Comprenderán los lectores y lectoras de este blog que dejemos hoy los comentarios de actualidad y nos centremos en un aniversario importante. El 28 de septiembre de 1864, tras una asamblea numerosa en Londres, se funda la Asociación Internacional de Trabajadores (AIT), la Primera Internacional que da origen al movimiento obrero internacional y al emerger de la potencia política y social de una clase obrera organizada para subvertir la civilización triunfante capitalista en lo económico, liberal en lo político, burguesa en lo social - que había excluido a las trabajadoras y trabajadores de la misma, sumergiéndoles en la explotación y el sufrimiento. Hoy no está de más recordar esos momentos fundacionales..
Manifiesto Inaugural
de la Asociación Internacional de los Trabajadores Fundada el 28 de septiembre
de 1864, en una Asamblea Pública celebrada en Saint Martin's Hall de Long Acre,
Londres[1]
Londres[1]
Escrito: por C. Marx
entre el 21 y el 27 de octubre de 1864.
Primera edición: Publicado en inglés en el folleto Addres and ProvisionalRules of the Working Men's International Association, Established September 28, 1864, at a Public Meeting held at St. Martin's Hall, Long Acre, London, editado en Londres en noviembre de 1864. Al mismo tiempo se publicó la traducción al alemán, hecha por el autor, en el periódico Social-Demokrat, núm. 2 y en el apéndice al núm. 3, del 21 y 30 de diciembre de 1864.
Primera edición: Publicado en inglés en el folleto Addres and ProvisionalRules of the Working Men's International Association, Established September 28, 1864, at a Public Meeting held at St. Martin's Hall, Long Acre, London, editado en Londres en noviembre de 1864. Al mismo tiempo se publicó la traducción al alemán, hecha por el autor, en el periódico Social-Demokrat, núm. 2 y en el apéndice al núm. 3, del 21 y 30 de diciembre de 1864.
El 28 de setiembre de 1864 se celebró en St. Martin's Hall de Londres una
gran asamblea internacional de obreros, en la que se fundó la Asociación
Internacional de los Trabajadores (conocida posteriormente como la I
Internacional) y se eligió el Comité provisional. C. Marx entró a formar parte
del mismo y, luego, de la comisión nombrada en la primera reunión del Comité
celebrada el 5 de octubre para redactar los documentos programáticos de la
Asociación. El 20 de octubre, la comisión encargó a Marx la redacción de un
documento preparado durante su enfermedad y escrito en el espíritu de las ideas
de Mazzini y de Owen. En lugar de dicho documento, Marx escribió, en realidad,
dos textos completamente nuevos —el "Manifiesto Inaugural de la Asociación
Internacional de los Trabajadores" y los "Estatutos provisionales de
la Asociación"— que fueron aprobados el 27 de octubre en la reunión de la
comisión. El 1º de noviembre de 1864, el "Manifiesto" y los
"Estatutos" fueron aprobados por unanimidad en el Comité provisional,
constituido en órgano dirigente de la Asociación. Conocido en la historia como
Consejo General de la Internacional, este órgano se llamaba hasta fines de
1866, con mayor frecuencia, Consejo Central. Carlos Marx fue, de hecho, su
dirigente, organizador y jefe, así como autor de numerosos llamamientos,
declaraciones, resoluciones y otros documentos.
En el "Manifiesto Inaugural", primer documento programático, Marx
lleva a las masas obreras a la idea de la necesidad de conquistar el poder
político y de crear un partido proletario propio, así como de asegurar la unión
fraternal de los obreros de los distintos países.
Publicado por vez primera en 1864, el "Manifiesto Inaugural" fue
reeditado reiteradas veces a lo largo de toda la historia de la Internacional.
A continuación se extractan algunos párrafos de este documento:
Trabajadores:
Es un hecho notabilísimo el que la miseria de las masas trabajadoras no
haya disminuido desde 1848 hasta 1864, y, sin embargo, este período ofrece un
desarrollo incomparable de la industria y el comercio. (…)Después del fracaso
de las revoluciones de 1848, todas las organizaciones del partido y todos los
periódicos de partido de las clases trabajadoras fueron destruidos en el
continente por la fuerza bruta. Los más avanzados de entre los hijos del
trabajo huyeron desesperados a la república de allende el océano, y los sueños
efímeros de emancipación se desvanecieron ante una época de fiebre industrial,
de marasmo moral y de reacción política (…)
Sin embargo, este período transcurrido desde las revoluciones de 1848 ha
tenido también sus compensaciones. No indicaremos aquí más que dos hechos
importantes.
