viernes, 7 de mayo de 2021

RECORDANDO A NACHO MONTEJO

 


Dentro del laboralismo madrileño, José Ignacio Montejo Uriol, Nacho Montejo para todos, es una figura extraordinaria, que desarrolla su actividad entre 1975, el año de la muerte del dictador, hasta el día de su muerte, en julio de 2013, ya en retirada progresiva del despacho que dirigía, en Genova 16 Abogados, donde también tenía su casa, enfrente de la sede del Partido Popular. En la revista Historia Trabajo y Sociedad , editada por la Fundación 1 de mayo de CCOO, se va a publicar un escrito autobiográfico en el que su autor subraya el compromiso como rasgo característico del tipo de defensa jurídica que asumía, a la vez que describe con exactitud su trayectoria y las sucesivas etapas por las que transitó el colectivo de abogados laboralistas que defendían a los trabajadores, en su abrumadora mayoría militantes del PCE que transformaban en acción jurídica la estrategia colectiva de CCOO a la vez que procedían a organizar a los y las trabajadoras en esta organización, hasta 1976 definida como movimiento socio-político y a partir de ahí convertida en sindicato de clase.

El escrito autobiográfico de Nacho Montejo , que lleva por título “Abogacía comprometida” está fechado en enero del 2002, en Salamanca, y ha sido proporcionado por Román Gil, que fue compañero del despacho de Génova 16 y que junto con Juan Puig de la Bellacasa, co-fundador del mismo, y Manuela Carmena publicó su necrológica en El País (https://elpais.com/economia/2013/07/13/actualidad/1373736661_798989.html) . El texto recoge unas notas confeccionadas a partir de una entrevista, lo que permite escuchar una voz interna y significada del laboralismo madrileño que explica, desde su personal óptica, los avatares de la incorporación a la estructura de CCOO desde finales de los años setenta al inicio de la década de los ochenta, un período de transición en el que aun estaba en juego la democratización del nuevo marco institucional construido a partir de la Constitución, y que a partir de la victoria del PSOE en octubre de 1982 fue desplazado y sustituido por el impulso a la modernización del país.

Ello ha dado pie a traerle de nuevo a la memoria. Mi relación personal con Nacho Montejo fue bastante continuada. Era el abogado joven, intuitivo, simpático, que gozaba del aura de la resistencia frente a la represión. En medio de la galerna de huelgas de enero de 1976, la víspera de la manifestación del 20 de enero a la que asistí yo ya haciendo el servicio militar, salió en la prensa la detención de 55 abogados laboralistas, profesores y periodistas, en la que se presentaba como fiesta de cumpleaños y de inauguración de un chalet de su propiedad. Una fiesta que encubría una reunión clandestina del PCE, como atestiguaría el acta policial. Y ese mismo año, su presencia nada inadvertida en las magistraturas de trabajo le valió enfrentamientos con la ultraderecha (entonces les llamábamos fascistas) y en octubre denunció una amenaza de muerte para él y su mujer, Gloria Bombín, embarazada de seis meses, que firmaba un llamado Comando Francisco Franco de Orden Nuevo (entonces las amenazas de muerte de los fascistas no eran anónimas). Dos detalles que ilustran la personalidad de Montejo y su presencia relevante en aquellos tiempos de cambios. Luego habría de escapar por muy poco a la matanza de sus compañeros laboralistas de Atocha 55.

Le frecuenté a partir de 1976 muchas veces de lejos, le escuché en el despacho de Españoleto, y reforcé mi relación con él cuando el despacho de Bilbao, con Ricardo Bodas, Emilio Palomo y Pablo Aramendi, hoy todos magistrados en los tribunales de lo social, Bodas en la sala cuarta del Tribunal Supremo. Entonces eran un cuarteto que además de ejercer una inmensa labor de defensa de los trabajadores y trabajadoras, pusieron en práctica una revista emblemática, 35 horas, con un diseño original y atractivo, en la que yo colaboré durante su corta vida. Todo ese arco vital de trabajo colectivo lo describe con minuciosidad en esta “Abogacía comprometida” que relata. Fueron incontables los encuentros en el Café Comercial de Bilbao – recuerdo las conversaciones sobre la creación del sindicato de actores – o en tantos otros cafés, restaurantes, bares, en muchos de ellos con Enrique Lillo y con Nieves San Vicente, de mis amigos, aquellos que más le frecuentaban. Era un hombre extraordinariamente generoso, le gustaba invitar a comer y sobre todo organizar divertidas fiestas en su casa, especialmente en Nochevieja.  Desde su balcón, siempre que podía, colocaba a todo volumen la Internacional para escarnio de sus vecinos del PP. Siempre acogedor, hospitalario, camarada. Infatigable discutidor apasionado, gran narrador de anécdotas con punzantes sarcasmos.

