Los lectores y lectoras de este
blog habrán comprobado la inactividad de su titular durante todo el período
vacacional (treinta y cinco días naturales) necesario para la recomposición
física y psíquica de la capacidad de trabajo del mismo. Durante ese tiempo –
que coincide con el derecho reconocido legalmente a todos y todas los
trabajadores, aunque ya nadie recuerde esas viejas palabras de la ley – les he
dejado confiados a la bitácora hermana de López Bulla mientras me dedicaba a recorrer
todos los caminos del ocio, del descanso y del reposo, sin olvidar el alimento,
la bebida y las lecturas como puntos clave de unas buenas vacaciones. Sería
tentador hacer un resumen de las
principales actividades, excursiones, condumios y experiencias habidas pero no
querría aburrir a los frecuentadores de
estas páginas con los recuerdos amables de un tiempo solar y brillante
percibido como un paréntesis antes de empezar de nuevo el curso. Aunque sea
martes y el refranero recomienda que no nos embarquemos en naves ni en
proyectos nuevos, era necesario volver al blog, que más o menos es como empezar
el curso.
Aunque el retorno a nuestra
realidad política, social y económica genera una sensación extremadamente
negativa. Malas vibraciones, que diría un pre-moderno. En la televisión
pública, la que debería ser de todos los españoles y españolas (y que hacía
tanto que no veía) sólo se hablaba de la iniciativa de las tres
Administraciones Públicas - Ayuntamiento,
Comunidad Autónoma y Estado – por obtener para Madrid los juegos olímpicos para
el 2020. La actualidad y la información sobre ella se aleja de lo que da
sentido político y democrático a la libertad de información, el derecho
concreto a la libre circulación de informaciones y de opiniones, sin el cual –
como me comentaba ayer en la calle San Bernardo mi amigo Juliano el Apóstata (ma non troppo) – prensa y televisión se convierten en aparatos de
dominación destinados a divulgar las opiniones de los dueños de las empresas de
comunicación o, en el caso de los medios públicos, del gobierno. Ni una sola opinión
discordante sobre la candidatura de Madrid 2020. Ni una sola mención a la
crítica que una buena parte de los movimientos sociales realizaba a esta
iniciativa descabellada. En un país en el que se recortan servicios básicos y
esenciales como la sanidad y la enseñanza, que se acaba con la investigación y
se encarece y dificulta el acceso a la educación superior mediante el aumento
de las tasas, en un contexto de desfallecimiento masivo del empleo y
depauperización del trabajo mediante la drástica reducción de la retribución
del valor del mismo a través de la reducción salarial generalizada, ante un
incremento totalizante de la inseguridad y de la precariedad en la existencia
de cientos de miles de personas, resultaba obscena la presentación festiva del evento olímpico y deportivo a la que
concurrían tantos periodistas, deportistas, directivos, empresarios y políticos
pagados por el erario público, encerrados en un círculo feliz y despreocupado,
ajeno por completo al desastre social y cultural en el que se ha instalado
España.
Ahí estaban, Ana, Nacho y Mariano
– como les llamaba, demostrando la camaradería y amistad que el evento había
forjado, el presidente del COE – personificación de las tres administraciones
públicas del Estado, acudiendo a Buenos
Aires con la seguridad aplastante de que vencería Madrid y que de esa victoria obtendrían buenos
rendimientos electorales y personales. Por no hablar de los negocios. Había
casi más empresarios que políticos. Y sobre todos, el presidente de la CEOE y
el magnate de ACS y presidente del Real Madrid, que trajo de retorno al
presidente de la CAM y a la consejera de educación con la que había cerrado la
adjudicación de un concurso de servicios en guarderías hacía escasos días.
El estrepitoso descalabro de esta
operación – que se ha llevado por delante también a Felipe de Borbón, implicado
en el esfuerzo baldío de una operación vergonzosa – acompaña gráficamente al
fracaso continuo en el que se encuentra la esfera pública e institucional
española, cada vez más separada y alejada de la confianza de la sociedad en su capacidad
de dirección de los procesos políticos, sociales y económicos que afectan a la
población.
Este es sólo el último de los
datos que aseguran la destrucción de lo público y la corrupción de la política
democrática en este período histórico que estamos atravesando. Las turbulencias
del caso Bárcenas, la destrucción de las pruebas en el ordenador confiado al
Partido Popular, las continuas revelaciones sobre la financiación irregular del
Partido en el gobierno, producen estupor e indignación a partes iguales,
generando en la opinión pública que hay personas cuyas conductas son impunes
por estar tocados por el halo mágico de un poder que escapa a los límites de la
democracia, frente al cual la acción de la justicia penal no logra revertir esa
protección plena.
En el lado de los “seres
comunes”, la vida es cada vez más difícil y la existencia insegura. Los
recortes en sanidad y enseñanza, la negación de la investigación y el
desarrollo, la precarización y la reducción salarial para la gente que trabaja,
sigue siendo el paisaje habitual de nuestro país. A lo que se anuncian nuevas
medidas, siempre en el área del trabajo y de las prestaciones públicas de
seguridad social, que agravarán la situación.
A la vez, la resistencia crece y
se extiende. Aun con todos los problemas, especialmente en el campo político-electoral
de los partidos, muy resistentes al cambio y con escasas aportaciones de renovación del proyecto reformista que encarnan, más allá de la crítica necesaria y el rechazo al modelo neoliberal que se impone desde el interior y el exterior de nuestro país. Como estudian ya los sociólogos, la ruptura entre la sociedad
y sus expectativas de vida social y de programa con la dimensión institucional
de la organización social, es cada vez mayor, y se expresa en una crisis
profunda de la representación de los intereses y de las voluntades de los
grupos sociales en las formas representativas institucionales. Hay encuestas de
opinión muy recientes que son bien
interesantes al respecto, que serían un buen objeto de comentario en
este blog.
Continua por tanto la resistencia y el rechazo a este estado
de cosas. La movilización social se presenta, un año más, a ocupar
democráticamente los espacios públicos y la capacidad de propuesta. El comienzo del curso es regresar al punto donde dejamos todo antes de vacaciones. Y desde donde hay que partir y seguir adelante hasta conseguir que este estado de cosas se modifique radicalmente. Porque,
como el film de Tavernier, hoy empieza todo otra vez.
1 comentario:
Claro que sí maestro, hay que seguir luchando, manifestando nuestra oposición y desacuerdo contra la política neoliberal que practican el PP y CiU...y los juristas tenemos una importante responsabilidad en esa tarea...
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