miércoles, 5 de mayo de 2021

LA NOCHE TRISTE DE MADRID

 


Las noticias sobre el resultado de las elecciones a la Comunidad de Madrid se elevaron en la noche devastando la esperanza, como en el verso de Alejandra Pizarnik[1], una esperanza que se había visto alentada por el incremento muy importante de la participación ciudadana hasta un 76,25% del censo, más de 3,6 millones de personas, 400.000 más de las que lo hicieron en el 2019. Una participación que no solo se plasmó en el volcado prácticamente total de la población con derecho al voto en las zonas ricas de la región, sino también en los barrios obreros y en las ciudades del cinturón industrial de Madrid, aunque con menor intensidad, pero en todo caso muy significativa.

Los resultados son conocidos y se repiten en las portadas de todos los medios de comunicación. El Partido Popular obtiene su mejor resultado en años, con 1,6 millones de votos, 900.000 más que los cosechados en el 2019, lo que supone casi el 45% del total de sufragios emitidos. Su hasta ahora socio en el gobierno, cuya presencia se juzgaba incómoda y de la que se quería prescindir, ha desaparecido de la arena política madrileña al no alcanzar el 5% exigido para poder tener representación en la Asamblea. Ha perdido medio millón de votos – solo ha conseguido 130.000 sufragios – y su posición pública consistente en apoyar al PP para que este no dependiera de la ultraderecha para gobernar ha sido entendido como un incentivo indirecto para reforzar la estabilidad de la candidatura de Diaz Ayuso en un gobierno seguro. El descalabro de Ciudadanos, pone en crisis irremediable a este partido, cuyos electores migran hacia el PP en masa, fortaleciendo su posición hegemónica en la derecha política. Para terminar de dibujar este cuadro, la ultraderecha se afianza en estas elecciones en una posición discreta, obtiene 330.000 votos, más de cuarenta mil respecto de lo obtenido en el 2019, la cuarta fuerza política de la Comunidad.

Por su parte, la izquierda ha retrocedido sobre todo debido al hundimiento del PSOE, que ha perdido 275.000 votantes respecto de las elecciones del 2019, donde fue el partido más votado, descendiendo ahora al 16,7%. Mas Madrid, la escisión de Podemos en las elecciones del 2019 al hacer ticket electoral con Manuela Carmena en las elecciones municipales que se celebraron – y perdieron para su candidatura – a la vez, ha tenido un muy buen resultado electoral, con 615.000 votos, casi 139.000 más que los que obtuvo en las autonómicas en las que nació como partido, y ha ganado por cuatro mil votos al PSOE, empatando eso si en número de diputados. Unidas Podemos ha superado en 80.000 votos sus resultados de 2019, con más de un cuarto de millón de votos, pero permanece como quinta fuerza, con un crecimiento discreto. El aumento de votos de las fuerzas a la izquierda del PSOE no compensa la pérdida total de éste, y el total de diputados obtenidos por estos tres partidos es inferior a los 65 ganados por el PP, por lo que éste solo necesita la abstención de VOX para poder formar gobierno con mayoría en la Asamblea.

De esta manera, la victoria sin matices de Diaz Ayuso es una muy mala noticia. La corrupción sistémica del Partido Popular en Madrid, que gobierna de forma ininterrumpida durante 26 años, pese a la visibilidad actual de los procesos en curso sobre la caja B del partido (Caso Gürtel), o la conspiración para robar y eliminar pruebas a Bárcenas (caso Kitchen), no ha influido negativamente sobre la candidatura vencedora, como tampoco los recortes en sanidad que han inhabilitado la atención primaria, la especulación inmobiliaria, el precio de los alquileres y el incremento de la exclusión social, el abandono de la educación, o el terrible caso de las residencias de ancianos a los que se impidió acudir a los hospitales en los casos de contagio por Covid. Frente a esos hechos concretos, ha prevalecido en la voluntad popular un discurso calcado de los esquemas políticos de Trump que se basa en algunas líneas argumentativas muy sencillas. Ante todo una confrontación directa con el Gobierno de la Nación, una institución a la que no reconoce legitimidad, y a la que niega toda colaboración sobre la base de que sus decisiones buscan la ruina de la prosperidad de la región. La exaltación de Madrid como el lugar de la riqueza y de la abundancia de los emprendedores, envidia de todas las regiones de España – especialmente de Catalunya – se une a la idea, básica en su campaña, de la promoción de las actividades empresariales, en especial el comercio y la hostelería, sobre las precauciones sanitarias que recomienda la prevención frente a la pandemia. Bajar impuestos, privatizar servicios públicos, favorecer la especulación urbanística, promocionar la escuela concertada religiosa y las universidades privadas, son todas medidas que se adoptan y se comunican pero no integran el debate público, que se resuelve en una sola palabra: libertad. La libertad individual como fórmula vacía que se ofrece como elogio de la elección de vida por cada emprendedor y creador de riqueza. Y, como fórmula de cierre, un discurso de extrema agresividad contra sus contrincantes políticos, una recopilación de insultos y de mentiras que son a su vez repetidas y coreadas en todos los medios de comunicación “empotrados” en su relato.

