domingo, 28 de octubre de 2012

HACIA UNA ACCIÓN SINDICAL EUROPEA





Se ha celebrado en Florencia los días 25 y 26 de octubre un congreso internacional organizado por la CGIL Toscana, el IRES y la Fundación Ebert, que llevaba por título “Por la Europa del trabajo y del crecimiento”. En él se abordaban dos aspectos relacionados. En el primero, “el estado de la Unión”, se examinaba la iniciativa sindical frente a la crisis. El segundo, sobre la “Europa del mañana” se reservaba a las fuerzas políticas de la socialdemocracia italiana, alemana y española, con la presencia estelar de Jacques Delors y de Susana Camusso. Unai Sordo ha hecho en su blog una crónica muy detallada de estas jornadas con el título bien expresivo “Encuentro Florencia. El 14-N suma y sigue”, En el muro de Unai Sordo, al que remitimos expresamente.



La primera sesión dedicada a las iniciativas sindicales en Europa frente a las políticas adoptadas contra la crisis constaba de una participación de especialistas, uno desde el campo de la economía, Klaus Busch, de la Universidad de Osnabrück en Alemania, y otra desde el del derecho, Silvana Sciarra, de la Universidad de Florencia. Tras de estas intervenciones, se han sucedido las contribuciones de importantes dirigentes sindicales de distintos ordenamientos nacionales, en concreto el francés, griego, español, alemán e italiano. Por España intervenía Ignacio Fernández Toxo, también en su condición de presidente de la CES. 

El diagnóstico general hecho por los participantes hablaba de la creciente desilusión en un proyecto europeo que se presentaba negando su modelo social, desmantelando el estado social y debilitando a los sindicatos, con recetas económicas completamente equivocadas y con grave afectación de los derechos democráticos. Michael Sommer, presidente del DGB alemán mencionó expresamente el pacto de equilibrio presupuestario – adoptado fuera de los procedimientos legales previstas en el ordenamiento comunitario - como una “clara contribución a la cancelación de la democracia en Europa”. La expropiación del derecho de los ciudadanos de cada país a decidir sobre la dirección política que se quiere dar a la política económica y social del mismo no puede consistir en la regla de gobierno de la Unión Europea. El vaciamiento de la democracia es uno de los problemas añadidos a la situación que está creando la crisis y las políticas de austeridad.

Por eso la necesidad de consolidar la alianza de los sindicatos europeos y la convocatoria de una jornada de acciones colectivas para el 14 de noviembre. Como recordó Toxo, después de cuatro años de crisis, es la primera vez que se convoca una jornada de acciones colectivas por la CES. Las anteriores euromanifestaciones contra la austeridad, que se celebraron en Hungría o en Polonia, no fueron sino litúrgicas concentraciones de pocos dirigentes sindicales sin ningún relieve público ni eficacia alguna. La convocatoria de una jornada en la que coinciden en huelga general los trabajadores de Portugal, España, Grecia, Chipre y Malta, y que va a ser recibida con manifestaciones, asambleas y huelgas de menor duración en muchos otros países europeos, es un paso adelante muy importante. Ciertamente que ésta va contra la corriente hasta ahora imperante en la CES de no adoptar una posición activa  - y propia – en impulsar el conflicto en el nivel supranacional, limitándose a avalar las huelgas y las medidas de presión que realizaran los sindicatos nacionales, pero ya en el Congreso de Atenas se anticipaba este cambio muy importante en las prácticas del sindicato europeo precisamente en materia de huelga. 

La convocatoria se tiene que enfrentar con problemas derivados de una tendencia muy extendida en algunos espacios jurídicos nacionales a la reducción de la huelga a una medida de presión encerrada en la empresa y en el contrato colectivo. Frente a ello, como señaló Sciarra, el recurso a la legalidad internacional y supranacional – la OIT y el TEDH – es la salida que se auspicia para bloquear estas tendencias restrictivas sobre el conflicto, porque tanto la jurisprudencia del Comité de Libertad Sindical como la del Tribunal de Estrasburgo manifiestan una noción de huelga resistente a los intentos restrictivos de los diferentes sistemas nacionales y en concreto a la oposición a las huelgas de motivación socio-económicas. No obstante, la agresividad frente al conflicto como medida de presión colectiva es cada vez más intensa, como lo demuestra el veto pronunciado por los empresarios en la conferencia de la OIT. 

