Este fin
de semana, los días 27 y 28 de octubre, se ha celebrado en Valencia, organizado
por la Fundación 1 de mayo de CCOO, el congreso Sociedad, Derechos y Extrema
Derecha: la sombra del capitalismo en el siglo XIX, que quería analizar el
ideario y los mitos de la extrema derecha, con especial atención a la posición
que frente a este tipo de ideología y de práctica política tiene el
sindicalismo de clase. En la realización del Congreso han colaborado los tres
diarios digitales de referencia, Público – y la Fundación Espacio
Público – Infolibre y Eldiario.es. En el congreso se
presentaba el libro, coordinado por Steven Forti, y publicado por La
Catarata en coedición con la Fundación 1 de mayo, Mitos y cuentos de la
extrema derecha, e intervinieron además una larga serie de expertos
analizando las diversas facetas del pensamiento ultraderechista sobre
diferentes aspectos de la vida económica y social. Se presentó también un manifiesto de más de
60 intelectuales contra la extrema derecha, cuyo texto leyó Luis García
Montero, y se contó asimismo con la participación de sindicalistas de
Italia, Francia y Brasil que explicaron sus experiencias frente a la extrema
derecha.
El libro editado por Forti, que
es un especialista en la crítica a este pensamiento, recoge una serie de
intervenciones que pretenden señalar las múltiples facetas del pensamiento
ultraderechista, con especial atención, como no podía ser menos, al fenómeno de
Vox en nuestro país. Entre ellos hay algunos especialmente sugerentes, como los
relativos a “la batalla del campo” o “la conquista del mundo rural”, que
conciben a Vox como un partido agrarista, pero en general predominan los temas
más llamativos como la inmigración, la batalla cultural sobre la historia y el
lenguaje, su postura antiecologista y la llamada Agenda 2030. Sin embargo, como
señala el editor en el primer capítulo, permite un análisis más completo del
asunto la “macrocategoría declinada en plural” de las “extremas derechas 2.0”,
en la que podríamos incluir en el espectro europeo a todas las formaciones
políticas que forman parte de los grupos parlamentarios Identidad y Democracia
y Conservadores y Reformistas Europeos, a los que se añadiría algún verso
suelto como Fidescz, el partido húngaro expulsado del Partido Popular Europeo.
Se trata de formaciones que “superan los obstáculos conceptuales del fascismo y
del populismo” (p.22) y que reúnen dos elementos cruciales: el dominio de las
nuevas tecnologías – internet, redes sociales, Inteligencia Artificial, machine
learning – que han sabido utilizar antes y mejor que los demás “para
aumentar la desconfianza en las instituciones , los expertos y la democracia, y
erosionar la idea de que existe una verdad y una realidad compartida” (p.23).
Y, unido a lo anterior, la creación y el manejo de una red transnacional muy
fluida de relaciones directas y bien subvencionadas con significativos
laboratorios de ideas en América del Norte y en Europa.
Las extremas derechas mantienen
las mismas referencias ideológicas en todas partes. Marcado nacionalismo y
nativismo identitario, defensa de la recuperación de la soberanía nacional
perdida, coherentemente antiglobalismo y crítica al multilateralismo,
euroescepticismo, defensores de las políticas de ley y orden, islamofobia,
xenofobia y condena de la inmigración considerada como invasión y ruptura del
marco de vida nacional, y toma de distancia formal de las experiencias
históricas del fascismo europeo. A lo que se une la importancia que asignan a
las guerras culturales frente a un universo de sentido supuestamente
hegemonizado por la izquierda (pp. 23-24). Pero frente a este bagaje común, hay
otras diferencias no desdeñables en tres ámbitos: la economía – y el trabajo – los
valores sociales y la geopolítica. En el primer punto, las opciones se centran
en la asunción plena de las coordenadas neoliberales o por el contrario,
reivindicar una lógica de protección individual de las personas trabajadoras
desde la posición relevante y de autoridad del Estado, denunciando el abandono
del que han sido objeto por los gobiernos de centro izquierda y centro derecha
y señalando la inmigración como un elemento que pone en peligro el bienestar de
los nacionales que viven de su trabajo. En el segundo punto, la asunción de
valores tradicionales – dios, patria, familia – y una marcada hostilidad hacia
el feminismo, pueden confrontarse con otras formaciones en las que se asuma
como parte del ideario libertades básicas como la contracepción o el aborto. En
el plano geopolítico, en fin, aunque la mayoría de estos grupos profesan un
atlantismo entusiasta y cierran filas en torno a la OTAN como conglomerado
político y militar al servicio de los Estados Unidos y el “mundo libre”, hay
también partidos que se sitúan claramente en el lado de la defensa de la
Federación Rusa como sucede claramente en el supuesto de Viktor Orban en
Hungría, pero también con Salvini en Italia, incluso tras la invasión de
Ucrania y la reacción europea frente a la misma.
