Se ha despertado un inusitado interés por la formación
universitaria de los representantes del pueblo. En unos casos porque esta
formación es más simulada que real, en otros porque la calidad de la misma deja
mucho que desear. Se han convertido en un tema nacional las irregularidades
aparecidas en el desarrollo de algunos cursos de postgrado que supuestamente
ostentan algunos políticos, o la existencia de plagio en los trabajos que
demuestran la suficiencia de los conocimientos de quienes los realizan y les
habilitan para obtener el título correspondiente (maestría o doctorado). La
cuestión explotó con el caso de Cristina
Cifuentes, aunque la causa de su dimisión fuera el chantaje seguro al que
podrían someterle los aparatos de seguridad paralelos que montó el PP en
Madrid, se continuó con las dudas sobre las múltiples titulaciones del actual
líder nacional del PP, Pablo Casado, y
se ha prolongado con la dimisión de la ministra Carmen Montón. Sobre esa base, la formación política Ciudadanos (C’s), ha iniciado a través
de su dirigente Albert Rivera una
fuerte campaña cuyo objetivo es la tesis
doctoral del presidente del gobierno, Pedro Sánchez, exigiendo que la haga pública, a la vez que varios
medios de la extrema derecha mediática acusan a éste de haber plagiado la misma
o que ha sido escrita por una tercera persona.
Este es hoy el debate nacional en el Estado español, lo que si bien nos
ahorra el conocimiento puntual de los avatares por los que discurre el proceso
del nacionalismo catalán, que ha recibido el aval poderoso de la manifestación
del 11 de septiembre, pero que sigue estancado entre la emocionalidad popular,
la parálisis institucional y la carencia de objetivos verosímiles, también nos
aísla de los problemas cotidianos de la gente y de los proyectos centrales en
la gobernabilidad del país. Puede que sea mejor así, nunca se sabe si es cierto
lo de los renglones torcidos de Dios – una referencia más que oportuna para el
órgano judicial que ha ordenado el arresto del actor Willy Toledo por blasfemar en un tuit, a instancias de los
querellantes, unos denominados abogados católicos – pero este aluvión de
informaciones sobre los quehaceres universitarios nos convoca a opinar sobre
ellos a quienes tenemos como profesión
el trabajo de docente e investigador universitario, PDIs en la jerga que
manejamos.
Lo primero que se plantea es una reacción defensiva. Mi compañera en la
UCLM y amiga personal Mari Luz Rodriguez,
que ha sido consejera del gobierno de la Comunidad castellano-manchega y
secretaria de estado del gobierno estatal, ha venido insistiendo en las redes
sociales que el trabajo universitario es exigente y que tanto profesores como
alumnos trabajan seriamente en todos los niveles, tanto en los estudios de
grado, como en los de postgrado y en la confección de las tesis doctorales.
Siendo eso cierto en líneas generales, es una afirmación que el discurso
hegemónico en el contexto universitario pone en duda al entender que hay
grandes diferencias entre las diferentes universidades, públicas y privadas, en
orden a la cantidad y calidad de sus enseñanzas. Esta diferencia se basa
fundamentalmente en la capacidad de los entes de educación superior en captar
recursos económicos y financiación externa, tanto en lo que se refiere a los
proyectos de investigación como, de manera señalada, a través de los masters o títulos de postgrado
ofrecidos. Cuanto más dinero entre y más cara sea la matrícula del master,
mejor universidad será.
Es decir que se está construyendo una jerarquización entre las
universidades existentes no en razón del carácter público o privado de las
mismas, sino en función de la capacidad que éstas demuestran para orientar sus
investigaciones en colaboración con el capital privado y en la llamada
“transferencia” de éstas a la economía real, o, lo que es más remarcable, en
razón de los nichos de mercado en los que se despliega la enseñanza de segundo
ciclo, los llamados másteres. La “excelencia” de los mismos se hace depender de
su valor mercantil en el mercado del conocimiento, de forma que cuanto mayor es
el precio de la matrícula, más excelente se entiende que es la enseñanza
transmitida.
Este pensamiento dominante que conduce a la exaltación de los rankings internacionales en donde se
listan jerárquicamente las que indefectiblemente son definidas como “las
mejores” universidades del mundo, genera la búsqueda incansable de estas
estructuras para lograr la presencia de los centros de estudio superior del Estado
español en algún repertorio de cualquier entidad privada, mayoritariamente
financiera, que los clasifique y ordene numéricamente. Es inútil pensar que hay
universidades modestas en su financiación pública en las que sus docentes y su
personal administrativo cumplen con eficacia y decencia sus labores académicas
y que posibilitan el acceso a la educación superior a cientos o miles de
personas que carecen de recursos suficientes para poder pagarse un costoso
master en universidades de élite, dentro o fuera de las fronteras del Estado. Cumplir
las exigencias del servicio público no es sinónimo de excelencia.
