Tras un período de cierta desconexión al que posiblemente nos referiremos en las entradas sucesivas, el blog recupera su activación, aunque siempre dentro de la informalidad que le caracteriza. Lo hace de la mejor de las maneras, con una intervención de Joaquín Aparicio que ha publicado en su blog y del que generosamente nos ha dado permiso para reproducirlo en éste. A fin de cuentas la blogosfera de Parapanda es un espacio abierto de comunicación horizontal. El texto habla de lo que todos estamos hablando en estos días de septiembre, de lo que nos repiten las radios, las televisiones y los periódicos en papel o digitales. Y dice lo que muchos piensan, pero con la elegancia y el saber clásico en el que siempre Aparicio ha sabido beber para ilustrarnos. De hecho, la imagen que abre esta entrada lo sitúa en el Palacio de Invierno, ya pueden suponer los lectores con qué intención. A continuación, este es su texto.
OSTRACISMO
Joaquin Aparicio Tovar.
Es muy frecuente ver cómo, incluso
personas instruidas, analizan o juzgan instituciones y hechos del pasado sin
desprenderse de los hábitos mentales y la percepción del mundo de los tiempos
actuales sin caer en la cuenta de que los seres humanos de las sociedades
europeas de hoy no se colocan en el mundo cómo lo estaban los de otras épocas,
en especial los de la antigüedad clásica. Esto provoca errores graves de
comprensión y juicios muy equivocados que se hacen particularmente evidentes en
las referencias a la cuna de la democracia, a Atenas. La democracia ateniense
fue producto de lo que podemos decir lucha de clases. Lucha de los demócratas
contra los aristócratas, aunque ambas palabras no tenían exactamente la misma
acepción que ahora. Los aristócratas también se opusieron en su momento a los
tiranos, o gobierno unipersonal, pero entendían que el gobierno de la ciudad
debería quedar en manos de los más preparados que, naturalmente, solía
coincidir con los más ricos. Tucídides, en su historia de la guerra del
Peloponeso, nos muestra que en aquella guerra civil entre griegos cuando los
atenienses entraban en una cuidad que les había sido hostil se apoyaban de
inmediato en el partido de los demócratas contra los aristócratas que
generalmente estaban aliados con Esparta y, de ese modo, trataban de consolidar
más allá de Atenas la polis como sistema político. Pero, por supuesto,
todo aquel mundo estaba lleno de complejidades y muchos matices. La polís
se estaba inventando.
Con todo no cabe duda de que muchas
lecciones podemos seguir sacando de aquel mundo, a sabiendas de que no es
posible hacer traslaciones mecánicas, ni de aquí para allá, ni de allá para
acá. Uno de los mecanismos más curiosos de que disponía la polis para evitar
atisbos de regreso a un sistema aristocrático, o simplemente para evitar que la
excesiva presencia (excesiva en la opinión de la mayoría de los ciudadanos) en
la vida pública de una personalidad relevante acabase perturbando el bien
común, era el ostracismo. Los helenistas nos dicen que si en asamblea solemne,
con un quorum de 6000 ciudadanos, y tras votación por mayoría absoluta, alguien
era mandado al ostracismo, debería abandonar la ciudad en un plazo de diez días
durante diez años. Aunque en otra votación posterior ese plazo podía ser
reducido en una especie de amnistía. El ostracismo, en contra de los que hoy
suele pensarse, no era algo infamante, no se entendía como una pena por cometer
delito y quienes eran mandados al ostracismo no perdían la ciudadanía.
Simplemente se entendía por esa mayoría de ciudadanos que determinada persona,
generalmente muy relevante, estaba con su papel público conduciendo la vida en
común por derroteros que perturbaban el bienestar de la ciudad. Personajes muy
relevantes, como Temístocles, el principal estratego que llevó a la victoria
sobre los persas en la Segunda Guerra Médica, fueron mandados al exilio
mediante el ostracismo. A lo que parece era una llamada a la humildad para
aquellos cuyos triunfos les habían hecho arrogantes y se habían alejado del
sentir de la mayoría, aunque a veces la mayoría pudiera estar equivocada.
Una institución así es impensable
en nuestras democracias parlamentarias, en las que la responsabilidad política
se dirime, mayormente, en las elecciones o en las mociones de censura o en las
revueltas internas de los partidos, como últimamente hemos visto en el partido
conservador de Gran Bretaña o, lo que es peor, en los linchamientos mediáticos.
En las circunstancias actuales de la política española es casi inevitable que el
ostracismo venga a la mente de la ciudadanía. No estará mal que Carmen Calvo,
Pablo Echenique, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias pensaran un poco si no se están
alejando del sentir muy mayoritario de la población española que les votó. En
especial Pedro Sánchez, como líder del partido más votado y principal candidato
a presidente de Gobierno que es quién, de acuerdo a la Constitución, tendría
que haberse ganado los apoyos necesarios y por ello tiene una responsabilidad
mayor. No deberían todos ellos olvidar que esa población que les votó puede que
muy gustosa les mandara al ostracismo, a un ostracismo suave apartándoles de
las negociaciones para formar gobierno, sin por ello desconocer su valía. Un
ostracismo menos suave lo pueden tener si hay elecciones en noviembre, lo que
sería un desastre.
2 comentarios:
En efecto, somos muchos los que pensamos así!!!
No se puede decir mejor. Por eso los clásicos son clásicos, se puede echar mano de ellos en cualquier momento. El profesor Aparicio Tovar es un clásico.
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