Llevamos cinco años padeciendo
una de las crisis más amplias y profundas que ha tenido el sistema financiero
capitalista y que ha golpeado de forma especialmente cruel a la sociedad española. La llamada crisis del
euro y las políticas de austeridad consiguientes, aplicadas de forma suicida
por el partido socialista en connivencia con su no leal oposición primero, y
luego llevadas a su máxima expresión por el gobierno del Partido Popular, han
generado un escenario de devastación social, pérdida de derechos fundamentales
e involución democrática. La reacción social en forma de movilizaciones
extensas, y la respuesta política que últimamente se ha apreciado en los
resultados de las elecciones europeas, son acontecimientos ligados a este
proceso de degeneración democrática acompañado de un paisaje de corrupción y de
desorientación política en el seno del bipartidismo imperfecto en el que nos
movemos.
Pero no siempre se explicita que
al lado de estos procesos que importan,
hay un proceso de reflexión y de análisis que se lleva a cabo desde el campo de
la investigación y de la reflexión teórica y del debate sobre las políticas y
las trayectorias de reforma de la sociedad. De manera mucho más certera lo
expresa Luis García Montero en el prólogo al libro del que se va a hablar
inmediatamente: En las épocas de crisis
son imprescindibles los ejercicios de conciencia sobre el vocabulario y sobre
los estados de ánimo.
La relevancia de estos procesos
de revisión y de reflexión crítica sobre el curso
de las cosas es evidente, pero lo es
igualmente resaltar el protagonismo que en estos momentos está teniendo una
nueva generación de personas jóvenes y comprometidas que se interrogan
seriamente sobre la realidad social actual y la forma de explicarla para
reformarla, transformándola en una dirección más igualitaria, con mayores
espacios de libertad y de democracia. Se ve un poco por todas partes, desde la
renovación del liderazgo político hasta la presencia en las organizaciones y en
los movimientos sociales. En el caso que ahora se trae a colación, en un
proyecto de intervención teórica y crítica sobre el desarrollo de las políticas
frente a la crisis y sus efectos sociales y políticos.
Bajo el nombre de Malabá, nombre de un pozo minero en
activo que se presenta como laboratorio de ideas y como un proyecto de
investigación militante configurado como “herramienta de resistencia”, se ha
concebido un programa de intervención a través de una serie de volúmenes
colectivos que se interrogan y nos interrogan sobre elementos centrales de
nuestra cotidianeidad ciudadana. En ese trayecto se logra la convergencia de un
grupo de jóvenes investigadores generalmente integrados en el espacio académico
universitario que se confrontan con otras voces más conocidas pero igualmente
convergentes en el proyecto. Iniciado éste con un libro sobre la marea verde y
la crítica a los recortes educativos y a la privatización de la enseñanza,
acaba de salir antes del verano otro volumen dedicado a reivindicar lo público,
su vigencia social y su superioridad moral, política y democrática sobre la
iniciativa privada de obtención del beneficio.
El título del libro es En
defensa de lo común. Lo público no se vende, lo público se defiende, lo
coordinan dos jóvenes profesores contratados doctores de la UCLM, Francisco Trillo y Jorge García, lo
edita Bomarzo en Albacete y lo promueve
las ediciones Malabá conjuntamente con
la Federación de Europa de los Ciudadanos (FEC), bajo el impulso de Francis Gil, con domicilio en Ciudad
Real.
Precedido de un prólogo de Luis García Montero, el libro se abre a
un diálogo entre diferentes puntos de vista que diversifican, también sobre la
base de las diferentes especialidades científicas y sociales presentes, el
tratamiento del espacio de lo público como explicación de la ciudadanía y a su vez
ésta como expresión del valor político y democrático del trabajo. En el libro
se incrustan en efecto posiciones que se refieren a lo público en el marco del
Estado de Bienestar, como Rafael Muñoz
Bustillo, Héctor Maravall y Ramón Górriz, las que reflexionan por
el contrario a partir del Estado Social, como en general todas las aportaciones
de los iuslaboralistas, como Joaquín
Aparicio, Antonio Baylos, Laura Mora, Helena Ysàs, Nunzia Castelli y el
coordinador, Francisco Trillo,
mientras que otras fundamentalmente se centran en el desmantelamiento de lo
público y la relación con la crisis, el trabajo asalariado y su socialización,
como Alberto Riesco-Sanz y el
coordinador Jorge García. El
conjunto de los textos se concibe – y eso es una característica del proyecto –
como un intercambio de voces que ayudan, desde posiciones de partida
diferentes, a encontrar un espacio de encuentro y de debate sin que esté
predeterminada la respuesta o la solución. Un trabajo en proceso.
En la presentación del libro sus
coordinadores lo hacen explícito en algunos de sus párrafos. Son los
siguientes:
“Lo público no se vende. Lo
público se defiende contiene diez reflexiones multidisciplinares que
pretenden ofrecer materiales para una reflexión estratégica de lo que con
carácter general denominamos la defensa de lo público. Sin embargo, los
textos que encontrará el lector en este libro no responden a un argumentario estructurado
de razones para la defensa del gasto público en derechos sociales como la
sanidad, la educación, las pensiones o los servicios sociales. Y ello, porque
abordar una materia tan fundamental como la de servicios públicos comporta
necesariamente poner en relación a éstos con la fórmula de Estado social y
democrático de Derecho y, en última instancia, con el modelo de ciudadanía
nucleado en torno al trabajo asalariado. Modelo resultante del proceso
constituyente que tuvo lugar de forma desigual durante la Transición y que dio
como resultado la Constitución española de 1978.