Pero los problemas más importantes no se residencian en el plano de la regulación  normativa, sino en el de la práctica sindical de los respectivos sindicatos nacionales, presos en la jaula de hierro de su “hábitat” estatal-nacional. Este es el gran problema al que se enfrenta la CES, con un sindicalismo acostumbrado a reaccionar únicamente ante los estímulos nacionales y, cuestión adicional no menos importante, en el marco de una relación convencional o contractual relativa a un interés profesional concreto. Además, y como otro factor de desestabilización de una actuación coordinada de los sindicatos europeos, la presencia en el gobierno de partidos políticos socialdemócratas – en especial el caso de Hollande en Francia – hace que la huelga o acciones colectivas se pueda leer como una desautorización de aquél en su dimensión europea. Aunque esta renuencia se presente a veces como una autolimitación del sindicato que, como afirmó el representante de la CFDT francesa Marcel Grignard, está habituado a convocar huelga sólo para reivindicar salarios o mejores condiciones de trabajo. Las peculiares querellas derivadas de la pluralidad sindical funcionan también en un sentido negativo, puesto que hay sindicatos – como señalaba Fausto Durante, responsable nacional de CGIL Europa – que votan una cosa en Bruselas y luego son renuentes a ponerlo en práctica en su país. En el otro lado del espectro político y sindical, algunos sujetos y movimientos, como los que apoyaban el Non Monti Day en Italia, rechazan la acción del 14 de noviembre por tratarse de una iniciativa que se sostiene sobre la necesidad de un gobierno económico de Europa en vez de enfrentarse decididamente a esta idea. 

Sin embargo, pese a todas estas reticencias, en la reunión de Florencia se produjo un “suma y sigue” como señala Unai Sordo, y no sólo se trabajó en el escenario, sino también fuera del palacio de congresos. La presencia del Presidente de la DGB y de los dos secretarios generales de la CGIL y de CCOO – y presidente de la CES – sirvió para trabajar en la respuesta que en Alemania y en Italia se iba a dar a la jornada del 14 de noviembre. La necesidad de trabajar con otros movimientos sociales, como sugiere el ejemplo español, generando un polo social que presione para reformular un nuevo pacto social y una refundación democrática y participativa de Europa, fue muy bien valorada como ejemplo. En Italia, la CGIL ha lanzado la propuesta unitaria a las otras dos centrales de realizar tres manifestaciones, cada una de ellas presidida por los secretarios generales de los tres sindicatos, y una huelga general de dos horas de duración, con asambleas y concentraciones. En Alemania, el presidente de la DGB manifestó en público su compromiso con la convocatoria del 14-N en aquel país. Aunque pensaba que los trabajadores alemanes son difícilmente movilizables en solidaridad con los de los países periféricos, confiados como están en el blindaje de su economía frente a la crisis, defendió la necesidad de impulsar estrategias compartidas del sindicalismo europeo. No será – dijo – una jornada de acción memorable, pero les garantizo que sí será una jornada importante de movilización de los trabajadores alemanes. El efecto dinamizador de la participación del sindicalismo italiano y alemán en la jornada, aunque con diferente intensidad, permitirá sin duda una dinámica de agregación en otros sindicatos / sindicalismos europeos.

La necesidad de una acción sindical conjunta y el desarrollo de estrategias cada vez más convergentes entre los distintos sindicatos nacionales se percibe no solamente como un objetivo, sino como un elemento central de la posición que el sindicalismo europeo tiene que ir asumiendo como condición de presencia y de influencia en ese espacio supranacional. Se concibe además como la posibilidad de que este sujeto sindical europeo obtenga una posición relevante, gane hegemonía cultural y obligue a otros sujetos – fundamentalmente políticos – a caminar en este mismo sentido de construir una Europa política y democrática, rechazando así la acentuación autoritaria de los procesos económicos en curso.




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