(Diego Rivera, "El hombre, controlador del universo". Detalle)
Desde 1996, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) ha
ido celebrando reuniones y debates en los que la idea de poner en pie la noción
del Estado de bienestar – como variante del Estado Social – en la región
americana era el objetivo fundamental, en un momento en el que la financiarización
de la economía y el comercio planetario impulsaba soluciones políticas
contrarias. El grupo de discusión en este año surge sobre la base de “reencontrarnos
con el paradigma perdido avanzando por un nuevo camino después del
neoliberalismo”. No es necesario comentar el interés indudable que revisten
estos encuentros. El de este año se ha celebrado en Sao Paulo, y Tarso Genro
ha participado en el mismo y ha elaborado en exclusiva para el blog, las
reflexiones que a continuación se recogen en esta interesante entrada.
Zimmerwald
en São Paulo: ¿hacia dónde va la socialdemocracia?
Tarso
Genro
Entre los
días 11 y 13 de agosto, São Paulo acogió una nueva reunión del Programa Reconstruyendo
el Estado de Bienestar en las Américas, lanzado por el PNUD/ONU en 1996 y
hoy coordinado por Jorge Castañeda, Gaspard Estrada y Carlos Ominami. En
aquel momento, bajo el liderazgo de Roberto Mangabeira Unger, sus
primeros miembros se reunieron "impulsados por una intuición común":
buscar salidas para la afirmación democrática del Continente Latino. Su
continuidad hoy, con la presencia de nuevos líderes democráticos de la joven
izquierda recién surgida, ha ido adquiriendo más amplitud y, al mismo tiempo,
más precisión de propósitos en las nuevas reuniones. El Programa comenzó
convocando al debate a líderes democráticos de izquierda, centroizquierda e
incluso centroderecha de América Latina, que tuvieran capacidad de influir en
el destino de las políticas de transición de las dictaduras de los años 70 en
sus respectivos países, para asentar a sus respectivas naciones en la
estructura liberal-democrática que se estaba recomponiendo, luego destruida por
los golpes militares que asolaron gran parte de América Central y del Sur.
Como
participante del primer encuentro en Chile, seguí varias ediciones del
Programa, con Lula, José Dirceu, Marco Aurélio Garcia, Brizola, junto a
eminentes economistas como Dante Caputo, cuadros "partidarios"
del campo democrático como Ricardo Lagos, Michelle Bachelet, Vicente Fox,
López Obrador, Fernando de La Rua y tantas otras personalidades que tomaron
caminos diferentes en sus opciones y definiciones políticas.
Agotada
la cosecha de presidentes elegidos durante la restauración democrática, los
debates se orientaron hacia la búsqueda de soluciones consensuadas a una
situación económica sombría, internamente en América Latina y externamente en
los centros del sistema mundial. Estaba en marcha un reordenamiento estructural
que modificaba los patrones de acumulación,
reestructurando profundamente las formas de provisión de trabajo y
servicios en todos los sectores de la economía, con el fuerte impacto de las
nuevas tecnologías en la vida ordinaria de millones de personas.
La
división que se produjo en el seno del
proyecto fue natural, ya que comenzaron a aparecer "seductoras"
alternativas neoliberales tras la expiración de los regímenes militares, que no
sólo prometían una transición "protegida" por el capital financiero,
sino también para los Estados que se portaran bien para saldar sus compromisos
con las respectivas deudas públicas que habían adquirido durante las
dictaduras. La hegemonía de los pactos de dominación en ascenso, en torno al
"único camino a seguir", que parecía reforzarse dogmáticamente en las
"clases altas", absorbió a buena parte de la derecha democrática que
participaba en los debates, ya que la izquierda tenía inmensas dificultades
para aportar nuevas alternativas: el espíritu del Consenso de Washington se
impuso en algunos de los primeros debatientes, a través de la ilusión
neoliberal.
En
algunos países se repitieron tímidos gobiernos reformistas en el campo de la
izquierda más "realista", debido a la falta de mayorías estables para
gobernar y a la incomprensión de que, a partir de entonces, las reformas serían
distintas de las del siglo pasado, para hacer frente al atraso y al
subdesarrollo. El reformismo democrático de centro-izquierda que ha gobernado
varios países, aunque ha conseguido pocos resultados sociales – significativos,
por cierto, comparados con los gobiernos "liberales" anteriores –, ha
dejado importantes muestras de aprecio por la democracia y un mínimo respeto
por las instituciones de la República. Ahora es el momento de establecer una
conexión de principios entre las nuevas izquierdas que se han organizado en los
últimos 15 años, principalmente para que podamos fusionar las viejas y
decisivas reivindicaciones sociales con las nuevas reivindicaciones culturales,
de nuevas formas de vida, de lucha sin cuartel contra el racismo y todas las
formas de discriminación, reproducidas sin cesar por el conservadurismo
reaccionario de tradición esclavista. Se trata de una necesidad histórica de
una nueva y fuerte unidad popular y democrática, que ya está en marcha para
este siglo.
