"Derecho del Trabajo", de Carlos Palomeque y Manuel Álvarez de la Rosa, ha cumplido veinte ediciones. Con ocasión de ese cumpleaños, es bueno recordar un libro que es uno de los "manuales clásicos" de la asignatura. Y tampoco está de más recordar que el Derecho del Trabajo existe para regular el derecho al trabajo de los ciudadanos, una condición necesaria para su existencia social y política.
Hubo un tiempo en el que los manuales de la asignatura eran
la seña de identidad del profesor que había accedido a la máxima categoría
profesional de catedrático. Implicaba un “estilo” de enseñanza y un signo de
prestigio académico. Sus opiniones pretendían constituirse en la doctrina a la
que se debían someterse no sólo los estudiantes que lo consumían como condición
necesaria para demostrar sus conocimientos en la materia, sino los operadores
en el campo del derecho y en especial los jueces y magistrados, dueños del
momento interpretativo y aplicativo de la norma. La eclosión de las
universidades y la pluralidad de escuelas favorecieron también la
multiplicación de los manuales, en muchos casos sustentados en una clientela
cautiva. También arreciaron las críticas a los mismos como instrumentos de una
enseñanza memorística y dogmática, que deberían ser sustituidos por otros
materiales y posiblemente por otra forma de apoyo de la docencia que fomentara
la curiosidad y la posición activa de un alumnado en cierta forma recluido en
una apatía forzada por el sistema de enseñanza. En la fase más cercana a la
presente, la adaptación de los planes de estudio de derecho o de relaciones
laborales al espacio europeo de educación superior, es decir, a lo que se
conoce como Plan Bolonia, parecía exigir una transformación radical de la
propia idea del manual como “summa” de conocimientos en un contexto en el que
la enseñanza se basaba fundamentalmente en competencias y habilidades.
Todo ese periplo lo ha recorrido el manual de Derecho del
Trabajo que pusieron en marcha, hace ya veinte ediciones, los catedráticos
Palomeque y Álvarez de la Rosa, con una sistemática clásica – pero en su inicio
no tanto – que partía de la formación histórica del derecho que regulaba la
especial mercancía conocida como fuerza del trabajo, proseguía con el estudio
de las formas de producción de esta regulación normativa, y examinaba en primer
lugar el derecho colectivo y sindical antes de concluir con el estudio del contrato
de trabajo – es decir, justo al contrario de la mayoría de los manuales de la
asignatura, que anteponían el estudio del contrato y de la relación individual
a la dimensión colectiva del trabajo. Desde su inicio fue un texto muy bien
acogido en los círculos de la universidad más allá de la escuela doctrinal en
la que se había originado. Su claridad y concisión, un cierto “estilo” muy
característico, y su perfecta y cuidada puesta al día, le ha hecho merecedor de
muchas fidelidades académicas, convencidos los profesores que lo recomiendan a
sus alumnos que es un texto seguro en el que deben encontrar todo lo que les
interesa para verificar sus conocimientos y para ejercitar sus destrezas y
competencias, en la nueva terminología psicologista de Bolonia.
Ahora se presenta ante sus – muy numerosos – lectores afrontando
un tremendo reto, el de dar cuenta del progresivo desmoronamiento de las
estructuras básicas del derecho del trabajo especialmente intensas con la (por
el momento) última vuelta de tuerca de la reforma continuada del 2012. Una
remodelación del ordenamiento jurídico-laboral que tiene pendientes numerosas
imputaciones de inconstitucionalidad y que en todo caso representa una visión
hostil a los postulados fundamentales de una constitución en la que el trabajo
es un factor ineludible de cohesión social y de valor político-democrático.
Como es ya habitual en un texto que ha sobrevivido a tantos acontecimientos,
sale bien librado. E la nave va, como
recuerda Fellini, una imagen muy apropiada para un recorrido tan largo como
provechoso.
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