Se ha celebrado en Florencia los días 25 y 26 de octubre un
congreso internacional organizado por la CGIL Toscana, el IRES y la Fundación
Ebert, que llevaba por título “Por la Europa del trabajo y del crecimiento”. En
él se abordaban dos aspectos relacionados. En el primero, “el estado de la
Unión”, se examinaba la iniciativa sindical frente a la crisis. El segundo,
sobre la “Europa del mañana” se reservaba a las fuerzas políticas de la
socialdemocracia italiana, alemana y española, con la presencia estelar de Jacques Delors y de Susana Camusso. Unai Sordo ha hecho en su blog una crónica muy detallada de estas
jornadas con el título bien expresivo “Encuentro Florencia. El 14-N suma y
sigue”, En el muro de Unai Sordo, al que remitimos expresamente.
La primera sesión dedicada a las iniciativas sindicales en
Europa frente a las políticas adoptadas contra la crisis constaba de una
participación de especialistas, uno desde el campo de la economía, Klaus Busch, de la Universidad de
Osnabrück en Alemania, y otra desde el del derecho, Silvana Sciarra, de la Universidad de Florencia. Tras de estas
intervenciones, se han sucedido las contribuciones de importantes dirigentes
sindicales de distintos ordenamientos nacionales, en concreto el francés,
griego, español, alemán e italiano. Por España intervenía Ignacio Fernández Toxo, también en su condición de presidente de la
CES.
El diagnóstico general hecho por los participantes hablaba
de la creciente desilusión en un proyecto europeo que se presentaba negando su
modelo social, desmantelando el estado social y debilitando a los sindicatos,
con recetas económicas completamente equivocadas y con grave afectación de los
derechos democráticos. Michael Sommer,
presidente del DGB alemán mencionó expresamente el pacto de equilibrio presupuestario
– adoptado fuera de los procedimientos legales previstas en el ordenamiento
comunitario - como una “clara contribución a la cancelación de la democracia en
Europa”. La expropiación del derecho de los ciudadanos de cada país a decidir
sobre la dirección política que se quiere dar a la política económica y social
del mismo no puede consistir en la regla de gobierno de la Unión Europea. El
vaciamiento de la democracia es uno de los problemas añadidos a la situación
que está creando la crisis y las políticas de austeridad.
Por eso la necesidad de consolidar la alianza de los sindicatos
europeos y la convocatoria de una jornada de acciones colectivas para el 14 de
noviembre. Como recordó Toxo,
después de cuatro años de crisis, es la primera vez que se convoca una jornada
de acciones colectivas por la CES. Las anteriores euromanifestaciones contra la
austeridad, que se celebraron en Hungría o en Polonia, no fueron sino
litúrgicas concentraciones de pocos dirigentes sindicales sin ningún relieve
público ni eficacia alguna. La convocatoria de una jornada en la que coinciden
en huelga general los trabajadores de Portugal, España, Grecia, Chipre y Malta,
y que va a ser recibida con manifestaciones, asambleas y huelgas de menor
duración en muchos otros países europeos, es un paso adelante muy importante.
Ciertamente que ésta va contra la corriente hasta ahora imperante en la CES de
no adoptar una posición activa - y
propia – en impulsar el conflicto en el nivel supranacional, limitándose a
avalar las huelgas y las medidas de presión que realizaran los sindicatos
nacionales, pero ya en el Congreso de Atenas se anticipaba este cambio muy
importante en las prácticas del sindicato europeo precisamente en materia de
huelga.
La convocatoria se tiene que enfrentar con problemas
derivados de una tendencia muy extendida en algunos espacios jurídicos
nacionales a la reducción de la huelga a una medida de presión encerrada en la
empresa y en el contrato colectivo. Frente a ello, como señaló Sciarra, el recurso a la legalidad internacional
y supranacional – la OIT y el TEDH – es la salida que se auspicia para bloquear
estas tendencias restrictivas sobre el conflicto, porque tanto la
jurisprudencia del Comité de Libertad Sindical como la del Tribunal de
Estrasburgo manifiestan una noción de huelga resistente a los intentos
restrictivos de los diferentes sistemas nacionales y en concreto a la oposición
a las huelgas de motivación socio-económicas. No obstante, la agresividad
frente al conflicto como medida de presión colectiva es cada vez más intensa,
como lo demuestra el veto pronunciado por los empresarios en la conferencia de
la OIT.