Después de una lucha de treinta años, sostenida con una tenacidad
admirable, la clase obrera inglesa, aprovechándose de una disidencia momentánea
entre los señores de la tierra y los señores del dinero, consiguió arrancar la
ley de la jornada de diez horas [6]. Las inmensas ventajas físicas, morales e
intelectuales que esta ley proporcionó a los obreros fabriles, señaladas en las
memorias semestrales de los inspectores del trabajo, son ahora reconocidas en
todas partes. La mayoría de los gobiernos continentales tuvo que aceptar la ley
inglesa del trabajo bajo una forma más o menos modificada; y el mismo
parlamento inglés se ve obligado cada año a ampliar la esfera de acción de esta
ley (…).Pero estaba reservado a la Economía política del trabajo el alcanzar un
triunfo más completo todavía sobre la Economía política de la propiedad. Nos
referimos al movimiento cooperativo, y, sobre todo, a las fábricas cooperativas
creadas, sin apoyo alguno, por la iniciativa de algunas «manos» («hands») [***]
audaces. Es imposible exagerar la importancia de estos grandes experimentos
sociales que han mostrado con hechos, no con simples argumentos, que la
producción en gran escala y al nivel de las exigencias de la ciencia moderna,
puede prescindir de la clase de los patronos, que utiliza el trabajo de la
clase de las «manos»; han mostrado también que no es necesario a la producción
que los instrumentos de trabajo estén monopolizados como instrumentos de
dominación y de explotación contra el trabajador mismo; y han mostrado, por
fin, que lo mismo que el trabajo esclavo, lo mismo que el trabajo siervo, el
trabajo asalariado no es sino una forma transitoria inferior, destinada a
desaparecer ante el trabajo asociado que cumple su tarea con gusto, entusiasmo
y alegría. Roberto Owen fue quien sembró en Inglaterra las semillas del sistema
cooperativo; los experimentos realizados por los obreros en el continente no
fueron de hecho más que las consecuencias prácticas de las teorías, no
descubiertas, sino proclamadas en voz alta en 1848. (…)
La conquista del poder
político ha venido a ser, por lo tanto, el gran deber de la clase obrera. Así
parece haberlo comprendido ésta, pues en Inglaterra, en Alemania, en Italia y
en Francia, se han visto renacer simultáneamente estas aspiraciones y se han
hecho esfuerzos simultáneos para reorganizar políticamente el partido de los
obreros.
La clase obrera posee ya un elemento de triunfo: el número. Pero el número
no pesa en la balanza si no está unido por la asociación y guiado por el saber.
La experiencia del pasado nos enseña cómo el olvido de los lazos fraternales
que deben existir entre los trabajadores de los diferentes países y que deben
incitarles a sostenerse unos a otros en todas sus luchas por la emancipación,
es castigado con la derrota común de sus esfuerzos aislados.
Guiados por este pensamiento, los trabajadores de los diferentes países, que se reunieron en un mitin público en Saint Martin's Hall el 28 de septiembre de 1864, han resuelto fundar la Asociación Internacional.
Guiados por este pensamiento, los trabajadores de los diferentes países, que se reunieron en un mitin público en Saint Martin's Hall el 28 de septiembre de 1864, han resuelto fundar la Asociación Internacional.
Otra convicción ha inspirado también este mitin.
Si la emancipación de la clase obrera exige su fraternal unión y
colaboración, ¿cómo van a poder cumplir esta gran misión con una política
exterior que persigue designios criminales, que pone en juego prejuicios
nacionales y dilapida en guerras de piratería la sangre y las riquezas del
pueblo? (…) Estos
hechos han enseñado a los
trabajadores el deber de iniciarse en los misterios de la política
internacional, de vigilar la actividad diplomática de sus gobiernos
respectivos, de combatirla, en caso necesario, por todos los medios de que
dispongan; y cuando no se pueda impedir, unirse para lanzar una protesta común
y reivindicar que las sencillas leyes de la moral y de la justicia, que deben
presidir las relaciones entre los individuos, sean las leyes supremas de las
relaciones entre las naciones.
La lucha por una política exterior de este género forma parte de la lucha
general por la emancipación de la clase obrera.
¡Proletarios de todos los países, uníos!.
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