La pandemia causada por el Covid-19 se proyecta paulatinamente
a lo largo del mapamundi, y los efectos del contagio sobre la población hace
que vengan a la memoria los versos de Jorge Manrique, …”y llegados
son iguales / los que viven por sus manos/ y los ricos”, cuestión que los
medios de comunicación destacan en sus noticias y en el aanecdotario qcon el
que toos los días alimentan el flujo de información sobre el coronavirus. En
estas crónicas de la cuarentena que hemos abierto en el blog, Guillermo Gianibelli
aporta una nueva reflexión muy original al hilo de esta crisis sobre que
desemboca en el contenido del valor de la igualdad y la acción política que la
sostiene.
CRÓNICAS EN
CUARENTENA (2)
Una de las consideraciones que se viene haciendo
en estos días sobre la pandemia alude al carácter igualitario con que el virus
se comporta. Las noticias entonces dan cuenta que el príncipe Carlos de
Inglaterra, el marqués de Griñón, futbolistas de elite, ministros, a la par que
tantas otras personas, han dado positivo al test, padecen o, incluso, han
muerto por la enfermedad.
Sin embargo dicha circunstancia, que
parecería no hacer distingo por pertenencia a clase social, cuna de nacimiento,
países o regiones, encubre algunas cuestiones. Ello da motivo para indagar en
los usos de la noción de igualdad, los efectos de la pandemia y las formas de
respuesta en la emergencia. A la vez, situados en la radicalidad que la misma
provoca, en términos de análisis y mirada prospectiva, utilizar dicha noción como
instrumental para el tiempo después.
La categoría de igualdad, demás está decirlo,
constituye una de las piezas estructurales de la filosofía política. Generalmente
opacada por la de libertad, ambas tienen un largo recorrido. Bobbio graficaba
que tanto respecto de la igualdad, por la que “todos somos iguales, pero unos
más iguales que otros”, como con la libertad, en la sociedad “todos somos
libres pero algunos lo son más”.
¿Cómo se relacionan estos términos con la
situación actual?. En primer lugar, a las condiciones de igualdad con que el
virus ataca deberíamos contraponer las condiciones de desigualdad con que el
virus se ha transmitido y expandido. En efecto, si bien originado, según
parece, en un mercado comunitario de una remota ciudad china, el vector de
transmisión, vertiginoso, sólo ha podido ocurrir por una de las características
del mundo global, una necesidad propia de éste y, a la vez, una cierta
compulsión de determinados grupos sociales, al desplazamiento, particularmente
por vía aérea (según datos de la OACI, del 2000 al 2018 la cantidad de
pasajeros transportados casi se triplicó, de 1.6 mil millones a 4.2 mil
millones anuales).
No obstante cierta masificación del
transporte aéreo lo cierto es que, sobre todo a escala internacional, el uso
habitual del mismo se corresponde con el de cierto sector social. ¿Qué relación
entonces entre aquellos que se suben a
un avión regularmente y aquellos que, en condiciones de precariedad
habitacional en cualquier zona desfavorecida del mundo, están “igualmente”
expuestos al contagio?.
A ello habría que agregar que, por ejemplo,
una de las regiones más castigadas, el norte de Italia, tiene en Milán un
centro muy sofisticado de diseño y moda, y parece ser que allí, en una feria
internacional reciente, se habría producido el mayor foco de contaminación
venido desde China.
Si visto desde los agentes transmisores la
cierta igualdad inicial se verifica falsa, veamos ahora desde los efectos. Se
podría sostener que, como lo indican los afectados aludidos al comienzo de esta
nota, la paridad es una de las características de la pandemia. Sin embargo, aún
con un positivo del Covid-19, las consecuencias pueden medirse al menos en dos
aspectos: uno, el de la atención sanitaria, no siendo idéntica la que puede recibir
un enfermo de un país con servicios médicos universales y eficientes, aún con
la relatividad que ello encierra en una pandemia; y dos, las condiciones de
propagación por las exigencias para atender la continuidad de la vida y las
posibilidades de un efectivo aislamiento.
Por lo tanto que algunos sean más libres determina que sean más
causantes de la dispersión de la enfermedad, y que algunos sean más iguales ocasiona una diferente forma
de atenderla.
Las nociones, entonces, de igualdad y
libertad, como también es obvio, están cargadas de una fortísima politicidad.
