Ya se ha hablado en este blog de las
tensiones sobre la reforma del nivel asistencial de desempleo que se han
producido a raíz de las declaraciones y propuestas del Secretario de Estado de
Economía que se han prolongado en una amplia defensa de sus planteamientos por
parte de una larga serie de personas que han ocupado las tribunas de opinión de
los periódicos y digitales. Lo que se presenta como una “batalla ideológica”
entre Nadia Calviño y Yolanda Díaz como si fuera una lucha por
mantener parcelas de poder dentro de sus respectivas competencias
ministeriales, es en realidad una contraposición de programas y proyectos
reformistas que no sólo tienen su repercusión en este asunto concreto, sino que
lo trascienden y se despliegan respecto de la visión que se tiene de futuro
sobre la Europa social y las reglas nuevas de gobernanza económica y sobre el
lugar que tiene que ocupar el trabajo y su protección en todos sus aspectos en
un proyecto de reforma que entiende que solo ampliando derechos laborales y sociales
se sostiene la democracia frente a la embestida autoritaria de las derechas.
Sobre este tema en concreto, Joaquin
Aparicio, profesor emérito honorario de la UCLM y uno de los más activos
sostenedores de este blog, ha escrito una reflexión de lectura obligada para
todas las personas que quieran estar informadas sobre este particular más allá
de lo que se recoge en los medios de comunicación al uso. Este es el texto de
su intervención en exclusiva para este blog.
LA RESPONSABILIDAD DEL DESEMPLEO NO
ES DE LA PERSONA TRABAJADORA
Joaquín Aparicio Tovar
Los poderes públicos están
obligados a realizar una política orientada al pleno empleo tal y como se
establece en el artículo 40 de la Constitución. El pleno empleo en una
sociedad libre es el título del segundo de los informes de Beveridge y
desde el fin de la segunda guerra mundial en los países de Europa occidental
que no estaban bajo dictaduras fascistas, lo que era una aspiración para huir
de la dramática situación del periodo de entreguerras, llegó a ser una realidad
como consecuencia de las políticas que se pusieron en práctica que tenían el
sello de una fuerte intervención del Estado en la economía, por una parte como
regulador y, por otra, haciendo fuertes desembolsos e inversiones que
reactivaron esenciales sectores productivos. Es algo muy conocido, como lo es
también que desde finales de los 70’s la “revolución conservadora” dio al
traste con ello y desde entonces se ha ido arrastrando el problema del
desempleo.
La lucha contra el desempleo es un
mandato constitucional, un instrumento de defensa de la democracia que peligra
cuando se desboca, y un imperativo ético si se quiere defender la ciudadanía
social y la dignidad humana. Si del trabajo se ha dicho que es el pasaporte
para la ciudadanía y el modo ordinario de obtención de rentas para cubrir algunas
de las necesidades a que están sometidos los seres humanos, es obligación de
los poderes públicos que haya una oferta de empleos igual o mayor a la de
demandantes de trabajo, en eso consiste esencialmente la política de pleno
empleo, ya que no hay que olvidar que la persona trabajadora y el empresario no
están en situación de igualdad. Para la primera no tener trabajo o perderlo es
un drama, pero para el segundo es solo un inconveniente.
Pero por muy exitosa que sea la
política de empleo habrá situaciones en las que las personas trabajadoras se
verán por distintas razones expulsadas del trabajo, aunque sea de manera
temporal, y es entonces cuando no se las puede dejar abandonadas. Ante esas
situaciones, la Constitución (art. 41) vuelve a hablar para imponer a los
poderes públicos otra obligación, la de, a través del Sistema de la Seguridad
Social, garantizar prestaciones sociales suficientes ante los estados de
necesidad, “especialmente en casos de desempleo”. Tenemos pues dos mandatos
constitucionales: la de orientar la política, en especial la política
económica, al pleno empleo, y la de poner al abrigo de la necesidad a las
personas desempleadas con prestaciones “suficientes”.
En estos días ha salido a la luz
una polémica suscitada por las pretensiones del departamento de Economía de
recortar el subsidio por desempleo frente a las que ha alzado su voz la
vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo, que es la competente en el
asunto. Las propuestas de Economía que hemos sabido, no solo son de una gran
inoportunidad política en un tiempo de acoso al gobierno progresista de
coalición por las derechas, ya todas extremas, atizando el fuego sobre los
problemas de la ordenación territorial del Estado, sino que son socialmente
regresivas y viejunas, a pesar de que se presentan como modernizadoras. La
mayoría de las reformas que han recortado derechos de las personas trabajadoras
en España se han justificado en nombre de la modernidad. También está
ocurriendo ahora, pero en este caso es particularmente evidente que tales
afirmaciones están muy alejadas de la realidad.
Las propuestas de recortes de
las prestaciones de desempleo, ahora del desempleo asistencial, hunden sus
raíces en ideas antiquísimas y arcaicas. Durante el siglo XIX y bien entrado el
XX las élites poderosas impusieron la idea muy propia del liberalismo de que el
individuo ha de ser capaz, en una lucha competitiva con los demás, obtener todo
lo necesario para cubrir sus necesidades y si no lo conseguía era por su
incuria por lo que el Estado no tenía que ocuparse de su suerte. Sin embargo,
la realidad era tozuda y no se podía cerrar los ojos ante las muchedumbres
desvalidas, en especial en tiempos de crisis. Las nuevas leyes de pobres
británicas del siglo XIX, ya en plena industrialización, intentaban dar algún escuálido
alivio a masas de depauperados, pero en condiciones de dureza tales que les
estigmatizaba (en esto no se separaban mucho de las de beneficencia del
continente europeo). Se suponía que esa dureza evitaba que los vagos acudiesen
a pedir ayudas públicas y se viesen obligados a trabajar, pero ese esquema se
daba de bruces, por un lado, con situaciones, de modo agobiante en tiempos de
crisis, en las que había una incapacidad de ofrecer trabajo a quienes lo
demandaban y, por otra, una creciente rebelión de las masas trabajadoras con
cada vez más conciencia de clase. El seguro social fue una salida a ese estado
de cosas porque en su base está que determinados riesgos que generan estados de
necesidad no son de origen individual, sino producto de la organización de la
sociedad, son “sociales” y por ello ha de buscarse una solución desde lo
público. Si alguien queriendo y pudiendo trabajar no encuentra una oportunidad
para hacerlo no es responsable de su estado de desempleado y entonces debe
actuar lo previsto en el art. 41 de la Constitución.
