El sábado 13 de junio –
por cierto la onomástica del titular del blog, que sin embargo no fue a la
Ermita del Santo en el paseo de la Florida como requiere la costumbre – se constituyeron
en toda España los ayuntamientos producto de las elecciones celebradas el 24 de
mayo. Un día de alegría, un día histórico.
En las grandes ciudades se impusieron las candidaturas de unidad popular. Ada Colau como cabeza de lista de Barcelona en Comú, Manuela Carmena por Ahora
Madrid en las ciudades más importantes del Estado. Pero asimismo Xulio Ferreiro en Coruña, encabezando
la Marea Atlántica, Pedro Santisteve con Zaragoza en común, Martiño Noriega en Santiago por Compostela
Aberta, Jose María González, “Kichi”, en Cádiz de Por Cádiz si se Puede , son todos ellos ejemplos de la victoria de
las candidaturas ciudadanas que sumaban compromisos de partidos políticos,
movimientos sociales y asociaciones en un programa común para recuperar la
ciudad para la gente común. Pero la influencia de las fuerzas de unidad popular
se ha podido comprobar en el apoyo que han dado a otras soluciones de cambio,
como en el ayuntamiento de Valencia, con Joan
Ribó, de Compromís, o, más en
general, apoyando la elección de los candidatos y candidatas socialistas, como Juan Espadas en Sevilla, elegido
alcalde con los votos de Participa
Sevilla y de IU, o Isabel
Ambrosio en Córdoba, con el apoyo de IU y Ganemos Córdoba, el muy
publicitado supuesto de Oviedo, donde Wenceslao
López gobernará gracias a IU y a Somos,
o, en Castilla La Mancha, las alcaldesas de Toledo, Milagros Tolón, o de Ciudad Real, Pilar Zamora, votadas por Ganemos,
entre otros tantos ejemplos. En algunos ayuntamientos, el relevo
institucional ha sido más clásico, como en el Pais Vasco, mediante un pacto
entre PNV y PSOE, como el producido en
Bilbao y San Sebastián –que sin embargo no se ha realizado en Vitoria-Gazteiz –
o, por el contrario, creando un frente de izquierda muy neto como en Pamplona,
donde Joseba Asiron, de EH Bildu, ha
obtenido el apoyo de Izquierda-Ezkerra, Geroa Bai, y Aranzadi, poniendo fin a
la hegemonía de UPN en la capital de Navarra.
El cambio busca ante todo desalojar del poder municipal al PP, que había enajenado
la ciudad a los intereses privados, a la vez que impulsaba permanentemente la
ampliación y extensión de las desigualdades sociales. El rechazo a la política
de la austeridad ha sido asimismo importante en los resultados electorales de
mayo. Pero las candidaturas de unidad
popular han sabido además catalizar una exigencia de participación activa de la
ciudadanía en la determinación de sus necesidades sociales en el marco de la ciudad en la que habitan, redescubriendo de esta
manera el uso político del espacio urbano que hasta el momento había sido
confiscado y ocultado desde las instituciones. Hay que remontarse a 1979 para
poder encontrar un debate tan vivo y tan extendido entre la ciudadanía sobre la
recuperación para las clases subalternas de los espacios urbanos, sus servicios
públicos, su configuración urbanística. El elemento más llamativo es sin duda
el incremento de la necesidad de participación. Las ganas de participar, de decir cosas,
sugerir acciones, señalar problemas para resolverlos, se multiplican y es
hermosísimo comprobar la confianza que estos procesos están logrando en amplias
capas de gente hasta ahora sin esperanza. El sábado, en las grandes
concentraciones de personas ante los ayuntamientos en sesión, se manifestaba el
apoyo directo a la representación obtenida en las urnas. “Que sí, que sí nos
representan”, se gritaba en Correos el 13 de junio, mientras Manuela Carmena era investida alcaldesa
de Madrid.