El caso de Vox en España no
parece que se despegue mucho de estas líneas generales compartidas con las
extremas derechas europeas. Su hostilidad al feminismo va en paralelo a la
reivindicación de los valores tradicionales de la familia, y su atlantismo es
inquebrantable. Solo parece haber dudas, en el último período de su evolución,
respecto de su programa e ideario económico. Vox aparece oscilando entre “dos
almas”: la del Partido Popular del que proviene y un llamado “neofalangismo”
que al menos en ciertas declaraciones parece desprenderse una corrección de la
ruta claramente neoliberal extrema que había protagonizado en los debates en el
Congreso de diputados y en su propio programa electoral del 2019.
Este es el tema que abordan Adoración
Guamán y Joaquín Pérez Rey en el capítulo del libro titulado “Vox
contra el trabajo. Una aproximación a la propuesta (anti)laboral de la extrema
derecha en España” (pp. 124 ss). El inicio de su texto incorpora el programa
del sindicato Solidaridad – una referencia a lo que supone la lucha contra
el comunismo de su homónimo polaco más que al contenido real de esta palabra en
castellano – que está cuajado de invectivas contra los “sindicatos corruptos”,
los liberados sindicales, la prohibición de subvenciones públicas a los
sindicatos, quienes “no podrán cobrar de los ERE y de los ERTE”, junto con la
“prioridad” de los españoles sobre los extranjeros en el empleo, acabar con la
inmigración ilegal y promover la “adaptación cultural” del inmigrante. En
definitiva, un programa de acción en el que resaltan como líneas fundamentales
un pensamiento profundamente hostil a las organizaciones de clase que, con buen
criterio, los autores retrotraen al universo cultural del franquismo,
caracterizado fundamentalmente por ese odio intenso al fenómeno organizativo de
las y los trabajadores en sindicatos de clase que implicó la continua represión
de sus manifestaciones durante los cuarenta años de dictadura. En la propuesta
de la extrema derecha la virulencia del lenguaje se une a la injuria y al
desprecio por los activistas sindicales – los denominados “comegambas” que
incluso dan nombre a una página web – en una “ofensiva antisindical” (p. 126)
que afecta a todas las facetas de la acción de estas organizaciones. A ello se
une – también con fuerte anclaje en la cultura del franquismo – el tono
profundamente patriarcal y antifeminista del discurso.
Sin embargo, es más preocupante la
audiencia electoral que encuentra la extrema derecha en formaciones sindicales
presentes en las fuerzas de orden público que esta extravagante y plenamente
residual asociación sindical de implantación residual en las empresas. La
importancia de JUSAPOL, y su audiencia mayoritaria en el Consejo de la Policía
a través de JUPOL, solo reducida en este año a raíz de investigaciones sobre su
contabilidad, y en el de la Guardia Civil a través de JUCIL, plantea la
cuestión de la fuerte instalación de la extrema derecha en los aparatos
policiales de estado, en donde llevan a cabo una fuerte labor de contestación
pública de las decisiones del Gobierno de coalición progresista. Es importante
recordar que estos sindicatos reivindican los medios de acción colectivos de
que disponen en una estrategia de conflicto que ha llevado a protagonizar
espectaculares acciones frente al Congreso de Diputados y a aparecer como un
grupo de extrema agresividad frente a los poderes públicos, amenazando con entender
como actos antisindicales cualquier injerencia, advertencia o apertura de expediente
por su actividad. Es decir, en estos casos se reivindica con fuerza la libertad
sindical como plataforma de contestación política frente al gobierno. Un tema
que excede desde luego a la problemática estrictamente sindical, pero que
resulta muy preocupante en términos democráticos.
