Hoy hace 85 años de
aquellas elecciones en las que por primera vez las mujeres mayores de 23 años
pudieron ejercitar el derecho reconocido por el art. 36 de la Constitución
republicana: “Los ciudadanos de uno y otro sexo, mayores de veintitrés años,
tendrán los mismos derechos electorales conforme determinen las leyes”. Una
fecha que tendría que ser celebrada por las instituciones del Estado español
que, sin embargo, dirigido por el Partido Popular, la sepulta en el olvido.
Los debates en las Cortes sobre el voto femenino que enfrentaron a la
postura retraída de Victoria Kent la apasionada defensa del mismo de Clara
Campoamor son muy conocidos. Eran muchos los que pensaban que la mujer –
tanto de la burguesía como del campesinado – estaba bajo el dominio de la
iglesia católica y que por tanto el destino de su voto habría de ser
necesariamente reaccionario. En un pensamiento paternalista, a las mujeres
había que “enseñarles a votar”. Por eso la propia Victoria Kent presentó una enmienda al texto constitucional
solicitando la introducción de una disposición transitoria según la cual las
mujeres no podrían ejercer el derecho al voto en unas elecciones generales
hasta después de haberlo ejercido al menos dos veces en unas elecciones
municipales, que no fue admitida por un estrecho margen de dos votos. Un
argumento que enlazaba con un pensamiento patriarcal claramente expresado por
el diputado de la Federación Republicana Gallega, Novoa Santos, catedrático de patología de la Universidad de Madrid,
que se oponía al voto femenino sobre la base de que “El histerismo no es una
enfermedad, es la propia estructura de la mujer; la mujer es eso: histerismo y
por ello es voluble, versátil, es sensibilidad de espíritu y emoción. Esto es la
mujer. Y yo pregunto: ¿en qué despeñadero nos hubiéramos metido si en un
momento próximo hubiéramos concedido el voto a la mujer? (...) ¿Nos
sumergiríamos en el nuevo régimen electoral, expuestos los hombres a ser
gobernados en un nuevo régimen matriarcal, tras del cual habría de estar
siempre expectante la Iglesia católica española?”.
La única manera de madurar en un pensamiento de libertad e igualdad es
caminar dentro de él, diría Clara
Campoamor, pero ese razonamiento igualitario y liberador habría de ser
exterminado, como en general la idea misma de la democracia, por la rebelión
militar del 18 de julio cuyo régimen se caracterizó por su hostilidad a la
estructuración colectiva de los trabajadores y al reconocimiento de cualquier
margen de libertad y emancipación de la mujer, que perdió todos sus derechos
civiles y políticos y de la que solo se reconocía retóricamente su condición de
madre y esposa sometida al varón.
La Constitución de 1978 vuelve a establecer un paradigma igualitario, pero aquí también la
continuidad del patriarcado unido a una indudable potencia del pensamiento
reaccionario ha mantenido en la realidad una situación de violencia contra las
mujeres que en estos días se está
dejando ver en la propia reacción de la justicia con ocasión de la violación
múltiple de una mujer a la que se culpabiliza de ello. Por eso cualquier
momento que pueda servir para recordar la importancia de la lucha de las
mujeres por su liberación – que es la liberación del género humano- debería ser
aprovechada.
El gobierno español, una vez más haciendo gala de su insensibilidad ante
cualquier posibilidad de la memoria democrática, no ha preparado ningún acto de
recuerdo y conmemoración del 19 de noviembre. Que no falte en nuestro recuerdo
ese momento decisivo en la historia política
democrática de nuestro país.
2 comentarios:
Muy bonita conmemoración a la lucha de la mujer por la igualdad. Deberíamos ensalzar ese día y aprender de los errores del pasado.
Qué bonito artículo ♡
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