(En la foto, Landini - CGIL - y Bombardieri - UIL - en la rueda de prensa anunciando la huelga general para el 16 de diciembre)
La
emergencia provocada por la pandemia del Covid-19 no ha terminado aún, y en
Europa, con el invierno y la variante ómicron se prevé que arrecie una sexta
ola con repercusión sobre la asistencia hospitalaria y el incremento de
fallecimientos, agravado por la obstaculización cada vez más activa de las
minorías negacionistas antivacunas que se resisten a aceptar medidas
preventivas que aseguren al resto de la población frente a su obstinada
negativa a vacunarse.
Pero este panorama sanitario que
está muy presente en nuestras existencias, se abre el horizonte de la vida
cotidiana, la situación en la que se encuentra la población en donde la
desigualdad económica y social sigue en niveles extremadamente altos, con tasas
increíbles de concentración patrimonial que se ha agravado durante todo el
tiempo de la pandemia. En el Informe sobre las desigualdades sociales del 2022,
dirigido por Piketty, en Europa, el 50% de los más pobres detentan el 4%
del total de propiedades privadas (activos inmobiliarios, profesionales y
financieros, libres de deudas), y el 10% de los más ricos el 58% de estas. En
este mismo informe se subraya que la lucha contra las desigualdades de género y
ambientales es lenta y sin apenas resultados. Hay que tener en cuenta que la
crisis del ciclo 2010-2013 y las políticas de austeridad empeoraron de manera
consciente las condiciones salariales y vitales de una buena parte de la
población, en especial en los países del sur europeo. La consolidación de la
pobreza laboral, la extensión de la precariedad, y la debilidad de los
servicios públicos esenciales, han coexistido con la nueva crisis sanitaria y
económica causada por la pandemia y todavía, pese a la eficacia de las medidas
de protección del empleo y de las rentas en este año y medio, no se han
revertido. Se podría decir que las políticas desarrolladas durante la situación
de excepción causada por la pandemia han impedido el deterioro del empleo y la
degradación adicional de las condiciones de trabajo, pero todavía no han
conseguido restituir al área del trabajo asalariado las condiciones de
seguridad en la existencia y de mejora de sus posiciones de poder en las relaciones
laborales que el momento actual requeriría.
La existencia por tanto de un
clima de malestar social difuso es una realidad incontestable en la mayoría de
los países. Es cierto sin embargo que la reacción frente al mismo depende mucho
del cuadro político y social vigente en cada uno de los países, en especial en
el sur de Europa, y de la evolución de los acontecimientos políticos, pero en
todos ellos, hay un momento crítico que consiste precisamente en el diseño del
plan de actuación que se tiene que llevar a cabo en los dos años próximos, 2022
y 2023, y en donde los recursos de la Unión Europea pueden ser determinantes de
un cambio en profundidad hacia un horizonte definido por los conceptos de
transición ecológica y sostenibilidad social. En Italia como en España, pero el
curso de las cosas es diferente en ambos países.
En Italia, como sucedió con la
crisis de la deuda soberana en torno al gobierno Monti, la crisis se ha
saldado con un gobierno de unidad nacional presidido por Mario Draghi.
Los sindicatos desde el verano, en el marco de la progresiva “normalización”
económica de la fase post-covid, han venido criticando la posición subalterna en
la que el juego de los acuerdos políticos entre las diversas fuerzas en presencia
les viene situando, y el entorpecimiento y la demora en poner en marcha una
parte importante de sus reivindicaciones de carácter sociopolítico. La consulta
y negociación sobre los presupuestos para el año 2022, que van muy retrasadas,
han sido extremadamente decepcionantes para la interlocución sindical, que
entiende que no se han adoptado medidas importantes en dominios tan importantes
como la enseñanza, el trabajo, la vivienda, la sanidad y el medio ambiente, que
se juzgan imprescindibles para lograr un buen uso de los fondos europeos asignados.
Tras una serie de movilizaciones realizadas
a través de concentraciones y manifestaciones – entre las cuales la muy
determinante de protesta contra el atentado a la sede de la CGIL, del que nos
ocupamos en este blog https://baylos.blogspot.com/2021/10/ataque-violento-al-sindicato-italiano.html
- la CGIL y la UIL, dos de los tres sindicatos confederales italianos, han
convocado huelga general en todos los sectores de la producción y los servicios
salvo el de la sanidad, para el día 16 de diciembre, jueves, en toda Italia,
seguida de una serie de manifestaciones en ocho ciudades a lo largo de todo el
territorio nacional. La convocatoria de huelga ha sido precedida, el día 10 de
diciembre, de una jornada de lucha y de movilizaciones en la enseñanza, esta
vez convocada de forma unitaria por todos los sindicatos de la enseñanza que
sin embargo no ha obtenido el amplio seguimiento que era previsible ante la
extensa gama de convocantes.
