Este Primero
de Mayo ha puesto de manifiesto la importancia que la dimensión internacional y
europea tiene para la acción sindical. Salvo para el sindicalismo mayoritario
vasco, ELA-STV y LAB, que privilegió como lema de su manifestación una
reivindicación estrictamente local sobre un salario mínimo para Euskadi, tanto
los sindicatos más representativos a nivel estatal, CCOO y UGT como el
sindicalismo nacionalista gallego de CIG, contemplaron de manera prevalente la
dimensión internacional y europea frente a la cual establecieron sus consiguientes
reivindicaciones laborales y políticas. (Una mirada comprensiva e instructiva
sobre esta efeméride la ofrece el Directorio de la página NET21 en su muy recomendable
entrada https://www.net21.org/celebremos-el-primero-de-mayo-conquistas-y-derechos-del-presente-continuo/)
El internacionalismo es siempre
la condición de procedibilidad del 1º de mayo. En este caso la defensa y
solidaridad del sindicalismo con el pueblo palestino, objeto de una sucesión
ininterrumpida de crímenes de guerra por parte del ejército israelita y que
sufre la vulneración plena del derecho humanitario y acto claros de genocidio llevados
a cabo de manera consciente y decidida por el estado de Israel, se imponía de
manera urgente, más aún ante la protección de este colonialismo criminal y
genocida por parte de la administración de los Estados Unidos y la complicidad
y el silencio de la Unión Europea, que carece de legitimidad para hablar de
defensa de los derechos humanos ante su inacción frente al genocidio israelita
del pueblo palestino.
Junto a ello, la necesidad de volver
a insistir en favor de una paz justa y duradera en Ucrania y, de manera novedosa,
la nueva actitud del presidente Trump provocando con su errática
política arancelaria una guerra comercial de posibles consecuencias nefastas
para varios sectores económicos españoles asi como su posicionamiento agresivo
respecto de la propia Unión Europea, a la que considera un conglomerado
político y económico creado para competir con Estados Unidos y reivindica la anexión, incluso con medios
militares, de territorios europeos como Groenlandia. A ello se une su rechazo a
seguir financiando y manteniendo militarmente la OTAN si no hay un esfuerzo de
sostenimiento económico e industrial europeo que revierta en la producción
armamentística norteamericana.
Aunque la presidencia USA – como también
la rusa, por motivos convergentes – prefieren contemplar su relación
internacional de manera bilateral con cada uno de los Estados miembros, ignorando,
quizá con razón, la existencia de una política exterior común de la Unión Europea,
es evidente que estos acontecimientos afectan de lleno a la economía y a la
sociedad europea y por tanto interpelan directamente a la Unión en la respuesta
a los mismos. Respecto de la política arancelaria, la tregua de tres meses de Trump
está permitiendo entablar algunas negociaciones de cuyo resultado final nada se
sabe por incierto, y en cuanto a la agresividad política y militar, la
respuesta de la Unión Europea ha resultado plenamente decepcionante. En efecto,
la Comisión Von der Leyen II ha abordado las presiones de la OTAN y de Trump
desde la necesidad de lograr una autonomía estratégica que identifica con
la capacidad militar europea y la construcción de un espacio común de defensa y
seguridad y por tanto a situar como eje de la contestación a esta situación el
rearme y la inversión en la industria militar en una suerte de keynesianismo
bélico.
Esta postura había sido
precedida, como la mayoría de las decisiones importantes sobre la gobernanza
europea, por Alemania. Como explica Agustin J. Menéndez, Managing
Editor de la revista European Law Open, publicada por la Universidad
de Cambridge y una de las publicaciones más serias y rigurosamente críticas
sobre el derecho europeo, (del que este blog ya dio en su momento cumplida
noticia hace casi tres años https://baylos.blogspot.com/2022/06/una-nueva-revista-de-derecho-europeo.html
), la constitución federal alemana había incorporado en 2009 el llamado “freno
a la deuda” (Schuldenbremse) por iniciativa de la canciller Merkel que
limitaba el endeudamiento nacional de Alemania y estipulaba por ley cuánto
nuevo endeudamiento pueden contraer el gobierno federal y los gobiernos de los
estados federados, es decir una cláusula que luego el BCE y la Comisión europea
exportó a otros países obligando a la reforma constitucional como sucedió con la
que alumbraron PSOE y PP modificando nuestro actual art. 135 CE. En esta
ocasión, tras las elecciones de febrero y nada más anunciarse la “gran coalición”
liderada por el democristiano Merz, se llegó a un acuerdo, luego abierto
a Los Verdes, en el que se reformaba el “freno a la deuda” de la Constitución
en un doble sentido. En primer lugar, se establecía una excepción permanente, toda
la deuda contraída en defensa y seguridad que supere el 1% del PIB quedará
exenta del límite fijado por el freno de la deuda. A ello se suma una excepción
temporal, que será posible gastar durante un período de 10 años 500.000
millones de euros en infraestructuras, de los que 100.000 millones se dediquen
a lograr la neutralidad climática en 2045. Un tercer límite consistió en que la
quita de la deuda se relajará de alguna manera en su aplicación a los Estados
federales, que podrían registrar déficits estructurales mayores. La reforma se
aprobó in extremis por el parlamento alemán de la “vieja mayoría” en marzo de
2025, sin esperar a la formación del nuevo, producto de las elecciones de
febrero.