Pero los problemas más importantes no se residencian en el
plano de la regulación normativa, sino
en el de la práctica sindical de los respectivos sindicatos nacionales, presos
en la jaula de hierro de su “hábitat” estatal-nacional. Este es el gran
problema al que se enfrenta la CES, con un sindicalismo acostumbrado a
reaccionar únicamente ante los estímulos nacionales y, cuestión adicional no
menos importante, en el marco de una relación convencional o contractual
relativa a un interés profesional concreto. Además, y como otro factor de
desestabilización de una actuación coordinada de los sindicatos europeos, la
presencia en el gobierno de partidos políticos socialdemócratas – en especial
el caso de Hollande en Francia –
hace que la huelga o acciones colectivas se pueda leer como una desautorización
de aquél en su dimensión europea. Aunque esta renuencia se presente a veces como
una autolimitación del sindicato que, como afirmó el representante de la CFDT
francesa Marcel Grignard, está
habituado a convocar huelga sólo para reivindicar salarios o mejores
condiciones de trabajo. Las peculiares querellas derivadas de la pluralidad
sindical funcionan también en un sentido negativo, puesto que hay sindicatos –
como señalaba Fausto Durante,
responsable nacional de CGIL Europa – que votan una cosa en Bruselas y luego
son renuentes a ponerlo en práctica en su país. En el otro lado del espectro
político y sindical, algunos sujetos y movimientos, como los que apoyaban el Non Monti Day en Italia, rechazan la
acción del 14 de noviembre por tratarse de una iniciativa que se sostiene sobre
la necesidad de un gobierno económico de Europa en vez de enfrentarse
decididamente a esta idea.
Sin embargo, pese a todas estas reticencias, en la reunión
de Florencia se produjo un “suma y sigue” como señala Unai Sordo, y no sólo se trabajó en el escenario, sino también
fuera del palacio de congresos. La presencia del Presidente de la DGB y de los
dos secretarios generales de la CGIL y de CCOO – y presidente de la CES –
sirvió para trabajar en la respuesta que en Alemania y en Italia se iba a dar a
la jornada del 14 de noviembre. La necesidad de trabajar con otros movimientos
sociales, como sugiere el ejemplo español, generando un polo social que
presione para reformular un nuevo pacto social y una refundación democrática y
participativa de Europa, fue muy bien valorada como ejemplo. En Italia, la CGIL
ha lanzado la propuesta unitaria a las otras dos centrales de realizar tres
manifestaciones, cada una de ellas presidida por los secretarios generales de
los tres sindicatos, y una huelga general de dos horas de duración, con
asambleas y concentraciones. En Alemania, el presidente de la DGB manifestó en
público su compromiso con la convocatoria del 14-N en aquel país. Aunque
pensaba que los trabajadores alemanes son difícilmente movilizables en
solidaridad con los de los países periféricos, confiados como están en el
blindaje de su economía frente a la crisis, defendió la necesidad de impulsar
estrategias compartidas del sindicalismo europeo. No será – dijo – una jornada
de acción memorable, pero les garantizo que sí será una jornada importante de
movilización de los trabajadores alemanes. El efecto dinamizador de la
participación del sindicalismo italiano y alemán en la jornada, aunque con
diferente intensidad, permitirá sin duda una dinámica de agregación en otros
sindicatos / sindicalismos europeos.
La necesidad de una acción sindical conjunta y el desarrollo
de estrategias cada vez más convergentes entre los distintos sindicatos
nacionales se percibe no solamente como un objetivo, sino como un elemento
central de la posición que el sindicalismo europeo tiene que ir asumiendo como
condición de presencia y de influencia en ese espacio supranacional. Se concibe
además como la posibilidad de que este sujeto sindical europeo obtenga una
posición relevante, gane hegemonía cultural y obligue a otros sujetos –
fundamentalmente políticos – a caminar en este mismo sentido de construir una
Europa política y democrática, rechazando así la acentuación autoritaria de los
procesos económicos en curso.
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