A finales
de agosto de este año, en la clase inaugural del curso de Derecho del Trabajo y
la Seguridad Social de la Facultad de Derecho de la Universidad de la República
de Uruguay, el profesor de la asignatura y Director del Instituto de Derecho
Laboral, Hugo Barretto Ghione, comenzaba el curso leyendo un poema de
Bertolt Brecht, preguntándose por qué iniciar un curso de Derecho del Trabajo a
partir de la lectura y el análisis de una poesía. El texto completo de su
intervención se encuentra en el blog del autor, “La realidad y el resto de
las cosas” (http://hugobarrettoghione.blogspot.com/2020/08/una-clase-inaugural-de-derecho-del.html),
pero este resumen de su trabajo se ha utilizado también como el texto de apertura
de un foro de debates en mi propio curso de Derecho del trabajo I de la Facultad
de Derecho y Ciencias sociales de Ciudad Real.
Este es el resultado:
Una pregunta que llevaba en si la
respuesta, tanto al entender que el manejo de conceptos y definiciones de gran
nivel de abstracción por parte del derecho demandan ampliar la paleta de
recursos, acudiendo a otras áreas que puedan dotar a las disciplinas jurídicas
de mayor claridad y capacidad de comprensión, y para ello la literatura cuenta
con una herramienta al servicio de la enseñanza como es la metáfora, que
justamente explica una cosa en términos de otra, como al entender que los
contextos culturales, políticos, sociales y económicos más que elementos
“metajurídicos” o máculas de la pureza del Derecho, son oportunidades
inapreciables para comprender e interpretar su sentido. En definitiva, la
lectura y análisis de “Preguntas de un obrero frente a un libro”, de Bertold
Brecht es una muy fecunda manera de desatar y liberar significados sobre el
fenómeno del trabajo, que responde a casi todas las características que hemos
enunciado sobre las virtudes de vincular y estudiar el Derecho del Trabajo
desde la literatura. De más está decir que la oportunidad es óptima para
acercarse a un autor esencial de la dramaturgia y la literatura del siglo XX,
cuya peripecia ideológica, política y vital es todo un desafío para nuestro
presente.
«Preguntas
de un obrero ante un libro»
Tebas, la de las Siete Puertas,
¿quién la construyó?
En los libros figuran los nombres de los reyes.
¿Arrastraron los reyes los grandes bloques de piedra?
Y Babilonia, destruida tantas veces,
¿quién la volvió a construir otras tantas? ¿En qué casas
de la dorada Lima vivían los obreros que la construyeron?
La noche en que fue terminada la Muralla china,
¿adónde fueron los albañiles? Roma la Grande
está llena de arcos de triunfo. ¿Quién los erigió?
¿Sobre quiénes triunfaron los Césares? Bizancio, tan cantada,
¿tenía sólo palacios para sus habitantes? Hasta en la fabulosa Atlántida,
la noche en que el mar se la tragaba, los habitantes clamaban
pidiendo ayuda a sus esclavos.
El joven Alejandro conquistó la India.
¿Él solo?
César venció a los galos.
¿No llevaba consigo ni siquiera un cocinero?
Felipe II lloró al hundirse
su flota. ¿No lloró nadie más?
Federico II venció la Guerra de los Siete Años.
¿Quién la venció, además?
Una victoria en cada página.
¿Quién cocinaba los banquetes de la victoria?
Un gran hombre cada diez años.
¿Quién pagaba sus gastos?
Una pregunta para cada historia.
Bertolt
Brecht
En primer lugar, el texto denota
y presenta al trabajo como una construcción civilizatoria y cultural. El
trabajo es el sostén de la vida social, parece decir el autor. Las diversas
realizaciones que comporta el trabajo se nutren de las tareas más sencillas y
por ello más sublimes. Son quehaceres elementales, sustantivos (el albañil, el
cocinero, el marino, el soldado, etc), a partir de lo cual, como en un juego espejado,
el lector se pregunta, frente a las preguntas del obrero frente al libro, por
qué no había reparado antes en ese asunto tan básico de que el trabajo material
es el soporte de la aventura humana.
Una segunda cuestión que debe
destacarse – quizá la lectura más obvia – es que Brecht trata sobre el trabajo
invisibilizado, ya que los libros y la vulgata persisten en ignorar a las
personas anónimas que están detrás de las acciones históricas, construyendo
épicas y héroes que se erigen sobre un esfuerzo colectivo olvidado.
El trabajo anónimo, cotidiano,
silencioso, es paradójicamente el que sostiene la vida. Y es asimismo el más
opaco, invisible para la narrativa que reconstruye la historia del mundo,
edificada sobre dioses, reyes, tumbas y potentados.
Es también el trabajo peor
remunerado, el que está sujeto a las condiciones más gravosas de salud y
seguridad laboral, el más precario y menos protegido. La pandemia del COVID 19
ha demostrado cabalmente cómo la subsistencia social descansa en la labor de
quienes se ocupan de cuestiones tan básicas como la salud, la generación de
alimentos, la distribución y las comunicaciones. La ceguera llega a tal punto
que a muchos de esos trabajadores se les niega la mínima protección social
emergente de su situación real de subordinación y dependencia.
Finalmente, en un recuento que no
pretende ser exhaustivo ni agotar los sentidos de la poesía de Brecht, hay un
tercer carácter del trabajo que aparece bien evidenciado: el trabajo no puede
ejecutarse – ni concebirse – de cualquier forma ni sin un objeto preciso, sino
que es parte de una concepción, de un proceso y de una puesta en práctica
ajustada a los términos de una organización y dirección que a veces también
permanece invisibilizada, al punto que es corriente la pregunta en el foro
laboral acerca de quién es el empleador por lo difuminado de las
responsabilidades en el capitalismo inmaterial.
En última instancia, todo el
trabajo tiene una orientación o es constitutivo de una construcción social de
mayor porte, vinculada a las necesidades de las personas (aún de aquellas que
se originan artificialmente por los mecanismos mediáticos) y a los procesos
productivos, de los cuales, es sabido, los más influyentes trasvasan las
fronteras nacionales.
En síntesis, el trabajo como
realización de la persona en su contribución a la cultura y civilización; el
trabajo como experiencia hecha desde el anonimato y la precariedad pese a su
función esencial para la vida, y el trabajo como componente de un engranaje de
la producción constituyen, a nuestro juicio, tres elementos del texto de Brecht
que son a menudo soslayados pero que pueden aportar a la comprensión del
Derecho del Trabajo en una lección inaugural de un curso para jóvenes
estudiantes. Y si la comprensión del
mundo del trabajo se hace a través de un texto fascinante, es todavía doble
fortuna.
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