Por tanto, los textos aquí
contenidos ofrecen como resultado un armado poliédrico y necesariamente
inacabado, pero rico en los debates de cómo acometer la defensa de un modelo de
ciudadanía que encuentra como punto de convergencia la necesidad de una
intervención pública que asegure las situaciones de necesidad social a través
de la garantía de los derechos sociales. Todo ello, en un momento donde
cualquier materia es analizada casi exclusivamente a través de su coste
económico y en el que cualquier análisis social, económico y jurídico alternativo
a las denominadas políticas de austeridad aparece calificado como ingenuo y/o
utópico. Esto es, en un contexto en el que cada vez parece difuminarse determinadas
certezas en materia de derechos sociales, dando paso a reediciones de viejas
categorías como las de privilegio, beneficencia o caridad.
Las distintas contribuciones que
aquí se presentan plantean, además de argumentos para la defensa del Estado
social, debates abiertos entre sí acerca de cuestiones centrales como la propia
definición del modelo de Estado en el que se enmarcan los servicios públicos
–Estado de bienestar/ Estado social–; el ámbito de intervención adecuado para
la regulación eficaz del contenido de dicho Estado social–Estado–nación,
supranacionalidad y/o internacionalismo–; la determinación y funciones de los
sujetos o actores intervinientes; los diálogos entre economía y política, a la
hora de analizar las causas y realizar diagnósticos; o, en última instancia, el
valor asignado al trabajo como vehículo de acceso al status de ciudadano.
Entre los temas centrales del
libro, y probablemente uno de los debates que inconscientemente resulta más polémico,
se encuentra el relativo al papel y función que se otorga al trabajo en la
construcción del redescubrimiento de la ciudadanía social. Para algunos de los
autores, el trabajo remite al ámbito de lo social –la producción, la fábrica,
el taller, la oficina– ontológicamente ligado con la alternativa a un orden
social vertebrado por relaciones de explotación. Orden que precisaría de la
dominación y subordinación permanentes de los individuos en calidad de
trabajadores en dichos ámbitos para su perpetuación. La liberación del
trabajo de esos trabajadores, dentro de los ámbitos infraestructurales de
la producción social material, respecto de su dominación y subordinación
gerenciales, marcaría un punto y aparte histórico que todas las cesiones
sociales por parte de los Estados de Derecho liberales habrían tratado de
posponer.
Para otros, por el contrario, el
trabajo remite a una relación social: trabajo asalariado/ ocupación remunerada.
En tanto que tal, su alcance no se restringe a los ámbitos de la producción
sino a la articulación entre producción, distribución y consumo en las
sociedades modernas. Lejos de suponer una categoría positiva, relativamente exterior
a las mecánicas que arman la explotación, el trabajo es considerado, respecto
del orden social moderno, como una categoría crítica e inmanente a los procesos
de valorización del capital. Dicho de otra forma, es la liberación del trabajo declinado
en términos de subordinación y dependencia el camino a emprender.
Estos diálogos, así como las
diferentes posturas que los determinan, presentan importantes repercusiones
políticas a la hora de pensar tanto las alternativas como los sujetos capaces
de llevarlas a cabo. No es lo mismo darnos como horizonte emancipatorio
la liberación del trabajo de los trabajadores de su yugo empresarial (construir
una sociedad del trabajo) que el librarnos del trabajo y de la condición de
trabajadores asalariados como prerrequisito necesario para acceder al pleno
estatuto de ciudadanía y, con él, a unas condiciones de vida dignas (construir
una sociedad sin trabajo). En el primero de los horizontes encuentran su lugar
las demandas de pleno empleo y de trabajo estable para todos, a modo de
precondiciones necesarias para que una mayoría de trabajadores agrupados
pudiera hacerse con el poder político del Estado con el objetivo último de una
existencia digna.
En el segundo horizonte, las
rentas universales de ciudadanía, el recorte del tiempo de trabajo y su reparto
general, a escalas supranacionales, sustituyen las demandas precedentes. La
limitación del tiempo de trabajo necesario y la ampliación y profundización de
los mecanismos administrados de gestión de la riqueza en su dimensión material
–con la consiguiente integración en las instituciones de la determinación
política de cada vez más necesidades sociales– conforman dos procesos
co–implicados en orden al cortocircuitado progresivo de los procesos de
valorización.
En el primer caso, con la
sociedad del trabajo en el horizonte, el movimiento sindical debería darse los
medios para armar un sujeto que se reivindique a sí mismo en calidad de
“productor” (Gramsci) a escalas nacionales; en el segundo, con la sociedad sin trabajo
en el horizonte, basta con que el movimiento sindical agrupe a los trabajadores
en calidad de asalariados (Martinez Marzoa) a escalas internacionales y
contribuya a que se hagan colectivamente con una comprensión más profunda de
esa misma relación salarial que abarcaría el conjunto de la realidad
socioeconómica y política”.
Es obvio que se están planteando
problemas teóricos y políticos centrales sobre los que se deberá seguir
debatiendo. A ese fin quiere servir el libro. Y debe ser aprovechado como
excusa para abrir discusiones y armar reflexiones sobre los puntos
fundamentales que toca.
En resumen, es un libro por tanto
excepcional, comprometido con el debate y el trabajo intelectual entendido como
eje de transmisión de teoría y política. Que permite además hacer visible la existencia de un grupo de
jóvenes investigadores sociales dispuestos a hacer explícita la necesidad de un espacio público en el que
equilibrar, amparar y defender los destinos libres. Y que augura una buena
salud a la cultura política y democrática de una alternativa en construcción.
No hay comentarios:
Publicar un comentario