El examen del programa electoral
de Vox para las elecciones del 23 de julio de este año, además de las
vaguedades evidentes del mismo, se basa en “una política de protección a los
trabajadores españoles”, proponiendo subir el SMI pero a la vez “reducir
drásticamente” las cargas sobre las empresas que perjudican la generación de
empleo. Un elemento importante de este programa era la derogación de la reforma
laboral que llevó a cabo el RDL 32/2021 sobre la base del diálogo social
tripartito, que deberá sustituirse por una reforma que escuche “a los
verdaderos agentes sociales”, en una retórica comunicativa que desde luego
carece de referencias reales. Además de ello, el programa sigue insistiendo en el
mantra de la cancelación de las subvenciones a los sindicatos y reducción de
los liberados sindicales como piezas habituales de la programación de la
ultraderecha. Con el añadido reciente del contencioso sobre la eliminación del
SERCLA en Castilla y León, cuyas vicisitudes no han terminado todavía. A ello
se añade la obcecación contra la Agenda 2030 y lo que se denomina “fanatismo
climático”. A la crítica de esta propuesta antilaboral, Guamán y Pérez
Rey añaden la necesidad de que la respuesta democrática a la misma no sólo
se lleve a cabo en el plano de lo político, sino también en el espacio de lo
social, y que en especial los sindicatos deben actuar de manera decidida
posicionándose públicamente contra la misma, lo que de alguna manera anticipaba
ya la temática del Congreso de Valencia.
Hay también un aspecto de esta
estrategia antilaboral de Vox que merecería un análisis detallado, y es el de
la utilización, durante toda la pasada legislatura, del recurso de inconstitucionalidad
de las leyes como una pieza central de su estrategia política. Mediante la interposición
del recurso, la extrema derecha pretendía devaluar y dificultar la acción
legislativa del gobierno y de la mayoría parlamentaria, pero fundamentalmente
perseguía la erosión de la legitimidad constitucional de ésta, prolongando así su
tesis de la ilegitimidad del gobierno que buscaba ser confirmada posteriormente
por el TC. En esta estrategia han sido pioneros gracias a sus 50 diputados, y han
coincidido con el Partido Popular en varios momentos, pero manteniendo su autonomía
y su enfoque propio.
La actividad de Vox a la hora de
plantear recursos de inconstitucionalidad ha sido enorme. Salvo error u
omisión, se pueden contar a partir del 2021 hasta la actualidad 14 recursos que
han dado lugar a sendas sentencias del Tribunal Constitucional, las primeras de
ellas de extrema importancia que fueron falladas afirmativamente. Todo el
andamiaje del estado de alarma fue puesto en entredicho por la ultraderecha
como un acto político autoritario que impedía el ejercicio de las libertades de
los ciudadanos – fundamentalmente la libertad de circulación – o la función representativa de los diputados
y senadores ( Ver la muy importante STC 148/2021, pero asimismo la STC
183/2021, y las STC 168/2021, con fallo favorable, y STC 116/2023, contrario) pretensión que
obtuvo el amparo del Tribunal Constitucional y por consiguiente privó parcialmente
de legitimidad constitucional a las decisiones del gobierno sobre el estado de
alarma y a la votación parlamentaria que las sostuvo. Posteriormente Vox
también cuestionaría, ya sin éxito, las reglas sobre promesa o juramento de la
Constitución por los diputados (STC 125/2023), o la regulación del régimen
jurídico aplicable al CGPJ en funciones (STC 128/2023).
