martes, 26 de octubre de 2010

Democracia política con fascismo social: un futuro evitable para Portugal.

Las movilizaciones en los distintos países europeos siguen su curso. en Portugal, está convoada una huelga general para el 24 de noviembre, y la CGIL italiana prepara una macro manifestación al día siguiente, el 25 de noviembre. La Confederación Europea de Sindicatos quiere recoger estas luchas en la convocatoria de una nueva jornada de movilizaciones en diciembre. En esta bitácora se presta mucha atención a estos procesos. Una voz autorizada para hablar de lo que está sucediendo en Portugal es, sin duda alguna, el sociólogo y pensador crítico Boaventura de Sousa Santos. Se publica a continuación la traducción de un artículo suyo publicado en el diario digital Visâo el 21 de octubre pasado. Es un texto extremadamente crítico que recoge una gran parte de los argumentos de la izquierda social europea contra la deriva neoliberal de salida a la crisis, pero en él se debe subrayar el énfasis en afirmar que el actual no se corresponde con el proyecto europeo por el que se ha batido también la izquierda política y los sindicatos durante más de cincuenta años.




Democracia política con fascismo social: un futuro evitable para Portugal.

Boaventura de Sousa Santos

Visâo, 21-10-2010 (http://aeiou.visao.pt/ )


Si no hacemos nada para corregir el rumbo de las cosas, dentro de algunos años se dirá que la sociedad portuguesa vivió, entre finales del siglo XX y el comienzo del siglo XXI, un luminoso pero breve interregno democrático. Duró menos de cuarenta años, entre 1974 y 2010. En los cuarenta y ocho años que precedieron a la revolución del 25 de abril de 1974, vivió bajo una dictadura civil nacionalista, personificada en la figura de Oliveira Salazar. A partir de 2010 entró en otro periodo de dictadura civil, esta vez internacionalista y despersonalizada, conducida por una entidad abstracta llamada “mercados”. Las dos dictaduras comenzaron por motivos financieros y después generaron sus propias razones para mantenerse. Ambas condujeron al empobrecimiento del pueblo portugués, que dejaron a la cola de los pueblos europeos. Pero mientras que la primera dictadura eliminó el juego democrático, destruyó las libertades e instauró un régimen de fascismo político, la segunda mantuvo el juego democrático pero redujo al máximo las opciones ideológicas, mantuvo las libertades pero destruyó las posibilidades para que éstas fueran efectivamente ejercitadas, e instauró un régimen de democracia política combinado con fascismo social. Por esta razón se puede denominar a esta segunda dictadura como dictablanda.

Las señales mas preocupantes de la actual coyuntura son las siguientes. Primero, está aumentando la desigualdad social en una sociedad como la portuguesa que es ya la más desigual de Europa. Entre 2006 y 2009 aumentó en un 38,5% el número de trabajadores por cuenta ajena que sólo perciben el salario mínimo de 450 € mensuales. Son ya 804.00 personas, es decir, el 15% de la población activa. En el 2008, un pequeño número de ciudadanos ricos (4051 contribuyentes) tenían un rendimiento semejante al de un vastísimo número de ciudadanos pobres (634.836 contribuyentes). Si es verdad que las democracias europeas valen lo que valen sus clases medias, la democracia portuguesa puede estar suicidándose. Segundo, el estado social, que permite corregir en parte los efectos sociales de la desigualdad, es en Portugal muy débil y a pesar de ello es constantemente atacado. La opinión pública portuguesa está intoxicada por comentaristas políticos y económicos conservadores – dominan los medios de comunicación como en ningún otro país europeo – para quienes el Estado social se reduce a impuestos: sus hijos son educados en colegios privados, tienen buenos seguros de salud, se sentirían en peligro de muerte si tuviesen que recorrer “el lío de los hospitales públicos”, no usan transportes públicos, perciben corpulentos salarios o reciben sustanciosas pensiones. El Estado social debe ser abatido. Con un sadismo preocupante y un monolitismo ensordecedor, van insultando a los portugueses empobrecidos repitiéndoles que están viviendo por encima de sus posibilidades y que la fiesta se acabó. Como si aspirar a una vida digna y decente y comer tres veces al día – una dieta mediterránea, claro – fuese un lujo reprensible. Tercero, Portugal se transformó en una pequeña isla de lujo para especuiadores internacionales. ¿tienen otro sentido los actuales intereses de la deuda soberana en un país miembro de la UE y que forma parte del euro? ¿Dónde está el principio de cohesión del proyecto europeo?. Para alegría de los usufructuarios de la desgracia nacional, el FMI ya está aquí dentro y anunciará en breve, tras el Plan de estabilización Económica número 4 o 5, lo que muchos gobernantes europeos no quieren todavía decir: que se ha puesto fin al proyecto europeo que conocíamos.

Cambiar esta deriva de los hechos es difícil, pero posible. Hay mucho que hacer en el nivel supranacional europeo y en el medio plazo. A corto plazo, los ciudadanos tienen que decir basta. Basta al fascismo difuso instalado en sus vidas, reaprendiendo a defender la democracia y la solidaridad tanto en las calles como en los parlamentos. La huelga general convocada para el 24 de noviembre será tanto más eficaz cuanta mas gente salga a la calle a manifestar su protesta. El crecimiento económico sostenible, la promoción del empleo, la inversión pública, la justicia fiscal, la defensa del estado Social, tendrán que regresar al vocabulario político a través de entendimientos eficaces entre el Bloque de Izquierda, el PCP y los socialistas que apoyan coherentemente el proyecto alternativo de Manuel Alegre.

1 comentario:

Pepe Luis López Bulla dijo...
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