Después del verano, la editorial El Viejo Topo publicará, en coedición con la Fundación 1 de Mayo,
una selección de los diarios que Bruno
Trentin escribió durante su mandato como secretario general de la CGIL
italiana. Se trata de una selección de los mismos que han llevado a cabo, de
manera cuidadosa, Javier Aristu y Paco Rodriguez de Lecea, con un prólogo de Ramón Górriz y una introducción de Antonio Baylos. Es un libro que contiene apreciaciones muy
interesantes sobre la izquierda, la crisis y el sindicato además de un relato
sobre los acontecimientos que marcaron ese período en Italia y en Europa. Sobre
esta obra los lectores y lectoras que quieran anticipar su curiosidad pueden
acudir a la reseña que sobre los Diarios publicó Umberto Romagnoli en la revista digital Pasos a la Izquierda nº 11, que
puede consultarse en Leyendo los diarios de Bruno Trentin y el comentario más extenso que publicó Juan
Moreno en Nueva Tribuna de 19 de
abril de 2018 , en Bruno Trentin, con la furia de un ragazzo . A continuación se publican algunas notas introductorias sobre el autor y su
importancia evidente como intelectual y como sindicalista, confiando en que
ello pueda inducir a la compra y lectura del libro tras las vacaciones de
verano.
Vivimos un tiempo en el que no se estila leer documentos sindicales. No
sólo porque éstos se restringen al círculo de los cuadros sindicales que luego
deben traducirlos en indicaciones precisas en su acción colectiva cotidiana,
sino porque el interés por el sindicato como un lugar de reflexión y análisis
de la realidad social ha desaparecido del espacio que frecuenta la opinión
pública. Los ejemplos recientes son abundantes. En nuestro país, la discusión
en el seno del sindicato de CCOO de un documento que se titulaba “repensar el
sindicato” a través del cual se canalizaba un proceso de debate sobre la propia
consideración del sindicato como instrumento de organización y de acción
colectiva, no ha sobrepasado el círculo de los afiliados a este sindicato que
participaban en el proceso congresual que culminó con un importante cambio de
la dirección confederal y la elección de Unai Sordo como secretario general, ni
ha merecido atención alguna más allá de esta dimensión. Si no se atienden los
documentos sindicales, la literatura en torno al sindicalismo escrita desde el
sindicalismo resulta prácticamente reducida a un grupo selecto de lectores a
los que a lo sumo se les concede la categoría de especialistas en un tema
alejado de los que se consideran centrales en la discusión pública que afecta a
un país determinado.
Sin embargo, desde el sindicalismo y precisamente a partir de la reflexión
que han concitado algunos de sus exponentes más relevantes, se han elaborado
textos de un interés primordial para comprender el entramado político, social y
económico de determinadas sociedades en un tiempo histórico concreto. En
España, es en el tiempo de la transición a la democracia cuando se desborda
esta producción de textos, especialmente destinados al examen de la experiencia
histórica del movimiento – organización de clase y su papel extraordinariamente
relevante en la construcción del marco democrático y social que se habría de
consolidar a partir de 1978. En Italia hay una tradición mayor de publicistas
sindicales que resultan figuras clave en el debate intelectual y político del
país, y el sindicalismo se ha dotado de una larga serie de instrumentos
editoriales y de difusión que permiten la permeabilidad social de sus
elaboraciones.
Bruno Trentin es una de estas figuras emblemáticas, y aunque su trayectoria
personal e intelectual desborda desde luego su rol de dirigente sindical, lo
cierto es que su producción teórica no se entendería sin su inserción en el
seno de la CGIL y en los procesos históricos del movimiento de delegados, el
otoño caliente y la unidad de acción sindical, que hicieron del sindicalismo
italiano un punto de referencia fundamental para todas las izquierdas europeas.
