martes, 15 de agosto de 2023

LECTURAS DE VERANO (III) JOAQUIN APARICIO LEE A DOMINGUEZ ORTIZ SOBRE EL ANTIGUO RÉGIMEN

 


En esta serie de lecturas veraniegas que van paulatinamente ocupando las entradas del blog, también los amigos cooperan a dar a conocer los libros que frecuentan en vacaciones. En esta ocasión, es Joaquín Aparicio, desde su refugio estival a los pies de Gredos, quien alimenta la serie con la aproximación a un texto clásico de historia de España, el volumen de Domínguez Ortíz sobre el antiguo régimen y la dinastía de los Austrias. Buena lectura a toda la gentil audiencia que sigue visitando las páginas web de este blog en esta estación del año tan poco propensa a trajinar en la  world wide web.

 El verano, con la laxitud que induce el calor, es buen tiempo para la lectura calmada de obras que fuimos dejando para mejor ocasión sin el acoso de las obligaciones laborales o de otro tipo. Buen tiempo para la vuelta a los “clásicos” y, aunque no se sepa bien qué sea un “clásico”, yo me quedo con lo que nos dijera Italo Calvino: una obra que siempre te aporta algo nuevo, que no envejece. Calvino también señalaba que mucha gente no dice que está leyendo a un clásico, sino que lo está “releyendo”, como si hubiera vergüenza en reconocer que hay vacíos en las lecturas que una persona culta no debería tener, pero, el mismo Calvino nos pregunta algo así cómo quién ha leído todo Platón, Aristóteles, Tucídides, Spinoza, Kant, Hegel, Marx, Dante, Cervantes, Moliere, Leopardi etc…Pues eso, leamos a los clásicos, aunque sea por primera vez. Mi clásico para estos días ha sido la obra de D. Antonio Domínguez Ortiz El Antiguo Régimen: Los Reyes Católicos y Los Austrias, el tercer volumen de la Historia de España de Alfaguara que publicara Alianza Editorial en los años 70. La que he leído estos días es la reedición de 1980, de la que solo algunas breves partes había hojeado hace tiempo y apenas recordaba. Bien se sabe que desde 1980 la historiografía de ese periodo tiene que haber avanzado y el mismo Domínguez Ortiz, fallecido en 2003, en la obra que aquí se comenta alude a la necesidad de nuevas investigaciones para conocer mejor determinados temas, pero eso no quita que, viniendo de las manos del gran experto que era sobre ese periodo, siga siendo una obra enriquecedora para quién se asome a ella y su lectura un pequeño homenaje al maestro.

 Domínguez Ortiz nos dice que si siempre es problemático situar el momento en que se pasa de un periodo histórico a otro no lo es en España el paso de la Edad Media a la Moderna que se produce sin duda con el reinado de los Reyes Católicos. El franquismo alentó mitos sobre el reinado de Isabel y Fernando que en esta obra se desmoronan. No hubo unidad de España, puesto que los reinos de Castilla y Aragón siguieron con sus respectivas instituciones y leyes propias, incluso había fronteras entre ambos. Tampoco es cierto que los Reyes Católicos se apoyaran en el pueblo frente a la nobleza. No hubo ruptura con el orden precedente de los tiempos de Enrique IV de Castilla y Juan II de Aragón, aunque, como otros monarcas posteriores (Felipe II, Luis XIV o Federico II), impusieron la superioridad del trono convirtiendo a los nobles en colaboradores. Ambos esposos participaban en la toma de decisiones en los dos reinos, aunque Isabel estuvo más interesada en la política interior de Castilla mientras Fernando tenía una fuerte inclinación hacia la política exterior, especialmente hacia Italia, lo que llevaba al enfrentamiento con Francia, y aquí la aportación de Castilla era fundamental. Aún con la dificultad de un cálculo seguro se estima que la población de Castilla era de unos 5.000.000 de habitantes, mientras que la de los distintos reinos de la corona de Aragón rondaba los 850.000, demasiado poco para enfrentarse a una Francia muy poblada, pero con Castilla ya era otra cosa.  

