Como ya se dijo en este blog en otra entrada de enero de
este año, (Referéndum y reforma laboral en Italia) la CGIL, había lanzado una propuesta
fuerte de regulación de los derechos de los y las trabajadoras mediante la
“Carta de derechos universales del Trabajo”, a la vez que impulsaba una campaña
extensa por la libertad en los lugares de trabajo que llevaba consigo la
petición de tres referéndums sobre el trabajo relativos a tres cuestiones
centrales: la eliminación de lo que se denomina voucher que implica una
remuneración sin apenas contribuciones fiscales para los trabajos ocasionales y
esporádicos que realmente se está empleando sin control, el restablecimiento de
la responsabilidad solidaria plena entre contratistas y subcontratistas y la
empresa principal, y, finalmente, la derogación de las reformas que, como
consecuencia de las indicaciones de la gobernanza económica europea, se habían
realizado sobre el régimen del despido en el Estatuto de los Trabajadores,
derogando la tradicional respuesta normativa de éste frente al despido
ilegítimo, la readmisión forzosa del despedido, ahora solo vigente para los
despidos discriminatorios y vulneradores de derechos fundamentales.
El Tribunal Constitucional italiano, sin embargo, rechazó el último – y más
comprometido – referéndum sobre el art. 18 del Estatuto de los Trabajadores
sobre la base de que se planteaba de manera “manipulatoria” el referéndum
derogatorio, al entender que se producía una “manipulación” del elemento
abrogatorio de varias normas de tal modo que de ello se deducía una propuesta
concreta de regulación, un elemento propositivo en positivo que excede del
carácter de legislador negativo que es propio de la figura del referéndum
derogatorio, para que éste instrumento no pueda ser empleado como sustitutivo
de la iniciativa legislativa plena, propositiva y regulatoria, que debe
descansar en el Parlamento. El gobierno italiano respiró tranquilo ante este
fallo del TC, pero la CGIL inició de inmediato una campaña para movilizar a los
electores sobre la necesidad de acudir a votar en los dos referéndums, y la
amplitud de la respuesta que estaba recogiendo fundamentalmente entre jóvenes,
mujeres y trabajadores precarios – en lo que esta categoría no tiene de
redundante con las anteriores – comenzó de nuevo a inquietar al nuevo gobierno Gentiloni que ha sucedido al de Renzi tras la dimisión de éste como
consecuencia del NO en el referéndum de la reforma constitucional (sobre cuyo
hecho, políticamente muy relevante a la hora de calibrar la desafección de una
buena parte de la izquierda frente al líder del PD también se ha dado noticia
en el blog aquí: El si y el No de Matteo Renzi).
Es notoria la capacidad de una confederación
como la CGIL de incidir en el espacio político y de hacer presente su propio
proyecto social que tiene como referente central el trabajo – la libertad en el
trabajo y no la libertad de trabajo de matriz liberal –y muestra la importancia
de los aspectos socio-políticos del sindicato como una forma decisiva de
implantación en el tejido social y de significarse como un sujeto social activo
y propositivo, capaz de agregar consensos más allá de la propia consideración
específica de la pertenencia a una clase social o a la situación concreta del
trabajo realizado. Además este proceso se ha visto acompañando de ciertas
turbulencias en el interior del PD, con la práctica escisión de componentes
importantes del mismo y la constitución de un nuevo bloque político denominado
Izquierda italiana (SI) que señala una fuerte contestación en el área
post-comunista de la deriva llevada a cabo por Renzi y los gobiernos continuistas del suyo.
La CGIL con esta campaña ha conseguido, después de mucho tiempo, colocar al
trabajo en el centro del debate político, y como consecuencia de esta
movilización, ha logrado que el Gobierno declarase que retirará los dos puntos
centrales de la propuesta refrendaria. Es decir, la cancelación del voucher y la recomposición de la
responsabilidad solidaria en los casos de descentralización productiva. Ha sido
un triunfo evidente – que el gobierno ha justificado sobre la base de “no
querer dividir al país” – pero la CGIL no se desmoviliza por ello. Es un “primer
resultado extraordinario de nuestra iniciativa” ha afirmado el comunicado de
prensa de la CGIL, pero “ahora el Parlamento debe convertir en ley el decreto
del gobierno para que el Tribunal Constitucional pueda declarar que se han
acogido las peticiones efectuadas y por tanto que no tiene razón de ser el voto
en el referéndum”.
Una parte de la derecha política que gobierna y da apoyo al PD busca sin
embargo sustitutivos “flexibiles” a la figura devastadora del voucher, y para ello se fija
fundamentalmente en el trabajo a llamada – el job on call – como figura a introducir en el sistema italiano, aunque
hoy por hoy el sector renziano del PD preferiría no agitar esas aguas y dar
alas a una protesta fuerte desde la izquierda social que pudiera alimentar el
alcance y la incidencia de esa izquierda política incipiente. Por el contrario,
la CGIL propone como forma jurídica que pudiera sustituir el uso económico y
social que se quería dar al voucher la
de un “contrato de trabajo subordinado ocasional”, que reconduce las
actividades ocasionales de estudiantes, pensionistas, no empleados o parados a
la negociación colectiva de ámbito nacional y a su determinación de estándares
de remuneración adecuada, sin que por tanto estos trabajos esporádicos se
traten como trabajos no declarados y se consideren por tanto parte de la
economía sumergida.
La CGIL en consecuencia, ha sabido aprovechar el momento político y la onda
de renovación que se está expresando en muchos aspectos a partir del referéndum
del No en varios sectores de la sociedad italiana y que también recorre los
movimientos muy significativos en la izquierda del PD. “No cantemos victoria – ha dicho Susanna
Camusso - pero es un primer e
importante triunfo”, y conviene recordar que “hemos devuelto al país y a las
personas la confianza en que se puede cambiar las cosas juntos”. En ese
proceso, la movilización continua, especialmente para dar a conocer y debatir
la Carta de Derechos y las propuestas de (re)regulación que se contienen en ese
documento, son los ejes de las coordenadas de la acción colectiva y sindical.
Una significativa coincidencia entre los sindicatos del sur de Europa, que se
están dedicando a elaborar un programa diferente de legislación que adecúe la
norma laboral a las peculiaridades del nuevo momento productivo y organizativo
de las respectivas “identidades económicas” que definen el mundo de este
comienzo de siglo. Precisamente a este tema se dedicará el blog a finales de la
semana que viene, con ocasión de un acto de presentación de un “contra – Código”
del Trabajo en Paris, fruto de un grupo de investigación académico pero que es
amparado por la CGT y Solidaires.
Ser consciente que los sindicatos pueden obtener triunfos serios e
importantes en otros países, extender estas experiencias y darlas a conocer, es
también hacer una pedagogía de la acción sindical que en muchas ocasiones se
quiere cercenar o impedir. La solidaridad entre sindicatos se manifiesta
también aquí, en la narración de los triunfos de éste. Mostrar que además de la
protesta el sindicato es capaz de obtener compromisos serios y concretos, de
hacer avanzar las cosas en la dirección correcta, y de presentar proyectos
creíbles y alternativos de regulación del trabajo, es un paso adelante en el
camino de las reformas incisivas que el neoliberalismo no está dispuesto a permitir
de buen grado y que sin embargo es el único itinerario que puede lograr que Europa
no se desmorone, paralizada en su compromiso con la democracia y bloqueada en
el desarrollo del modelo social europeo.
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