Trentin es un personaje histórico, pero también literario. Un hombre de un
tiempo ya extinto, en cuya biografía caben todas las facetas posibles de un
dirigente obrero y de un intelectual riguroso que ha tomado partido
decididamente por el socialismo y la democracia en el convulso siglo XX. Una
persona de gran estatura, no solo física, participó muy joven en la resistencia
al fascismo y al nazismo – su “diario de guerra” sobre ese período ha sido
publicado recientemente y es una verdadera joya literaria e histórica - y fue
un dirigente sindical extremadamente influyente e importante en la conformación
tanto del “sindicato de los consejos” como del proceso de “autorreforma” de la
CGIL, además de desarrollar una intensa y extensa reflexión teórica y política
sobre el trabajo y su subjetividad colectiva.
Bruno Trentin ha sido una gran personalidad del sindicato y de la izquierda
europea, no sólo italiana. Un protagonista que contribuyó a construir la
historia del sindicalismo confederal italiano y que influyó decisivamente en el
debate interno del PCI y de la izquierda en aquel país. Alguien en quien se
personificó la noción de militancia, larga e intensa, en la que se fusionaron
las figuras del sindicalista y del intelectual, el pensamiento y la acción. Un
dirigente querido por los y las trabajadoras, con una gran autoridad moral y
política y enormemente firme en la defensa de sus ideas y de sus posiciones en
el seno de las organizaciones de clase en las que militaba.
El conocimiento en España de la figura y la obra de Bruno Trentin se liga
directamente con las consideraciones que se han hecho sobre una literatura
sindical separada de las grandes líneas de análisis que influyen en la opinión
pública, sin que tampoco haya adquirido presencia en la nueva literatura
política alternativa. No ha sido “redescubierto” como otros autores,
posiblemente por su doble condición de sindicalista y comunista, referencias
cruzadas que no resultan una buena tarjeta de visita ni para la cultura del
establishment ni para las nuevas coordenadas de la ilustración alternativa e
indignada.
La difusión y traducción de su obra se debe realmente a la pedagogía activa
de otro gran dirigente sindical, Jose Luis López Bulla, y a su capacidad de
influencia sobre el espacio cultural propio del sindicato. Identificado como un
elemento decisivo en la explicación de la crisis del sindicato en los años 80
en relación con la crisis del fordismo, unido a la capacidad de sus escritos de
analizar la realidad social y de definir un proyecto alternativo en el que la
autonomía sindical resultaba decisiva, la aportación teórica de Trentin se
imbricaba perfectamente en el esfuerzo de reflexión, análisis y debate que el
sindicalismo confederal español debía efectuar.
En efecto, se podía decir que Trentin llegaba tarde al panorama de lecturas
y referencias “a la moda” en la izquierda de la modernización española, mucho
más centrada en discusiones sobre la tercera vía y el derrumbe del socialismo
real y por tanto en la necesidad de un nuevo maridaje entre liberalismo
económico y democracia social, porque su rasgo identitario como teórico se
relacionaba excesivamente con la problemática del trabajo y de la explotación,
que colocaba en el primer plano de las urgencias del análisis, a la vez que
reivindicaba la libertad como requisito de la realización de las personas que
trabajaban, en una construcción especulativa en la que el sindicato aparecía
como el gran agente del interés colectivo en la democratización de la economía
y la asignación de derechos individuales y colectivos como eje de la acción
organizada sindical. Un punto de vista laboral que enlazaba con el
cuestionamiento de aspectos centrales de la política sindical mediante la
necesidad de afrontar nuevas reglas en la negociación colectiva y en la
política de redistribución de rentas, poniendo el énfasis en la relación entre
desarrollo, crecimiento y naturaleza y ambiente y en la exigencia de democracia
en las empresas.