La huelga tiene un claro objetivo
social y político al reivindicar un giro social en la fase de salida de la
crisis. Por ello insiste en el cuestionamiento de las medidas fiscales previstas
de exenciones impositivas generalizadas, en las que la propuesta del presidente
del consejo de ministros de congelar los beneficios fiscales a las rentas superiores
a 75.000 €, ha sido rechazada en el gobierno por la negativa de los partidos de
la derecha, en la necesidad de poner fin a la precariedad laboral en especial
en servicios públicos fundamentales como la enseñanza o la sanidad, pero
también en la urgencia de acometer reformas sobre el despido y no dilatar la
prometida norma que limita la deslocalización de las empresas, una reivindicación
sindical muy sentida en Italia del lado sindical ante la cadena de despidos que
se están produciendo por el desplazamiento de industrias fuera de las fronteras
nacionales italianas.
La convocatoria de huelga ha
sorprendido a los partidos políticos, porque recupera la posición central del sindicalismo
confederal en la interlocución política con el gobierno, trascendiendo la
mediación indirecta o la delegación del proyecto reformista sindical en las
fuerzas políticas, que son las que están gestionando este período de
recuperación post-covid19. Una posición en la que sin embargo se siente cómoda
la CISL, la confederación sindical discordante con este llamamiento al
conflicto, que ha entendido que es una decisión equivocada “radicalizar el
conflicto en un momento delicado” en el que se requiere ante todo diálogo, cohesión
y responsabilidad social. Una opinión crítica que comparte la derecha del
Partido democrático y los renzianos, que miran con desconfianza este conflicto
que les hace recordar la última de las huelgas generales convocadas en Italia,
en el 2014 – hace ya siete años – en solitario por la CGIL contra la Job Act
del gobierno Renzi. La respuesta oficial del PD ha sido mucho más matizada,
intenta recomponer las relaciones de diálogo y no renuncia, incluso en medio de
este conflicto a ser “un punto de mediación”. El Movimiento 5 Estrellas, por su
parte, considera también que el derecho de huelga no puede ser demonizado y que
hay que escuchar las reivindicaciones de los sindicatos, manteniendo siempre
abierto el diálogo. Como es previsible, Salvini en nombre de la Lega,
ha interpretado que este acto es plenamente irresponsable, y el
empresariado italiano, la Cofindustria, critica asimismo la huelga y a los
sindicatos que la convocan como una pura manifestación identitaria de la que no
saben prescindir, un instrumento ritual desconectado de la realidad del diálogo
social y político.
Landini, el secretario
general de la CGIL, insiste por el contrario en que la responsabilidad sindical
como representación de una ciudadanía maltratada y empobrecida es justamente la
de poner el foco sobre esta problemática que los presupuestos y la deriva
política del gobierno ignoran, y le asombra que los partidos políticos no vean
como está aumentando el malestar social en todo el país. Luchar por mejorar las
condiciones de vida no es fácil, ha insistido, es muy costoso y mediante la
convocatoria los sindicatos están pidiendo a las y los trabajadores un sacrificio
en estos tiempos difíciles, pero asimismo un acto de solidaridad debida.
No es tan sólo un acto que
materializa la presencia social del sindicalismo como sujeto central en las relaciones
sociales de un país democrático, lo que resulta de esta convocatoria es el
rechazo de la posición subalterna en la que el proceso de gobernanza en este
periodo de recuperación ante la crisis económica ha situado al sindicalismo
confederal italiano. Una situación que contrasta con la práctica política que se
ha impuesto en España, en donde el diseño de las reformas en materia laboral y
de seguridad social se han confiado al diálogo social, dando así relevancia
directa a los sujetos representativos del trabajo y de la empresa en la participación
sobre el cuadro de reformas resultante.
El seguimiento del caso italiano
y de los resultados que este conflicto abierto vaya a poder realizar, de un
lado, junto con la quiebra de legitimación social que puede derivarse de las
decisiones adoptadas en el seno del gobierno, de otro, son elementos
importantes que nos irán permitiendo trazar un mapa de cómo se está perfilando
la salida de la terrible crisis sanitaria y económica que irrumpió en Europa a
finales de febrero del 2020, ya para dos años. Una salida de la crisis que
tiene necesariamente que poner en el punto de mira la satisfacción de las
necesidades de las personas y la mejora de las condiciones de trabajo y de
existencia de la amplia mayoría de la ciudadanía cualificada por su situación
desigual y asimétrica en términos de poder. De lo contrario, el malestar social
se puede enquistar y encapsular con el peligro de que en ese contexto tengan
acogida actitudes y prácticas de decepción democrática y de rechazo de la
política como espacio de reforma social y de creación de derechos que inciden
en la mejora de la existencia de los seres humanos.
1 comentario:
Paco Rodríguez de Lecea
Muy justa la posición de los sindicatos italianos, que no están dispuestos a ser convidados de piedra en una salida de la crisis que se quiere abordar una vez más con un reparto desigual de tareas y de premios. En la línea de las intenciones del Gobierno, nosotros estamos algo mejor que ellos, pero ya se reclama desde los media que CCOO "se tira al monte". No se puede aflojar. (Gracias por la mención, Pedro Flinstone.)
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