En el blog hermano Metiendo Bulla se han ido sucediendo una
serie de intervenciones a propósito de un texto de Ricardo Terzi sobre
sindicato y política que han vertebrado un debate central en estos momentos (http://lopezbulla.blogspot.com.es/2013/12/sindicato-y-politica-el-debate.html
). Isidor Boix, Paco Rodriguez Lecea y
el propio webmaster Jose Luis López Bulla han ido
desgranando una serie de aportaciones a mi juicio fundamentales a un debate que
en el interior del sindicato se ha desarrollado en el ámbito de la Fundación 1 de mayo en el 2011,
pero que requiere una actualización ante el curso de las cosas en el sur de
Europa o si se quiere, ante el gran proceso termidoriano que está llevando a
cabo la gobernanza monetaria europea.
El texto de Terzi tiene mucho que ver desde luego con las relaciones entre la
CGIL de Camusso y el Partido
Democrático en el gobierno de amplios acuerdos con la derecha y la demolición
de una posible alternativa de centro izquierda a través de la victoria
electoral de Bersani. Los nuevos
tiempos que surgen – a los que se ha referido en el mismo blog Luciano Gallino (http://lopezbulla.blogspot.com.es/2013/12/todos-los-limites-del-sindicato-luciano.html
) - plantean grandes interrogantes a una relación sindicato – partido que se
reduplica de forma también difícil entre la que establece la FIOM-CGIL con una
izquierda deletérea y el espacio político-democrático de los movimientos y de
las personalidades. Pero este anclaje italiano de la contribución de Terzi no impide ver en sus palabras un
discurso “acerado” y sugerente para nuestra realidad sindical y política, como
han insistido los participantes en el debate. Por mi parte, solo algunos
añadidos colaterales al eje del mismo, casi una glosa a algunos aspectos, que
parten de la directa relación que esta problemática plantea con la de la
reformulación de la noción de representación de los trabajadores como grupo o
clase social, tradicionalmente escindida en representación sindical y política,
que desemboca en una larga reflexión que ya a finales de los años 70 se
estabiliza en torno a la noción de autonomía del sindicato respecto del partido
político.
En la noción de representación es
clave, como diría Umberto Romagnoli,
definir quien representa a quien. En
esa conexión el representado es la persona que trabaja y, desde las premisas
culturales italianas, que se afilia al sindicato que le representa. También esa
es la aproximación de López Bulla, y
me parece que coincide con la cultura dominante en el sindicalismo confederal,
que ha prescindido de los problemas de adherencia entre trabajadores en movimiento, en una dialéctica de la unidad y la pertenencia
voluntaria a la organización sindical que gobierna ambas. Esa persona
trabajadora, para la que el sindicato debe ser un “sujeto próximo”, es el
referente de la acción del sujeto colectivo, pero en la medida en que se
integren en la organización de éste, constituyen el fundamento de la validez y
de la legitimidad de las reglas y directivas que el sindicato efectúe. En ese
sentido la “soberanía” sindical es equivalente al goce de una ciudadanía plena
de sus afiliados en su interior, lo que requeriría un más amplio desarrollo de
un posible “estatuto de la participación”. Todas éstas son las conclusiones –
propuestas de López Bulla que
“aguijonean” y provocan un desarrollo del “derecho a decidir” en el seno del
sindicato de extraordinario alcance.
Esto plantea sin embargo
problemas de articulación muy fuerte – que requieren sin duda “síntesis”
sindicales virtuosas no siempre fáciles de conseguir – entre la estructura
organizativa sindical, fuertemente enraizada en el fordismo como estructura de
orden y en la burocracia de tipo weberiano como referencia cultural. Es decir,
la estructura sindical alude a un sistema organizativo empresarial que se ha
transformado de manera decisiva, fragmentándose, dislocándose, compartimentando
la toma de decisiones en función de una externalización de funciones bajo un
poder unificado. El sindicato no ha acoplado su ordenación interna a este
cambio cada vez más decisivo de la organización post-fordista, que ha
fragmentado asimismo a las personas que trabajan, precarizando su empleo y
devastando identidades laborales en sujetos débiles y exánimes, privados de
derechos. El tipo ideal del trabajador sindicado, que desempeña un trabajo con
iniciativa, cualificado y formado, ideológicamente orientado, es negado por una
realidad – y una normativa – que en la crisis hace de éste un sujeto precario,
discriminado y mal remunerado en una situación de explotación extensa de la que
culpabiliza a las instituciones reguladoras del estado y del mercado.
