El 29 de junio tuvieron lugar
en Chile las elecciones primarias presidenciales que deberían elegir la
candidatura para las elecciones presidenciales que tendrán lugar el 16 de
noviembre de este mismo año, junto con elecciones parlamentarias. Votaron 1,4
millones de personas y resultó elegida con un muy holgado resultado (más del
60% de los votos) Jeannette Jara, miembro del Partido Comunista chileno
y ex ministra de trabajo con Gabriel Boric, una persona con enorme
carisma y atractivo popular que ha irrumpido con fuerza en el panorama político
de aquel país que se juega la continuidad de una presidencia progresista frente
a candidatos de extrema derecha e iliberales. Jara como Ministra de Trabajo
se ha empeñado en la reforma legal que impuso las 40 horas de jornada semanal
en Chile, y ha tenido una buena relación personal con Yolanda Díaz como
ministra de Trabajo española. No pudo asistir al Congreso Internacional del
Trabajo en noviembre de, 2024 ni firmar la Carta Global de Derechos laborales
justamente porque se encontraba en esta situación de tránsito hacia la
candidatura a la presidencia, pero si estuvo presente el Subsecretario y actualmente
Ministro del ramo, Giorgio Boccardo.
En España, como los medios de comunicación
siguen siendo fieles a una aproximación muy sesgada de las realidades
latinoamericanas en línea con la política exterior de los Estados Unidos, la
noticia sobre las primarias presidenciales del centro izquierda chileno ha
resaltado la filiación comunista de la vencedora de las mismas, lo que ya de
por si lleva aparejado para ciertos medios una excomunión inmediata y para
otros, los más progresistas sobre el papel, una inquietud y una duda sobre la radicalidad
que pueda representar esta candidata y el rechazo que pudiera provocar en
sectores de apoyo del proceso democrático, siempre aplazado por lo demás, de
Chile. En este blog no compartimos esta aproximación y entendemos por el contrario
que Jeannette Jara es una excelente candidata que podrá llevar a cabo
reformas importantes y necesarias que hasta el momento no han sido practicables
en el complicado clima político chileno sobre la base de una aritmética
parlamentaria adversa y una siempre activa propaganda mediática contra el
gobierno.
Por eso hemos solicitado a nuestro
amigo Lucho Villazón, que nos acompaña en este blog – y no solo - desde
hace mucho tiempo, un retrato lo más cercano posible de la figura de la
candidata del centro izquierda para que las personas que leen este blog puedan
tener una imagen cierta y segura de esta persona. El texto que se publica a
continuación ha sido también hecho público en el semanario chileno El Siglo en
este enlace (https://elsiglo.cl/jeannette-jara-la-esperanza-viene-desde-abajo/)
y muestra claramente las carácterísticas especiales y positivas que convergen
en esta persona.
Jeannette Jara: La esperanza viene desde abajo
Por Luis E. Villazon León,
Master en Políticas del Trabajo y RR.LL
En momentos en que la
política institucional aparece lejana, capturada por intereses de siempre y
envuelta en un clima de desconfianza generalizada, la irrupción de la
candidatura presidencial de Jeannette Jara Román, mujer comunista, para
representar a la centroizquierda chilena no es solo una novedad electoral: es
un hecho político mayor. Es la posibilidad concreta de que los trabajadores,
las mujeres, los jóvenes y los pueblos históricamente postergados vuelvan a ser
el centro del proyecto país. Se abre, con ella, un camino que conecta con la
esperanza largamente contenida de millones.
Y no es casual. Su origen
no está en las cúpulas, sino en el mundo del trabajo, en el sindicalismo, en
los barrios donde el Estado no llega de manera suficiente, pero la organización
popular resiste. Jara ha recorrido una trayectoria coherente, construida desde
abajo, sin desvíos hacia los privilegios ni claudicaciones ante el poder
económico. Viene de esa clase trabajadora que sostiene Chile día a día. Su historia
es una historia compartida por millones: de esfuerzo, de estudio público, de
lucha social, de levantar a los suyos sin pedir permiso.
Por eso su candidatura
toca una fibra profunda. No representa a los de siempre. Porque no habla desde
arriba. Porque no responde a los intereses de los grandes grupos empresariales
ni a las élites que han moldeado el país bajo el signo de la desigualdad. Jara,
entonces, representa la posibilidad real de que el pueblo gobierne con su voz,
sus demandas y su dignidad al frente.
Logros concretos, no promesas
Esa coherencia no es solo
biográfica. Es también política. Durante su gestión como ministra del Trabajo
en el gobierno del Presidente Boric, Jara no solo cumplió con la palabra
empeñada: lo hizo enfrentando resistencias profundas y con resultados concretos.
La Ley de 40 horas, que reduce la jornada laboral legal sin merma salarial, fue
aprobada gracias a su empuje político y a una estrategia que combinó diálogo
social, firmeza programática y un profundo sentido de justicia. No fue una
concesión, fue una conquista.