La gradación de la “calidad” de las diferentes universidades – así, en
bruto, sin mencionar áreas de conocimiento, ni dominios especiales de actuación
- se basa esencialmente en primer lugar en la capacidad de obtener recursos
privados de financiación de sus actividades, pero también en la
mercantilización de la franja de estudios – el master – que se configura como
una clave de acceso a un nivel de puesto de trabajo elevado sometido por tanto
a su consideración económica. Esta colocación que lleva consigo una minoración
sustancial de la relevancia de las ciencias sociales y humanidades frente a las
ciencias experimentales, y que exalta la apropiación del espacio de la
enseñanza superior por el mercado y el valor mercantil del mismo, no presupone sin
embargo que el trabajo en las universidades “no competitivas” esté expuesto a
irregularidades o corruptelas. Simplemente tiene menos valor porque se presta en
un centro que no ha conseguido la “excelencia” que da la recepción de
financiación de capitales privados o la capacidad adquisitiva elevada de los
usuarios de las mismas.
Los casos que están bajo el escrutinio público se localizan prácticamente
de manera exclusiva en una Universidad pública madrileña, la Rey Juan Carlos, y
en concreto en un instituto universitario específico de Derecho Público, que
entre otros productos ofrece como título propio un Master de Marketing
Político, Gobernanza y Comunicación Estratégica que tiene como finalidad “formar
a futuros comunicadores sociales, líderes políticos, analistas y estrategas
políticos”. El propósito por tanto de este Master tan concurrido por
personalidades públicas era el de ofrecer un laboratorio de formación política,
y la referencia al nicho de mercado posible tenía necesariamente que referirse
a este sector o capa de personas. Una cierta noblesse d’État para jóvenes políticos en formación.
A lo que parece, el Instituto tenía plena autonomía financiera y sin duda
unos recursos importantes, lo que le permitía no sólo contratar directamente a
profesores fuera de la plantilla de la Universidad sino también a recibir un
complemento retributivo para el staff directivo
del mismo. No es una estructura organizativa de las enseñanzas que sea muy
frecuente en las universidades españolas, porque normalmente el gasto y el
ingreso están centralizados en entidades verticales que lo controlan, pero no
es un caso excepcional, porque es funcional al objetivo de la actual normativa
universitaria de obtener una posición relevante en el mercado de sus títulos de
postgrado. En este supuesto, el elemento más importante parecía ser el valor
político que implicaba la calidad de los alumnos del master, personas
relevantes dentro de los aparatos del partido que llevaba años gobernando la
Comunidad de Madrid y que había creado esa universidad para dotarla de un
“sesgo” especial, con algún guiño al bipartidismo, un mercado en el que la
Universidad y el Instituto querían obtener una ubicación decisiva.
Lo que ha sucedido es que en ese esfuerzo de captación de personalidades
relevantes se ha producido una violación de las reglas académicas que
garantizan el control de la suficiencia formativa que es requerido. No son
“malas praxis aisladas”, sino un efecto colateral de la función de promoción
política de personas relevantes en sus respectivas organizaciones –
especialmente del PP, pero también del PSOE – que perseguía este título de
postgrado. Naturalmente que este proceder es inadmisible y además
contraproducente para la propia supervivencia del título propio como un espacio
sugerente en el mercado político que se pretendía captar. Requeriría una
respuesta contundente por parte de las autoridades académicas, pero también de
todo el personal docente, investigador y de administración y servicios que
trabaja en esta Universidad, empezando por las secciones sindicales de CCOO y
UGT, porque para el sindicalismo de clase estos hechos no pueden considerarse
ajenos a su esfera de actuación. La conferencia de rectores de Madrid debería
asimismo comunicar a la sociedad madrileña su parecer sobre este tema.
