Un buen
amigo que vive en Cádiz, Juan Terradillos, nos ha escrito a Joaquín
Aparicio y a mí un correo esperanzador y alegre en el que parte de un
primero de mayo sindical y combativo, con la recuperación aún precavida de las
calles, la promesa de cambios legislativos importantes y el comienzo del fin de
la pandemia. Un mes que empieza así, no se puede torcer. Ni siquiera el día
4, nos dice nuestro amigo. Una inyección de ánimo que permite por lo tanto
una pequeña reflexión sobre la elección de mañana en la que pueda efectuar la
explicación de mi voto en las mismas.
No hay mucho que decir del
momento en el que se han convocado estas elecciones a la Comunidad de Madrid, ni
de la consideración de día laborable aunque no lectivo, dificultando así la
participación de las personas que trabajan desplazadas por la geografía de
Madrid o que lo hacen en otras provincias limítrofes y complicando el acceso a
los colegios electorales. Tampoco del vasallaje militante que una buena parte
de la prensa y de la televisión ha practicado respecto de la candidatura de Diaz
Ayuso, amplificando su estrategia trumpista de agresividad antidemocrática.
El complemento a su derecha de la rudeza fascista de Vox no ha compensado la
violencia y la mentira que integra el discurso de la candidata del PP, por el
contrario, las ha reforzado.
En Madrid hay mucho negocio,
decía un industrial que conocí en Albacete, y se tiene que mantener una esfera
de impunidad para la especulación y la ganancia para determinadas grandes
empresas e instituciones financieras que se han visto protegidas y asistidas
por las decisiones del poder público con el gobierno de Madrid en manos de la
derecha. Que comenzó su dominio merced a la compra de dos diputados socialistas
cuando la izquierda ganó las elecciones, lo que dice muy claramente el
escenario de corrupción profunda en el que se mueven los intereses en juego. Llegan
además los recursos de la Unión europea y la oportunidad de negocio se fortalece.
Por consiguiente, la gestión segura de estas inversiones y del horizonte de
enriquecimiento adicional que acarician estas fuerzas económicas no puede ser
alteradas ni siquiera en lo más mínimo por un cambio en la gestión de la Comunidad.
Quizá no resulte de buen tono que para ello se tenga que contar con el tosco
mensaje xenófobo, antifeminista y antisindical de la ultraderecha, aunque para
ello sea conveniente irlo normalizando en la opinión pública como un pensamiento
aceptable y aceptado. A ello se une la necesidad para el PP, en su estrategia constante
de deslegitimar al gobierno democrático, de contar con una victoria electoral sonada,
más allá de su triunfo en Galicia, tras su derrota constante en las elecciones
vascas o catalanas. Diaz Ayuso representa el perfil más exagerado de la
confrontación antidemocrática frente al gobierno legítimo con mayoría
parlamentaria suficiente, de manera que su victoria – que el PP daba por
descontado y por ello convocó las elecciones en Madrid – supondría un paso
adelante en su estrategia de deslegitimación continua de la existencia del gobierno
progresista.
La campaña ha sido sucia, desigual,
escorada claramente hacia la defensa de las posiciones más reaccionarias, y ha
favorecido la difusión de las mentiras más indignas sobre las posiciones demócraticas
una y otra vez. El PP la inició falsificando el domicilio de tres de sus
candidatos, y tuvo que ser un juez quien anulara lo que la Junta Electoral
había validado sin problemas. No tuvo consecuencias, como tampoco que entre los
candidatos que falsificaron su presentación por el PP estuviera una persona
vetada de por vida por el consejo de Europa por varios escándalos de
corrupción. Más tarde, la devaluación de las amenazas de muerte al ex
Vicepresidente del Gobierno, al Ministro del Interior y a la Directora General
de la Guardia Civil, como algo inexistente
cuando no inventado por los propios amenazados, se tornó luego en un relato
aplicable a Pablo Iglesias en el que las balas recibidas eran fruto de
la violencia del amenazado. En general, el cerco informativo pleno a los
mensajes de la izquierda y la alteración de éstos, el estereotipo constante de
los candidatos que representan a las dos fuerzas que componen el gobierno de la
nación, Iglesias y Gabilondo, que son el objetivo a batir, han sido
los lugares comunes de este tiempo electoral. La utilización descarada de las
posiciones institucionales en favor del PP, como emblemáticamente ha sucedido
el día 2 de mayo con la fiesta de la Comunidad y la corrida de toros de por la
tarde, demuestran que la custodia de la legalidad electoral por la Junta
Electoral es inexistente cuando se trata de unas elecciones convocadas por el
Partido Popular.
En ese escenario tan viscoso, la izquierda
política ha actuado especialmente bien. Alba Rico ha definido la
relación entre las tres fuerzas en presencia como “competencia virtuosa” o, desde
otro punto de vista, “división cómplice”. Lo cierto es que la cooperación mostrada
entre el PSOE, Mas Madrid y Unidas Podemos, supeditando su propia peculiaridad
al objetivo común de que el PP no pudiera gobernar la CAM con Vox, ha sido un
ejemplo que sin duda podrá proyectarse hacia el futuro en próximas citas
electorales. Las diferencias en los programas se han aplazado a la negociación
de un programa de gobierno el día después, en la idea de un frente amplio que
priorizara, con toda la razón, el elemento de la preservación democrática
frente a la amenaza involucionista y autoritaria, realmente presente.
Los candidatos han actuado bien,
intentando cada uno expandir su área de influencia en sectores específicos de
la audiencia electoral. Mónica García se ha beneficiado de su trabajo
constante de denuncia del desastre de la asistencia sanitaria y sociosanitaria
del gobierno Ayuso, (que ha sido permanente y conscientemente tapado por
los medios de comunicación empotrados en la defensa de la revalidación del
gobierno en solitario con el apoyo de Vox) y de representar un partido que no forma
parte del gobierno estatal, por lo que las críticas de la prensa no han sido
tan severas y se ha presentado como el voto refugio de una parte de los
votantes que se escapan al PSOE o a unas clases medias progresistas. Gabilondo
ha sido objeto de burlas continuas sobre la base de su aspecto y forma de
expresar un discurso político fuera de los cánones que exige la comunicación
actual, y su compromiso indudable con la propuesta de izquierda le ha enajenado
la agresividad no solo de la candidata del PP, que en el único debate al que
accedió a acudir le pronosticó su eterna enemistad personal y de su partido, sino de
una buena parte del aparato de propaganda de este que ha capturado cabeceras de
periódico y tertulias televisivas. Han circulado algunas listas de nombres que
apoyaban su candidatura desde fuera del PSOE, como la que incluía a personas tan
inequívocamente progresistas como el doctor Alberto Infante, la abogada Carmen Roney o el sindicalista
– y amigo – Juan Moreno, pero han sido datos que apenas han llegado al
público, en un cortocircuito bien precisado para que no tuvieran ningún efecto.
Como los mensajes de una buena parte de los líderes de la izquierda europea en
favor de Iglesias, o el de Dilma Rouseff en idéntica dirección. La
consigna es silenciarlos para evitar que se conozca la proyección y la aceptación
pública de estas figuras de la izquierda.
La existencia de un desequilibrio
tan grande hace más imprescindible que nunca votar mañana, 4 de mayo. Sorteando
todas las dificultades que nos han puesto y la lógica desconfianza hacia la
acumulación de personas en un tiempo de pandemia cuando aun no ha habido un
porcentaje lo suficientemente amplio de vacunación. Votar para decir no a un
estilo de gobierno que se basa en la mentira y en el insulto y descalificación
grosera del adversario y que amenaza con la expansión del autoritarismo y la represión
cultural e ideológica en otros dos años. Votar a la izquierda plural.
Dentro de este discurso general,
el perfil político que marca mis preferencias es el de Unidas Podemos. Desde el
punto de vista de las personas que integran esa candidatura, porque la lista
electoral revela una extraordinaria capacidad de integración de movimientos
sociales y de personalidades que las encarnan. Agustín Moreno, es para
muchos de nosotros una garantía segura de buen hacer y de compromiso democrático,
y su presencia junto a la abogada Alejandra Jacinto en la lucha por una
vivienda digna y Serigne Mbaye como ejemplo de la integración efectiva
de la inmigración racializada, entre otros, permiten asegurar un equipo formidable
en la dirección política de la Comunidad. La figura de Pablo Iglesias,
por otra parte, ha acaparado una corriente de odio y de intolerancia que debe
ser analizada cuidadosamente como ejemplo del crecimiento de un espacio
plenamente antidemocrático no solo en el discurso de la ultraderecha, sino en
el relato que ha construido un partido constitucional como el PP y que han
exacerbado los medios de comunicación y las redes sociales. Por el contrario,
la capacidad política, la inteligencia estratégica y la generosidad demostrada al
presentarse a estas elecciones, merece ser reconocida y estimada por un fuerte
apoyo electoral.
En cuanto al programa, las medidas
previstas creo que tienen una gran coherencia, centradas en el incremento de
los servicios públicos, en la educación y en la sanidad y servicios
sociosanitarios, pero también en materia de vivienda y alquileres. El objetivo
central, formar un gobierno entre las fuerzas de izquierda que posibiliten una
transición justa a su consolidación en las elecciones de dentro de dos años. En
la defensa de este problema, la consideración de la centralidad del trabajo
como una condición de acceso a la libertad y a la igualdad. Un discurso que
coincide sustancialmente con la visión política más adecuada a la Constitución
social española.
Mañana por tanto votaré esa
candidatura. Confiando en que la participación ciudadana aumente en los barrios
y ciudades caracterizados por la presencia de población trabajadora. Con la
esperanza de un cambio real, que derrote la prepotencia autoritaria y clasista
de la candidata del PP y sus violentos escuderos de la ultraderecha. Y recordando
las palabras de mi amigo Terradillos: Mayo ha comenzado con buen pie.
Un mes que empieza así, no se
puede torcer. Ni siquiera el día 4.
1 comentario:
También mi voto será para Unidas Podemos. Las otras dos candidaturas merecen toda mi estima y fue estimulante ver a las tres cabezas de lista juntas en la manifestación sindical del 1º de Mayo.
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