La
estrategia de la deslegitimación de los gobiernos democráticos como elemento
central de la resistencia de la derecha extrema – Alt Right – ante la
derrota en las urnas de los planteamientos políticos propios, ha conducido a
actos de extrema violencia antidemocrática mediante la ocupación de los lugares
emblemáticos en donde se expresa la voluntad popular, los órganos legislativos
o el congreso de los diputados. El momento histórico que recoge el salto
adelante en este momento lo supuso la irrupción en el Congreso de Estados
Unidos por parte de las huestes enfurecidas de Trump protestando por lo
que a su juicio había sido un “robo” electoral, un episodio de golpe de estado
que felizmente acabó mal para sus inductores y partícipes, el 6 de enero de
hace dos años.
En Brasilia y en las capitales de
otros estados de aquella república, se han ido formando campamentos de
partidarios de Bolsonaro a las puertas de acuartelamientos militares,
exigiendo la intervención del ejército brasileño en un golpe de estado que
devuelva la presidencia al presidente que ha perdido las elecciones. Aunque en
alguno de los estados ya se han empezado a desmantelar estas concentraciones de
personas claramente golpistas, en Brasilia el gobernador del DF las había
permitido “siempre que fueran manifestaciones pacíficas”. Hoy, alas ocho de la
tarde en España, cuatro de la tarde en Brasilia, centenares de personas
concentradas ante las sedes de los organismos oficiales en Brasilia han procedido
a invadir primero el Congreso y luego el Tribunal Supremo Federal – que actúa
como Tribunal Constitucional y que ha mantenido en noviembre de 2022 presiones
sobre Bolsonaro para que reconozca el resultado de las elecciones y pare
las protestas de sus simpatizantes, entre ellos grupos de camioneros que se
revelaron exigiendo una “intervención militar” – y la sede del gobierno federal
el palacio de Planalto. En su irrupción, estos manifestantes han traspasado sin
problemas la barrera policial y han procedido a destrozar el interior del
Tribunal Supremo y del palacio de gobierno sin intervención de la fuerza
pública. El gobierno del Distrito Federal – cuyo gobernador pertenece a la
lista electoral de Bolsonaro - está manteniendo una actuación bochornosa
de abstención frente a la destrucción de estos organismos públicos. Felizmente
el presidente Lula se encuentra en Sao Paulo y por consiguiente la
acción de los golpistas no ha encontrado un rehén precioso en su ataque a las
instituciones democráticas.
La situación es muy grave, y
ahora, ante la inacción de las autoridades del Distrito Federal, deberá ser la
policía federal comandada por el Ministro de Justicia e Interior, la que garantice
el orden público y desaloje a los golpistas. El recién creado Comité de Defensa
de la Democracia y el Fiscal General del Estado abordarán en las próximas horas
las medidas oportunas. No hay por el momento evidencia de participación en este
conato de violencia de la extrema derecha. Pero la reacción debe ser inmediata
y eficaz. Como dice Tarso Genro, había ya señales del tránsito de una “guerra
de posiciones” a una “guerra de movimiento” con formas agudas de violencia
subversiva de la extrema derecha que no han sabido ser interpretadas por el
nuevo gobierno en parte ante la alegría y el júbilo por la victoria y la toma
de posesión de Lula. El foco de la resistencia golpista está en Orlando,
donde se ha retirado y conspira el ex presidente derrotado, pero también en
Brasilia y en Sao Paulo, donde se encuentran poderosos medios de comunicación y
sectores económicos con fuerte apoyo en sectores de la población.
Mientras esperamos la resolución
de este gravísimo atentado a la democracia en Brasil, no está de más observar
el cambio que se produce en el discurso de las derechas extremas en la mayoría
de los países en donde se ha producido un cambio de gobierno apoyado por
mayorías sociales que quieren realizar un proyecto de transformación de la
sociedad contrarias al modelo neoliberal dominante durante casi cuarenta años y
exacerbado tras las grandes crisis financieras en el ciclo 2008-2013, que ha
demostrado su ineficacia con la irrupción de la pandemia y la necesidad de un
cambio normativo e institucional en torno a políticas públicas de protección
social. En gran medida, y el caso español es paradigmático, la deslegitimación
del gobierno democrático es el eje en torno al cual se nuclea una acción
política y cultural que se extiende y fortalece a través de su reiteración en
los medios de comunicación afines. En nuestro país, esta deslegitimación del gobierno
de coalición se efectúa sobre la base de demonizar el pluralismo político de sus
apoyos parlamentarios, a través de una imputación continua de actuación
totalitaria y antidemocrática al gobierno que obtiene y representa a la mayoría
social, llegando incluso al punto de afirmar que los incumplimientos flagrantes
de la Constitución al negarse el PP a renovar el CGPJ se debe a la necesidad de
“proteger” al poder judicial de su captura por los intereses partidistas del
gobierno de Sánchez.
La deslegitimación de las
instituciones democráticas ha calado profundamente en una parte importante del
electorado de la derecha, que ha extremado y radicalizado sus posiciones
negando la posibilidad de existencia política a la mayoría de la población
representada por los partidos que mantienen al gobierno y respaldan su
actividad legislativa. En el año que comienza es más que previsible que este
clima de deterioro democrático se agudice por parte de estos grupos en una
estrategia ya no solo privativa de la extrema derecha, sino que resulta participada
por el principal partido de la oposición, el Partido Popular. Una reedición del
gobierno de coalición en las elecciones generales de noviembre puede que
provocara reacciones de violencia como las que estamos ahora observando en Brasil,
queriendo impedir por la fuerza el desarrollo del mandato democrático del
pueblo brasileño.
Toca ahora presionar desde
nuestro país para que se respete esta voluntad democrática. La gran mayoría de los presidentes de Latinoamérica han hecho pública su solidaridad y apoyo al presidente Lula y a su gobierno democrático. La OEA debe reunirse
de urgencia y condenar estos hechos, como también ha sido imperativo la expresión
pública de Estados Unidos en ese mismo sentido, a través del secretario Blinken. La Unión Europea y su comisario
de asuntos exteriores tendría que pronunciarse de inmediato - sin los tiempos largos a los que estamos acostumbrados - y, naturalmente, el
gobierno español y las principales organizaciones políticas y sociales de este
país, como ya está comenzando a hacer, los primeros el presidente del gobierno Pedro
Sanchez, y la Vicepresidenta segunda, Yolanda Diaz, seguidos de importantes lideres políticos y sindicales. Nos va mucho en juego en
este momento. No se puede descuidar los frutos de esta estrategia de deslegitimación
que busca acabar con la democracia ante la posibilidad de reformas sociales en
profundidad avaladas por la mayoría de la ciudadanía. Un nuevo y peligroso
espacio político se abre en el que el propio sistema democrático puede ser
sacrificado a la necesidad de mantener la codicia corporativa y la sumisión
plena a las coordenadas marcadas por la explotación del trabajo.
2 comentarios:
Solidaridad con la democracia y el pueblo brasileño. Una nueva experiencia autoritaria y antidemocrática que exige un posicionamiento internacional contundente. Lo sucedido este domingo en Brasilia es un aprendizaje de vida democrática que, después del de Estados Unidos, puede repetirse en diferentes partes del mundo, especialmente con gobiernos progresistas.
Cómo reconstruir una cultura política que deje siempre a salvo la democracia es un reto de presente.
Gracias, profesor Baylos, por estar tan atento e informar con tanta inmediatez y lucidez.
Paco Rodríguez de Lecea
"El propio sistema democrático podría ser sacrificado a la codicia corporativa..." En efecto, me temo que esa es la apuesta.
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