Pero eso no fue todo. También
impulsó la ratificación del Convenio 190 de la OIT, que reconoce y combate la
violencia y el acoso en el mundo del trabajo, marcando un precedente clave en
la protección de los derechos laborales con perspectiva de género, abrió
espacios para el reconocimiento del trabajo de cuidados, históricamente
invisibilizado, como un componente esencial del sistema de protección social, y
sin duda una reforma previsional que abre espacios para el fin definitivo de
las AFP y avanzar hacia un verdadero sistema de seguridad social.
Frente a un empresariado
reacio al cambio y una derecha que bloquea todo avance social, Jeannette Jara
mostró que es posible gobernar con sentido común y al mismo tiempo transformar.
No desde el cálculo pequeño, sino desde la convicción política. Y lo hizo con
una ética del cuidado, del trabajo bien hecho, de la responsabilidad social. No
hay improvisación en su liderazgo: hay preparación, experiencia y compromiso.
Una propuesta que interpreta a la mayoría
Por eso su candidatura
despierta entusiasmo, pero también temor entre los poderes fácticos. Porque su
programa representa mayorías. Trabajo decente, salud pública digna, pensiones
suficientes, fortalecimiento de la educación pública, recuperación de los
bienes comunes, fortalecimiento de lo público, freno al abuso de las grandes
empresas: eso es lo que propone, un sueldo mínimo vital, en síntesis, hacer
del valor del trabajo un motor esencial del buen vivir. No hay nada más
sensato. Nada más urgente.
Lo que Jara representa es
el sentido común de los pueblos: ese que no aparece en los matinales ni en las
encuestas dirigidas, pero que vive en las conversaciones del paradero, en la
sede vecinal, en la asamblea estudiantil, en la reunión sindical. Ese sentido
común que ha sido criminalizado y degradado por las élites, pero que resiste
con la misma fuerza con que el pueblo levanta su vida día a día.
No es casual que los
grandes medios de comunicación —controlados por unas pocas familias
empresariales— hayan comenzado a desplegar su artillería contra ella. Con
caricaturas, tergiversaciones, silenciamientos. Saben que Jara no les
pertenece. Que no les debe favores. Que no aceptará pactos a espaldas de la
gente. Por eso intentarán instalar la idea de que su liderazgo es “radical” o
“ideológico”, cuando en realidad lo que hace es interpretar una demanda
transversal de justicia, dignidad y seguridad para vivir.
En un país donde el modelo
económico ha generado riqueza para pocos y precariedad para muchos, defender
derechos básicos parece subversivo. Pero no lo es. Lo que Jara plantea es que
el Estado debe estar al servicio de las personas, no de los negocios. Que la
economía debe servir a la vida, no al revés. Que el trabajo debe liberar, no
esclavizar. ¿Hay algo más sensato que eso?
El despertar de los postergados
Pero más allá de los
logros y las propuestas, hay algo aún más poderoso en esta candidatura: el
simbolismo de que una mujer trabajadora, sindicalista, hija de la educación
pública, pueda convertirse en presidenta. Para las mujeres que cuidan solas,
para los jóvenes que ven su futuro hipotecado, para los trabajadores que luchan
por llegar a fin de mes, para los pueblos que han sido borrados del mapa de las
prioridades, para nuestros pensionados, esta postulación es una señal de que el
país puede cambiar de verdad.
No se trata de construir
una figura mesiánica. Jara no viene a salvar a nadie. Pero sí a gobernar con
las mayorías, a partir de ellas, no sobre ellas. Porque lo que está en juego no
es solo un programa de gobierno, sino el tipo de democracia que queremos: una
donde el poder no esté concentrado en los mismos de siempre, sino donde
florezca el protagonismo popular, el feminismo popular, el sindicalismo, el
movimiento estudiantil, la cultura popular.
Con Jara se abre un camino
donde vuelven a tener voz los sin voz. Donde los de a pie no solo marchan, sino
deciden. Donde los descalzos, los ninguneados, los invisibilizados dejan de ser
objeto de políticas públicas para ser sujetos de transformación. Y eso es, en
esencia, lo más revolucionario de su candidatura: que devuelve la política a su
lugar de origen, al corazón del pueblo.
Gobernar con el pueblo
Hoy más que nunca, Chile
necesita una presidenta que entienda al país desde adentro, no desde arriba.
Que no les tema a las mayorías. Que gobierne con las y los trabajadores, no
contra ellos. Que recupere lo público, lo común, lo colectivo. Que mire a los
ojos de las mujeres que han sostenido este país con doble y triple jornada, y
les diga: “Vamos a construir algo distinto”.
La esperanza no está en
abstracto. Tiene rostro, historia, cuerpo. Y hoy se llama Jeannette Jara Román.
En noviembre, el pueblo tendrá la palabra. Y con ella, tal vez, por fin se abra
el camino que tanto tiempo ha esperado.
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