El problema más evidente es que esta propuesta política, emblemáticamente presentada en estas elecciones en una hoja en blanco en la que sólo aparecía la palabra libertad, ha sido avalada por la gran mayoría del electorado. Una opción contundente por el consumismo y por el individualismo, una desautorización de las políticas sociales y la lógica de la solidaridad. Y, conviene no olvidarlo, la paulatina normalización de un discurso del odio y la descalificación personal del adversario político considerado siempre como enemigo de la libertad y situado fuera de cualquier consideración que acepte el pluralismo político. Una lógica de exclusión y eliminación del adversario mediante el insulto y la descalificación en la que sobresale la extrema derecha, pero que ha sido plenamente empleada y apoyada por el Partido Popular y su candidata Diaz Ayuso.

El triunfo de este relato en la opinión pública es el que ha conducido a Pablo Iglesias a decir adiós a la política institucional, por entender, con razón, que la focalización en su persona de todos los insultos y descalificaciones posibles, además de la persecución personal y de su familia, hace que su figura ya no ayude a sumar fuerzas sino que lastre el despegue de las fuerzas de progreso que en este momento deben recomponerse y profundizar el programa de acción que sostiene la mayoría parlamentaria que el PP y la ultraderecha pretenden a toda costa desarbolar. No es el momento de hacer un resumen de la trayectoria pública de Iglesias en los siete años que median desde su candidatura a las elecciones europeas del 2014 y su retirada actual de la dirección de la organización política. Es evidente que ha alterado el sistema de partidos y ha introducido elementos esenciales de progreso en la discusión pública. Su acercamiento a posiciones inequívocamente clasistas, de defensa de la centralidad del trabajo en la construcción de un proyecto social alternativo, y su capacidad crítica e ideológica de los mecanismos de preservación del poder y de la desigualdad social y económica, le han hecho blanco de las acusaciones y diatribas más terribles y más injustas. En su caso es patente la violencia que el poder económico y político puede desplegar en tiempos de normalidad democrática contra figuras que considera potencialmente nocivas para la preservación de un status de desigualdad profunda.

Queda ahora por delante la recuperación electoral del espacio progresista, una cuestión que se plantean los partidos políticos de la Comunidad de Madrid para los próximos dos años, que es cuando se deben volver a convocar elecciones en esta región. La dimisión de Pablo Iglesias hace que este problema tenga, para la coalición de Unidas Podemos, una dimensión nacional. Una dimensión que afecta también al gobierno y a la repercusión que el derrumbe del PSOE en Madrid puede tener sobre la realización de un programa de reformas a las que urge la Unión europea y a la que se ha comprometido España. El cese del estado de alarma el próximo 9 de mayo complica la gestión autonómica de la fase posterior, con una autonomía como la CAM en permanente estado de oposición a las directrices del gobierno central. Y el sindicalismo ha exigido con fuerza la culminación de las reformas laborales que están negociándose. Es decir, que los grandes problemas pendientes siguen exigiendo soluciones y un desarrollo adecuado.