 Es un periodo en el que se estabiliza la moneda, se desarrolló un activo comercio de lana y otras mercaderías entre ciudades castellanas con Flandes y las hanseáticas. En Burgos y Medina del Campo prosperaron importantes comerciantes y financieros. La Castilla de finales del siglo XV era de gran vitalidad en la que trabajaron importantes artistas del norte de Europa. El “descubrimiento” de América dio lugar al inicio de la expansión atlántica de Castilla mientras continuaba la aragonesa en el Mediterráneo. Pero no todo fueron aciertos. La expulsión de los judíos causó importantes daños y el apoyo a la poderosa organización ganadera de La Mesta debilitó el desarrollo de la agricultura en regiones como Extremadura y Castilla la Nueva que en las crisis posteriores habría mitigado penosas situaciones de hambre. Las leyes de indias de Isabel prohibían la esclavitud de los habitantes del Nuevo Mundo, que en teoría eran libres, pero la instauración de la encomienda y la mita en la práctica imponía el trabajo forzoso en condiciones penosas. La mortandad en aquellos territorios fue espantosa, no tanto por la violencia directa como, sobre todo, por la falta de inmunidad de los habitantes locales frente a las enfermedades desconocidas para ellos que trasladaron los nuevos pobladores, esto fue tan dramático que la población originaria en muchas islas del Caribe prácticamente desapareció, y esto, para los colonos y la Corona era un problema porque sin mano de obra no era posible la explotación de las nuevas tierras. Fue fundamental la conquista de los imperios de las altas tierras en México y Perú que se produjo en los primeros años del reinado de Carlos I.

 Que las coronas de Castilla y Aragón cayesen sobre las sienes del primero de los Habsburgo tuvo mucho que ver con el azar de varias muertes, la primera la del hijo de su abuelo Fernando el Católico y la joven francesa Germana de Foix con la contrajo matrimonio tras enviudar. Antes se habían producido la su padre Felipe I el Hermoso, la de su tío, el príncipe Juan (que yace en un espléndido sepulcro en el monasterio de Santo Tomás de Ávila) y la del hijo póstumo de éste habido con Margarita de Habsburgo, a lo que hay que sumar la enfermedad mental de su madre, la reina Juana I de Castilla. A su llegada a España en 1517 Carlos, nacido en Gante, fue visto por los castellanos como un rey extranjero que no hablaba castellano y estaba rodeado de flamencos que ocuparon importantes cargos. Luego es cierto que se “españolizó” pero tanto él como todos los Austrias tenían ante todo presente los intereses de la familia Habsburgo y los dominios que habían heredado. Eso hizo que su política girase de forma primordial sobre los conflictos europeos, en especial el conflicto gangrenoso en los Países Bajos. La Hacienda castellana tuvo que soportar los enormes gastos militares y las remesas las flotas provenientes de América acaban en manos de banqueros genoveses o flamencos. La política económica de los Austrias fue desastrosa para Castilla, que si en el siglo XVI todavía tenía un importante empuje económico (población de todos los reinos en 1600 había crecido algo a pesar de varias terribles epidemias, las muertes en las guerras y quienes pasaron a América, que parece no fueron más de 200.000), acabó exhausta a finales del XVII. Vista esta evolución de los dos siglos uno puede preguntarse si los comuneros alzados en armas contra Carlos en 1521 no tenían algo o mucho de razón. Pero lo que no cabe duda es que en el siglo XVI la monarquía de Carlos V (ya emperador gracias a los dineros otorgados por las Cortes Castellanas y los préstamos de banqueros como los Fugger que sirvieron para comprar las voluntades de decisivos electores) y de Felipe II se convirtió en un imperio universal. Es sorprendente la rapidez con la que se conquistaron enormes territorios en América.