“Estas transformaciones, no por
casualidad, se produjeron al mismo tiempo que la Comisión Europea concretaba
sus propuestas para facilitar el rearme masivo de los Estados miembros de la
Unión Europea”, lo que Von der Leyen concretó en “un gasto conjunto del
orden de 150.000 millones de euros” y, ante todo en “ la activación coordinada
de las cláusulas nacionales de escape del Pacto de Estabilidad y Crecimiento
(antiguo artículo 26 del Reglamento 1263/2024), de modo que los Estados
miembros pudieran aumentar su gasto en defensa y seguridad en (por el momento) un
1,5% del PIB cada año”[1].
Se trata por tanto de un cambio en las reglas fiscales recién aprobadas en la
Unión Europea que ahora pueden de nuevo suspenderse pero funcionalizadas a los
gastos en defensa y seguridad por un tiempo “razonable”, pasado el cual cada
estado miembro deberá hacer los oportunos ajustes destinados a lograr el “equilibrio
presupuestario”. Lo dice textualmente la Comisión de la Comisión: “La
flexibilidad prevista en la cláusula de salvaguardia nacional para los gastos
de defensa estaría disponible durante un período de cuatro años, a partir de
2025. Dada la urgente necesidad de aumentar sustancialmente los gastos de
defensa, teniendo en cuenta al mismo tiempo el tiempo necesario para llevar a
cabo los proyectos de inversión en defensa, parece apropiado un período de
cuatro años para la transición a un nivel estructuralmente más elevado de
gastos de defensa. Después de ese período, los Estados miembros tendrían que
mantener el nivel de gasto más elevado mediante re-priorizaciones graduales
dentro de sus presupuestos nacionales, para salvaguardar la sostenibilidad
fiscal”[2].
Es obvio señalar que esta forma
de abordar el futuro inmediato de la Unión Europea ha sido valorado por CCOO y
UGT como una decisión equivocada e improcedente. Expresamente Unai Sordo ha
afirmado taxativamente en un artículo en El País que “la canalización de
ingentes partidas presupuestarias para socorrer la renqueante industria central
europea bajo el epígrafe de rearme, y el descuido del concepto global de la
autonomía estratégica, puede ser el gran error de la Unión Europea”[3].
Por eso es incorrecto proponer, como ha hecho Pepe Álvarez, en el
contexto de la decisión del presidente del gobierno español de aumentar el presupuesto
en gastos de defensa hasta el 2% del PIB que este tema se traslade a la
creación de un impuesto para la defensa a nivel europeo, porque esta sugerencia
viene a aceptar la necesidad del rearme, lo que contradice precisamente la
reivindicación sindical conjunta de centrar su proyecto para Europa en reforzar
la “autonomía estratégica” de la Unión como fórmula de mantenimiento de un
presupuesto plurianual potente que garantice la soberanía energética y tecnológica,
favoreciendo las transiciones pendientes en materia digital y sostenible y fortaleciendo
el pilar europeo de derechos sociales como clave de este impulso.
Es decir, autonomía estratégica “es
mucho más que política de seguridad y política de seguridad es mucho más que
política de defensa”, y por tanto para el sindicalismo es menester cambiar de
registro ante la ofensiva geopolítica que propulsa Estados Unidos y el
gobernador del mundo en el que se ha erigido su presidente – que a ratos le gusta
presentarse como héroe estelar y a veces como sumo pontífice en su perfil de X -. “Necesitamos un
plan común de inversión. Un Fondo Europeo que apuntale la autonomía de la
Unión. En el plano social y de reducción de las desigualdades; en el refuerzo
industrial y de transición energética reduciendo la dependencia exterior; en la
investigación y la innovación digital; en definir acuerdos concesionales para
la provisión de materias primas estratégicas; en la protección del desempleo y
otras contingencias; y también en la política exterior y de seguridad y defensa
comunes que autonomice las posiciones geoestratégicas de la Unión, haga todos
los esfuerzos posibles por alejar la guerra, y sea consciente de la
multipolaridad del mundo en el que ya estamos y, sobre todo, del mundo al que
vamos”[4].