Y en ese punto, a mi juicio, se
produce la convergencia de dos elementos también resaltados por el escrito de Terzi y sus dialogantes. De un lado, la
eficacia sindical, su capacidad para obtener resultados tangibles para los
trabajadores y trabajadoras como “barómetro de su utilidad”, es la condición de
su legitimidad e influye de manera directa en su capacidad para “involucrar” a
los trabajadores que forman parte del sindicato en una acción que obtenga
resultados favorables o correctos a través del conflicto y del acuerdo como
resultado del poder contractual del mismo. Resultados que deben ser sin embargo
ser generales, extendidos al conjunto de los trabajadores. Por lo que la
eficacia debe ser general y la
valoración de la misma no sólo la realizarán los afiliados sino el ámbito
colectivo de referencia. En el proceso actual de desconstitucionalización del
trabajo que sufrimos en España, uno de los ámbitos centrales de referencia es
el de la interlocución política. Y en este dominio, la eficacia sindical es
nula si se interpreta como capacidad para obtener resultados apreciables para
las relaciones laborales.
Y aquí interviene el segundo
elemento, la relación viciada entre los trabajadores – afiliados y no – y la
política entendida como un espacio de corrupción y de ineficiencia en donde se
aprecia una clamorosa crisis de confianza de la ciudadanía, especialmente la ciudadanía social, especialmente castigada. A lo que se une ciertamente una
cierta hostilidad hacia el “verticismo” sindical como prolongación de la
desconfianza hacia el proyecto del sindicato como sujeto político. La consideración negativa que entre muchos
trabajadores tiene lo que se denomina el
“oficialismo” del sindicalismo confederal, ha permeado de manera muy
intensa a la base social de éste, posiblemente porque estamos en una situación
de “cambio de época” muy clara, en la que no se aprecia la capacidad de los
sujetos políticos y sociales de explicitar un proyecto que tenga la fuerza
moral y política para organizar una respuesta fuerte sobre el trabajo que construya
un bloque de dignidad colectiva y una posibilidad real de reforma de las relaciones de poder en la producción. Los intensos procesos
de movilización social que se están desarrollando se encuentran al final
bloqueados por la dificultad de expresarse a través de un sujeto político cuyo
proyecto tenga visibilidad y verosimilitud, y el sindicato no puede, por su
propia relación medios / fines, sustituir este bloqueo. Paradójicamente, entonces,
en vez de resaltar y desarrollar su posición de autonomía con un proyecto
político propio que se podría definir desde el espacio de la producción y del
territorio en su vertiente local-global, se renacionaliza y se empequeñece,
asimilándose a posiciones partidistas que dificultan su comprensión como
representante “general” del trabajo.
La vía virtuosa por el contrario debería
ser, en efecto, la de construir hegemónicamente la centralidad del trabajo en
la vida política y el sistema de derechos que explica la ciudadanía cualificada
en el mundo de la producción, extendiendo esta aproximación a otros sectores
sociales a la vez que se impulsa la movilización en torno a ese eje,
interviniendo asimismo en los “lugares estratégicos” de la producción. Aunque
ello implique una reflexión imprescindible sobre la eficacia de las formas de
acción “clásicas”, las prácticas sindicales efectuadas y la revigorización del
poder contractual del sindicato. Como en
los viejos tebeos, à suivre, amables
lectores y lectoras, y felices fiestas navideñas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario