Un grupo de veteranos dirigentes sindicales y políticos italianos han redactado el manifiesto que a continuación y en exclusiva, publicamos en la parapandosfera por su indudable interés. La traducción es obra de la Escuela de Traductores de Parapanda y el texto se ha publicado en el diario, de siempre recomendada lectura Il Manifesto de 30 de diciembre del 2010. La carta pública que firman estos admirados compañeros pone de manifiesto muchos elementos comunes en la crisis que sacude la izquierda política y sindical europea. Entre todos ellos, sin embargo, conviene resaltar su primera observación: la indiferencia de la política parlamentaria democrática y del debate en la opinión pública, frente a los derechos de los trabajadores en cuanto tales, lo que en el texto se califica como "ausencia de interés" para la política democrática de los intereses de los trabajadores y sus derechos reconocidos constitucionalmente. Aunque es una observación para desarrollar y concretar en el escenario español y que tiene una indudable vertiente electoral(ista), resulta suficientemente expresiva de uno de los rasgos más pronunciados de la crisis, que precisamente se expresa en la banalización de las medidas antisociales de salida a esta situación económica que imponen la degradación y el deterioro de los derechos laborales y de su garantía en el sistema jurídico y político.
He aquí el manifiesto:
Apoyemos a la Federación Italiana de Obreros Metalúrgicos
Fausto Bertinotti, Sergio Cofferati, Gianni Ferrara, Luciano Gallino, Francesco Garibaldo, Paolo Nerozzi, Stefano Rodotà, Rossana Rossanda, Aldo Tortorella, Mario Tronti
Hemos decidido constituir una asociación, «Lavoro e libertà», porque compartimos una común indignación cívica.
La primera razón de nuestra indignación surge de la ausencia, en la lucha política italiana, de un interés por los derechos democráticos de los trabajadores y las trabajadoras. Así como mediante los mecanismos electorales los ciudadanos han sido privados de escoger a quien elegir libremente, del mismo modo –pero de manera áun más grave-- un trabajador y una trabajadora no tienen el derecho de decidir, con su propio voto, sobre diversas opciones de acuerdos sindicales que fijan su salario, sus condiciones de trabajo y sus derechos en el centro de trabajo. Pensamos en acuerdos que no ponen en discusión derechos indisponibles. Hablamos, en el caso de los acuerdos sindicales, de un derecho individual que se ejerce de forma colectiva. Un derecho de la persona que trabaja que no puede ser sustituido por las dinámicas que se dan dentro y entre las organizaciones sindicales y empresariales, aunque éstas sean necesarias e indispensables.
De todo eso hay un doloroso rastro en la discusión política. Nosotros entendemos que éste debe ser uno de los elementos diferenciadores que han de estructurar las opciones presentes en las tareas políticas y civiles. La creciente importancia en la vida de todo ciudadano de las opciones que se han llevado a cabo en el campo económico debería llevar a un reforzamiento de los mecanismos de control político y de nivelación del poder económico. Sin tales mecanismos, en realidad, es más elevada la probabilidad –como lo estamos experimentando-- de sufrir duras consecuencias individuales y colectivas.
La segunda razón de nuestra indignación es el continuo esfuerzo de una extensa parte de la política italiana de redimensionar la plena libertad de ejercicio del conflicto social. Las sociedades democráticas consideran el conflicto social –ya sea el de capital/trabajo, ya sea los movimientos de la sociedad civil sobre cuestiones atinentes a los bienes públicos y el interés público-- como la esencia misma de su carácter democrático. Sólo a través de un pleno despliegue, en el ámbito de los derechos constitucionales, de tales conflictos se equilibran las potencias económicas, se alimenta la discusión pública y se controla el ejercicio del poder político. En una sociedad democrática no puede existir un interés de parte, el de la empresa, superior a cualquier otro interés y razón. Así pues, los derechos –ya sean los individuales como los colectivos-- no pueden estar subordinados a los intereses de la empresa o del sistema de empresas o a los intereses superiores del Estado. La presunta racionalidad superior de las opciones puramente económicas y de las técnicas manageriales se ha evaporado en esta gran crisis.
La idea, tan cara al gobierno, - como a la Confindustria y la Fiat - , de una sociedad basada en la sustitución del conflicto social por la atribución a un sistema corporativo de equilibrio entre las organizaciones sindicales y empresariales, bajo la égida gubernamental, del poder de adoptar, bajo la forma del consenso, toda decisión relevante sobre los temas del trabajo –incluidas las actuales prestaciones del Estado de bienestar— es de por sí un íncubo autoritario.
Estamos estupefactos, mejor dicho, indignados, por el hecho de que sobre tales escenarios plasmados en decisiones concretas ya tomadas o de las que se anuncia su adopción en leyes y acuerdos sindicales no se ejerza, con relevantes excepciones, como la manifestación del 16 de octubre protagonizada por la FIOM, una asunción de responsabilidad que englobe al mayor número posible de fuerzas sociales, políticas y culturales para combatir, impedir y quebrar esta deriva autoritaria.
Nos indigna, en fin, la continua reducción del trabajo, en todas sus formas, a una condición que niega la posibilidad de expresión y realización de uno mismo.
La precarización, la individualización de la relación de trabajo y la empresarialización de la regulación social del trabajo en un país donde la gran mayoría trabaja en empresas con menos de diez personas; el desmantelamiento de la legislación de tutela de la salud laboral y del ambiente de trabajo y la creciente dificultad –tras el autodenominado “collegato lavoro”, aprobado en el Parlamento— de que los trabajadores puedan recurrir a la tutela judicial, son los instrumentos materiales de este proceso de expolio de la dignidad de quien trabaja. Últimamente, se pretende la sustitución del Estatuto de los derechos de los trabajadores por un estatuto de los trabajos: la transformación lingüística es, por sí misma, explicativa del contenido que le corresponde. El tránsito de los portadores de derechos, los trabajadores que pueden exigirlos, a los lugares y a las actividades de trabajo, marca un proceso de abstracción/alienación en el que se reduce la efectividad de estos derechos.
¿Cómo es posible que, frente a la destrucción sistemática de un siglo de conquistas de civilización sobre los temas del trabajo no haya una respuesta a la altura de ese desafío?
Hay que volver a dar centralidad política al trabajo. Volver a poner el trabajo, el mundo del trabajo, en el centro de la agenda política: en la acción del gobierno, en los programas de los partidos y en la batalla de las ideas. Esta es, hoy, la vía maestra para la regeneración de la política y de un proyecto de liberación de la vida pública ante las derivas, la decadencia, la vulgarización y la autorreferencialidad que, en la actualidad, tan gravemente la caracterizan. La dignidad de la persena que trabaja debe ser la estrella polar que oriente toda decisión individual y colectiva.
Por estas razones hemos decidido constituir una asociación que se proponga suscitar en la sociedad, en la política y en la cultura una reflexión y una acción adecuada al intento de sostentar todas las fuerzas que sepan moverse con coherencia en este terreno.
4 comentarios:
El acuerdo en Fiat me parece gravísimo. Pienso que merece una discusión de padre y muy señor mío.
Muchas gracias por la pronta traducción de un documento que resulta una muy buena síntesis de los problemas que enfrentamos en todas partes. Ahora se trata de poner manos a la obra.
A lo que entiendo, en el acuerdo de FIAT se une la división y utilización "cainita" - como ha señalado Lopez Bulla en la entrada de hoy de su blog - de los sindicatos en un proceso de selección de los mismos por el empresario, a la utilziación del referéndum entre los trabajadores para que sancionen, previo cahntaje sobre sus salarios y puestos de trabajo, este ejercicio de "exclusión" del sindicalismo representativo que "molesta" a la dirección de la patronal. El tema es gravísimo, en efecto, y propongo que las bitácoras amigas sigan profundizando en el significado y problemática de estos procesos, no tan lejanos me temo de nuestro futuro
Se hará lo que se pueda, don Andrés. Entiendo, sin embargo, que las bitácoras amigas tienen un problema: la ausencia de reflexión sobre todo ello por parte de los sindicalistas con "mando en plaza". Puede ser que entiendan, con relación al problema Fiat, que eso (Mirafiori) está lejos. Lo cual sería un despropósito.
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