Pero el debate mediático va más allá y ahora se proyecta sobre la calidad
de la formación recibida, esta vez sí, conforme a las disposiciones legales y
universitarias, que culmina en la tesis doctoral como requisito para la
obtención del título de doctor. Según dicen, ha habido una fila de periodistas
en la universidad privada Camilo José Cela para poder consultar la tesis del
presidente de gobierno, Pedro Sánchez. En
nuestro quehacer universitario, se sabe que hay una diferencia importante entre
las tesis doctorales que se hacen en las ciencias experimentales, en las
biomédicas o en las de humanidades y ciencias jurídicas y sociales. Tanto la
extensión, como el método y el contenido difieren notablemente. Pero también entre las tesis leídas y defendidas en las universidades públicas y en las universidades privadas, en las que también funciona una cierta jerarquización entre "clásicas" y "nuevas". En mi generación,
y en mi área de conocimiento, el derecho del trabajo, la tesis doctoral se
trabajaba mucho porque representaba la obra que definiría el contenido y
el método de investigación del profesor. Mientras se “hacía” la tesis, el
universitario escribía artículos científicos sobre otros temas, daba
conferencias, se ocupaba de la docencia de cursos entonces muy numerosos y además
militaba sindicalmente.
No es este el sentido actual de la tesis doctoral, que se configura como un requisito para poder acceder a las categorías de contratación temporal iniciales de la carrera académica o, fuera de este ámbito, como la culminación relativamente previsible de un itinerario de formación del postgrado. Un reconocido jurista del trabajo alemán, Wolfgang Däubler, mantenía que la tesis doctoral era el primer estadio de alfabetización académica. Las normas actuales han suprimido los cursos de doctorado y dan un plazo máximo de cuatro años – coincidente con el que se asigna a las becas de investigación FPI – para su realización, con la posibilidad de pedir alguna prórroga extraordinaria y con diferencia entre dedicación a la tesis a tiempo completo o a tiempo parcial.
No es este el sentido actual de la tesis doctoral, que se configura como un requisito para poder acceder a las categorías de contratación temporal iniciales de la carrera académica o, fuera de este ámbito, como la culminación relativamente previsible de un itinerario de formación del postgrado. Un reconocido jurista del trabajo alemán, Wolfgang Däubler, mantenía que la tesis doctoral era el primer estadio de alfabetización académica. Las normas actuales han suprimido los cursos de doctorado y dan un plazo máximo de cuatro años – coincidente con el que se asigna a las becas de investigación FPI – para su realización, con la posibilidad de pedir alguna prórroga extraordinaria y con diferencia entre dedicación a la tesis a tiempo completo o a tiempo parcial.
Los plagios de las tesis son posibles, ciertamente, aunque es más frecuente
encontrar ejemplos de intertextualidad, que es una cosa distinta. En mi
experiencia personal, ha habido sólo dos ocasiones en las que se ha retirado
una tesis por plagio de algunos artículos en castellano o por traducción de textos
extranjeros. También en un caso de memoria de concurso a cátedra, en donde la
reproducción del apartado metodológico frustró las expectativas del candidato.
Estas prácticas no son aceptadas por la comunidad científica, que se muestra
muy estricta al respecto.
Es de alabar que los profesionales de la política y los formadores de
opinión se interesen ahora, en prime time, por los productos
académicos y su calidad, especialmente en ciencias sociales. Pareciera como si
el político que realizara estudios universitarios superiores fuera en principio
sospechoso, en lugar de entender que es un dato positivo que define su
personalidad, no sólo un elemento de distinción que le sirva para enarbolar un
título como quien exhibe un trofeo. Más emocionante si cabe es comprobar con
qué pasión periodistas y expertos narran cómo se debe hacer una tesis, la forma
correcta de citar, la deontología del experto. Ojalá este torbellino mediático
sobre la producción científica universitaria pueda servir para que los
universitarios y sus autoridades, las organizaciones representativas del personal,
y los estudiantes, comiencen a opinar públicamente sobre la actual situación de
declive en la que se encuentra esta institución. Su progresiva privatización y
mercantilización, la degradación de la financiación pública, la precarización
acentuada de su personal docente, la inexistencia de nuevas plazas contratadas
a tiempo completo, la restricción de plantillas y la deficiencia de inversiones
y de investigación, la irracionalidad de los criterios de acreditación y valoración
de la llamada excelencia, entre otras cuestiones que dificultan poderosamente
la realización del servicio público de educación superior universitaria.
3 comentarios:
marta moreno
@hemenmm
15 sept.
Más marta moreno Retwitteó Antonio Baylos
Por fin un artículo certero!!! 👏👏👏 #TesisVsMasterAR #TesisDePedro #TesisGate
Carolina Martinez Un comentario oportuno y con enjundia!!! A ver si la gente se va enterando de algunas cosas sobre universidades, másteres y tesis...
Reyes de Blas
Gracias, Antonio. Lanzas ideas que querría pensar y discutir: a ver si de verdad esto del master mastercard abre espacios y tiempos para ello.
Perfecto último párrafo
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