Junto a estas iniciativas que
buscan definir la ilegitimidad de la acción de las mayorías que sostienen el
gobierno por vulnerar el orden constitucional, hay otros recursos cuyo objetivo
es eliminar derechos sociales reconocidos por las normas en el lapso 2020-2023.
Así, contra el uso del bable en el parlamento asturiano (STC 75/2021), o contra
la limitación de la explotación agrícola como medida de protección del Mar
Menor (STC 112/2021), frente al reconocimiento de víctimas del terrorismo de
extrema derecha en Navarra (STC 108/2021, un recurso que se presenta compartido
con el PP), contra la reforma de la norma civil sobre la discapacidad (STC
106/2022), cuestionando la suspensión por el juez, en las circunstancias de la
pandemia, de la orden de lanzamiento de la vivienda habitual (STC 15/2023), objetando
la ley de muerte digna (STC 19/2023), o las reformas sobre la educación
efectuadas durante el estado de alarma (STC 34/2023), o, finalmente, refutando
el uso incorrecto del Decreto Ley 26/2021 sobre el impuesto de incremento de
valor de terrenos urbanos (STC 35/2023).
Ahora bien, quedan todavía por
fallar por el Tribunal Constitucional algunos recursos de Vox que buscan
fundamentalmente impedir la efectividad de normas laborales muy importantes.
Hemos sabido por la nota de prensa del TC del 27 de octubre (https://www.tribunalconstitucional.es/NotasDePrensaDocumentos/NP_2023_089/NOTA%20INFORMATIVA%20N%C2%BA%2089-2023.pdf), que el pleno del mismo ha
desestimado el recurso de inconstitucionalidad contra la norma que limitaba la
temporalidad en el empleo público. Pero quedan algunas normas legales relevantes
impugnadas por este partido. La primera, la modificación del ET para declarar
la laboralidad de los repartidores de mercancías al servicio de plataformas
digitales, en un movimiento que pretendía negar la urgencia en la regulación de
este tema tras su debate y acuerdo en el marco del diálogo social tripartito.
La segunda, de mayor calado, la reforma del ordenamiento laboral llevada a cabo
por el RDL 32/2021, cuya inconstitucionalidad supondría la eliminación de dicha
norma del ordenamiento jurídico. En esta operación de derrumbe de las normas
que reconocen derechos laborales, Vox está siempre acompañado del Partido
Popular. Y por el momento esta tentativa no ha sido recogida por el TC. En lo
que se refiere al Decreto Ley rider, se ha hecho público en esta misma
semana que el Pleno del Tribunal ha desestimado el recurso promovido por el
Partido Popular, por lo que es previsible que el de Vox corra el mismo destino.
Pero queda abierto ante el TC el contencioso sobre la reforma laboral, en donde
concurren dos recursos por parte del Partido Popular y otro de Vox para
declarar la inconstitucionalidad de la norma de urgencia y del procedimiento de
votación en la convalidación del mismo.
La relevancia del resultado
electoral del 23 de julio no solo debe medirse por la imposibilidad de que el
tándem PP-Vox pudiera tener los suficientes apoyos para formar gobierno, sino
también porque la ciudadanía ha privado a la ultraderecha de la posibilidad de utilizar
el recurso de inconstitucionalidad, un elemento siempre importante de
inestabilidad y cuestionamiento ante la opinión pública de las medidas del
gobierno y de la mayoría parlamentaria que lo sostiene. Pero la ultraderecha
está hoy en el gobierno de varias Comunidades Autónomas y principales ciudades
de nuestro país. Tiene un poderoso aparato mediático a su servicio, y goza de
una fuerte audiencia en los aparatos policiales y en una parte del poder
judicial. La amenaza que esta permanencia augura para el sistema democrático y
las organizaciones sociales es muy actual y está activa. Analizar sus raíces,
su funcionamiento y sus medios de acción en el contexto político actual y
elaborar alternativas críticas que anulen su influencia y su proyección mediática
y cultural es una tarea comprometida pero imprescindible. El Congreso de
Valencia y el libro colectivo que se ha comentado en esta entrada van así por
el buen camino.
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