El sábado 12 de octubre se ha celebrado en Roma una
impresionante manifestación bajo el título “Constitución: la via maestra”, que
reunió a decenas de miles de personas desde la Plaza del Pueblo a la Plaza de
la República. Se trataba de una convocatoria realizada al margen de los
partidos o de las organizaciones sociales, efectuada por algunas personas con
fuerte reconocimiento intelectual o social en un acto que pretendía reivindicar
la necesidad de defender y desarrollar la democracia en un momento como el
presente que en Italia se intenta poner en marcha una reforma constitucional
votada en las cámaras sin referéndum nacional que la avale y en medio de una
crisis de confianza profunda de la ciudadanía respecto de la casta dirigente de la política.
La convocatoria se inscribe en una tradición política
italiana que aprecia el compromiso político y ciudadano de sus intelectuales o
líderes sociales. En este caso, profesores universitarios – Lorenza Carlasarre
y Stefano Rodotà, éste último a su vez candidato a la Presidencia de la República
en la última elección que culminó con la reelección de Napolitano – Gustavo Zagrelebsky,
profesor también él y ex magistrado del Tribunal constitucional, Don Luigi Ciotti,
sacerdote muy activo socialmente que creó la asociación Libera contra la mafia, Maurizio Landini, secretario general de la
FIOM – CGIL, que ha conducido una lucha feroz contra el grupo FIAT por el
respeto de los derechos sindicales en la empresa. Todos ellos junto con una
serie de adhesiones de este mismo nivel – entre los iuslaboralistas, Umberto
Romagnoli – y con el concurso de otros foros culturales o sociales, como la
revista Micromega o la Asociación de
Partisanos. La convocatoria por tanto no se ha realizado a través de las
figuras clásicas de representación política o social. Y pese a ello ha
conseguido un enorme seguimiento.
En gran medida, por tanto, la manifestación implica una
protesta y una crítica contra la forma en que se está gestando la crisis
institucional, política y económica que sacude a Italia. Por eso mismo el
Partido Democrático no ha participado en la misma, aunque si alguno de los
candidatos de la minoría de este Partido. El Movimiento 5 Estrellas no ha convocado, perdido en un debate interno sobre si conviene derogar - como quiere la mayoría - o no - como afirman Grillo y Casalecchio, los fundadores del movimiento, el delito de clandestinidad para los inmigrantes irregulares, la odiosa ley Bossi - Fini que en la manifestación de Roma ha sido contestada directamente también desde el palco de la misma, con la presencia de la alcaldesa de Lampedusa, Nicolini. Los sindicatos tampoco han secundado
este llamamiento. No lo ha hecho CISL ni UIL, pero resulta llamativo que la
CGIL no haya juzgado oportuno implicarse en este acto. La única federación de
la CGIL que, junto a la FIOM, ha convocado, es la Federación de Enseñanza (CGIL-Scuola),
extremadamente afectada por la precariedad y los recortes. La subalternidad de
los sindicatos italianos a la política de los partidos es actualmente muy
fuerte, y la CGIL lo sufre especialmente ante las relaciones entre Epifani,
secretario general del PD hoy y antes de la CGIL y Susana Camusso, al frente de
la CGIL. Pero este hecho es una muestra más de la crisis de representación que
sacude las democracias europeas en ocasión de las políticas de austeridad.
A la manifestación han acudido sin embargo exponentes
políticos de una izquierda – Di Pietro, Ingroia, Nichi Vendola – que no
encuentra un espacio electoral ni político fuera del bipartidismo convergente
en el que se desenvuelve el panorama político italiano.
Los convocantes piensan que la democracia con fuertes raíces
antifascistas que se nucleó en torno al texto de 1947 italiano es hoy todavía
un punto de partida para resistir y para proponer. El texto del manifiesto que
los primeros firmantes hicieron público hace más de un mes como forma de
convocar a la manifestación del sábado es muy explícito al respecto. Se traduce
a continuación.
1. Frente a las miserias, las ambiciones personales y la
rivalidad de grupos que se pelean en torno a los negocios de Estado, invitamos
a los ciudadanos a que no se entretengan con ellos. Les invitamos a que se
interroguen sobre los grandes problemas de la sociedad y a que vuelvan a
descubrir la política y su brújula : la Constitución. La dignidad de las
personas, la justicia social y la solidaridad con los débiles y marginados, la
legalidad y la abolición de los privilegios, la equidad en la distribución de
las cargas y de los sacrificios impuestos por la crisis económica, la esperanza
de libertad, trabajo y cultura para las nuevas generaciones, la justicia y la
democracia en Europa., la paz. Eso está en la Constitución. La defensa
de la Constitución no es un reclamo a un texto escrito hace mucho tiempo. No es una absurda toma de posición
superada por los años. ¿No tenemos quizá hoy más que nunca en la vida de tantas
personas necesidad de dignidad, legalidad, justicia, libertad? ¿No necesitamos
una política orientada a la Constitución? ¿No precisamos una profunda
regeneración en el nombre de los principios y de la participación democrática
que sanciona la Constitución?
