El verano
hace frecuentar lecturas, permite picar de aquí y de allí, es un tiempo idóneo
para las notas al margen de algunos textos. Esto es lo que se va a intentar
en estas pequeñas entregas que alimentarán el blog en estos tiempos de tórrido
calor y de espléndidas siestas. La primera de ellas tiene que ver con el
salario.
Un colega británico que es
extraordinariamente activo en las redes
sociales, Amir Paz-Fuchs, trae a
colación un informe en el que se examina las series históricas de los
incrementos en el salario mínimo USA a nivel federal entre 1939 y 2009 con la
finalidad de comprobar si los reproches de los neoclásicos y neoliberales - si subes los salarios y fijas un mínimo por
debajo del cual no se puede contratar, reducirás los empleos y disuadirás al
empleador de crearlos – tienen un apoyo histórico. Los resultados son evidentes
y claros. Los indicadores básicos económicos indican que no hay una correlación
entre los incrementos del salario mínimo federal y los bajos niveles de empleo,
incluso en las industrias que han sido más afectadas por el alza de los
salarios mínimos. Al contrario, en un número muy sustancial de supuestos (el
68%), el pleno empleo se consiguió tras la subida del salario mínimo.
El trabajo está publicado, en
inglés, en la web de NELP – National Employment Law Project – en mayo de 2016,
es obra de dos investigadores, P.
Sonn y Y. Lathrop, y puede encontrarse
clicando en este enlace:
Por el contrario, el proceso de
devaluación salarial que se ha producido en los países del sur de Europa, la
aplicación de la teoría neoliberal de la devaluación salarial para afrontar la
crisis se ha visto acompañada de un extremo proceso de destrucción de empleo
primero y posteriormente de recomposición de éste sobre el paradigma de la
precariedad y la rotación entre el trabajo y el desempleo. Francisco Trillo, que está al cargo del Módulo VI del Master de
Empleo, Relaciones Laborales y Diálogo social en Europa de la UCLM, ha aportado
unas referencias estadísticas muy oportunas para examinar los efectos de las políticas
de devaluación interna propuestas por la Nueva Gobernanza Económica en España. Según
éstas, resulta a su vez interesante examinar las diferencias salariales entre los diversos colectivos de
trabajadores. Del mismo modo, parece un dato interesante el ofrecido en materia
salarial en relación con el Salario Mínimo Interprofesional, de manera que se
puede comprobar como el grueso de los trabajadores en España se apelotonan en
las franjas que doblan o triplican el SMI, mientras que un 12% se ciñen todavía
al SMI y los salarios de más allá de 1.800 euros son extremadamente
minoritarios en el panorama español, lo que contrasta vivamente con el bajo
nivel del SMI en España en relación con otros países de nuestro entorno.
El enlace, con los datos del INE, se puede encontrar aquí:
Además, este mismo profesor insiste, a través de un artículo
muy instructivo de Javier Doz en la relación que existe entre devaluación interna,
desigualdad y la consolidación del fenómeno del trabajo pobre.
El artículo, publicado en el digital bez.es, tiene fecha de
enero de 2016 y el enlace es el siguiente:
El ataque a la negociación
colectiva, la llamada “descentralización negocial” que permite los acuerdos de
empresa derogatorios de los convenios sectoriales y la fijación de condiciones
salariales inferiores, la prohibición de la ultra actividad como fórmula de
recomponer de forma completa en términos negativos la relación de poder en los
lugares de trabajo y en las ramas de producción, camina en la misma dirección
de reducir el salario y por tanto la capacidad de contratación colectiva del
sindicato, que se traduce en una mayor sujeción de las personas que trabajan al
mecanismo de la explotación, ahora además acentuado por la rotación y la
precarización del trabajo. Los efectos sobre el empleo son, contra lo que
señalan los economistas canónicos, plenamente negativos. No solo en términos de
calidad del empleo, sino en la debilidad de su crecimiento y en la fragilidad
de su asentamiento ocupacional, lo que está generando, como bien señala Javier Doz, espacios de pobreza
asociados al trabajo asalariado y amplía de forma extraordinaria los márgenes
de la desigualdad – las “brechas” – tanto en términos de clase como de género y
edad.
La batalla por el salario lleva
consigo una concepción añadida del tiempo de trabajo. Y es por tanto este otro
tema central en la recomposición de las relaciones laborales que han sido
arrasadas y desertizadas por obra de una crisis de destrucción de empleo sin
precedentes, y la alteración profunda de los equilibrios de poder, forzando la
asimetría central entre el poder privado del empresario y el poder colectivo y
sindical de los y las trabajadoras. Es urgente recomponer progresivamente esta
situación en la “estación” de la negociación colectiva del próximo otoño.
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