Ha sido noticia en todos los medios la intervención del nuevo ministro de educación, cultura y deporte, señor Wert, en la que ha anunciado el fin de la asignatura “educación para la ciudadanía” por tratarse de una materia en la que se producía un “adoctrinamiento ideológico” diferente al permitido – por ejemplo en la asignatura de religión, católica, por supuesto – porque se caracteriza por ser claramente crítico con el sistema económico y político. Para ello, en un ejercicio de manipulación sólo puesto de manifiesto por medios de comunicación minoritarios – y alguno de ellos en concurso de acreedores, o sea en peligro inmediato de extinción por asfixia económica – el señor ministro no dudó en recurrir a un libro de la editorial Akal en el que se criticaba ácidamente el contenido y el diseño de la asignatura “Educación para la ciudadanía” y en el que los autores criticaban el capitalismo y utilizaban la imagen del premio nobel Galbraith según la cual “los capitalistas son como ratones en una rueda en la que corren cada vez más deprisa para poder correr cada vez más deprisa”. De comentarios de este tipo el ministro Wert deducía el sesgo “anticapitalista” de la asignatura, lo que justificaba su supresión, indicando de manera implícita que tal orientación crítica con el sistema actual es incompatible con el sistema educativo patrio. Lamentablemente el Sr. Ministro no había reparado en que esa cita no correspondía a ningún manual de la asignatura, sino a un ensayo que la criticaba desde planteamientos filosóficos y políticos, ni, una vez constatado ese supuesto error – compartido con un panfleto de la fundación FAES, dirigida por José María Aznar, ya desde 2007 – ha tenido a bien excusarse por esa burda manipulación.
Pero dejando de lado este asunto, la cita de los ratones y de la rueda ha refrescado la memoria de esa misma cita empleada en un contexto diferente, mucho más concreto y “situado”. Se trata de unos párrafos del libro de Franco Berardi, Bifo, que lleva por título “El sabio, el mercader y el guerrero. Del rechazo del trabajo al surgimiento del cognitariado”, publicado en el 2007 conjuntamente por Acuarela y Antonio Machado. Se refieren a una realidad cotidiana en nuestro tiempo, acentuada con la llegada de la crisis, sobre la apropiación del tiempo por el poder privado del capital. Los párrafos son los siguientes:
“Una persona nacida en 1935 trabajaba 95.000 horas en el curso de su vida. Para los nacidos en 1972 se preveía una vida laboral de 40.000 horas, pero se calcula que los contratados en el 2000 deberán hacerse a la idea de trabajar en torno a las 100.000. Se invierte así una tendencia secular a la reducción constante de las horas de trabajo. A partir de los años 80 nos hemos visto obligados a trabajar cada vez más para compensar la caída continua del poder adquisitivo de los salarios, para hacer frente a la privatización de un número creciente de espacios y de servicios sociales, y para poder comprar todos aquellos objetos que el conformismo publicitario impone a una sociedad en la que las seguridades psicológicas colectivas se han debilitado. (…)
La retórica política de las últimas décadas insiste en la libertad individual, pero el tiempo del trabajador celularizado de las personas es sometido a condiciones de tipo esclavista. Aunque se respete perfectamente la libertad formal, la libertad es suprimida en el ejercicio concreto del tiempo de vida. La libertad es puramente virtual, formal, jurídica. En la realidad ya nadie puede disponer libremente del propio tiempo. El tiempo no pertenece a los seres humanos concretos (y formalmente libres) sino al proceso integrado de trabajo. (…)
El esclavismo contemporáneo no está desde luego establecido formalmente por la ley, sino rigurosamente incorporado a los automatismos tecnológicos, psíquicos y comunicativos. En las áreas periféricas del mundo donde las grandes empresas globales han localizado sus manufacturas, el esclavismo es fácilmente reconognoscible: las condiciones de trabajo son nocivas y humillantes y los salarios tan bajos que a duras penas se puede sobrevivir. En el corazón de las metrópolis globales, sin embargo, tiene rasgos originales: trabajadores cognitivos translúcidos, hiperactivos, voluntariosos y sobreexcitados corretean en el tráfico ciudadano inhalando veneno y parloteando por el móvil. También ellos están obligados a seguir un ritmo que han dejado por completo de controlar. Como ratones en una rueda, han de correr cada vez más rápido para pagar los costes de una vida que ninguno vive ya”.
El autor lo emplea para describir el hiperactivismo laboral identificado con el éxito que caracteriza el trabajo cualificado – cognitivo – a partir de los años 90 y movilizaba tantas energías, invirtiendo “hasta el último gramo de vitalidad en la carrera frenética de la productividad”. Era la “carrera del ratón” que expresaba la movilización psíquica constante de los individuos que trabajan, exigida por el frenesí competitivo y que borra las fronteras entre tiempo de vida y tiempo de trabajo.
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