Las turbulencias de la resistencia social en Europa expresada principalmente a partir del sujeto sindical y la posición de éste en un terreno político de defensa de la democracia y de los derechos políticos, civiles y sociales que la caracterizan, ha dado lugar a un debate desde ambas orillas del océano en el que han participado como protagonistas López Bulla y Guillermo Gianibelli, de la que hay oportunas referencias en esta bitácora, en los siguientes enlaces, dilemas de la accion política y democrática (I), y dilemas de la acción política (II).. Ahora la conversación continua con una nueva intervención de Gianibelli que anticipamos en exclusiva a su recepción en el blog hermano Metiendo Bulla.
La intervención de GG tiene forma epistolar, como es costumbre en estos intercambios.
Querido Antonio,
El intercambio transatlántico no debiera interrumpirse
y menos ahora que ha terciado el siempre admirado López Bulla. Si bien el
espacio público por excelencia de la cultura hispánica también heredada en estas
tierras, la taberna, no nos ha encontrado acodados a un mostrador como sí
suficientes testimonios dan cuenta que ha ocurrido con otros amigos como
Joaquín Aparicio, a quién mencionas, y Paco Trillo quien también ha aportado a
la discusión, con su característica fuerza de acción e inteligencia de
pensamiento, este nuevo espacio virtual sí es testigo de recurrentes lecturas
al blog parapandense, progenitor de otros de esa blogosfera.
El estilo, inconfundible y certero de LB, y su
indetenible actividad son conocidos y admirados desde hace tiempo. Recuerdo,
por caso, aquel diálogo traspuesto a RDS sobre la representación en el
lugar de trabajo, liberado de preconceptos y abierto a leer la realidad con
ojos que proyectan escenarios con actores que se deben adaptar a otro libreto.
Algo así es lo que nos tiene ahora enredados. En el
territorio de la crisis cómo escudriñar, y sobre todo incidir, en el porvenir.
Y para ello, cómo no hacerlo, interrogarnos sobre el lugar del sindicato y su
posible rol de “sujeto vanguardia”.
Antes que nada dar las señas de identidad, al menos
geográficas, desde el lugar en que se reflexiona. Y ese tiene que ver con la
experiencia ya registrada, de una crisis de entidad parecida, que eclosionó en
el 2001, y de la que Argentina y también en general Latinoamérica está saliendo
y recorriendo otros caminos de cierta alternatividad.
Sobre ese contexto es que se aventuran aquellas
reflexiones que pueden o no servir para Europa. De cara a ello quizás pueda ser
útil incorporar un debate que hoy campea sobre estos parajes. Una pareja de
intelectuales viene sirviendo de cierto soporte al gobierno de CFK al menos en
la relativización de gestos que se han denunciado como autoritarios y que,
especialmente para uno de ellos, Ernesto Laclau, se inscriben en un proceso de
contra-hegemonía a partir de la consolidación de los populismos, a los
que justifica, que han reorientado la política en Latinoamérica. Su compañera,
Chantall Mouffe (ver entrevista en Página/12 del 21/10/12), lo sitúa en una suerte
de relectura del sentido de la democracia. Y apunta, lo mismo que José Luis, a
una obsolescencia del término en cuanto a su vigencia en Europa. Para ello
acude a una diferenciación entre las democracias europeas y las actuales
experiencias democráticas en Latinoamérica. Utiliza una teorización de la
democracia de cuño europeo en la que se han articulado dos tradiciones
distintas: la del liberalismo y la democracia. Esta idea, señala, que es propia
de esa conformación histórica, y por tanto contingente, no puede ser la única
posible de proyectar para validar un sistema como democrático. Sin embargo la
misma ha caducado puesto que el componente liberal – neoliberal – ha sofocado
al componente democrático, al que identifica con la igualdad y la soberanía popular.
Y agrega: “… contra los teóricos que consideran que el principio democrático y
el liberal van necesariamente juntos, yo defiendo la tesis de que hay una lucha
entre esas dos tendencias. En la historia europea hubo momentos en que
predominó el elemento democrático y en otros dominó el elemento
liberal, como ocurre hoy”. En Latinoamérica, en cambio, el elemento liberal es
el que se está poniendo en cuestión y, a la vez, revalorizándose el
democrático, concluye.
Si bien, como algunos también advierten, ello puede
llevar a resentir algunos principios de tinte republicano (por caso tanto
Laclau como Mouffe son partidarios de la reelección indefinida de los
gobernantes y con ello eliminando el límite de la alternancia) la lectura de
una “tensión” entre ambos principios abre un campo de experimentación política
que justamente consiste en la afirmación del democrático que se expresa en las
dos vertientes: la igualdad y la soberanía popular.
Allí entonces debería discurrir la acción del sujeto
sindical que, por lo que puedo apreciar, se está conformando más allá de su
propias estructuras confederales, y comenzando a representar al conjunto de la
clase desposeída (la convocatoria del 14 N, creo, va en esa dirección
sobre todo cuando interpela al ciudadano en su condición de consumidor lo que
tiene cierta lógica puesto que si la mercantilización de la sociedad llegó a
todos sus intersticios, paradojalmente la expulsión del mercado debiera ser una
de los reclamos fundantes).
Pero volvamos a los principios del eje democrático en
que se asentaba la democracia europea. Y es aquí que si la igualdad es uno de
sus componentes la salida del mercado como único espacio de asignación de
recursos, a lo que lleva el “mercado único”, como parecían anticipar los
designios de la unión europea, es indispensable.
Por su parte, el componente de la soberanía popular,
en una versión democrática que escape a los confines de la democracia
representativa, es la vía para afirmar la igualdad.
Para no hacerlo más largo, por ahora, algunos ejemplos
vernáculos:
La contestación a la crisis se hizo, durante casi una
década, ejercitando las más variadas formas de democracia directa:
movilizaciones, marchas, cortes de ruta, ocupaciones, organización de consultas
populares por fuera del sistema electoral, constitución de un sujeto sindical –
la CTA – que se integró con trabajadores activos, formales e informales,
desocupados, jubilados, cuentapropistas, y por tanto se constituyó como sujeto
representativo de “todos”, captando el “itinerario de la vulnerabilidad”, como
denominara Robert Castel. Pero también con planteos judiciales de exigibilidad de
derechos: a una prestación social, a la salud (ante la claudicación del sistema
atado a la existencia de un contrato de trabajo formal), a las prestaciones
ante accidentes de trabajo (frente a una ley que mercantilizó el sistema de
protección), etc.,; y a la vez de resistencia frente a la criminalización de la
protesta.
Y en cada una de esas acciones, en búsqueda del
principio genérico de igualdad, se ejercían formas de acción democrática
efectivas y por fuera del sistema establecido de democracia formal. Ese derecho
a la protesta, como “el primer derecho”, como teorizó Gargarella, es decir el
derecho a exigir la recuperación de los demás derechos y, en especial, a la
igualdad pregonada en los textos constitucionales.
En fin, estimado José Luis, quizás son algunas líneas,
escasas por cierto, para ir pensando el lugar del sujeto que puja por desalojar
una democracia falsa. Aunque no lo creas, como tampoco nosotros cuando
llevábamos adelante cada una de aquellas expresiones de lucha, la conciencia
social que ello va derramando es creciente y prepara para el después.
Y nosotros también seguiremos entonces pensando por
este medio y esperando un encuentro próximo en alguna taberna que nos sugiera
nuestro amigo Antonio.
Un abrazo y hasta ahora y luego.
Guillermo.
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