Varios de
los participantes en aquellas reuniones llegaron a ser presidentes, por
distintas vías políticas – en el ámbito de la democracia liberal – o se
convirtieron en ministros, presidentes de partidos y funcionarios del Estado,
en diversos puestos de responsabilidad estatal. Sin embargo, desde entonces – hoy
en día – las cuestiones se han vuelto aún más complejas, ofreciéndonos otras
realidades que desentrañar, como el nuevo sistema de alianzas para gobernar,
compatible con la formación de mayorías políticas, por un lado, y – por otro –
la aparición por sorpresa de una "nueva izquierda", joven, generosa y
brillante – aunque fragmentada por sus mal resueltas cuestiones identitarias,
que aparece a la vez desconectada de las experiencias revolucionarias o
reformista-democráticas en América, y sin una base popular con capacidad de
resistencia similar a la de antaño.
El
profesor Vicente Navarro, uno de los grandes estudiosos de la
trayectoria socialdemócrata y de la evolución de las disputas sobre el Estado
del bienestar, ha demostrado a lo largo de su trayectoria intelectual que las
alternativas en Estados Unidos durante la era Reagan – por ejemplo – no eran una disputa entre "keynesianismo
social" y "estrategias neoliberales", sino una disputa entre
"keynesianismo militar" y "keynesianismo social" (base
histórica de la concepción socialdemócrata del siglo pasado), ambas políticas
basadas en la intervención del Estado en la economía. Pero las políticas de Reagan
"fueron más lejos que el keynesianismo clásico", porque sus políticas
de guerra de gendarmería global reforzaron fuertemente la intervención estatal,
especialmente en la industria militar, procediendo a una fuerte intervención
estatal en la economía, alejándose de un gobierno liberal en el sentido clásico
para convertirse en un gobierno "intervencionista", modernizando (por
la derecha) el keynesianismo y aumentando las tensiones de las guerras
imperiales.
Geoff
Eley en su clásico "Forging Democracy" muestra que
antes de 1914 la base militante de la socialdemocracia en Europa tenía
aproximadamente dos millones de militantes, y sólo en Alemania contaba con un
millón de adherentes, predominantemente entre los pobres, los desempleados, los
trabajadores, los estudiantes y la intelectualidad. Con el inicio de la
desaparición de la Segunda Internacional, que comenzó en la Conferencia de
Zimmerwald en septiembre de 1915 – debido a diferencias de principio sobre la
actitud de la socialdemocracia ante la guerra mundial interimperialista –, la
victoria de la Revolución en Rusia en 1917 y la transformación del Partido
Obrero Socialdemócrata Ruso en el Partido Comunista, la socialdemocracia y los
movimientos comunistas iniciaron sus caminos separados en la historia.
En los
tiempos actuales – marcados por los éxitos y derrotas relativas de ambas
experiencias- emerge un nuevo desafío civilizatorio: en un momento en que tanto
la democracia como una revolución están bloqueadas, con la pérdida de la fuerza
moral y política de la socialdemocracia ante el avance neoliberal y el desastre
del experimento burocrático soviético, junto con la emergencia de nuevos polos
de poder geopolítico en el mundo y el avance del fascismo.
¿Cómo
fusionar el Estado de bienestar con las libertades políticas, la seguridad
continental con la soberanía popular, la República con las libertades políticas
irrevocables, en un amplio movimiento centrado en el deseo de bienestar, de paz
y de regeneración de la política como instrumento de lucha por la igualdad y la
dignidad humana? La respuesta son los "deberes" que este Proyecto
PNUD- ONU está haciendo en asociación con otros centros de apoyo públicos y privados
de todo el mundo, que no disocian la democracia del progreso social y que nunca
aceptarán el fascismo y la guerra como solución a los problemas de la
humanidad.
Utópico,
dirán algunos. Pues bien, podemos responder: "ni más ni menos que la
búsqueda de un paraíso comunista o de una socialdemocracia perfecta, que
pretendía inaugurar una era de paz y de solidaridad humana, basada
principalmente en el "sentido común" negociador de las élites
políticas de las clases privilegiadas.
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