definido por su confrontación con el modelo
neoliberal. La victoria de Boric, que ha sido indiscutible, con más de
un millón de votos de diferencia y con el mayor número de sufragios que jamás
haya obtenido un presidente en este país, ha sido acogida con júbilo por la izquierda
y los sectores progresistas europeos. En nuestro país, el alineamiento de algunas
figuras relevantes como el premio Nobel Vargas Llosa, junto con el
Partido Popular y Vox en torno al candidato derrotado Katz denota la
escasa sensibilidad democrática que tienen quienes olvidan o justifican el
criminal golpe de estado del 11 de septiembre de 1973 y la terrible represión
que le sucedió, ensalzando un sistema de iniquidad y de desigualdad construida
sobre el sufrimiento y la pobreza de la mayoría de la población trabajadora y
la eliminación de las libertades políticas y sociales.
Lo que ahora importa es que también
en Europa somos / son muchos quienes seguimos / siguen teniendo a Chile en el
corazón. En efecto, para algunos que en su día asistimos indignados al golpe
criminal que acabó con la experiencia democrática chilena encabezada por el
presidente Allende, el domingo 19 de diciembre fue una jornada
emocionante en la que, acompañando la canción imborrable de Quilapayún – El pueblo
unido - revivimos conmovidos su legado y su
inolvidable profecía en la que por fin libres se abren a nuestra marcha las
grandes alamedas.
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