La opinión pública madrileña ha sido reconducida con éxito a un discurso simplificador y sumamente ideológico, basado en la prioridad absoluta de las opciones individuales de consumo y de vida como condición de libertad y de prosperidad, a la vez que han sido acostumbradas a una serie de relatos fundados en mentiras y falsedades, exageraciones y descalificaciones de los adversarios, en especial del PSOE y de UP en cuanto miembros del gobierno. La orientación claramente antidemocrática de muchos de estos medios, su servilismo político declarado, y la influencia sobre la información pública debería ser objeto de reflexión separada por todos los demócratas, sin atender a la confusión existente entre libertad de empresa y libertad de expresión que recorre hoy el discurso de los medios. El pensamiento democrático está hoy acorralado por la falsificación y el odio de la ultraderecha que copan el espacio de la discusión, la noticia y el entretenimiento.

Así que las elecciones en Madrid han tenido el peor resultado posible, pero el mundo sigue, y continuar trabajando para que sea un lugar mejor y más justo es un propósito constante. Pasada la noche triste de Madrid, hay que seguir adelante, más cerca de Prometeo que de Sísifo en las tareas por desempeñar en el inmediato futuro.

 



[1] Ángeles bellos como cuchillos / que se elevan en la noche / y devastan la esperanza/  (“Exilio”, poema de Las aventuras perdidas, 1958, recogido en su Poesía completa, Lumen, 2014)


4 comentarios:

Livina Fernandez Nieto dijo...

Livina Fernández Nieto
Usted es una persona de bien, pero hay un problema endémico e histórico: la corrupción no solo no se castiga sino que se premia. Se ensalza y admira al corrupto y, además, hay una total y absoluta falta de educación y cultura democrática. Podría decir tantas cosas..., pero me hago eco de una estrofa de la canción de Serrat que dice: (...) Escapad gente tierna
que esta tierra está enferma
y no esperes mañana
lo que no te dio ayer
que no hay nada que hacer (...).

Miguel dijo...

Una síntesis perfecta

Juan T.B. dijo...

Supongo que la autocrítica -que es la única crítica que nos nutre, porque nos obliga a revisarnos y corregirnos, que es lo que está en nuestra mano- puede esperar, aunque no mucho, a momentos más serenos.Y tampoco es cuestión de andar dilapidando los rigores del látigo en la espalda propia, cuando podrían ser útiles en otras ajenas. Pero si el debate público ha sido oscurecido, hasta la negación, por el neón de la "libertad" de Ayuso, si se ha revestido de formas agresivas sin contenido analítico, si ha sobrevolado, como la paloma evangélica (las otras lo cagan todo) el universo pre-electoral, apoyado únicamente en falacias como la promoción de los promotores (Sarasola), como la privatización de la sanidad (Lasketty) o de la escuela, o de las residencias de ancianos (fondos buitre) o de la Universidad (títulos de Casado, de Cifuentes, del pequeño Nicolás); si se ha apoyado en la envidia siempre inquietante de Cataluña (donde el PP no rasca voto), en las excelencias del bocata de calamares, bien grasientos, y la caña de Mahou, bien tirada (Bar El Brillante), o en la gula insatisfecha de los indigentes de barrio subvencionados por los bolivarianos, si todo eso ha sido así -me pierdo- alguien no ha conseguido bajar la pelota al pasto y centrar el debate, o no ha podido, o no lo ha considerado prioritario. Alguien o alguienes, quizá por carentes de fuerzas frente a los medios controlados por Miguel Ángel Rodríguez, no han/hemos sido capaces de determinar el sentido y el nivel de los debates. Y si estos carecen de contenido político, la movilización de amplias masas de electores es perfectamente irrelevante.
Hay que corregir cosas. Y rápido, que aquí, en Andalucía, en el feudo socialista de socialistas como Felipe, Griñán o Susana (menos mal que el socialista Leguina se quedó en Madrid) la brisa trae aromas de elecciones. Y no sé las fuerzas con que cuenta Moreno Bonilla, pero sí sé que enfrente no tiene nada.
Un abrazo.
Juan

paco trillo dijo...

Juan, aunque sea por aquí, y por tu reconfortante comentario, te mando un cálido abrazo!!