Ayuntamientos democráticos que, como ha señalado Gerardo Pisarello en su magnífica intervención en el pleno del
consistorio barcelonés del sábado (http://blogs.publico.es/no-hay-derecho/2015/06/15/gobernar-sin-perder-el-impulso-utopico/)
, tienen como primera misión “devolver
credibilidad a la política”, lo que significa “renovar las instituciones de
forma leal, cambiando las maneras de hacer y mostrando que la función pública
no es un lugar para el enriquecimiento personal, sino una actividad de servicio
a la ciudadanía conforme a criterios de bien común”, forzando así la
participación ciudadana para que la gestión de la ciudad se rija por la máxima
de “mandar obedeciendo” a una ciudadanía “que exige ser partícipe real de las
grandes decisiones y que exige, con razón, soluciones urgentes y equitativas a
los problemas colectivos”.
No será fácil la tarea, ante todo porque es enorme la intransigencia de la
vieja casta política que representa fielmente intereses de clase y no duda en
emplear técnicas de dudosa ética para desprestigiar en lo personal a los
componentes de esas candidaturas personales. Esto es un hecho típicamente
madrileño, pero es previsible que se extienda por el resto del Estado español. El penoso ejemplo de la campaña de infundios de
Esperanza Aguirre contra Manuela Carmena es el primero de los
ejemplos. La ferocidad con la que el PP de Madrid va a resistir al cambio en el
Ayuntamiento está ya conociéndose, y cuenta con el apoyo inestimable de una
amplia red de medios de comunicación cuya obsesión no es la de evitar medidas
de cambio en la ciudad, sino acabar con la existencia de la propia unidad
popular y las candidaturas ciudadanas. Sin embargo, la resistencia a estos
impulsos destructivos y su atenuación mediante el recurso al contacto directo
con la gente común, es muy posible y puede prevalecer frente a todo tipo de
maniobras desestabilizadoras.
El gran problema de fondo de los ayuntamientos democráticos es el de la
desigualdad y la dificultad en disponer de medios que puedan financiar acciones
que la intenten compensar o nivelar. El grado de endeudamiento de la capital de
España, por ejemplo, es estratosférico. Y todo lo que hasta ahora ha sido
complaciente por parte del poder central se convertirá en un dogal cada vez más
estrecho, siguiendo el ejemplo del acoso que se está produciendo con el
gobierno democrático griego. Sin embargo, ya se han adoptado algunas
prioridades imprescindibles, como las relativas a las situaciones de emergencia
humanitaria, el derecho a la vivienda, o decisiones simbólicas como el recorte
de los sueldos de los ediles, que son cuestiones muy importantes para construir
un cambio de mentalidad y de la imagen de quienes ostentan la representación
institucional de la ciudad y de los ciudadanos, para que “la vida pueda ser
vivida con dignidad”.
Un cambio cultural que conduce a una nueva concepción del espacio urbano,
pero también del tiempo en este mismo espacio, flexibilizándolo y adaptando su
uso a las necesidades personales y cambiantes de diferentes estratos y grupos
sociales. En Madrid, Manuela Carmena ha
reclamado una “cultura de las mujeres” que reivindica el valor de los cuidados,
y que revaloriza el valor social de las políticas emprendidas como resultado de
la combinación de tantos factores para mejorar la vida de las personas. En ese
nuevo paradigma, el servicio público es un elemento central, y por eso la
llamada de la alcaldesa de Madrid a la creatividad de los funcionarios que
deben disfrutar trabajando para mejorar la situación de los ciudadanos, en el
marco de un decidido compromiso de lucha contra la corrupción, que en el caso
de Madrid es especialmente grave.
Con todas sus dificultades, frente al escepticismo de quienes se mantienen atrincherados
en la certeza de la tradición y en el reproche ante lo nuevo, la situación es especialmente sugerente. Como
le gusta repetir al alcalde de Coruña, es una primavera democrática que
comienza aquí y va a atravesar Europa, trayendo “un tiempo nuevo”. Esta promesa
deberá cerrarse sólo unos meses después, en las elecciones generales. Y ahí de
nuevo el ejemplo de los ayuntamientos democráticos es enormemente productivo. Los
mejores resultados se han obtenido en el marco de estas candidaturas
ciudadanas. Por eso el debate sobre la formación de instrumentos semejantes en
las elecciones generales es ahora tan interesante. Y al parecer muy sentida.
Cuando salieron del pleno del Ayuntamiento de Madrid Pablo Iglesias y, tras él, Alberto
Garzón, la gente que se arremolinaba fuera empezó a gritar “unidad popular”.
Toda una señal que debería servir para tomar decisiones adecuadas en un próximo
futuro.
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