Mientras una parte del país se recupera de la ola de calor que le ha
golpeado durante el fin de semana, la lectura sigue siendo el eje de actuación
perfecto para resguardarse de la temperatura en ascenso, pero también de las
presiones y acechanzas de esa tendencia a trabajar siempre y a todas horas a
las que arrastra la economía digital hegemonizada porel sistema capitalista, Joaquín
Aparicio nos ilustra hoy con un libro inquietante y a su vez enormemente
didáctico, La lengua del Tercer Reich, un recordatorio muy adecuado en
el 85 aniversario del asesinato de Federico García Lorca por el
franquismo, ensalzado por muchos de los que sin embargo se llenan la boca con
la gloria del poeta.
EL
FASCISMO INFECTA A TRAVÉS DE PALABRAS. LA LENGUA DEL TERCER REICH
Joaquin
Aparicio Tovar
Umberto
Eco, en un ensayo que titulaba “El fascismo eterno”, advertía que están
surgiendo nuevas formas de fascismo que no precisan de camisas negras, pardas o
azules, pero que comparten con el viejo nazismo y fascismo rasgos esenciales.
“El fascismo eterno, nos advertía, puede aún volver bajo la piel más inocente.
Nuestro deber es desenmascararlo y apuntar con el índice cada una de sus nuevas
formas” y para ello es sumamente útil, no solo su ensayo, sino la lectura del
libro de Victor Klemperer LTI. La lengua del Tercer Reich. Apuntes de un
filólogo. (Editorial Minúscula, Barcelona, 2001, Traducción de Adan
Kovacsis). Mucho más en un país como España en el que no ha habido un proceso
de “desfranquismización”.
Victor
Klemperer, primo del conocido director de orquesta Otto Kemplerer, tras
participar como voluntario en la Gran Guerra, se reintegró a sus estudios de
filología y más tarde obtuvo la cátedra en la Universidad de Dresde. Mientras
su primo y su hermano, un conocido médico, se exiliaron cuando los nazis
llegaron al poder, Victor permaneció en Alemania pero por su condición de judío
sufrió toda clase de penalidades y vejaciones, desde la expulsión de la
Universidad a condenado a barrer calles, trabajar forzado en fábricas, vivir en
“casas de judíos” o no poder acudir a una biblioteca, ni pedir libros en
préstamo. Si no le mataron fue porque estaba casado con una mujer “aria”, con
la que sobrevivió al terrible bombardeo de la aviación británica de Dresde de
la noche del 13 de febrero de 1945. Aprovecharon la confusión subsiguiente para
huir pues ya estaban convocados para ser llevados al exterminio. Desde 1933
hasta el 45 estuvo analizando el lenguaje tanto de los medios oficiales como el
que hablaban los trabajadores y la gente de la calle. Fue redactando, con gran
riesgo si era descubierto, unas notas que acabaron dando lugar al libro que
aquí se comenta publicado en 1947, ya reintegrado a su cátedra de Dresde.
La
lucha por la democracia exige no solo acabar con las instituciones
nazi-fascistas, sino también con “los hábitos de pensamiento nazis y su caldo
de cultivo: el lenguaje del nazismo”, porque el nazismo conforma a las personas
a través de su penetración por las palabras. La LTI (Lingua Tertii Imperii) es
persistente y uno de sus rasgos es que altera el valor de las palabras. ¿No
suena esto mucho a la corrupción de la palabra libertad que está haciendo la
derecha? “El veneno está por doquier. Es transportado por el agua potable de la
LTI, y nadie está a salvo”, eso explica que en la fase final de la guerra
muchos trabajadores de la fábrica en la estaba destinado, que no eran nazis,
seguían creyendo las mentiras de la propaganda del régimen.
La
LTI es poderosa por ser pobre. Cuanto menos alude al intelecto más popular es,
ya que quien piensa tiene que ser convencido, no persuadido, y los nazis
necesitan un pueblo embrutecido que se mueva por el sentimiento y la fe, no por
la razón. Eso lleva a la exaltación del fanatismo como valor positivo y a la
superación de todo límite. El origen de esto último lo encuentra Klemperer en
el romanticismo alemán. Esa ausencia de límites es característica del
comportamiento de la derecha actual que usa la cabeza para embestir, la boca
para insultar y hacer toda clase de corruptelas manejando a su conveniencia las
instituciones en cuanto están a su alcance.
El
antisemitismo es un elemento central del nazismo que conecta con lo más oscuro
de muchos seres humanos que ven a los judíos como ajenos y perversos, a pesar
de que muchos de ellos estaban desde siglos incrustados en la cultura y vida de
Alemania a la que enriquecieron. Pero el nazismo precisa de enemigos y los
inventa, cosifica a las personas y de ese modo las degrada y puede eliminarlas
porque son subhumanos, para ello recurre al chovinismo y al nacionalismo en una
especie de primitivismo de la conciencia social en donde la raza superior puede
consentirse todo apoyándose en la pseudociencia. Raza solo hay una: La raza
humana, por eso la traslación que hacen los partidos de la derecha del
antisemitismo al desprecio del inmigrante conecta con una de las esencias del
nazismo.
La
LTI es pobre, ya se ha dicho, pero se refuerza “mediante la repetición,
machacando siempre lo mismo”, porque “la propaganda reconocida como mentira y
fanfarronada sigue surtiendo su efecto si se tiene la cara dura de continuar
practicándola sin inmutarse”, por eso, ante el uso de esta burda práctica que
se hace hoy en día, es tan necesaria su denuncia.
Cuenta
Klemperer que tuvo dudas de si elaborar sus notas de todos esos años para su
publicación, habida cuenta que suponía habría otras investigaciones históricas
que desnudasen al nazismo. El solo analizaba cosas cotidianas, pero
desaparecieron esas dudas cuando en los días finales de la guerra se encontró
con una mujer berlinesa y conversando se dieron cuenta de la sintonía de sus
opiniones políticas. La mujer le contó que su marido fue uno de los primeros
condenados a prisión por comunista y ella misma también pasó una temporada en
la cárcel. ¿Porqué? Le preguntó. “Por ciertas palabras”. Había ofendido al
Führer, los símbolos y las instituciones del Tercer Reich.
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