Trentin entra por tanto en el panorama cultural de referencias ineludibles
en nuestro país no a través de una reivindicación de su obra por el saber
oficial o académico, sino como un autor rescatado desde el saber colectivo y
sindical, y ese sesgo específico es una característica relevante. Es un descubrimiento
tardío, casi coetáneo con su muerte, que se produce a través de publicaciones
sindicales. En efecto, la Fundación Sindical de Estudios, en el 2007, publicó
una antología de textos de Bruno Trentin que habían sido traducidos por López
Bulla y Rodriguez Lecea , pero resultó fundamental la traducción y publicación
de “La ciudad del Trabajo” en el 2012 por la fundación 1 de Mayo que
posteriormente fue coeditada con la editorial Bomarzo, siempre bajo la traducción de López Bulla . En ese mismo año, un
seminario organizado conjuntamente por la Fundación de Investigaciones
Marxistas, la Fundación para la Europa de los Pueblos y la Fundación 1º de mayo, coordinado por Eddy Sánchez, se dedicó al “Sindicalismo y conflicto social
hoy: a propósito de Bruno Trentin”, en el que se debatió de manera muy extensa
sobre diversas lecturas de su obra, todas ellas muy centradas en la que acababa
de publicarse por la 1 de mayo.
La razón por la que su figura y sus obras son muy valoradas no sólo tiene
que ver con esa biografía de honestidad política, lucidez intelectual y
compromiso estratégico con la transformación social, lo que ya de por sí es un
elemento especialmente valorable. Trentin en sus obras ofrece un análisis
poderoso y muy sugerente sobre la crisis de la izquierda y la necesidad de
rearmar ideológica y teóricamente el pensamiento teórico y reformista europeo.
De manera resumida se podría decir que las razones profundas de la incapacidad
de la izquierda europea para proponer una alternativa creíble al neoliberalismo
tienen que ver con la influencia hegemónica del fordismo, de la organización
científica del trabajo sobre la concepción del progreso como un fenómeno no
político externo a la democracia y la separación de las nociones de la política
de reformas de la situación material en que se produce la explotación del
trabajo. Eso implica la “indiferencia” de la política de los partidos
progresistas – socialdemócratas pero también de la izquierda plural, en
especial de cultura comunista o post-comunista, y de los ecologistas - ante la
“cuestión del trabajo”, la sumisión de esta política a los imperativos de la
gobernabilidad.
El error de la izquierda europea y del pensamiento emancipador de las
organizaciones de trabajadores consiste en posponer el problema de la abolición
de la explotación a la conquista del Estado. “La temática de la liberación del
trabajo y la acción para cambiar la organización del trabajo han sido casi
siempre relegadas a un campo secundario de la acción política y social”, de
manera que el trabajo y los modos de organizarlo en los lugares de producción y
en la sociedad ha sido una temática periférica en las ideologías dominantes de
los movimientos reformistas. Trentin lo señala de manera elegante al recordar
que la búsqueda de la ampliación de la democracia – de las fronteras de la
democracia política – se ha detenido en el umbral de la sociedad civil y en los
“lugares privados” de trabajo en los que se desarrolla, para una gran parte de
la humanidad, un trabajo subordinado y subalterno.
No es necesario decir que ese discurso es extremadamente actual, puesto que
señala la relación directa entre libertad, derechos democráticos en el espacio
público y el autoritarismo en el que se expresa la situación de explotación
laboral, la carencia de derechos en la concreta realización del trabajo. Esta
desconexión de la problemática de la libertad y de los derechos civiles del
trabajo y su complejidad social y política es hoy un elemento central del debate
democrático en el que estamos inmersos tras la crisis. En positivo, se habla de
derechos civiles ligados a la persona que no está marcada por su posición
subalterna derivada del trabajo, y en negativo, se piensa en garantizar los
derechos cívicos, pero velando los lugares de trabajo como espacio opaco a los
mismos. Una especie de “externalidad” democrática que hace del trabajo un
elemento “privado” sometido por tanto a un espacio de autoridad privada sin
límites. Desde otra perspectiva, pues, resulta difícil encontrar un discurso
político sobre la violencia de la explotación como pérdida de la identidad
ciudadana, sobre la necesidad de cambiar un trabajo cada vez menos libre, más
sometido, sin derechos materiales ni formales de ciudadanía, única forma de
superar la democracia bloqueada en la que nos encontramos.
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