Hace dos días fue noticia de cabecera de los periódicos el acuerdo a
varias bandas (con la Comisión Europea, entre los miembros de la coalición de
gobierno) y el posible en el seno del diálogo social con los sindicatos
confederales y el asociacionismo más representativo español, sobre la reforma
del sistema de pensiones que pivota fundamentalmente sobre el aumento de
ingresos al sistema y no sobre el recorte del gasto, es decir, de prestaciones,
como suele ser habitual y constituía el leit motiv de las instrucciones
económicas que mantenían las instituciones financieras centrales y policy
makers más cotizados, en la senda del neoliberalismo dominante. El proyecto
de reforma ha sido muy mal recibido por la derecha política española, que ha
hecho lobby en Bruselas para forzar el recorte de prestaciones para
luego explotar este malestar cara a las elecciones, y la derecha económica ha
puesto el grito en el cielo ante la perspectiva redistributiva que este
proyecto quiere llevar adelante. Joaquin Aparicio comenta en exclusiva
para este blog el significado fundamental del eje de esta reforma del sistema
de cotización. Una explicación clara y contundente, que convendría fuera conocida
y debatida por doquier.
COTIZAR
POR LO QUE SE GANA NO ES “VORACIDAD RECAUDATORIA”, ES JUSTICIA
Joaquín Aparicio Tovar
Catedrático Emérito Universidad de
Castilla-La Mancha
El
acuerdo del Gobierno de coalición con la Comisión Europea para la reforma de
las pensiones que por primera vez encara la sostenibilidad del sistema no desde
el recorte de prestaciones, como se hizo en la reforma de 2013 del PP, sino
desde el aumento de los ingresos para no
reducir la cuantía de las pensiones, debería ser recibido por todos los agentes
sociales con un sincero apoyo, pero no ha sido esa la reacción de la CEOE, que,
sin embargo, ha centrado sus ataques en el aumento de las bases de cotización
de los salarios más altos con el calificativo de “voracidad recaudatoria”, más
propio de exabrupto de clientes en establecimientos de hostelería del barrio
Salamanca de Madrid, que de un documento de una organización con un papel
constitucional tan relevante.
Las bases de cotización se calculan de acuerdo al salario que perciben las personas trabajadoras, pero esa regla se rompe cuando el salario supera los 4.495,50 € al mes, que es la base de cotización máxima. A partir de esa cantidad ya no se aporta nada a la Caja Común de la Seguridad Social, es decir, para quien tenga un salario de 1.500 € al mes se le calculará su aportación sobre el cien por cien de lo que gana, mientras que quien gane 8.991 € aportará sobre el cincuenta por ciento. Los que menos ganan son más solidarios que los que más, una evidente injusticia que no se mitiga con el argumento de que las pensiones máximas están topadas, pues recordemos que no hay relación sinalagmática entre lo aportado y lo percibido.
La reforma pactada con la Comisión Europea prevé que entre 2024 y 2050 las bases de cotización máximas irán subiendo lo mismo que el IPC más 1,2 puntos y, además, habrá una cuota de solidaridad del 1% en 2025 que irá subiendo un 0,25% hasta el 6% en 2045. No parece que sea excesivo y desde luego es mucho más justo, por lo que no se entiende que la CEOE y sus secuaces políticos de la derecha digan que asfixiará a las empresas, en especial a las pequeñas y medianas, e impedirá la creación de empleo. Ojalá hubiera muchas empresas pequeñas y medianas que pagasen salarios superiores a los 4.495,50 €. Es claro el sentido de las críticas. Se trata de favorecer a las grandes empresas y los trabajadores mejor pagados y a los fondos de pensiones de capitalización individual ya que aquellos son el caladero donde echan sus redes los bancos que gestionan esos fondos de pensiones. Lo que pasa es que esa canción suena a vieja, lo mismo dijeron con la subida del salario mínimo y ahí están los datos del empleo para desmentir ese catastrofismo.
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