 La sociedad del Antiguo Régimen era estamental en la que los nobles e hidalgos (una capa pequeña de la población) no pagaban impuestos (tampoco los clérigos) que recaían sobre el pueblo llano o pecheros. Las acuciantes necesidades financieras de la monarquía obligaron a sortear con diversos artificios esta situación para hacer pagar, sobre todo a la Iglesia, pero cuidando mucho las apariencias. Unas necesidades que nunca se colmaban,    tanto que en tiempos de Felipe II, a pesar de las devaluaciones y enorme aumento de la presión fiscal no se pudo evitar la quiebra de importantes banqueros en 1575 que se extendió por toda Europa, ni la suspensión de pagos de 1596. “El peso del Imperio resultaba excesivo. Al morir Felipe II en 1598 los ingresos totales de la Hacienda se calculaban en 10 millones escasos de ducados y la deuda del Estado en 68 millones”. Tan alta presión fiscal impidió que su heredero, Felipe III, la siguiese aumentando, lo que no ocurrió con Felipe IV, pero a cambio fueron años de una corrupción rampante auspiciada en su provecho y el de sus allegados por el valido Duque de Lerma cuyo desprestigio fue tal que cuando fue cesado casi pierde la vida. La expulsión de los moriscos llevada a cabo entre 1609 y 1613 fue otro desastre, en especial en el reino de Valencia.

 Aparentemente era una sociedad de gran rigidez en la que no había movilidad social ascendente, pero Domínguez Ortiz lo matiza al indicarnos que en la “practica, el favor, la habilidad y sobre todo, la riqueza, habrían un camino hacia arriba”, pero era un camino mucho más cegado para los cristianos nuevos, tanto moriscos como judeoconversos. La limpieza de sangre lo impregnaba todo y sobre ella gravitaba la vigilancia de la Inquisición, aunque a veces había excepciones señaladas en las que personas muy principales, como el Conde Duque de Olivares, no se molestaban mucho en ocultar algunos ancestros judaicos.

 Los gremios, de origen medieval, florecieron en la mayoría de las ciudades importantes en los siglos XVI y XVII porque dieron un sentimiento de dignidad a los trabajadores en una época en la que las artes mecánicas eran desconsideradas y a los municipios les facilitaba una inspección del trabajo y el control de calidad y precios, pero con las crisis del siglo XVII los maestros hicieron lo posible para evitar nuevas maestrías a los oficiales y reservarlas para sus hijos o yernos lo que acabó llevando al desprestigio.

 El XVII es un siglo de crisis en toda Europa que cae en un estancamiento con solas pequeñas excepciones en Polonia, Inglaterra y Holanda. A los factores políticos, como la guerra de los treinta años, se sumaron el estallido de epidemias mortíferas que llevaron a que la población europea en 1700 apenas varió en relación a la de 1600. Las epidemias estaban precedidas de hambrunas por lo que la mortandad afectaba más a los pobres. Es un siglo en que produce el declive de la hegemonía española, pero en el que florecen las artes y las letras, es el siglo de Velázquez y Murillo, Cervantes, Calderón de la Barca, Lope de Vega. El intento del Conde Duque de repartir la carga del Imperio entre todos los reinos aliviando algo a Castilla, la llamada Unión de Armas, fracasó. El reinado de Carlos II acabó con una Castilla exhausta como ya se ha dicho.  

 En la segunda mitad del XVII tuvo lugar un proceso latifundista en América, sobre todo en México, en el que los patronos prefirieron renunciar al trabajo forzoso de la mita en las minas y la encomienda por el “libre” de los peones pagados con dinero o pequeños trozos de tierras, pero “casi siempre estaban tan desvalidos y tan agobiados por las deudas, que en la práctica no podían ni querían abandonar la hacienda en la que se encerraba todo su horizonte vital; pero en un caso extremo lo hacía”.  Vemos claro que, como ya dijeran otros grandes historiadores, la Historia no es un camino ininterrumpido hacia el progreso social, hay avances y retrocesos.


1 comentario:

JC Capurro dijo...

Juan Carlos Capurro
Los muy versátiles de Castilla- La Mancha!