En estos tiempos atmosféricamente revueltos, también el área de la izquierda política española está alterada. A un hecho realmente histórico, el logro de SUMAR como un movimiento unitario de toda la izquierda fragmentada programática y territorialmente, se está siguiendo una catarata de intervenciones en un sentido contrario y reticente que refleja la dificultad enorme que ha supuesto construir SUMAR a contracorriente de tantas posiciones defensivas y fieramente celosas de sus respectivas identidades políticas. La práctica que se mantiene en este blog es la de optar por una visión en positivo, que se centre sobre los contenidos de un posible programa de reformas progresistas más que en los aspectos críticos o negativos basados en personalismos o en exasperaciones de las subjetividades puras, sin mezcla ni hibridación en un proyecto común y compartido. Sin embargo, ha habido alguna intervención cercana que merece una reflexión o nota al margen, que es la que se efectúa a continuación.
En efecto, un conocido y
apreciado activista que reivindica el 15M, Raúl Solís, ha publicado en Canal
Red un artículo, luego retuiteado convenientemente por esta empresa, que
llevaba por título “el entierro en directo del 15 M”, y en el que, como se
puede fácilmente colegir, celebraba las que a su juicio son las exequias de ese
movimiento ante la presentación de la coalición de partidos de izquierda en
torno a SUMAR. El objetivo central del texto es la desautorización política e ideológica de
la plataforma de partidos en torno a SUMAR como exponente de una izquierda
débil y claudicante ante las fuerzas económicas y culturales dominantes. Pero este
no es el objeto de la breve nota crítica de este blog, sino algunos comentarios
al margen que van más allá del clásico anticomunismo de algunos exponentes del
movimiento 15M que consideraban que antes de ese año no exisitía ningun movimiento alternativo real al estado de cosas existente.
Los párrafos más significativos
son los siguientes: “Yolanda Díaz, que es militante del Partido
Comunista de España desde su juventud, representa una izquierda que ha aceptado
la derrota impuesta por el Estado del 78, la coalición de los poderes judicial,
mediático y económicos puestos al servicio de salvar España de cualquier opción
que pretenda abrir el candado de las imposiciones que el franquismo dejó a
fuego en la Transición. Yolanda Díaz no es la hija de un mozo de mudanzas, sino
la hija de un dirigente de las Comisiones Obreras de Galicia. Comisiones
Obreras, con sus muchos defectos y muchas virtudes, representa por excelencia
lo que se ha venido en llamar “franquismo sociológico”. CCOO es una
organización imbuida de la cultura de la Transición, más preocupada por el
miedo que por la movilización, lo que ha dado lugar a una descapitalización del
movimiento obrero en favor del pactismo con la patronal. Para entender lo que
políticamente significa Yolanda Díaz, hay que tratar de entender a
Comisiones Obreras (…) La propia dirigencia actual de Comisiones Obreras no
proviene en su mayoría de los centros de trabajo, sino de la propia estructura
del sindicato. Son trabajadores de CCOO, no líderes sindicales en sus centros
de trabajo. Esto explica muchos comportamientos a la hora de negociar con la
patronal….”
Lo llamativo de este texto no es,
a mi juicio, la ya conocida cantinela anticomunista que conduce a impugnar el
papel del Partido Comunista de España en la lucha antifranquista y en la
transición explicándola como un entreguismo al reformismo franquista, sino que
de manera muy explícita define la actividad de CCOO como connivente con el
franquismo en el nivel de la aceptación social que la dictadura gozaba. Y esa identificación
entre CCOO y el franquismo sociológico se lleva a cabo de una manera muy peculiar,
explicando que el padre de Yolanda Díaz no era un “mozo de mudanzas”
sino un “dirigente de las CCOO de Galicia”. Es decir, que no se trataba de un
trabajador, sino de un sindicalista. Esta oposición entre “sindicalista” y “trabajador”
en la que los dos términos se rechazan y se oponen, se recalca más adelante al
afirmar que la dirigencia de CCOO no proviene de los centros de trabajo, de
manera que son “trabajadores de CCOO”, pero no trabajadores “verdaderos”, los que se desenvuelven en los centros de trabajo.