El Secretario de Estado de Economía
ha dicho que no hay que “subsidiar” a los parados sino ir a la creación de
empleos. Hay en esa afirmación algo de Perogrullo porque si se crean empleos
(350.000 ha cuantificado), al ocuparse por desempleados obviamente ya no se
tienen que dar “subsidios”. En esencia el plan consiste en recortar la
prestación asistencial por desempleo y exigir a la persona perceptora un más
riguroso “compromiso de actividad” bien vigilado por el SEPE. Esto recuerda
mucho lo que se intentó en 2002 por el Gobierno de Aznar. Pero el compromiso de
actividad no puede ser abierto, tiene que ser referido a una ocupación adecuada
a la situación personal de la persona trabajadora (cualificación profesional,
situación familiar, integración en un territorio). La idea del subsidio que parece rondar por las
cabezas de quienes propugnan los recortes es la que son un residuo de la vieja
asistencia social heredera de la beneficencia y no así. Para acceder a las
prestaciones por desempleo asistencial la persona titular del derecho tiene que
haber pasado antes por las prestaciones del desempleo contributivo que exigen
un periodo de cotización y por tanto haber trabajado y perdido el empleo, por
lo que en puridad no es exactamente una prestación asistencial. Se supone, en ese plan de Economía, que al
recortar la prestación la persona perceptora se espabilará y encontrará
trabajo. ¿Cómo se crearán esos puestos de trabajo? Aquí entra la fe, lo que no
deja de ser curioso en unos economistas que presumen de cientificidad en sus
propuestas. Dicen que la comparación con las experiencias de otros países de la
OCDE y “evidencias empíricas” (¿Quiénes son esas mozas? Que diría Sánchez
Ferlosio) así lo muestran. Grandes comparatistas han advertido de los errores
del comparatismo si no se tienen en cuenta un gran número de instituciones y,
en este caso, no solo habría que comparar la legislación y práctica del
subsidio de desempleo, sino el conjunto de las instituciones sociales y
económicas de distintos países en las que operan. En definitiva, al final la
fe. Lo que tampoco sorprende mucho porque muchas de las reformas regresivas que
se han hecho en materia social, por ejemplo, con la introducción en el
ordenamiento los contratos de trabajo temporales sin causa, se decía que al final
servirían para crear empleo, y ya se ha visto lo que ha pasado, que hemos
tenido que esperar a 2022, con la reforma laboral, que ha vuelto a la
preferencia por el contrato indefinido y exige causa para los temporales para
que se haya reducido la temporalidad que se había hecho crónica. Se comprende
que la gran mayoría de la clase trabajadora sea descreída, porque es claro que
lo que primero le cae encima es el recorte de la prestación y ya veremos cuando
aparecen las colocaciones adecuadas.
¿De verdad alguien piensa que si no
hay pleno empleo en España es por culpa de quienes perciben como desempleo
asistencial 480 €? ¿Son 480 € una prestación suficiente de acuerdo con al art.
41 CE? Es muy difícil sostener que la inmensa mayoría de quienes perciben el desempleo
asistencial no aceptaría un trabajo con condiciones dignas, entre ellas el
salario. Se dice que hay puestos de trabajo que no se ocupan, pero no se dice
cuáles son las condiciones de esos puestos de trabajo y por eso sorprende que
desde mismo Ministerio de Economía se haya hecho y se haga oposición a una
subida del salario mínimo que es esencial para tener esos trabajos dignos e
incentiva ocupar esos puestos de trabajo cuando los haya.
No puede justificarse la reforma propuesta por
el Ministerio de Economía por las exigencias de la Comisión Europea contenidas
en la componente 23, porque ya fueron negociadas por las personas responsables
del Ministerio de Trabajo y a ellas corresponde hacer las modificaciones que
sean menester en el actual esquema. Más valía que las autoridades del
Ministerio de Economía de centrasen en negociar con la Comisión las necesarias
inversiones públicas para modernizar la estructura económica de nuestro país,
ahora que hay peligro de una vuelta a la austeridad.
3 comentarios:
Menos mal que aún queda alguien con memoria para recordarnos de donde venimos y a donde nos pueden llevar si no nos andamos con ojo
Es un error tratarlo como un debate moral. Los recursos son escasos y se trata de distribuirlos, y se distribuirán velis nolis.
No hay empresas. No habra empleo publico y no habrá dinero para mantener este nivel de gasto. Todos lo intuimos.
El oro esta por las nubes, por cierto.
La perspectiva del articulo es emocional, política, inútil y completamente errónea.
Pues parece Vilasanche anónimo, que la realidad va por otro lado de las catastrofes que pronostica. El empleo crece y la economía es estable. Las empresas están encantadas y la productividad aumenta. No sabemos si el oro está en las nubes o si es su pensamiento el que reside en la estratosfera. El artículo es racional, se basa en razonamientos jurídicos serios, resulta de extrema utilidad en el marco del debate actual entre dos lineas polítcias muy claras, y aceirta plenamente.
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