Volviendo a Bobbio, la esencia de la distinción entre izquierda y derecha es la
diferente actitud que muestran frente a la idea de la igualdad. En dicho plano
veamos una doble secuencia, las respuestas, económico y sociales, frente a la
crisis, y el modo de pararnos de manera más general frente a las políticas
públicas.
En diferentes países se están adoptando
distintas medidas para paliar la concomitante crisis económica y social. En
Estados Unidos, aunque su presidente relativiza constantemente la gravedad de
la pandemia, se acaba de aprobar por el Senado una colosal intervención
presupuestaria de casi 2 billones de dólares. En la eurozona se debaten medidas
anticrisis y se reclama un nuevo Plan Marshall.
En Argentina, habiéndose dispuesto
rápidamente medidas de aislamiento obligatorio con las consiguientes
repercusiones económicas, el gobierno mantiene una intensísima actividad en
respuestas diversas lo que incluye un motor de normatividad incesante (desde el
comienzo de la crisis se han dictado más de 141 decretos, resoluciones,
acordadas, etc.).
En la emergencia, aunque imprescindibles,
buena parte de las respuestas se parecen a mecanismos más propios de la
caridad, entendidos estos en una aportación única, frente a la necesidad
imperiosa, y por eso mismo reveladora de las deficiencias de los sistemas
públicos de seguridad social, de variable y reducida universalidad.
Dependiendo de los países, por caso el
portentoso paquete norteamericano, que supera al aportado durante la crisis de
2008, empalidece frente a los efectos que se anuncian - desempleo en orden al
20% - y un subsidio de desempleo que se propone de no más de cuatro meses. A la
vez desnuda los déficits estructurales del mercado de trabajo y su relación con
la protección social, al incluir, por ésta vez y en razón de la crisis, a los
trabajadores de Uber, por ejemplo, quienes ahora descubrirán que lo son y que están
tan expuestos como el que más a las contingencias sociales más diversas.
Por lo demás las distintas ayudas a las
empresas no parecen estar condicionadas a obligaciones mínimas respecto de sus
trabajadores, como el asegurar el mantenimiento del empleo. El holding
aerocomercial LATAM, por caso, cuando recién se iniciaba el proceso de
evaluación del acontecimiento, se apresuró a comunicar a todos sus
empleados - más de 43.000 - una
reducción salarial del 50% no reembolsable por tres meses, por ahora.
Estos tiempos confusos no deberían por tanto
dejar de ver que es preciso reexaminar no sólo las decisiones coyunturales sino
también las estructurales. Volviendo a las referencias a la igualdad, desde el
prisma de la justicia social, como ha explicado Francois Dubet, ésta puede ser
encaminada desde dos concepciones: la llamada igualdad de oportunidades, o la igualdad
de posiciones. La primera, mayoritariamente asumida hoy en día, consiste en
ofrecer a todos la posibilidad de ocupar mejores posiciones en función de un
principio meritocrático siendo, a lo sumo, las decisiones públicas en este caso
medidas para levantar barreras de acceso o de no discriminación. La igualdad de
posiciones, en cambio, parte de una idea de redistribución social real, en la
que la igualdad de ingresos, de las condiciones de vida, del acceso a los
servicios, es efectiva en términos igualitarios por cuanto las posiciones
están, en la estructura social, menos dispares y más cercanas.
Ello implica, por cierto, la gran discusión
sobre la distribución de la riqueza, del ingreso y de los recursos sociales en
su conjunto. Todos los datos de las últimas décadas son contestes en que dicha
distribución es cada vez más desigual.
Por lo tanto, sea por la emergencia, sea por
la discusión de un nuevo modelo de organización social, las condiciones
imperantes son propicias, aún en la aflicción actual para, como diría Antonio
Baylos, repolitizar las discusiones
sobre la igualdad.
Y a pesar del renacer de las fronteras, dicha
rediscusión sobre un nuevo contrato social de ciudadanía no puede ser menos que
global. Un constitucionalismo mundial que
considere a la humanidad como punto de referencia (Ferrajoli).
Guillermo Gianibelli. 25 de marzo.
1 comentario:
Tiene razón Guillermo. Y esto se refleja en las respuestas de los gobiernos de derecha como Trump y Bolsonaro que dan prioridad a la economía de mercado y los mas corridos a la izquierda como Alberto Fernández que dan prioridad a los derechos fundamentales de las personas
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