Posiblemente Raul Solís no
es muy consciente de ello, pero esa oposición entre los trabajadores y los
activistas sindicales era una de las consignas continuadas del franquismo,
sostenidas por todos los aparatos informativos y policiales de la dictadura, y
que se traducía en la propia legislación. Cuando el art. 11 a) del Decreto Ley
de Relaciones de Trabajo hablaba de la ilicitud de las huelgas políticas,
entendía por tales aquellas que eran “ajenas al interés de los trabajadores”, porque
en su retórica, las huelgas que se efectuaban exigiendo la amnistía y las
libertades no se correspondían con el interés de los trabajadores que debían desentenderse
de las peticiones de democracia. Y cuando se ilegalizaba en el apartado b) de
ese mismo articulo las huelgas de solidaridad, el motivo era que la solidaridad
– que es una característica esencial del sindicalismo de clase -no podía ser invocada
por los trabajadores de esos “centros de trabajo” que reivindica el
articulista. Ideas que luego han sido repetidas hasta la saciedad por
importantes exponentes del Partido Popular en ocasión de las convocatorias de
las huelgas generales por los sindicatos.
Para el franquismo sociológico,
quienes se dedicaban a defender los derechos de las personas que trabajaban no
pertenecían a esa sufrida clase de “productores”, eran gente “pagada”, que
vivía por tanto de un salario que no venía producido por la explotación
cotidiana y consentida, que estas personas “externas” querían además combatir y
reducir mediante el reconocimiento de derechos y de niveles de retribución
adecuados. El sindicalismo se construye desde los centros de trabajo hasta el
sector y la dimensión interprofesional e interterritorial y el mecanismo de la
representación posibilita la defensa de los derechos de los trabajadores en
todos estos niveles. Nada que no sea común a toda la estructura sindical en los
países europeos. ¿También allí los sindicalistas no son trabajadores? Eso
afirma el franquismo sociológico que hoy recoge con virulencia extrema el líder
de Vox en su dimensión política al exigir “poner en su sitio” a los sindicatos
y a los sindicalistas como gente que no trabaja y que vive de las subvenciones
públicas, otro de los grandes mantras de la derecha que se basa en esa
consideración del sindicalismo como un agente parasitario.
En el artículo citado, los
dirigentes de CCOO no son trabajadores de verdad, de los que están en los
centros de trabajo; son trabajadores al servicio de la estructura del sindicato y por tanto, no entienden
la lógica de la confrontación entre capital y trabajo, lo que redunda en el
pactismo con la patronal. Al margen de no entender bien si el convenio
colectivo como medio de acción sindical, en los centros de trabajo y en los
sectores de producción es, en todo caso, el símbolo del “pactismo con la
patronal”, lo que de nuevo se desprende de este discurso es que los
sindicalistas no son trabajadores, que permanecen ajenos a la existencia difícil
y comprometida de los trabajadores reales, con los que no tienen ninguna
identidad ni pueden subjetivamente identificarse. Algo que no parece que se
corresponda con la realidad cotidiana, por mucho que lo niegue el articulista.
En síntesis, un discurso radical -
¿desde la izquierda? - que asume de forma acrítica una buena parte de los
elementos clásicos del argumentario franquista contra los sindicatos como un “cuerpo
ajeno” a quienes trabajan cotidianamente al servicio de las empresas y a los
que se les priva de la condición de tales. Ontológicamente el mozo de mudanzas,
aunque jamás secundara una huelga y solo estuviera preocupado de poder pagar
las letras para la hipoteca del pisito que acababa de comprar, tendrá una
dignidad que no se le debe reconocer a
un trabajador de Astano, condenado a la cárcel por defender los derechos de los
trabajadores bajo la dictadura, porque al parecer ser dirigente de CCOO le
niega esa condición. Déguelasse que diría Mélenchon.
El franquismo sociológico no está
representado en CCOO. Si por desgracia se encuentra en este argumentario
clasista y esencialista que Canal Red – exponente de un “periodismo
diferente” – ha difundido en las redes sociales como parte de una iniciativa no
muy comprensible de debilitar la unidad de las izquierdas políticas.
7 comentarios:
Las CCOO iniciales, las de Marcelino Camacho no son las CCOO actuales, de lo que yo conozco, mejor dicho, de lo que conocí hace unos años son diametralmente opuestas. Por no extenderme en demasía, en bastante ocasiones los delegados sindicales y los miembros de los comités de empresa se pactan con la empresa para conseguir por parte del Sindicato aumentar el número de delegad@s a la hora de ganar representatividad en el sector a la vez que la empresas consiguen tener a la representación de l@s trabajadores/as atados.
Muchas liberaciones no son por la acumulación de horas sindicales sino por negociar con las empresas contratis de trabajo, he conocido secretarios generales y miembros de sus ejecutivas con este tipo de relación laboral, así que no le falta razón a Raúl Solís ni a Red.
No quiero extenderme más, solo decir para ser justo que no solo afecta a las CCOO.
Me gustaría que Raul Solís me dijera a la cara eso que escribe en Canal Red, sobre CCOO, me temo que nada sabe del sufrimiento y la lucha obrera. El 90 por ciento de los presos políticos bajo la dictadura fueron de CCOO. La poca o mucha libertad con la que escribe la debe a esas cuatro paredes de la celda en la que muchos, como mi padre, pasaron largos años. Eso que dice no es propio de la clase obrera. A lo largo de los muchos años de lucha he visto como el ultraizquierdismo ha caminado muy cerca de la ultraderecha. Mejor parar ese discurso y reflexionar. No debiera confundir sindicato con partido. El sindicato para los trabajadores/as es el arma para defender lo mas inmediato, la vida, el trabajo. Además CCOO levanta la cabeza y su carácter sociopolítico nos lleva a comprender las dinámicas políticas, con todos los aciertos y los errores. Pero aun así no será ni debe ser correa de transmisión de ningún partido. El mayor problema de la división de la izquierda no ha venido de los sindicatos sino de los propios partidos políticos y ellos son los que deben reflexionar y resolver el problema, porque la clase obrera lleva mucho tiempo atónita por tanto grupúsculo que cada día interpreta y reinventa la realidad a su mejor acomodo. Hoy debiera Solis dedicarse a impedir que la derecha arrebate los derechos a los y las trabajadoras como los prioritario y para ello buscar la Unidad que tanto tiempo lleva pidiendo la clase obrera. Marcelino le dedicaria una buena charla que seguramente empezaria desde los origenes de la lucha, pasando por guerra, cárceles, Parlamento... Enfin compañero Solis mejor dejar la ira y continuar la lucha.
Me llamo Manuel Zaguirre, y comento que el gilipollas este merece llamarse JOSÉ SOLÍS RUIZ.
No es ninguna novedad, la gente de Podemos han sido siempre antisindicales, entre que no entienden que es un sindicato, que tienen envidia de que son organizaciones que tienen más gente y capacidad de ellos, y que no pueden controlarlos, pues les odian.
Las comisiones obreras que yo voy conocí desde el 73 y en las posteriormente trabaje en una de sus confederaciones, si que nos partíamos el cuerpo, y lo que fuera por los trabajadores en cada taller, oficina, empresa por pequeña que fuera, ahí estábamos, de abajo arriba, eso desde hace muchos años, se ha perdido, no tenemos delegados a quien acudir. No existimos para los trabajadores, no hay afiliación nueva o muy poca, solo cuando hay un conflicto gordo aparecemos, pero hemos perdido el día a día, la asamblea. En mi opinión hemos dejado de existir como sindicato, de clase.
Hay quien no soporta que con más de un millón de afiliados (organización territorial y sectorial) y ganando las elecciones sindicales (representatividad) , habiendo pasado de movimiento a sindicato (resiliencia), tras casi 50 años de democracia y décadas de lucha clandestina, CCOO sea LA MAYOR ORGANIZACION ESPAÑOLA DE IZQUIERDAS.
Paco Rodríguez de Lecea
"Hijos de la libertad", los llamó Ulrich Beck. Libertad "respecto de" cualquier atadura ideológica, social o ética; pero no libertad "para", la que cuesta de verdad, la única que sirve para cambiar las cosas. Este hombre no habla desde la conciencia de fábrica que reivindica, ejerce de periodista freelance y vende su producto a quien se lo paga. En otras palabras, ladra al borde del camino, mientras cabalgamos.
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