Sabemos que se ha ido desarrollando, no por casualidad y nada inocentemente, la idea de que esta Constitución está superada, que impide la modernización de nuestro país. Que los derechos individuales y colectivos son un freno al desarrollo económico, que la solidaridad es una palabra vacía, que los dramas y la desesperación de los individuos y de las familias son un precio que hay que pagar inevitablemente, que la participación política y el parlamento son obstáculos, que el gobierno debe ser solo eficiencia de la política económica al servicio de los inversores, que la verdadera Constitución es otra: el Diktat de los mercados a los que todo lo demás debe subordinarse. En una palabra, se ha consagrado la idea de que ha pasado ya el tiempo de la democracia y que entramos en un tiempo post-democrático en el que el gobierno de la “técnica” económico-financiera sustituye al gobierno de la “política” democrática. Por eso se justifican las “ineludibles reformas” para pasar de una constitución a otra.
Sabemos que se ha ido desarrollando, no por casualidad y nada inocentemente, la idea de que esta Constitución está superada, que impide la modernización de nuestro país. Que los derechos individuales y colectivos son un freno al desarrollo económico, que la solidaridad es una palabra vacía, que los dramas y la desesperación de los individuos y de las familias son un precio que hay que pagar inevitablemente, que la participación política y el parlamento son obstáculos, que el gobierno debe ser solo eficiencia de la política económica al servicio de los inversores, que la verdadera Constitución es otra: el Diktat de los mercados a los que todo lo demás debe subordinarse. En una palabra, se ha consagrado la idea de que ha pasado ya el tiempo de la democracia y que entramos en un tiempo post-democrático en el que el gobierno de la “técnica” económico-financiera sustituye al gobierno de la “política” democrática. Por eso se justifican las “ineludibles reformas” para pasar de una constitución a otra.
La defensa de la Constitución es un compromiso a la vez
cultural y político que exige que se aclare la naturaleza de lo que está en
juego y que se reunan cuantas mayores fuerzas sean posibles movilizar. No es la
defensa de un pasado que no puede volver, sino un programa de futuro para
construir en Italia y en Europa
2.- Pese a cuanto se ha hecho por expulsarla del discurso
político oficial, la Constitución está bien viva. Hoy resaltamos la actualidad
del art. 1 de la Constitución que sitúa al trabajo en la base de la sociedad y
lo considera el fundamento de la democracia: un artículo largamente
desvalorizado o despreciado como expresión ideológica vacía. Hoy descubrimos el
valor de la igualdad, como exigencia de justicia y como fuerza de cohesión
social, como proclama el art. 3 de la Constitución: un artículo largamente
considerado como una antigualla y sustituido por el elogio de la desigualdad y
de la ilimitada competencia en la escala social. Hoy la dignidad de la persona
y la inviolabilidad de sus derechos fundamentales, proclamada en el art. 2,
representan la defensa contra la mercantilización de los seres humanos según
las leyes “naturales” del mercado. Hoy el deber tributario y la equidad fiscal
según criterios de progresividad en la participación del gasto pública,
proclamado en el art. 53, demuestra ser un elemento fundamental de garantía del
ligamen de ciudadanía, tras tantos años de justificación si no de elogio de la
evasión fiscal.
En los últimos años, la defensa de los derechos esencuales, como el derecho a la gestión de los bienes comunes, a la garantía de los derechos sindicales, a la protección de la maternidad, a la autodeterminación de las personas en momentos críticos de la existencia, se ha producido en nombre de la Constitución, ciertamente que más en los tribunales que en las sedes parlamentarias; más en las movilizaciones populares que en las iniciativas legislativas y de gobierno. La Constitución, cuanto más ignorada es en lo alto, más se ha convertido en el punto de referencia de tantas personas, movimientos, asociaciones de la sociedad civil. Entre los más jóvenes, los discursos de política suenan cada vez más lejanos, los discursos de la Constitución más cercanos, como saben bien quienes frecuentan las aulas escolares. En el nombre de la Constitución nos damos cuenta que es posible hablar y entenderse políticamente en un sentido más amplio, más elevado y con mayor amplitud de miras que lo que se hace habitualmente en el lenguaje de la política de gobierno.
En resumen, mientras el espacio público oficial se perdía en un juego de poder cada vez más insensato y se vaciaba de sentido constitucional, a su lado se ha ido construyendo un espacio público informal más amplio, ocupado por fuerzas espontáneas. Calles y plazas han ofrecido oportunidades extraordinarias de encuentro y de reconocimiento recíproco. Deben continuar siéndolo porque ahí la novedad política ha adquirido fuerza y capacidad de comunicación; ahí se ha superado, por un momento, el aislamiento y la soledad, allí se ha imaginado una sociedad diferente. Allí, la palabra de la Constitución ha resonado de forma completamente natural.
3. Hay pues una gran fuerza política y civil latente en
nuestra sociedad. Su característica ha sido hasta ahora la de su dispersión en
tantos momentos y avatares que no la ha permitido hacerse valer como habría
podido, sobre las políticas oficiales. Se plantea hoy con urgencia, tanto mayor
cuanto más avanza la tentativa de cambiar la Constitución en una dirección
eficientista-empresarialista (el presidencialismo es la punta del iceberg), la
exigencia de recoger, coordinar y potenciar la necesidad y la voluntad de
Constitución que están dispersos, consciente y a veces inconscientemente en
nuestro país, frente a la crisis política y económica y la devastación social
que se desprende de ella.
También nosotros tenemos nuestras “ineludibles reformas”. Pero son las que se requieren para activar y desarrollar la Constitución, no para cambiarla.
También nosotros tenemos nuestras “ineludibles reformas”. Pero son las que se requieren para activar y desarrollar la Constitución, no para cambiarla.
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