Una tercera
entrega de la serie sobre los cambios en
el mundo del trabajo que basó la exposición en el Foro de Nuevas Respuestas
de la Fundación 1 de Mayo. En esta ocasión, el foco de atención es el
sindicato, la situación ante la que se encuentra el sindicalismo español
actualmente. (La foto corresponde a la manifestación en Madrid del día de la
huelga general del 14 de noviembre de 2012)
¿Qué consecuencias más relevantes
tienen estos cambios? En principio esos cambios nos afectan a todos en nuestros
diferentes entornos, nos afectan como ciudadanos, nos afectan en las
instituciones en las que estamos, nos afectan en la universidad, nos afectan en
los servicios jurídicos, en los lugares de trabajo. Pero me parece que el principal
afectado es el propio sindicalismo, la figura del sindicato.
El sindicalismo español en ese
contexto ha sufrido además un hecho agravante. Ha padecido una campaña de deslegitimación
general de la actuación de los sindicatos y de sus equipos de dirección. Es un tema,
que creo conveniente señalar y aquí está Ignacio Muro para recordárnoslo, que
ha ocupado de forma decisiva de la agenda mediática del mainstream prácticamente desde el 2010 hasta aquí, un objetivo
fundamental de los grandes poderes económicos que sostienen estos medios de
comunicación.
Esta operación de descrédito es
coherente con la política de los poderes públicos, que a partir de la victoria
del PP primero en las municipales y autonómicas y luego en las elecciones
generales de noviembre de 2011, ha intentado eliminar en la mayoría de lo
posible sobre la base del recorte del gastos, las facilidades para el desempeño
de la representación sindical con la intención de asfixiar económicamente al
sindicato y por esa vía conseguir su inoperancia o su rendición.
Como tercer elemento del empeño de deslegitimación
general del sindicato, ha comparecido la presencia y el conocimiento público de
episodios de institucionalización sindical regresiva, burocratizada, como el
caso de los ERES, los casos de las corruptelas sindicales, etcétera, que han
tenido una fuerte incidencia en la opinión pública. Con independencia de la
orientación política del espectador, de izquierda o de derecha. No creo que sea
un hecho que podamos decir y podamos colocar solamente en el otro lado del río,
sino que se halla muy enraizado en la gente progresista, en los trabajadores y
en los sectores populares.
Aunque no sé en qué medida tienen
valor las encuestas, los barómetros de opinión, lo cierto es que en la
evaluación ciudadana de los principales grupos sociales e instituciones los
sindicatos tienen una desaprobación ciudadana del 69% (que no es una porcentaje
pequeño) frente a una aprobación del 29.
Felizmente podemos vanagloriarnos de que la patronal, frente a ello, tiene una
aprobación de sólo el 27%, con lo cual unido a que los obispos la tienen solamente
del 16%, posiblemente nos coloque en una situación de privilegio respecto de
ambas instituciones, y más aún respecto de los políticos y de los partidos
políticos y también de los bancos (con un porcentaje de desaprobación del 88,
89 y 88 % respectivamente) pero en último término es un tema inquietante. Es
cierto, sin embargo, que en ese mismo barómetro de enero de 2013 que establece
la evaluación ciudadana en la opinión pública, los profesores de educación, los
científicos, la universidad, los médicos de la sanidad pública, es decir, las
figuras de los trabajadores de los servicios públicos tienen la máxima
aprobación. Por lo tanto hay una cosa interesante porque dentro de la visibilidad
social de las dos figuras del trabajo, los trabajadores y las organizaciones
representativas de los mismos, los trabajadores aparecen visibilizados de una
manera muy positiva, las representantes de los trabajadores por el contrario
no. Son datos que hay que tomarlos en consideración, me parece, en la medida en
que funciona como caldo de cultivo de
algunas conductas y prácticas a propósito del sindicato.
¿Cuáles son las consecuencias mas
relevantes de estos cambios sobre el sindicalismo español? ¿Cuáles han sido los
que a mí me parecen que son más resaltables de esta etapa? En primer lugar la
virtual desaparición de la negociación política, el incumplimiento de los
acuerdos de concertación y la ruptura del diálogo social. Yo creo que esto es
un hecho evidente, la imposibilidad de la negociación política y el abrupto fin
de la interlocución política del sindicato, contrariando lo que establece el
artículo 7 de la Constitución y sobre todo una larga tradición que había ido
construyendo reglas materiales no escritas de consulta y participación de las
políticas públicas y de diálogo social. Este es un hecho importante, el poder
público ha roto cualquier tipo de comunicación con el sindicato, no acepta establecer
contacto cuando el sindicato quiere negociar temas centrales del diálogo social.
La comunicación o la consulta, en su caso, funciona en una sola dirección,
fluye del poder público de forma unilateral.
En segundo término, ha habido un
desapoderamiento de la función de representación institucional de los
sindicatos cuando se ha llegado a dos acuerdos marco consecutivos, recordemos,
en 2010 y 2012, con las dos grandes reformas laborales, para intentar pactar
contenidos de reforma en la negociación colectiva con la patronal y los dos
acuerdos han sido plenamente contrariados por la ley, de manera que el poder
público se ha considerado desentendido de este proceso e incumplidos por parte
del empresariado, que ha aplaudido entusiasta este desmentido legal a un
acuerdo que no han defendido ni hecho suyo en ningún momento. Estas conductas
posteriormente han generado la desarticulación de mecanismos de coordinación y
ordenación de negociación colectiva con el beneplácito de la CEOE-CEPYME.
No basta decir que evidentemente será
un problema de la patronal haber tirado por la borda un elemento extremadamente
positivo y valioso que había ido construyendo en esos treinta y cinco años desde
la Constitución, la capacidad – y la práctica consolidada - de poder negociar autónomamente con los
sindicatos al margen de la orientación política del Gobierno las condiciones de
trabajo y empleo y la estructura de la negociación colectiva. Pareciera que el
momento en el que la patronal firmaba los acuerdos del 2012 sonreía como los
personajes de “Crepúsculo”, en esa sonrisa aparecían, se insinuaban dos
colmillos y naturalmente en la comisura de los labios una gotita de sangre.
Al desapoderamiento sindical y la
desarticulación de la ordenación concertada de la negociación colectiva ha
correspondido el remplazo de estos espacios de negociación por los de
conflicto. Una movilización social en ese mismo espacio, con elementos muy
interesantes, con elementos yo creo que renovadores sobre los que tenemos que
llamar la atención. Yo creo que el primero es la progresiva inserción de la movilización
sindical en un contexto europeo de conflicto, una novedad estratégica sobre lo
que tradicionalmente basaba su actuación el sindicalismo europeo desmembrado en
su respuesta a las políticas de austeridad en cada uno de los estados-nación
afectados durante 2010 y 2011. Es a partir del congreso de Atenas cuando
empieza este camino y que yo creo que aparece muy claro del 14 de noviembre del
2012, con la convocatoria de una primera huelga coordinada a nivel europeo como
un elemento decisivo de esta aproximación global y local a la vez a la lucha
contra las políticas de austeridad implementadas en el ámbito europeo y en el
ámbito nacional simultáneamente
Y, segundo elemento de novedad, que no
es tal porque sabemos que es una costumbre y una práctica del sindicalismo sociopolítico
español, la inserción de esa movilización obrera, de esa movilización de los
trabajadores en los movimientos sociales. La idea de la cumbre social y sobre
todo que la cumbre social no sea una agregación de organizaciones coyuntural sino
que aparece ya con una cierta permanencia, dotada de una cierta estabilidad.
Naturalmente eso lleva consigo el deshielo de la relación entre el sindicato y
los movimientos derivados del 15M, y la presencia sindical transversal en
tantas movilizaciones “generales” y “particulares”. Yo creo que esos dos
elementos son relevantes.
Las huelgas generales que hemos tenido
(y hemos tenido muchas huelgas generales en un plazo breve de tiempo), son
importantes porque han canalizado en gran medida una resistencia social
fundamental e importantísima. La resistencia social de los trabajadores y de
las trabajadoras, pero más en general de la mayoría de la ciudadanía, la
mayoría social, a través de la capacidad de extensión del conflicto como se
evidenciaba en la ocupación del espacio público por multitudes en las manifestaciones
que seguían al final de la huelga. También han canalizado la agresión mediática
y la agresión política y quiero señalar que no sólo la agresión sino la
represión. Es decir, no es baladí que se esté acusando a ocho sindicalistas de
penas pesadas de cárcel por haber participado precisamente en un piquete de
huelga en una huelga general.
¿Cómo se ha desarrollado este tiempo
de conflicto social y sindical? Ha habido una gran participación de trabajadores,
cada vez más abundante desde 2010 hasta las huelgas de 2012 con el pico
posiblemente más alto en la de noviembre de 2012, por otra parte cada vez mejor
realizada, cada vez con más adhesión no sólo de los huelguistas sino con
ocupación de las calles y los espacios públicos en paralelo a la paralización
del trabajo. Sucede sin embargo que esas huelgas generales no han podido romper
la norma social de consumo, es decir, los trabajadores no han ido al trabajo,
sobre todo y fundamentalmente en determinados sectores, pero los trabajadores
ciudadanos han ido a hacer la compra y han sacado dinero del cajero automático.
Es decir, que frente a una huelga ciudadana como la que pertenece a la leyenda
de la historia, la del 14-D (y hay un libro de la Fundación sobre la misma bien
interesante), estas huelgas de la crisis no han roto la norma social de
consumo, lo que ha sido utilizado mediáticamente
y también políticamente para señalar la inutilidad de la huelga general, subrayando
en las mejores versiones que la relación entre el coste que supone para el
sindicato organizar una huelga general y el resultado en términos de
visibilidad social y de impacto mediático es un coste desproporcionado. A lo
que se une no haber obtenido ninguna respuesta por parte del poder público ni
por parte del poder económico, a las reivindicaciones esgrimidas. Han sido
huelgas que realmente han generado una amplísima resistencia obrera en los
sectores industriales, de la construcción y de los servicios, que han educado a
una nueva generación de trabajadores, pero lo que no han conseguido es el
objetivo normal de la huelga que es una salida directa, un compromiso que
cierre el conflicto por un tiempo. Me refiero a una salida inmediata. Ahí es seguro
que la ola huelguística ha tenido efectos importantes en la conciencia política
de los participantes en la misma, e influyen seguramente en la visión global de
la situación española, y en las posibles salidas políticas, pero estos efectos
se verán más tarde, quizá dentro de poco, pero no en el momento inmediatamente
posterior a la huelga.
Estas consideraciones han llevado a un
progresivo desplazamiento de la acción sindical al área de la ciudadanía
social, en detrimento del área del trabajo y de la producción. Es decir, igual
que en el año 2013 ha
habido un implícito abandono de la huelga general por parte de los sindicatos y
la sustitución de las medidas de presión por manifestaciones donde se quiere
dominar el espacio ciudadano en la calle, junto con los movimientos sociales. De
tal manera que la movilización realizada y la visibilización de la figura que
estaba en la calle, la visibilización material y simbólica de la figura que
estaba en la calle no estaba representada por el trabajador sino que
entronizaba al ciudadano, el ciudadano que
requiere la prestación de servicios públicos y la desmercantilización de sus
necesidades sociales. La condición de ciudadano no niega la de trabajador, pero
es contemplada como tal afirmándose en
el espacio público. La figura simbólica predominante no era la del trabajador
que estaba sometido a un poder privado con un dominio unilateral enfrente, sino
más bien el ciudadano enfrentado a un poder público que no cumple las
obligaciones de la cláusula de Estado social. Creo que es un elemento sobre el
que debemos reflexionar, una “pista” que
deberíamos seguir un poco más.
1 comentario:
excelente escrito..
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