No había una iniciativa de defensa de los trabajadores y de la democracia en el ámbito del derecho que no fuera organizada y dirigida por él. Jornadas, asociaciones – la de abogados laboralistas de Madrid – iniciativas, panfletos y anuncios en El País siempre subvencionados con generosidad. En la foto que ilustra enta entrada, se retrata delante del poster de la I  Congreso /Asamblea de Gentes del Derecho del Estado Español, que con el título "La Justicia tiene solución", se celebró en Madrid, el 21 y 22 de noviembre de 1987, y en cuya organización tuvo un protagonismo importantísimo. Defendía la necesidad de que cualquier persona pudiera ser representado y defendido dignamente, y luchó por garantizar esa libertad frente al poder público, frente a los tribunales, frente a cualquiera que lo impidiera. Era además un abogado laboralista esencialmente intuitivo y original en la forma de plantear las pretensiones defendidas, extremadamente eficaz en conseguir sus objetivos, un luchador infatigable por el pleito. Leer hoy la STC 184/2001, de 17 de septiembre, en la que impugna  - y gana - ante el TC una sanción disciplinaria por falta de respeto al tribunal en la que reivindica la vulneración de su libre expresión como letrado por exigir información en la secretaría de un Juzgado de lo social de una sentencia todavía no publicada, pero conocida por la otra parte, permite hacerse una idea de su tesón y valentía en el ejercicio de la defensa letrada frente al autoritarismo de algunos magistrados. Aunque entre el acto de vulneración de su libre expresión y la respuesta positiva del Tribunal Constitucional haya mediado un plazo de 13 años. 

Desde la creación de la editorial Bomarzo y la Revista de Derecho Social, Nacho Montejo asumió esta iniciativa dentro de su esquema de fortalecimiento de la cultura jurídica emancipadora y clasista, y se empeñó desde su área de influencia en consolidar la hegemonía cultural del pensamiento de los juristas del trabajo que estas propuestas editoriales implicaban. Fue un entusiasta participante de las Jornadas de Albacete en las que intervenía siempre, actuaba, mantenía la línea política que convenía, sugería. Expresaba también sus fobias, era vehemente. Una amiga lo definía como desmedido, generoso, cálido, impuntual y genial. Ante todo libre. Un hombre libre. Muchos – en la derecha, pero también entre la propia autodenominada izquierda – le criticaban. No soportaban su capacidad de ser feliz porque era libre. Libre y solidario. Necesitaba sentirse querido y lo era porque sabía ganarse el afecto y el respeto de la gente, de las trabajadoras y los trabajadores que atendía, de la complicidad con los compañeros y con sus amistades.

La Fundación 1 de Mayo, en la nota necrológica ante su fallecimiento, resumía su trayectoria y su huella. “Desde su condición de reputado abogado laboralista, para nosotros siempre ha sido un referente en la defensa de los trabajadores y trabajadoras; un laboralista comprometido, respetado, apreciado y estimado por sus amistades, colegas de profesión, compañeros y compañeras, y todos los que tuvimos la fortuna de haberle conocido y haber podido compartir con él algún momento de su vida”. Su inquebrantable compromiso con las libertades, su desbordante humanidad y su actuación colectiva quedan bien reflejadas en el texto que la revista de la Fundación va a publicar. Y que esta entrada del blog recomienda mediante este recuerdo de una persona irrepetible y necesaria, un amigo que se ha ido hace tanto tiempo ya - desde julio de 2013, va para ocho años - pero permanece siempre en nuestra memoria.


4 comentarios:

Juan María Calvo dijo...

Excelente iniciativa este recordatorio de Nacho Montejo. Yo disfruté de su compañía durante unos días muy especiales, en Bagdad, cuando Nacho acompañó al entonces rector Gustavo Villapalos y a Cristina Almeida para negociar la liberación de los rehenes españoles retenidos por Sadam Husein, a finales del año 1990. Aquella misión terminó de forma exitosa, con el regreso de los 15 rehenes a España, junto con los negociadores. Desde aquellos intensos días bagdadíes disfruté de la amistad de Nacho Montejo.

Féliz Fernández Relinque dijo...

Félix Fernández Relinque
Un personaje central en el mundo laboral de la transición, buen profesional, amigo, abogado personal de mil batallas y referente laboralista de los despachos externos del "Sindicato", junto a Bodas y Aramendi. Pero sobretodo Iconoclasta, irreverente y transgresor.
Buen trabajo.

Juan Blanco Blanco dijo...

Juan Blanco Blanco
Que bueno! Cuanto le debo, además de su defensa contra mi despido allá por finales de los 70, y su posterior apoyo y enseñanzas desde el "despacho de Bilbao" (en Madrid) y, posteriormente, ya casi frente a lo que ahora se celebra en Génova (pagada con toda la B...)

Luis Cordovilla Molero dijo...

Un auténtico baluarte de la clase obrera y de todas las luchas que merecen la pena. Recuerdo cómo se lo montó en una cena de las inolvidables jornadas de Albacete, para comenzar a recaudar el dinero que permitiera el viaje a Irak para intentar traer a los rehenes, su gracia en todo lo que hacía o decía, sus enojos políticos... No coincidí mucho tiempo con él, pero me dejó una huella importante por su bondad y compromiso.