El rearme es la opción vencedora
de los países de la Unión que frente a la agresión rusa entienden que la guerra
convencional con aquel país es inminente, como Finlandia o Polonia. Y para ello
justifican ese giro inédito en los valores esenciales sobre los que se funda la
Unión Europea sobre la necesidad de una defensa militar en torno a una
industria militar potente, reduciendo a esta visión puramente armamentista el
concepto de autonomía estratégica que tiene aplicaciones mucho más importantes,
en especial en el tema de dependencia energética, de las cadenas transnacionales de
suministro de bienes y servicios y en muchas de sus consecuencias laborales,
como la deslocalización de empresas o la protección del desempleo producto de
la guerra comercial.
No puede haber un retorno a
las políticas de austeridad – la austeridad 2.0 que denuncia la Confederación
Europea de Sindicatos – ni cabe abrir la vía hacia un keynesianismo bélico como
única forma de suspender las reglas fiscales de la gobernanza económica. La
ignorancia del valor fundamental que sostiene Europa, la democracia social y la
consecución de un marco institucional estable de derechos básicos asociados al
trabajo, implica mantener los elementos políticos que se hicieron realidad en
el período de la pandemia y que posibilitaron los planes de estabilidad y
crecimiento que han logrado un incremento importante del bienestar de amplias
capas de la población. Es cierto que la defensa de la Europa Social – ese constructo
del que Mario Draghi llegó a afirmar que “había muerto” en el 2012 – requiere
cambios importantes en la estructura de la gobernanza europea y en los propios
Tratados, por el momento de difícil realización. Pero sí cabe la cooperación
reforzada entre los países que asi lo requieran en torno a esta noción compleja
y enriquecida de la autonomía estratégica y la sostenibilidad social.
La perspectiva sindical actual
compromete su actuación de manera intensa con la situación política en la que
se encuentra la Unión Europea y debe interactuar con los sujetos políticos y
sociales que intervienen en defensa de un reforzamiento de los derechos
sociales y laborales y de las políticas que garantizan la seguridad de la
existencia de las clases subalternas en sus países miembros. En la idea segura
que el despliegue del garantismo y la ampliación de los derechos de la gente
trabajadora es la única opción que da la seguridad de mantener un futuro
democrático en Europa, hoy amenazado fuertemente por la agresividad del
unilateralismo norteamericano y el crecimiento electoral de la ultraderecha que
une al autoritarismo político y social una consideración claramente neoliberal
de las relaciones de trabajo.
Cooperar y extender esta visión
sindical y política es ahora sin duda un empeño de primer orden para todas las
personas que vivimos en Europa.
[1] Agustin J. Menéndez, “Editorial:
rewriting the German fundamental law in a blitz”, European Law Open (2024)
3, pp. 687-704
[2]
COMUNICACIÓN DE LA COMISIÓN Integración del aumento de los gastos de defensa en
el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, 19.3.2025, C(2025) 2000 final, 6, https://defence-industry-space.ec.europa.eu/document/a57304ce-1a98-4a2c-aed5-36485884f1a0_en
[3] Unai
Sordo, “¿Autonomía estratégica o keynesianismo bélico?”, El País,
25.04.2025
[4] Unai
Sordo, “¿Autonomía estratégica…?”., cit.
2 comentarios:
Jaime López Golpe: totalmente de acuerdo con el artículo; la CIG en Galicia también plantea ocurrencias similares a ELA.STV y LAB. En mi opinión hay algunas cosas que el sindicalismo confederal y en concreto nuestro sindicato ccoo nos lo deberíamos de mirar.
Por ejemplo, porqué se incrementa el número de personas ocupadas y elegimos menos delegados? Porqué los sindicatos nacionalistas en Eukadi y Galicia son los primeros en número de delegados? .En el caso de Galicia porqué donde nacen las comisiones obreras, en las comarcas de Ferrol y Vigo y sector metalúrgico es mayoritaria la CIG, que pasa para que en la antigua Bazan, actualmente Navantia donde siempre fuimos el primer sindicato la mayoría de las veces con mayoría absoluta en las últimas elecciones gana un sindicato corporativo y a ccoo no nos votan 100 afiliados sobre esto tenemos que reflexionar. Jaime López ex miembro del comité de empresa de ka antigua Bazan, secretario de acción sindical del S N de ccoo de Galicia y actualmente Jubilado.pero todo lo anterior no me es ajeno.Saludos amigo Antonio ➡️
"la defensa de la Europa Social – ese constructo del que Mario Draghi llegó a afirmar que “había muerto” en el 2012 – requiere cambios importantes en la estructura de la gobernanza europea y en los propios Tratados, por el momento de difícil realización. Pero sí [falta el acento en la í] cabe la cooperación reforzada entre los países que asi lo requieran en torno a esta noción compleja y enriquecida de la autonomía estratégica y la sostenibilidad social".
Es que sin política exterior común institucionalizada (con todos los previos que eso implica) todo el rollo "defensivo keynesiano" no es más que la antesala para una nueva guerra en Europa... entre estados europeos!🙈.
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